En ocasiones, he tenido la impresión perturbadora que las fotografias de Francesca Woodman tiene una vitalidad propia, inquietante, por completo desconocida. Mirandolas, siempre tengo la sensación que la mujer esquiva que parece mimetizarse entre las sombras, danza en un ritmo ilusorio, detenida en un tiempo falso e ilusorio que me lleva esfuerzo comprender. Con un suspiro, contemplo detenidamente una de sus fotografias. Mi preferia, una sutil y cruda elegia a esa soledad interior que Francesca parecía conocer tan bien. La mujer de la foto se intuye joven por la postura del cuerpo, el suéter informe y el pelo brillante que le cubre la cara. Su mano sujeta el cable del disparador, que el movimiento convierte en una varita mágica o en una espada luminosa. Autorretrato a los 13 años es la primera imagen que conocemos de Francesca Woodman (Denver, 1958-Nueva York, 1981) y la que abre puerta al extraño imaginario de una de las artistas visuales más profundas y duras del siglo XX.
La vida de Francesca podría resumirse 114 obras, todas las cuales los padres de la artista han decidido divulgar. No obstante, se habla de 800 instantáneas que les dejó el 19 de enero de 1981, cuando -como ellos dicen- "abandonó la vida" tirándose de la ventana de su loft en el East Village neoyorquino para convertirse en una artista de culto. Ellos nunca hablan de suicidio y, aunque esa fue la versión oficial, aquella noche sigue envuelta en el misterio.
Si bien sus imágenes revelan una fascinación estética por la muerte y la decadencia, materializada en casas decrépitas, flores secas y paredes desconchadas, sus imágenes no sólo se mantienen ajenas a la desesperación que precede un suicidio, sino que rezuman vitalidad, energía, poder y ansia de experimentación. Hija de una reconocida ceramista y un fotógrafo, Woodman se formó en una de las mejores escuelas de arte de América y creció rodeada de intelectuales, entre su Colorado natal, Nueva York, Roma y la campiña toscana. "Su vida está toda en sus fotos, a pesar de que nunca son narrativas, ni siquiera cuando se estructuran como serie. Francesca se analiza, pero no se cuenta, ni se revela", afirma Marco Pierini, director de Le Papesse y comisario de la muestra junto con Isabel Tejeda, directora del Espacio AV.
Casi nunca enseña el rostro y experimenta con su cuerpo desnudo. A veces se mira con los ojos de una mujer y otras con el deseo de un hombre, pero nunca soporta estar fuera del encuadre, incluso en la célebre serie Charlie the model, considerada su obra maestra, no puede abstenerse de alcanzar el modelo delante del objetivo, dejando la cámara a una amiga.
Woodman tiene sólo 18 años, cuando pide al grueso Charlie posar de forma exhibicionista y se apropia del cuerpo masculino, poniéndose en escena desnuda, como una domadora con un oso doméstico: son sus fotos más subversivas y las que confirman su lejanía del feminismo ortodoxo y militante que se le quiso atribuir.
Sus padres tardaron años en metabolizar el dolor y sólo en 1986 organizaron la primera exposición. Los primeros años sólo exhibieron las imágenes que la propia Francesca había revelado y elegido, pero tras ver el interés que despertaban, accedieron a positivar nuevas piezas, aunque con cuentagotas. Un sueño abierto a interpretación. Una pesadilla cenital.
Cierro los ojos. En la oscuridad de mis párpados cerrados, Francesca se inclina, suspira, mira una cámara imaginaria. Un momento inacabado en la memoria. Paz para los locos, en medio de la imagen y la desazón.
La vida de Francesca podría resumirse 114 obras, todas las cuales los padres de la artista han decidido divulgar. No obstante, se habla de 800 instantáneas que les dejó el 19 de enero de 1981, cuando -como ellos dicen- "abandonó la vida" tirándose de la ventana de su loft en el East Village neoyorquino para convertirse en una artista de culto. Ellos nunca hablan de suicidio y, aunque esa fue la versión oficial, aquella noche sigue envuelta en el misterio.
Si bien sus imágenes revelan una fascinación estética por la muerte y la decadencia, materializada en casas decrépitas, flores secas y paredes desconchadas, sus imágenes no sólo se mantienen ajenas a la desesperación que precede un suicidio, sino que rezuman vitalidad, energía, poder y ansia de experimentación. Hija de una reconocida ceramista y un fotógrafo, Woodman se formó en una de las mejores escuelas de arte de América y creció rodeada de intelectuales, entre su Colorado natal, Nueva York, Roma y la campiña toscana. "Su vida está toda en sus fotos, a pesar de que nunca son narrativas, ni siquiera cuando se estructuran como serie. Francesca se analiza, pero no se cuenta, ni se revela", afirma Marco Pierini, director de Le Papesse y comisario de la muestra junto con Isabel Tejeda, directora del Espacio AV.
Casi nunca enseña el rostro y experimenta con su cuerpo desnudo. A veces se mira con los ojos de una mujer y otras con el deseo de un hombre, pero nunca soporta estar fuera del encuadre, incluso en la célebre serie Charlie the model, considerada su obra maestra, no puede abstenerse de alcanzar el modelo delante del objetivo, dejando la cámara a una amiga.
Woodman tiene sólo 18 años, cuando pide al grueso Charlie posar de forma exhibicionista y se apropia del cuerpo masculino, poniéndose en escena desnuda, como una domadora con un oso doméstico: son sus fotos más subversivas y las que confirman su lejanía del feminismo ortodoxo y militante que se le quiso atribuir.
Sus padres tardaron años en metabolizar el dolor y sólo en 1986 organizaron la primera exposición. Los primeros años sólo exhibieron las imágenes que la propia Francesca había revelado y elegido, pero tras ver el interés que despertaban, accedieron a positivar nuevas piezas, aunque con cuentagotas. Un sueño abierto a interpretación. Una pesadilla cenital.
Cierro los ojos. En la oscuridad de mis párpados cerrados, Francesca se inclina, suspira, mira una cámara imaginaria. Un momento inacabado en la memoria. Paz para los locos, en medio de la imagen y la desazón.
1 comentarios:
excelente, no la conocía, unas fotos bellisimas! mi fotógrafa de esta semana, gracias por compartirla!
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