El carro de Heno ( circa entre 1485 y 1490) es una obra insólita a primera vista, repleta de objetos y personajes que en su mayoría no guardan relación: en el centro un carro cargado con heno pero sobre la tierra muerte crece un matorral. Tres personajes tocan sus instrumentos delante del matorral, mientras que un ángel y un demonio los flanquean representados con el mismo realismo. Detrás del carro cabalgan el emperador, el rey y el Papa, como si los grandes señores tuvieran la costumbre de acompañar solemnemente a la hierba seca. Alrededor del carro aparecen hombres y mujeres que, con la ayuda de las escaleras, horcas, ganchos o sus propias manos, intentan arrancar el heno en lugar de sujetar la difícil carga. Pelean entre sí y algunos caen bajo las ruedas.
El carro es arrastrado por criaturas extrañas, una de ellas, sin ser ni hombres ni pez, tienen algo de cada uno; son demonoios salidos directamente del Infierno. Detrás de ellos, un grupo de gente se amontona intentando salir de un montículo de tierra con una trampilla de madera. El terreno árido del primer plano se contrapone también al opulento paisaje del fondo, en la parte superior del cuadro, tan hermoso y apacible como si quisiera reconciliar al espectador con el desorden caótico de abajo.
La gran tabla de 135 cm por 100 configura el panel central de un tríptico. En el ala izquierda se representa el Paraíso y en ala derecha el Infierno. Así pues, el carro con los numerosos personajes que le escoltan se aleja inevitablemente del Reino de la incoencia hacia el lugar de castigo para todos los pecados. Hasta donde se sabe, nunca antes un carro de heno había sido el motivo central de una pintura. La obra, junto con los paneles laterales, semeja un retablo. Allí donde normalmente se ve a Cristo en la cruz, el Bosco pinto un carro de gran tamaño en proporción a la superficie pictórica disponible.
La obra carece de fecha, pero los principales expertos en el Bosco suponen que fue realizado entre 1485 y 1490, probablemente en S'Hertogenbosch ( Bois-le-Duc en fránces), en el Brabante septentrional. Allí nació el pintor hacía 1450, en el seno de la familia Van Aken y allí murió en 1516. Tomó su seudónimo artístico del nombre de la ciudad. En aquella época, Bois-le-Duc era una ciudad próspera con unos 25.000 mil habitantes, si bien carecía de Universidad y residencia principesca. Los habitantes tejían lino, fabricaban armas y se dedicaban al comercio sobre todo de productos agrícolas. Alrededor del 90 por ciento de la población total trabaja po aquel entonces y en los siglos siguientes en las granjas y campos. El carro de heno data de una época en la que los espectadores estaban acostumbrados a este tipo de transportes y además sabían que el heno era muy valioso en el invierno.
El progreso de Bois-le-Duc, como el de otras ciudades flamencas, fue acompañados de grandes conflictos sociales. Los gremios habían reglamentado todas las actividades artesanales de la Alta Edad Media; ahora, los empresarios organizaban nuevos procesos productivos, trabajando según métodos que más tarde la llamarían capitalismo temprano. Los afortunados entre ellos obtuvieron más beneficios de lo que podía alcanzar un maestro artesano tradicional, amasaron grandes fortunas a expensas de aquellos que ejecutaban su trabajo.
La acumulación de riquezas era un tema de actualidad en los tiempos del Bosco. El Soberano de las provincias flamencas, el archiduque y futuro emperador Maximiliano de Habsburgo, apoyaba los nuevos métodos, debido a que él también sacaba provecho a través de los impuestos. Su estandarte con el águila Bicéfala se puede ver en el borde izquierdo, detrás del grupo del cortejo.
Otro tema de actualidad era la decadencia de la Iglesia Católica. El Bosco pintó el carro de heno del que todos se quieren apoderar, tres decenios antes que el reformador Lutero colgara su tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg. Una de las principales reivindicaciones de Lutero era la secularización de la Iglesia. El Papa no actuaban de forma diferente a los soberanos, el provecho material era el más importante que la dirección espiritual.
La situación era similar en las Iglesias y conventos convertidos en uno de los mayores terratenientes; muchos clérigos y monjes se preocupaban más por el bienestar material que por llevar una vida piadosa. Las crónicas de la época están llenas de escándalos, los creyentes se sentían abandonados; el clima espiritual en el ocaso de la Edad Media se caracterizaba por el escepticismo y el pesimismo. En este sentido, resulta reveladora la figura de Cristo, relegada al extremo superior y mostrando sus llagas con un gesto de desamparo.
El ocasio de la Iglesia Católica, la desaparición de las estructuras gremiales, así como las nuevas riquezas procedentes del comercio y la Industria, determinaban la inseguridad religiosa y social que el Bosco ha reflejado en el Carro de Heno.
El carro es arrastrado por criaturas extrañas, una de ellas, sin ser ni hombres ni pez, tienen algo de cada uno; son demonoios salidos directamente del Infierno. Detrás de ellos, un grupo de gente se amontona intentando salir de un montículo de tierra con una trampilla de madera. El terreno árido del primer plano se contrapone también al opulento paisaje del fondo, en la parte superior del cuadro, tan hermoso y apacible como si quisiera reconciliar al espectador con el desorden caótico de abajo.
La gran tabla de 135 cm por 100 configura el panel central de un tríptico. En el ala izquierda se representa el Paraíso y en ala derecha el Infierno. Así pues, el carro con los numerosos personajes que le escoltan se aleja inevitablemente del Reino de la incoencia hacia el lugar de castigo para todos los pecados. Hasta donde se sabe, nunca antes un carro de heno había sido el motivo central de una pintura. La obra, junto con los paneles laterales, semeja un retablo. Allí donde normalmente se ve a Cristo en la cruz, el Bosco pinto un carro de gran tamaño en proporción a la superficie pictórica disponible.
La obra carece de fecha, pero los principales expertos en el Bosco suponen que fue realizado entre 1485 y 1490, probablemente en S'Hertogenbosch ( Bois-le-Duc en fránces), en el Brabante septentrional. Allí nació el pintor hacía 1450, en el seno de la familia Van Aken y allí murió en 1516. Tomó su seudónimo artístico del nombre de la ciudad. En aquella época, Bois-le-Duc era una ciudad próspera con unos 25.000 mil habitantes, si bien carecía de Universidad y residencia principesca. Los habitantes tejían lino, fabricaban armas y se dedicaban al comercio sobre todo de productos agrícolas. Alrededor del 90 por ciento de la población total trabaja po aquel entonces y en los siglos siguientes en las granjas y campos. El carro de heno data de una época en la que los espectadores estaban acostumbrados a este tipo de transportes y además sabían que el heno era muy valioso en el invierno.
El progreso de Bois-le-Duc, como el de otras ciudades flamencas, fue acompañados de grandes conflictos sociales. Los gremios habían reglamentado todas las actividades artesanales de la Alta Edad Media; ahora, los empresarios organizaban nuevos procesos productivos, trabajando según métodos que más tarde la llamarían capitalismo temprano. Los afortunados entre ellos obtuvieron más beneficios de lo que podía alcanzar un maestro artesano tradicional, amasaron grandes fortunas a expensas de aquellos que ejecutaban su trabajo.
La acumulación de riquezas era un tema de actualidad en los tiempos del Bosco. El Soberano de las provincias flamencas, el archiduque y futuro emperador Maximiliano de Habsburgo, apoyaba los nuevos métodos, debido a que él también sacaba provecho a través de los impuestos. Su estandarte con el águila Bicéfala se puede ver en el borde izquierdo, detrás del grupo del cortejo.
Otro tema de actualidad era la decadencia de la Iglesia Católica. El Bosco pintó el carro de heno del que todos se quieren apoderar, tres decenios antes que el reformador Lutero colgara su tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg. Una de las principales reivindicaciones de Lutero era la secularización de la Iglesia. El Papa no actuaban de forma diferente a los soberanos, el provecho material era el más importante que la dirección espiritual.
La situación era similar en las Iglesias y conventos convertidos en uno de los mayores terratenientes; muchos clérigos y monjes se preocupaban más por el bienestar material que por llevar una vida piadosa. Las crónicas de la época están llenas de escándalos, los creyentes se sentían abandonados; el clima espiritual en el ocaso de la Edad Media se caracterizaba por el escepticismo y el pesimismo. En este sentido, resulta reveladora la figura de Cristo, relegada al extremo superior y mostrando sus llagas con un gesto de desamparo.
El ocasio de la Iglesia Católica, la desaparición de las estructuras gremiales, así como las nuevas riquezas procedentes del comercio y la Industria, determinaban la inseguridad religiosa y social que el Bosco ha reflejado en el Carro de Heno.
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