Según las creencias paganas Cetro Europea, la naturaleza de la Vida / Muerte / Vida hace que la relación entre el amor, la creatividad y todo lo demás que forma nuestro universo mental, se muevan de acuerdo con unas pautas simbólicas, amplias y salvajes, las cuales se suceden en una correlación de ideas complementarias entre sí, metafóricas en algunos casos: Creación, desarrollo, poder, disolución, muerte, incubación, creación y así sucesivamente. Es decir, la creación - como forma de expresión espiritual - es el origen y raíz de todas nuestras inquietudes emocionales, de cualquier anhelo, deseo, incertidumbre, busqueda y cuestionamiento. Un camino remoto y primitivo, que se pierde más allá de nuestra memoria, que desciende hacia las sombras del nuestro pensamiento más etereo y abstracto: allí donde el tiempo carece de significado y las ideas se alzan como Dioses y Diosas, voluptuosos y poderosos, nuestro Altar particular y secreto, el devocionario de nuestra identidad más intima.
Mi abuela solía decir que para crear se tiene que saber reaccionar. La creatividad es por tanto, según ese concepto, la capacidad de reaccionar a todo lo que nos rodea, de elegir entre cientos de posibilidades de pensamiento, sentimiento, acción y reacción que surgen en nuestro interior y reunirlo todo en una singular respuesta, expresión o mensaje que posea impulso, pasión y significado. Abrir los brazos y dejarnos caer a ciegas en la luz absoluta y cegadora de nuestra necesidad de reconstruir el mundo a nuestra medida, según nuestros deseos y concreciones. Atrevernos a olvidar ese axioma pesado y desconcertante que nos insiste en que debemos aceptar, comprender y callar nuestras ideas. Esa limitación del mundo interior a través del exterior, despojados y obligados a reprimir o censurar los sentimientos y los pensamientos. No obstante, ese deseo de luz, de irradiar fuerza y pensamiento, niega todo horizonte, toda regla y razón. Es salvaje, iracundo, destructor, perseverante, el rutilante comienzo de una senda que te llevará al mayor triunfo: encontrar el rostro oculto en medio de las sombras del temor.
Que sea la vida y la necesidad de vivir cada segundo y cada idea a su plena expresión. En mi tiempo, en medio de mis deseos, la déspota y cruel de mi vanidad.
Mi abuela solía decir que para crear se tiene que saber reaccionar. La creatividad es por tanto, según ese concepto, la capacidad de reaccionar a todo lo que nos rodea, de elegir entre cientos de posibilidades de pensamiento, sentimiento, acción y reacción que surgen en nuestro interior y reunirlo todo en una singular respuesta, expresión o mensaje que posea impulso, pasión y significado. Abrir los brazos y dejarnos caer a ciegas en la luz absoluta y cegadora de nuestra necesidad de reconstruir el mundo a nuestra medida, según nuestros deseos y concreciones. Atrevernos a olvidar ese axioma pesado y desconcertante que nos insiste en que debemos aceptar, comprender y callar nuestras ideas. Esa limitación del mundo interior a través del exterior, despojados y obligados a reprimir o censurar los sentimientos y los pensamientos. No obstante, ese deseo de luz, de irradiar fuerza y pensamiento, niega todo horizonte, toda regla y razón. Es salvaje, iracundo, destructor, perseverante, el rutilante comienzo de una senda que te llevará al mayor triunfo: encontrar el rostro oculto en medio de las sombras del temor.
Que sea la vida y la necesidad de vivir cada segundo y cada idea a su plena expresión. En mi tiempo, en medio de mis deseos, la déspota y cruel de mi vanidad.
C'la vie.
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