miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre la Rabia y La cordura: Delirios Nocturnos


Pienso que en ocasiones, necesitamos desahogar nuestra furia de una manera estruendosa: Un grito silencioso y anárquico que parece brotar un núcleo casi desconocido de nuestra mente. Algo asi como arrojar una cerilla encendida a un charco de gasolina. Una gran explosión purpurea, poderosa, que por un momento abarca al mundo al completo, se extiende en todas las regiones de nuestro pensamiento, un destello infinitesimal de pura y espléndida locura. Una rutilante necesidad de comprendernos a través de la perdida de habitual y comedido dominio que la idea social insiste que debemos conservar en toda circunstancia. La absoluta transgresión, en suma.

Me hace reír esa idea. Me fascina y me abruma a partes iguales. Sí, liberar la cólera, dejar escapar toda esa energía rudimentaria y falaz que se acumula lentamente en algún lugar de nuestra memoria, abriendo espacios ambiguos en nuestra imaginación. La curandera que vive en mi espíritu, esa vieja misteriosa y sombra que se pasea en las penumbra de mi esencial necesidad de expresar el verno creador, dice que sí, que la cólera puede cambiar, pero hace falta algo perteneciente a otro mundo, algo que pertenezca unicamente al mundo instinto, esa realidad secreta y silenciosa en la que los animales todavía hablan y la danza del tiempo intimo vive, algo que pertenece unicamente a la capacidad de creación de la mente humana.

En el budimos se practica una acción de búsqueda llamada Nyuby, que significa ir a las montañas para comprendernos a nosotros mismos, olvidar nuestro nombre y nuestra identidad en un rapto de absoluta conciencia radiante: la cólera, más allá de todo sentido, palpitando, en nuesta mente, los ojos cerrados, la sensación ampulosa que todo lo que nos pertenece desaparece por un instante en un ígneo estallido de luz. La pasión, la pura reverberación de la conciencia, repitiendose una y otra vez para crear un ciclo en si misma. Soy quien soy, la que camina en la montaña de mis pensamientos, en el tiempo divino y personal que habita en mi mente.

Una cronología bendita, aciaga, desconocida, perpendicular, a solas en medio de esa razón quebradiza que intentamos crear a partir de un sentimiento de pura incertidumbre, el caos en medio de las sombras del espiritu, ese deseo amplio y secular con la forma de una idea que otorga forma al mundo, a la realidad, a nuestro rostro en el espejo. Si, tal vez solo se trata de esa intensa necesidad de libertad - abrir los brazos hacia un amanecer imaginario, lecho de fuego, un horizonte fébril - donde habita nuestra identidad más remota y personal.

C'la vie.

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