Amo a Meryl Streep. Desde muy pequeña y siendo una empedernida cinéfila, he sido una fan acérrima de sus peliculas: desde las grandes y epicas peliculas de autor de su juventud hasta las más recientes, una muestra irreverente de su magnifico y singular sentido del humor. La admiro y no solo por su talento - indudable -, su versatilidad - comprobada -, su maravillosa capacidad para mutar de un personaje a otro con inaudita facilidad - magnifica - sino por su dignidad. La espléndida dignidad de sus arrugas, su hermoso cabello canoso, su cuerpo agil pero fragil de mujer en plena cincuentena. La he visto envejecer ante las cámaras y es Meryl Streep la personificación de la digna y reposada belleza de una artista plena: la sonrisa llena de pequeños y hermosos pliegues de experiencia, los labios delgados y en ocasiones tensos, la larga nariz un poco sorprendente, la piel de porcelana que comienza a perder su lozania. Pero todas estas diminutas imperfecciones no hacen más que enaltecer esa pureza reposada de su vejez de exquisita belleza, esa magnifica inteligencia que parece traslucir en cada pequeño gesto, en su magnifica expresividad capaz de crear mundos de pequeñas palabras, de universos centellantes de un lenguaje tan sutil como emotivo. Una sonrisa capaz de despertar ternura o una mirada, que habla de un tiempo perdido y hermoso que comienza a convertirse en nostalgia.
Y mientras veia su más reciente pelicula "It´s Complicated", acompañada de un rollizo y maduro Alec Baldwin, no pude menos que reir conmovida ante una escena que resume su actitud hacia la vida, esa esperanza frutal y hermosa que cada dia somos jovenes de nuevo. Esta hermosa dama, llevando un bello atuendo holgado que realza su esbeltez, se tiende sobre la silla de un cirujano plastico, incomoda, temblorosa y cohibida. El joven doctor la mira, analizando sus facciones y luego con una sonrisa de circunstancias, le pide que explique su problema. Meryl sonrie, en la piel de la bellisima Jane, una mujer al final de sus cincuenta que comienza a replantearse sus dudas existenciales con una ferocidad espléndida, y con una ternura inaudita, sonrie, suspira. El rostro sonrojado. La vitalidad brillando en sus ojos.
- Se trata de este párpado doctor - dice al final. Toma una bocanada de aire. Se señala un pequeño pliegue de piel que cae sobre su ojo derecho y que rompe la simetria de su bello rostro surcado de diminutas arrugas - no sé si exista una solución...pero...
- Sí, por supuesto que la hay - le interrumpe el joven médico. Se acerca. Saca una regla de calculo, mide la piel que cuelga sobre el ojo de la mujer y luego, la mira sin expresión. La vejez para este hombre no es hermosa, eso es evidente. Y tal vez por ello, sonríe con cierta frialdad mientras continua con su diagnóstico - verá, tendremos que subir ambos párpados. Es una operación relativamente sencilla: haremos un corte sobre su frente, estiraremos su piel... y tendrá quizá seis meses de dolor de cabeza, pero se verá...
La siguiente escena: Meryl corre por el pasillo del médico, riendo, sofocada de una felicidad tan pura como espontánea. ¿Alivio quizá? No lo sé. Tal vez sea una simple osadia, esa de mirar ese rostro que probablemente no reconoce en el espejo e intentar recobrarlo a golpe de bisturí y cierta indiferencia hacia la paciente experiencia que lo talló cada día. Pero yo si siento alivio, lo siento como una profunda ráfaga de emoción al ver la belleza de esta vejez de flor, esta ternura crepuscular que alguna vez espero reconocer en mí. Y la veo tan joven y pienso que la juventud no es más que un deseo y tal vez un sueño que alcanzamos un poco cada dia en paz.
Ah, Meryl, que hermosa la vejez que lleva tu rostro. Y que felicidad me hace sentir aspirar a esa bienaventurada y serena paz en el futuro.
Un pequeño guiño de pura emoción, sin duda. Un atisbo de pura banalidad.
Y mientras veia su más reciente pelicula "It´s Complicated", acompañada de un rollizo y maduro Alec Baldwin, no pude menos que reir conmovida ante una escena que resume su actitud hacia la vida, esa esperanza frutal y hermosa que cada dia somos jovenes de nuevo. Esta hermosa dama, llevando un bello atuendo holgado que realza su esbeltez, se tiende sobre la silla de un cirujano plastico, incomoda, temblorosa y cohibida. El joven doctor la mira, analizando sus facciones y luego con una sonrisa de circunstancias, le pide que explique su problema. Meryl sonrie, en la piel de la bellisima Jane, una mujer al final de sus cincuenta que comienza a replantearse sus dudas existenciales con una ferocidad espléndida, y con una ternura inaudita, sonrie, suspira. El rostro sonrojado. La vitalidad brillando en sus ojos.
- Se trata de este párpado doctor - dice al final. Toma una bocanada de aire. Se señala un pequeño pliegue de piel que cae sobre su ojo derecho y que rompe la simetria de su bello rostro surcado de diminutas arrugas - no sé si exista una solución...pero...
- Sí, por supuesto que la hay - le interrumpe el joven médico. Se acerca. Saca una regla de calculo, mide la piel que cuelga sobre el ojo de la mujer y luego, la mira sin expresión. La vejez para este hombre no es hermosa, eso es evidente. Y tal vez por ello, sonríe con cierta frialdad mientras continua con su diagnóstico - verá, tendremos que subir ambos párpados. Es una operación relativamente sencilla: haremos un corte sobre su frente, estiraremos su piel... y tendrá quizá seis meses de dolor de cabeza, pero se verá...
La siguiente escena: Meryl corre por el pasillo del médico, riendo, sofocada de una felicidad tan pura como espontánea. ¿Alivio quizá? No lo sé. Tal vez sea una simple osadia, esa de mirar ese rostro que probablemente no reconoce en el espejo e intentar recobrarlo a golpe de bisturí y cierta indiferencia hacia la paciente experiencia que lo talló cada día. Pero yo si siento alivio, lo siento como una profunda ráfaga de emoción al ver la belleza de esta vejez de flor, esta ternura crepuscular que alguna vez espero reconocer en mí. Y la veo tan joven y pienso que la juventud no es más que un deseo y tal vez un sueño que alcanzamos un poco cada dia en paz.
Ah, Meryl, que hermosa la vejez que lleva tu rostro. Y que felicidad me hace sentir aspirar a esa bienaventurada y serena paz en el futuro.
Un pequeño guiño de pura emoción, sin duda. Un atisbo de pura banalidad.
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