Cuanto más atentamente examinamos la historia de Belén, más se desintegra ante nuestros ojos. Veamos otro detalle: ¿Por qué María acompañó a José a Belén? No sólo es una imprudencia que una mujer en avanzado estado de gestación emprenda un viaje largo y peligroso, sino que nadie ha pretendido jamás que la familia de María fuese de Belén; sólo la de José. Hasta aquí hemos limitado nuestros comentarios a la crónica del nacimiento de Jesús que hace Lucas. Pero, ¿y Mateo, que también sitúa el nacimiento en Belén (2, 1)? A diferencia de Lucas, Mateo no dice ni una palabra acerca de un censo, ni hace mención alguna de una posada o un pesebre. Al contrario, la crónica de Mateo nos da la impresión de que Belén era el hogar permanente de José y María y dice que Jesús nació en una «casa» (2, 11). La primera vez que alude a Nazaret, Mateo juzga necesario dar una explicación especial de la decisión de José y María de instalarse en Galilea en vez de en Judea (2, 22), perpetuando así la impresión inicial de que era Belén y no Nazaret el lugar habitual de residencia de José y María.
Pero, si realmente hubiera sido así, entonces, ¿por qué Lucas se arma un lío con el fin de explicar el hecho de que la pareja resida en Belén? Seguramente porque Lucas sabía que Belén no era su lugar de procedencia, pero se sintió obligado a situarlos allí contra viento y marea, con el objeto de presentar Belén como lugar de nacimiento de Jesús. Mateo se preocupa igualmente de enmarcar el nacimiento en Belén, pero adopta una técnica diferente. En lugar de inventar una historia con el objeto de trasladar a José y María de Nazaret a Belén, ¡astutamente nos da la impresión de que siempre habían vivido allí! Pero su preocupación por hacer de Belén el lugar de nacimiento de Jesús aflora de todos modos a la superficie. Aflora especialmente en su cita (levemente tergiversada) del conocido pasaje del profeta Miqueas (5, 2) que predice que sería de Belén de donde saldría el Mesías judío (Mt., 2, 6).
Tenemos aquí la clave de todo el problema del nacimiento de Jesús. Tanto Mateo como Lucas quieren demostrar a sus lectores que Jesús era el Mesías de que hablaban los escritos proféticos judíos. Uno de los prerrequisitos esenciales del Mesías era que naciese en Belén. Por tanto, con el fin de «estar calificado» Jesús sencillamente tenía que contar en su haber con un nacimiento en Belén. Si tuviéramos sólo la crónica del nacimiento que hace Mateo y no la de Lucas, bien hubiésemos podido creer que Jesús había nacido efectivamente en Belén. Pero Lucas se traiciona a sí mismo al inventar una historia complicada y a todas luces falsa con el objeto de «probar» el nacimiento en Belén, con lo que sin querer pinta todo el episodio con el pincel de la ficción.
Contrastando tanto con Mateo como con Lucas, Juan, el autor del cuarto evangelio, no está tan interesado en establecer las credenciales de Jesús como el Mesías judío en el sentido judío tradicional.
En general se está de acuerdo en que Juan escribió su evangelio para un público no judío, lo que explica por qué quita importancia en su libro a la afirmación de que Jesús era el Mesías judío que profetizaban las escrituras judías.
Dicho de otro modo, Juan no tenía ningún interés personal en lo que respecta al lugar de nacimiento de Jesús, por lo que resulta aún más intrigante lo que dice sobre él. Es interesante que relate un incidente que tiene relación directa con el tema. Nos dice (7, 40 ss.) que los judíos de la época de Jesús debatían la cuestión de si debían aceptar o no la pretensión de Jesús de ser el Mesías, siendo el principal reparo a la aceptación el origen galileo de Jesús (7, 41). Los que rechazan la pretensión mesiánica de Jesús se le enfrentan directamente con el prerrequisito profético: « ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?» (7, 42). ¿Hace Juan que Jesús o uno de sus discípulos conteste explicando que Jesús era en verdad descendiente de David y que había nacido en Belén tal como se requería? En absoluto. Por el contrario, Juan da por sentado que Jesús no reunía estos prerrequisitos de la profecía mesiánica judía. Para Juan esto no tenía mucha importancia; por tanto, son aún mayores las razones para dar crédito a lo que dice sobre ello.
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