domingo, 12 de junio de 2011

De la voz de la mujer y la fuerza del concepto.




La feminidad, como aspecto creacionista, ha sido habitualmente menospreciada y olvidada, tanto por la perspectiva social como por el universo artistico durante los últimos cinco siglos. Sin embargo, el aspecto dual de una divinidad que posee tanto el rostro de la mujer como el del hombre, fue una creencia poderosa y magnifica durante los albores de la historia de la humanidad.


En el momento en que la mitologia del conglomerado cultural encuentra asidero en la esencia de una idea en particular, la estructura de pensamiento se construye a partir de una vinculación semiológica existente. Es una nueva perspectiva ideologica que recrea la creación de un universo cuántico y equivale, desde una visión primigenia, a un despertar idiosincrático. El mito de la Diosa se ha reconstruido asi mismo, tantas veces como se le ha intentando destruir o minimizar, y de hecho, a tomado nuevas formas de expresión y manifestación a través de gran cantidad de vehículos insospechados que le han permitido subsistir como una creación primitiva y a la vez, intrínseca en el lenguaje intelectual más común.

La mujer, como criatura intelectual y conceptual, ha sido su principal exponente.


Toda mujer posee tres aspectos en su dimensión metafórica y una, en su concepto más originario. En la propuesta de Fernando Rísquez (l985) donde apuntala la tesis arquetípica de Jung, aproxima esta especial de la feminidad: Lo femenino se define a través de la tríada arquetípica y secular que señala a toda mujer como un trébol de tres rostros, uno es Deméter: la madre; el otro, Kore: la hija, el retoño, que luego florece y se convierte en la diosa hija; y el tercer rostro es Hécate: la encantadora, la mujer que expresa en si misma encantamiento y de brujería, la diosa bruja.


Todas las mujeres conforman en si mismas estos tres reflejos de la esencia de la sociologia más antigua y estas tres defiiciones componen la unidad arquetípica de lo femenino por excelencia. En cada mujer están la madre, la hija y la encantadora devorante. Desde este punto de vista, la feminidad profunda es triforme y, por tanto, extremadamente compleja y ambigua. Durante su vida, toda mujer siembra las tres formas de la tríada jungiana: Deméter (la madre), Kore (el retoño) y Hécate (la diosa bruja, la mujer seductora).


Si analizamos retrospectivamente la existencia de los seres humanos como un conformación progresiva-evolutiva, es lógico asumir que, en los mismos orígenes de lo que más somos -seres profundamente sociales-, está la mujer, la Diosa y el Poder de lo Femenino en combinación con lo masculino. Desmond Morris apuntó que en la forja y primera evolución de nuestra capacidad social, en ese tránsito del simio al hombre, el poder creacionista de la mujer fue uno de los motores de estandarización de los primeros clanes o grupos tribales humanos, pues daba cohesión y fortaleza al grupo mediante el desarrollo de profundos lazos emocionales y sexuales; incluso llega a añadir que la evolución de su cuerpo -sus pechos desnudos y bien visibles- tuvo esa función erótica -en la acepción del erotismo como forma de poder- más que simplemente la de amamantar.

La mujer en si misma, es un vehículo de creación absoluto. Es capaz de dar vida a un ser totalmente independiente de su propia individualidad y otorgarle caracteristicas propias, que lo convierten en un ser viable que pertenecerá a un estamento social funcional al alcanzar una deseable madurez. A su vez, la mujer es el equilibrio de la fortaleza ancestral masculina, la perenne energia equilibrante que deposita en la figura masculina la necesaria armonia para crear una unica forma de pensamiento: la perspectiva de vida más universal.

A través de mis fotografias, sobre todo a través de los retratos femeninos, he deseado retratar a la mujer no solo como una forma estética, sino además una manifestación de la composición dual de un universo esencialmente ambiguo. Creo que lo femenino y lo masculino crean en si mismo un simbolo de divinidad que trasciende conceptos y lenguajes, la forma de expresión más absoluta y maravillosa: la razón humanistica del género.

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