"... mi afición por la lectura se vino contaminando con el hábito de comprar libros, de investigar sobre ellos, de encontrar todos los significados posibles en la palabra. Hábito que en muchos casos termina por confundirse tristemente con la primera. Por ese tiempo di en la torpeza de visitar las librerías de viejo [...] Cuando uno empieza a sentir la atracción de estos establecimientos llenos de polvo y penuria espiritual, el placer que le proporcionan los libros ha empezado a degenerar en la manía por comprarlos, y ésta a su vez en la vanidad de adquirir algunos raros para asombrar a los amigos o a los simples conocidos."
Augusto Monterroso "Cómo me deshice de quinientos libros."
Creo que mi devoción por la lectura muchas veces define mis decisiones y pequeñas manías rutinarias. Soy una archivista caótico - estoy convencida que iré al infierno de las historiadores sin experiencia - una metódica coleccionista y una desesperada - diría que avariciosa - recopiladora de datos curiosos de la historia y las crónicas, sin ningún sentido practico. En otras palabras, siento un profundo respeto por la búsqueda de esa esencial capacidad de la lectura por recrear mundos. Muchas veces me he definido como una arqueóloga rudimentaria de la Liberalidad y creo que el término - incluso, a medio hacer - termino teniendo algo de sentido en mi propia necesidad de buscar respuestas.
Por supuesto que, el haber cursado una licenciatura donde leer, sintetizar y seguir leyendo es casi un dogma de fe, hizo que mi inclinación por la recopilación y la investigación histórica me resultara no solo necesaria, sino util. Una pequeña ruta de conocimiento en medio de información dispersos: notas, diarios a medio escribir, parráfos huerfanos, otros formado solo por una especie de capricho personal del autor. De manera que, cada cierto tiempo me he dado a la tarea de ordenar - sin atreverme a decir que he tenido mucho éxito en mi empeño en realidad - todo ese enorme desorden de palabras que de alguna manera refleja mi manera de ver el mundo. Supongo que es una forma de desmenuzar el mundo que rodea en verbos perdidos, sustantivos sin sentido y toda esa necesidad de expresión un poco fragmentada que me atormenta.
Ultimamente, también me ha entrado la manía - que evolucionó en vicio y terminó convirtiéndose en otras de mi obsesiones- de comprar libros usados y antiguas ediciones de mis libros favoritos y también, realizar investigaciones semiótica sobre ellos. En una especie de cruzada personal que tiene mucho de locura selectiva. Con paciencia y terquedad busqué por dos horas The Lord Of The Flies en las librerías de viejo que están en los alrededores de la Libreria Suma de Sabana Grande y Av. Universidad; moviendo pilas de diez a veinte libros, sentándome en el suelo para buscar con màs calma, etc. Cuando por fin lo encontré, tenia también una edición crítica de Macbeth, un libro de poemas de Tennyson, otro con varias obras de Wilde... entre otros tantos. Finalmente no me alcanzó el dinero que llevaba y decidí dejar algunos y regresar otro día. El día siguiente regresé, y otra vez me pasó los mismo. Definitivamente comprar en tiendas de libros usados no es una forma de ahorrar, pero sì de comprar màs libros y volverse un cliente compulsivo de una idea exquisita sobre el antiguo oficio de la palabra: El rostro de un libro como concreción de un sueño ideal.
Augusto Monterroso "Cómo me deshice de quinientos libros."
Creo que mi devoción por la lectura muchas veces define mis decisiones y pequeñas manías rutinarias. Soy una archivista caótico - estoy convencida que iré al infierno de las historiadores sin experiencia - una metódica coleccionista y una desesperada - diría que avariciosa - recopiladora de datos curiosos de la historia y las crónicas, sin ningún sentido practico. En otras palabras, siento un profundo respeto por la búsqueda de esa esencial capacidad de la lectura por recrear mundos. Muchas veces me he definido como una arqueóloga rudimentaria de la Liberalidad y creo que el término - incluso, a medio hacer - termino teniendo algo de sentido en mi propia necesidad de buscar respuestas.
Por supuesto que, el haber cursado una licenciatura donde leer, sintetizar y seguir leyendo es casi un dogma de fe, hizo que mi inclinación por la recopilación y la investigación histórica me resultara no solo necesaria, sino util. Una pequeña ruta de conocimiento en medio de información dispersos: notas, diarios a medio escribir, parráfos huerfanos, otros formado solo por una especie de capricho personal del autor. De manera que, cada cierto tiempo me he dado a la tarea de ordenar - sin atreverme a decir que he tenido mucho éxito en mi empeño en realidad - todo ese enorme desorden de palabras que de alguna manera refleja mi manera de ver el mundo. Supongo que es una forma de desmenuzar el mundo que rodea en verbos perdidos, sustantivos sin sentido y toda esa necesidad de expresión un poco fragmentada que me atormenta.
Ultimamente, también me ha entrado la manía - que evolucionó en vicio y terminó convirtiéndose en otras de mi obsesiones- de comprar libros usados y antiguas ediciones de mis libros favoritos y también, realizar investigaciones semiótica sobre ellos. En una especie de cruzada personal que tiene mucho de locura selectiva. Con paciencia y terquedad busqué por dos horas The Lord Of The Flies en las librerías de viejo que están en los alrededores de la Libreria Suma de Sabana Grande y Av. Universidad; moviendo pilas de diez a veinte libros, sentándome en el suelo para buscar con màs calma, etc. Cuando por fin lo encontré, tenia también una edición crítica de Macbeth, un libro de poemas de Tennyson, otro con varias obras de Wilde... entre otros tantos. Finalmente no me alcanzó el dinero que llevaba y decidí dejar algunos y regresar otro día. El día siguiente regresé, y otra vez me pasó los mismo. Definitivamente comprar en tiendas de libros usados no es una forma de ahorrar, pero sì de comprar màs libros y volverse un cliente compulsivo de una idea exquisita sobre el antiguo oficio de la palabra: El rostro de un libro como concreción de un sueño ideal.
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