Hoy a muerto, quién será probablemente recordada como la última gran estrella de Hollywood, Elizabeth Taylor: un avi raris que murió y vivió frente al ojo público y construyo, con esa pasión un poco descontrolada de los indómitos, su propio mito durante su vida. Sin duda, un simbolo radiante de su época, donde la hipocresia, lo banal, lo rutilante, lo complejo, lo extravagante y lo simplemente humano parecieron crear una historia particularmente azarosa.
Según nos cuenta la escritora Rosa Montero, en su magnifico libro "Pasiones", El día que Liz Taylor y Richard Burton rodaron su primera escena de amor de Cleopatra, el plató brillo de puro deseo. Un poco de mitología personal y algo más de artificio, que marcó el comienzo del hecho más recordado en la vida de la actriz. Y resulta lamentable que asi sea, siendo que Liz Taylor fue paradigmática no solo por sus romances - que es por lo que habitualmente se le suele recordar - sino por su manera de construir su propia historia. Porque Liz fue siempre Liz, a pesar de las épocas, la mala salud y los vaivenes de su carrera: una mujer que demostró con creces, que la pasión es el verdadero objetivo de todos quienes desean encontrar un sentido originario a la vida. Y fue Taylor no solo rompió los estereotipos de su época, sino de los impuestos por la sociedad que le tocó vivir: fuerte, liberal, disparatada, poderosamente visceral siempre cruzó con gran habilidad al linea entre el escandalo y la provocación. Y eso era grave, en tiempos donde las mujeres debian sonreir y mostrar el rostro "hermoso" de una idea de género trastocada por los prejuicios. Pero con Liz Taylor las cosas nunca fueron fáciles y mucho menos predecibles. Por ello quizá, la recordamos, a pesar de sus romances, de su Oscar, de su extravagancia, como la indomable.
Liz Taylor nació en Londres en 1932, la madre una actriz sin carrera y el padre un tratante de arte. El ambiente del hogar debió crear ese extraño aire de vejez prematura que siempre fue una de las caracteristicas más inquietantes en la actriz: a los cuator años tenía la misma cara que de mayor, y en sus fotos produce un aterrador efecto de enana avejentada.
La actriz comenzó a actuar a los 8 años y nunca dejó de hacerlo: Su vida fue un espectáculo donde cada acto de su vida estuvo expuesto al escrutinio público, exagerado, exacerbado y explotado hasta crear una idea deformada de la mujer talentosa que fue. Porque mientras a sus amantes y maridos se le enzalsa en la imagineria popular - la mayoría de los hombres con quienes contrajo matrimonio eran influyentes o reconocidos iconos del mundo del espectáculo - Liz siempre fue considerada siempre solo una estrella, una belleza inquietante y espléndorosa sin más limite que el de pantalla de cine. Ha de ser muy díficil sobrevivir como persona siendo una estrella de su calibre: todo el mundo parece sentirse autorizado a decir sobre ella cosas intolerables. Y así, mientras su gran amor Richard Burton es considerado un intelectual ( borracho y vendido al estrellato, quizá, pero intelectual ) pero tratado con respeto por sus biógrafos, sobre Liz se publican libros como la impresentable biogradia de David Heymann, completísimo de datos y fuentes, pero concentrado en contar lo escabroso, lo triste, la tragicomedia de la vida de la actriz. Y lamentablemente no es el único: Liz fue envejeciendo bajo la sombra de si misma, desdibujandose triste y con lentitud en una vejez achacosa que no obstante no opaco su rutilante espléndor como estrella caída.
No obstante, incluso antes esta ingrata perspectiva de su vida, creo que muchos recordaremos a Liz Taylor no como el fenómeno de medios y comunicación en que se convirtió inevitablemente: en mi caso, la imagen que tengo de ella, es la de la mujer sensible y fuerte que dedicó gran parte de su vida a la defensa de causas que durante mucho tiempo fueron consideradas minoritarias y desconcertantes: La homosexualidad, el SIDA, los derechos de la mujer. La recordaré por haber escrito un extraordinario articulo sobre Virginia Woolf poco después de interpretarla con éxito en su maravilloso film "Quién teme a Virginia Woolf" y sobre todo por el poder que disfrutó durante toda su vida: el de simplemente vivir a plenitud. Porque de entre todas sus virtudes, creo que la más admiro de ella es esa pasión calcinante y radiante de vivir, con pasión, con fuerza, destruyendo esterotipos, creando su propio lugar en el mundo. Tal vez el privilegio de los malditos y los desterrados de la memoria sea precisamente ese: esa autoridad infinita de decidir la forma de su rostro en el tiempo de su mente. Alma Mahler lo dijo casi 90 años antes, en una frase que pareció definir a Liz Taylor a la perfección: "he tenido una vida hermosa" , dice Alma al final de su autobiografía: " Cualquier persona puede hacerlo todo, pero tiene que estar dispuesta a todo". El arrojo, el coraje, la radiante inocencia que marcó la vida de Liz Taylor y que tal vez el mundo no le perdono jamás.
Descansa entonces en paz, Liz. Quizá tu alma inquieta lo necesitaba finalmente. O probablemente no, y este sea solo el comienzo del gran viaje de tu imagen hacia el mito popular.
C'la vie.
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