Más que cualquiera otra Dios Ishtar demuestra el caracter múltiple de la divinidad femenina y probablemente por este motivo, le incorporaron tantas deidades principales y secundarias de oriente próximo, Egipto y Grecia. Isthar es de origen asirio y babilónico. Se le suele equiparar con Inanna, Diosa poliforma de Sumeria, situada al sur de babilonia. Algunos estudiosos sostienen que está más estrechamente emparentada con la Diosa semita Astarté, que al final fue asimilada a Inanna porque compartían muchos atributos.
La mitología babilónica, no esclarece el linaje de Isthar: pudo ser hija de la Luna o del Sol, aunque posteriormente reemplazó al Dios Lunar del panteón y rigió el calendario Lunar, lo que la asocia con los crecimientos estacionales y las cosechas. En tanto patrona de las estrellas, se la vincula con otras virgenes guerreras, como Anahita y con madres divinas como Hator, la vaca celestial. Decian que, bajo la forma de lucero del Alba, regía todos los deseos humanos y a llamaban Zib.
Isthar ocupa un sitio destacado, en dos grandes mitos mesopotámico: en primer lugar, en un relato parecido al de Inanna, recorrió los infiernos para redimir a su hijo y amante Tammuz, sacrificado después de su sagrado matrimonio. Dicha busqueda se describe en "El desenso de Isthar a los Infiernos", obra compuesta a finales del segundo milenio a.C. Mientras que Inanna fue respetuosa y paciente, Isthar se abrió paso a la fuerza: "Si no abrís la fuerza y me dejáis entrar, la destrozaré, haré añicos el pestillo...resucitaré a los muertos y devoraré a los vivos para que los difuntos los superen". Durante la ausencia de Isthar, las plantas se marchitaron y tanto en los humanos como en los animales el deseo de copular se apagó, hasta que la Diosa rescató a su amante y retornaron a la tierra. Se vio obligada a sacrificarlo anualmente para respetar la leyes de la naturaleza y de los crecimientos periódicos. En ausencia de su hijo y amante, la Diosa mantenía una llorosa vigilia y se internaba varias veces en el mundo de los muertos a fin de salvarlo.
El segundo gran mito de Isthar figura con ligeras variantes en las más antiguas tablillas mesopotámicas de "La epopeya de Gilgamesh" y en la interpretación acadia que se conoce " versión estandar" escirta un milenio después. En tanto la Diosa del amor, Isthar se ofreció al héroe Gilgamesh que la desdeñó. Con sus invectivas al heroe ocultó su miedo a la muerte en el tálamo nupcial de la Diosa: Cada uno de los amantes de Isthar se convertía en personificación de Tammuz y finalmente era sacrificado.
La actitud de Gilgamesh enfureió a isthar que, con ayuda de su padre, envió al gigantesco toro del cielo, para que le quitase la vida. Enkidu, amigo de Gilgamesh, mató al toro. Mientras los heroes se jactaban de sus proezas, Isthar reunió a sus sacerdotisas y lloró el sacrificio del animal. Para vengarse envió a Enkiru una enfermedad que le provoco una muerte lenta y dolorosa. Al ver las indignidades que sufría el cuerpo en descomposición de su amigo, el horrorizado Gilgamesh juró que jamás moriría y emprendió la grandiosa pero infructuosa búsqueda de la Inmortalidad.
La mitología babilónica, no esclarece el linaje de Isthar: pudo ser hija de la Luna o del Sol, aunque posteriormente reemplazó al Dios Lunar del panteón y rigió el calendario Lunar, lo que la asocia con los crecimientos estacionales y las cosechas. En tanto patrona de las estrellas, se la vincula con otras virgenes guerreras, como Anahita y con madres divinas como Hator, la vaca celestial. Decian que, bajo la forma de lucero del Alba, regía todos los deseos humanos y a llamaban Zib.
Isthar ocupa un sitio destacado, en dos grandes mitos mesopotámico: en primer lugar, en un relato parecido al de Inanna, recorrió los infiernos para redimir a su hijo y amante Tammuz, sacrificado después de su sagrado matrimonio. Dicha busqueda se describe en "El desenso de Isthar a los Infiernos", obra compuesta a finales del segundo milenio a.C. Mientras que Inanna fue respetuosa y paciente, Isthar se abrió paso a la fuerza: "Si no abrís la fuerza y me dejáis entrar, la destrozaré, haré añicos el pestillo...resucitaré a los muertos y devoraré a los vivos para que los difuntos los superen". Durante la ausencia de Isthar, las plantas se marchitaron y tanto en los humanos como en los animales el deseo de copular se apagó, hasta que la Diosa rescató a su amante y retornaron a la tierra. Se vio obligada a sacrificarlo anualmente para respetar la leyes de la naturaleza y de los crecimientos periódicos. En ausencia de su hijo y amante, la Diosa mantenía una llorosa vigilia y se internaba varias veces en el mundo de los muertos a fin de salvarlo.
El segundo gran mito de Isthar figura con ligeras variantes en las más antiguas tablillas mesopotámicas de "La epopeya de Gilgamesh" y en la interpretación acadia que se conoce " versión estandar" escirta un milenio después. En tanto la Diosa del amor, Isthar se ofreció al héroe Gilgamesh que la desdeñó. Con sus invectivas al heroe ocultó su miedo a la muerte en el tálamo nupcial de la Diosa: Cada uno de los amantes de Isthar se convertía en personificación de Tammuz y finalmente era sacrificado.
La actitud de Gilgamesh enfureió a isthar que, con ayuda de su padre, envió al gigantesco toro del cielo, para que le quitase la vida. Enkidu, amigo de Gilgamesh, mató al toro. Mientras los heroes se jactaban de sus proezas, Isthar reunió a sus sacerdotisas y lloró el sacrificio del animal. Para vengarse envió a Enkiru una enfermedad que le provoco una muerte lenta y dolorosa. Al ver las indignidades que sufría el cuerpo en descomposición de su amigo, el horrorizado Gilgamesh juró que jamás moriría y emprendió la grandiosa pero infructuosa búsqueda de la Inmortalidad.
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