martes, 14 de junio de 2011

De los pequeños tormentos: del pánico escénico a escucharte en radio.



El Super equipo de "El útimo Round" Gracias por todo, chicos!


Para ninguno de los que me conocen es un misterio que soy una mujer nerviosa, llena de tic y manias, neuras y pequeñas paranoias. Hace unos cuantos años, mis problemas de ineptitud social, me resultaban casi incontrolables. Pasados casi media década y después de no pocos esfuerzos, he logrado comprender que la comunicación oral no es una hidra de cien cabezas aterradoras, sino una manera de recrear mis ideas, más allá de las imagenes que amo y las palabras que me obsesionan. De manera que, pasar una de las pruebas de fuego - a saber, conversar a través de una emisora radial de mi ciudad sobre uno de mis autores favoritos - me demostró que el pánico social, es en otra manera de limitar nuestra mirada hacia el mundo exterior, mi manera de crear y sobre todo, mi capacidad para aspirar a mirar el mundo con mayor objetividad.

De esta pequeña batalla, con la que me enfrento a diario y la mayoría de las veces triunfo - otras veces no, como es natural - he aprendido algunas cosas, y podría decir que ese aprendizaje podría resumirse en tres conclusiones concretas:


1) Para hablar, primero tienes que escuchar: Uno de los mayores problemas que todos enfrentamos alguna vez, es una conversación donde sentimos que no tenemos mucho que expresar o peor aun, donde nos encontramos por completo fuera de nuestro terrerno. Pero aun incluso en medio de discusiones y debates donde no tengamos mucha idea sobre que va el tema principal, escuchar es la herramienta que te permitirá recrear esa capacidad de comunicarnos de manera sencilla y natural. Escucha atentamente a tu interlocutor, tal vez no comprendas todo lo que dirá, pero incluso siendo asi, podrás formular preguntas o dar tu personalisimo punto de vista sobre un tema nuevo. Siempre es refrescante conocer ideas nuevas y te aseguro que tu interlocutor encontrará interesante - y sobre todo estimulando - una conversación sobre el debate de ideas se encuentre centrado mayormente en un mutuo aprendizaje.


2) Usa tu sentido del humor: me suele suceder que el nerviosismo me irrita, me hace sentir vulnerable y sobre todo muy preocupada por cada palabra que diré. Con ese estado emocional, es muy poco probable que logres una comunicación eficaz con un interlocutor único o un grupo de personas. ¿Que he aprendido?  A reir. Y no hablo de intentar sustituir argumentos y una conversación sana a través del humor, sino utilizar esa capacidad infinita que todos tenemos para construir - y descubrir - lo gracioso, en lo propio y lo ajeno para hacer que la comunicación fluya de una manera sutil, divertida y sobre todo espontánea. No hay nada más agradable que reir, sin tapujos, con total libertad. Reir por un chiste malo, por un comentario inocente o espontáneo o creer, simplemente que todos tenemos algo gracioso que recordar. La risa, es sin duda alguna, uno de los puentes de comunicación más ricos y sobre todo sencillos, de los que podemos disponer.


3) Comprender, aceptar, sonreir: Todos somos distintos. Pero esa diferencia obvia, no se convertirá en un problema a la hora de comunicarnos si comprendemos que cada uno de nosotros posee una riqueza particular y singular que vale la pena descubrir. De manera que la comunicación puede basarse en esa idea profundamente rica de sentir una genuina curiosidad por la vida y circunstancia de nuestro interlocutor, de comprenderle más allá de nuestras propias ideas: una visión amplia y generosa no solo sobre sus palabras, sino la emoción y su singularidad que las impregna.

Como dije, mi proceso ha sido largo y trabajoso. Y creo que culminó - al menos en gran medida - cuando tomé asiento frente al microfono en la cábina radial y sonreí. Tomé una larga bocanada de aire y senti un preciso, espléndido y liberador deseo de expresar mis ideas, de comunicarme, de confiar y creer. Una manera maravillosa de elevarme sobre mis limitaciones y quizá, simplemente encontrar una cierta manera de paz.

C'la vie.

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