Foto: Carlos García Rawlings / Reuters |
Un poco asombrada, miré al hombre delgado, pálido, que con voz temblorosas leía un escueto comunicado sobre su salud. Como venezolana, como parte del gran conglomerado sin nombre que suele llamarse ciudadanía, escuchar al Presidente Chavez desmentir a sus propios voceros para admitir su mortalidad, es una idea que me resultó cuando menos desconcertante. La alocución entera - corta, mal editada, llena de errores de discurso y de forma, aunque sobria y quizá la más adecuada al momento que vive - fue una especie de recordatorio de todo lo que hemos vivido como sociedad durante la casi decada y unos cuantos años más de esta Revolución torpe que hemos padecido como sociedad.
Y sí, aunque me considero opositora, no soy fanática de ninguna de las actuales ideas que se plantean como modelo de gobernabilidad, y mucho menos apoyo las locuras de medio y estructura de quienes deberian representar mi ideas contrarias al gobierno en ejercicio. En lugar de ello, me siento una huerfana de patrocionio intelectual, vadeando en un mar de contradicciones y conceptos a medio definir, en medio de una coyuntura historica carente de cualquier sentido. Soy, como muchos venezolanos, parte de una mayoría silenciosa, angustiada, perennemente inquieta por lo que ocurre dia a dia, por esta cotidianidad plagada de violencia, desatino, una deconstrucción progresiva de la cultura y la sociedad como una forma de expresión y una idea básica de sustento ideologico. De manera que anoche, mientras escuchaba a Hugo Chavez Frías, dirigirse finalmente a la nación, luego de casi tres semanas de incertidumbre, desmetidos, rumores y mentiras gubernamentales, comprendí la fragilidad - de nuevo - de este sistema de transición entre dos eventos sociales y políticos, lleno de baches y olvidos históricos, que los fervientes y fánaticos llaman revolución y que yo llamo, simplemente consecuencia.
Y sentí miedo, es inevitable. Sentí una enorme tristeza por la sociedad en que nos hemos convertido: porque este hombre fragil, delgado, tembloroso, con la voz cortada, parecía el simbolo de esta Venezuela abandonada de toda construcción de la memoria colectiva válida, el experimento fallido que nos ha llevado a una especie de fractura histórica cada vez más enorme, informe y profundamente corrosiva. ¿Cuanta es nuestra fragilidad que la estabilidad social dependa del bienestar de un funcionario público escogido para detentar el poder? Escuché sus palabras, confirmando los insistentes rumores, y me pareció irreal, que la paz fundamental de este país dependa de la figura de un lider mediatico que propugna una autocracia anacrónica y tristemente rural en mitad del siglo XXI. Aun así, lo peor no fue la conciencia de la pobreza moral en que nos encontramos sumidos como conglomerado, sino la idea que la degeneración de todos los posibles conceptos politicos y éticos que pudieron sostenernos. Como utopia de la memoria, como ese país de las ilusiones, de la ingenuidad de la esperanza y la peligrosa audacia del ignorante, Venezuela quedó reducida a dos bandos aglutinados bajo la figura de un lider encumbrado en sus propios ideas sobre el Ego y la detentación del poder. Y mirandolo, caído, un idolo de pies de barro, no pude menos que comprender que la supuesta Revolución que vivimos, solo le dió rostro a esa destructora necesidad de autojustificación que como pueblo y sociedad nos ha despojado de la toda independencia y comprensión de la etapa que vivimos. Apagué el televisor, con una sensación de extraña meláncolia, de simple preocupación.
¿Quienes somos? ¿A donde nos dirigimos como pueblo, como sociedad, como forma cultural?
Mirando la ciudad dormida, con las luces parpadeando. Y este silencio lento de las mañanas opacas de esta Venezuela contradictoria, no tengo la respuesta.
C´la vie.
2 comentarios:
Como de costumbre, brillante!
Vi a un Chávez diferente, pensé hace días que sí esto resultaba cierto, a lo mejor decía algún exabrupto al respecto, no siento tristeza, pero pensé en su familia, no pensé en el país, ellos tienen la tristeza, esperemos que Venezuela retorne a que todos somos Hermanos venezolanos, y no chavistas y opositores. Basta de odios por favor.
"Cosas veredes Sancho"
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