De la fugaz pasión adolescente

Mis amigos más antiguos suelen reirse cuando proclamo sin ninguna verguenza que mi gran amor de la infancia fue Sherlock Holmes. Leí "Estudio en Escarlata" - el primero d libro de la saga de Doyle - a los 11 o un poco menos y me cautivó la complejidad inquietante del razonamiento de este caballero inglés sardónico y furiosamente pagado asi mismo. Probablemente no entendí la mayoría de los juegos de palabras utilizados por el autor, y menos aun, la fria elocuencia aristotélica de el antiheroe Londinense. Pero aun así, sentí una furiosa pasión platónica por su capacidad para la deducción, su leve decandencia y su renuncia a todo convencionalismo. Porque Holmes es perfectamente conciente de su dureza, inteligencia, sutil locura y pasión solapada. Holmes es el epítome de ese poder definitivo del pensamiento que deambula entre la fria lógica y su capacidad para transformarla en hecho practico. Lo dicho: En la inspirada pluma de Doyle nació la critica hacia la razón d' etre de la mente humana. El valor de la fríaldad y a la vez, la absoluta necesidad de recrear el mundo a través del desconcierto.

Poco después me enamoré de Lestat, el vampiro, el hijo pródigo del Neogoticismo que según algunas malas lenguas, transformó el mito del vampiro en una nueva era. Descreido, ateo, furiosamente venial y a la vez, dificilmente comprensible más allá de sus defectos y pasiones, esta criatura mítica poseía el mismo encanto analítico y descreído de Holmes, solo que desprovisto de los tópicos habituales, del cansancio existencial, de la vejez lenta y gradual del simbolo superficial. Me hacia reir este vampiro carente de romanticismo, más cercano al existecialismo de un Nietzche cansado y frugal que a la poderosa voluptuosidad del mito Rumano. El poder del pensamiento moderno convertido en una fragil expresión atemporal.


¿Y como Olvidar mi desesperado amor por Poe? Tendría unos catorce años cuando leí por primera vez el retrato Oval y me pareció el cuento más hermoso del mundo, a pesar de la tristeza subyacente que adornaba su prosa rebuscada, o quizá precisamente por eso. Recuerdo que el cuento era parte de una antologia titulada "Narraciones Extraordinarias" que recopilaba los mejores cuentos de Edgar Alan Poe. Leerlos fue para mí descubrir esa maravilla de paladear las imagenes, recrearlas con voces propias, crearlas y reconstruirlas a placer. Fue la primera antología del escritor que tuve y aunque ahora tengo tres en español, dos en inglés, la poesía completa bilingüe inglés-español, "The Raven" bilingüe inglés-gallego con los grabados de Doré, ese primer libro, con la cubierta descascarada y las hojas dobladas y llenas de pequeñas notas a lapiz - herejía imperdonable de mi adolescencia intelectual, esa de escribir mis opiniones - siempre será mi predilecto, precisamente por otorgarle sentido a esa pura sencillez del amor de esos primeros días de maravilla por las palabras, por las imagenes creadas en mundos de frases, por los Reinos de pensamientos que construye un libro.

Un pequeño mundo de circunstancias, mi apasionado romance con la lectura, el cual seguramente seguiré comentando en este su blog de confianza en algunas entradas futuras.

C'e la vie!