miércoles, 5 de enero de 2011

Tan hermoso como el deseo, tan simple como la vulgaridad.



Me encanta Almodovar, a pesar de las criticas, su excentrico estilo que raya casi en lo vulgar. Quizás, disfruto tanto de sus peliculas precisamente por eso: tiene una capacidad enorme para transformar el más extravagante melodramón en arte. Si, en arte, a pesar de las lágrimas excesivas, las locuras, las historias retorcidas que bordean lo irrisorio. Y Aunque las peliculas del director Manchego atraviesan inevitables ciclos de olvido y fastuosa preminencia, siempre tienen una capacidad evocadora enorme. Supongo que su arte tiene una capacidad arrolladora para arrancar opiniones y crear una suposición absurda - probablemente muy critica - incluso en los más indiferentes. Su más reciente trabajo "Los abrazos rotos "tuvo una gran aceptación de critica y público, lo cual hace bastante probable que el estreno de "La Piel que Habito" en este año 2011 lo devuelva a la palestra pública. Sin embargo, continuo prefiriendo la aclamada "Todo sobre mi Madre" como ejemplo del maniqueísmo, histrionicidad y fuerza de permanencia entre todas las obras de Almodovar.

En los ochenta, Pedro Almódovar alcanzó la fama inundando la pantalla con alegres travestidos, concursos de penes grande (¡Con el mismo como maestro de ceremonias!) y parejas haciendo el amor tan aturdidamente como conejos bajo la influencia de un afrodisíaco. Pero como contraste a toda esa liberada violencia postfranquista siempre ha habido otro lado de su trabajo, una adoración del viejo melodrama, unos cuentos trágicos sobre amores fatales y las sagas lacrimosas de madres e hijas. Almódovar ha dedicado años a tratar de mezclar las cosas, a casar lo frívolo con lo patético, el placer sedicioso y la emoción sincera. Y pienso que encontró el equilibrio perfecto en "Todo sobre mi Madre", una historia de amor maternal felizmente satisfactoria, con todo el humor y calidez de un clasico de hollywood. Cuando fue exhibida en Cannes, la exigente audiencia la vió en extásis. Como todas las películas de Almodóvar, ésta tiene un argumento que se expande como hiedra. Cecilia Roth protagoniza a una enfermera llamada Manuela, una amantisima Madre soltera madrileña, cuya vida queda hecha trizas cuando su hijo Esteban, un admirador de Truman Capote, es asesinado a la salida de un teatro donde habian ido a ver una obra de Tennessee Williams. Devastada, Manuela va a Barcelona en busca del padre del muchacho, Lola, un travestido Roué con los senos más grandes que los de ella. Pronto, se ve en medio de otras tres mujeres: la famosa actriz desolada de amor, interpretada por la gloriosa Marisa Paredes ( que estaba actuando la noche en que murió Esteban ); la amorosa y cortés monja ( Penélope Cruz ), que oculta un secreto cruel; y su vieja amiga Agrado ( Antonia San Juan), una chistosa prostituta transexual, que siempre es maltratada por sus clientes. A medida que sus historias se entretejen - a veces recordando a "Un tranvia llamado deseo", y otras a a "Todo sobre Eva" - Almódovar demuestra que su visión de la vida ha madurado desde que creó todas esas maravillosas locas de "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Manuela y sus amigas no son neuróticas, ellas están lidiando con el sufrimiento y la pérdida.

A pesar que "Todo sobre mi Madre" está plagada de melancolía y dolor (Sida, adicción, violencia, muerte súbita ), nunca se deleita en la mezquindad. Manuela y sus amigas encaran la vida con un estoicismo y buen ánimo envidiables, y Almodóvar les escribe extraordinarios chistes sobre Prada, Bette Favis y la cirugia plastica, como en una la clásica escena en la que Agrado cuenta, en detalles, lo que le ha costado a ella, moneda a moneda, cada una de las partes de su cuerpo. "Eres más auténtica mientras más te pareces a lo que has soñado que eres", nos dice, y está obviamente hablando por Almodóvar, quién ha pasado de ser un extraño chico de provincia a un hombre de categoría internacional. Por el tiempo en que hacía comedias ambientadas en sucios complejos de apartamento, él debe de haber soñado con películas como ésta, con decoraciones ingeniosas. Muchos directores parecen temerle al placer sensual, pero a Almodóvar le encanta recibirlo y darlo. Su estilo está vivo con una alegría contagiosa. "Todo sobre mi madre" me alegró de la misma manera en que los los collages de Matisse - hace que el mundo brille con deleite - aun cuando pueda llevarte a las lágrimas.

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