Llegamos a la mitad de año y siento que ha transcurrido más tiempo que escasos seis meses desde que el mundo celebro el comienzo de un nuevo ciclo solar. Ha sido un periodo extraño, de cambios y pequeñas deconstrucciones, de nuevos comienzos y diminutos finales. Lo extraño es que a pesar de la sensación de cierto agotamiento, me siento realmente bien: todo fluye con más facilidad, y esos aprendizajes inevitables y un poco fragmentos del día se hacen cada vez más elementales, como descubrimientos inevitables de vivir y construir una idea a partir de algo tan práctico y evidente como el paso del tiempo. Tal vez se deba a esta especie de euforia de los insomnes pero siento que mi mente trabaja más rapido de lo usual, durante las noches pienso en muchisimas cosas, me dedico a recrear mi propio rostro de mil formas distintas. Creo que de esas largas noches en blanco, atormentada y seducida por las formas espectrales en mis pensamientos, nacen mis obsesiones más profundas, ese eco diametral que se repite una y otra vez hasta carecer de sentido.
Ultimamente, he visto mucha tv ( me he vuelvo una asidua televidente del History Channel de directv, Canal 742 ) Leo muchas biografias tortuosas y poemarios que he recuperado de rincones olvidados de mi biblioteca. Deambulo por mi casa en la oscuridad, disfrutando del olor de la lluvia que no deja de caer desde hace semanas enteras. Bailo a solas, rio en medio del traqueteo de las gotas al caer y las palabras que me envuelven, dandole un sentido lento y casi sórdido a la sensación de aislamiento de mi mente excitada y llena de una extraña vitalidad. Sonrio, con los ojos cerrando, dando vueltas hasta que siento que el vertigo me domina, que todas las sensaciones son una, que caeré sin sentido en cualquier momento, agotada y desconcertada. Me envuelvo en festones imposibles, me recreo en mi rostro. Me siento cada vez más esa mujer que soñé ser siendo una niña. Soy mi propia voz y mi sombra, la conquista de la cualidad raquídea en la razón.
De vez cuando, hago descubrimientos portentosos. Como te puede alegrar la vida encontrar algo que tenías mucho tiempo buscando pero casulamente se te habia olvidado que lo estabas buscando. Abro cajas y gabinetes, las manos temblandome de una vieja emoción.
Suena raro pero me pasa con mucha frecuencia, asi me he encontrado amigos que extrañaba y no recordaba cuanto, mis libros favoritos o música. Incluso un retrato al óleo que alguien que quise mucho en el pasado pinto para mí hace mucho tiempo. Lo miré, con un sobresalto. La chica pálida de ojos oscuros del lienzo pareció sonreirme desde ese devota sombra de puro lirismo donde está condenada a yacer.
Ah, un descubrimiento que me hace saltar las lágrimas. "The flower duet" de la ópera Lakmé. Una pieza oscura y tal vez poco importante en medio de los repertorios más altisonantes de la grandes artes vocales. Sin embargo, es mi favorita, una delicia, un sueño, un pequeño dolor.
Tres actos con música de Clement Philibert Leo Delibes, basada en la novela de "Le Mariage de Loti" de Godinet. Bella obra espero algún día verla en vivo, mientras seguiré oyendola hasta que me aburra. Danzo y danzo en medio de las sombras, a solas. Uno de mis gatos me observa - sus ojos brillando como dos pozos de luz en medio de la oscuridad - y siento que por un momento soy esa sombra que apenas atisbo en las paredes. La noche ondulante. La música cada vez más poderosa y energética. Un suspiro de pura banalidad.
En paz.
Ultimamente, he visto mucha tv ( me he vuelvo una asidua televidente del History Channel de directv, Canal 742 ) Leo muchas biografias tortuosas y poemarios que he recuperado de rincones olvidados de mi biblioteca. Deambulo por mi casa en la oscuridad, disfrutando del olor de la lluvia que no deja de caer desde hace semanas enteras. Bailo a solas, rio en medio del traqueteo de las gotas al caer y las palabras que me envuelven, dandole un sentido lento y casi sórdido a la sensación de aislamiento de mi mente excitada y llena de una extraña vitalidad. Sonrio, con los ojos cerrando, dando vueltas hasta que siento que el vertigo me domina, que todas las sensaciones son una, que caeré sin sentido en cualquier momento, agotada y desconcertada. Me envuelvo en festones imposibles, me recreo en mi rostro. Me siento cada vez más esa mujer que soñé ser siendo una niña. Soy mi propia voz y mi sombra, la conquista de la cualidad raquídea en la razón.
De vez cuando, hago descubrimientos portentosos. Como te puede alegrar la vida encontrar algo que tenías mucho tiempo buscando pero casulamente se te habia olvidado que lo estabas buscando. Abro cajas y gabinetes, las manos temblandome de una vieja emoción.
Suena raro pero me pasa con mucha frecuencia, asi me he encontrado amigos que extrañaba y no recordaba cuanto, mis libros favoritos o música. Incluso un retrato al óleo que alguien que quise mucho en el pasado pinto para mí hace mucho tiempo. Lo miré, con un sobresalto. La chica pálida de ojos oscuros del lienzo pareció sonreirme desde ese devota sombra de puro lirismo donde está condenada a yacer.
Ah, un descubrimiento que me hace saltar las lágrimas. "The flower duet" de la ópera Lakmé. Una pieza oscura y tal vez poco importante en medio de los repertorios más altisonantes de la grandes artes vocales. Sin embargo, es mi favorita, una delicia, un sueño, un pequeño dolor.
Tres actos con música de Clement Philibert Leo Delibes, basada en la novela de "Le Mariage de Loti" de Godinet. Bella obra espero algún día verla en vivo, mientras seguiré oyendola hasta que me aburra. Danzo y danzo en medio de las sombras, a solas. Uno de mis gatos me observa - sus ojos brillando como dos pozos de luz en medio de la oscuridad - y siento que por un momento soy esa sombra que apenas atisbo en las paredes. La noche ondulante. La música cada vez más poderosa y energética. Un suspiro de pura banalidad.
En paz.
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