domingo, 12 de febrero de 2012

Deber Cumplido: Por la Venezuela que sueño.














De pie, aguardo con cierta impaciencia que mi fila para votar avance. Tengo una ligera sensación de Deja Vu, inevitable quizá. Durante la última década, en mi país se ha concurrido a los Centros de votación en tantas ocasiones que ya resulta incluso un poco desconcertante. Una democracia como la nuestra, imperfecta y sobre todo, destruida por un caos administrativo cada vez mayor, se alimenta de sucesivas votaciones para legitimizarse o solamente, para continuar teniendo el aspecto formal de un sistema político viable. Pero lo que quiero comentar aquí, no tiene mucho que ver con eso. De lo que quiero hablar, es el motivo por el cual he estado aquí cada vez, y seguiré estando. De pie, medio dormida, avanzando lentamente en una fila que se hacer interminable, vigilada por funcionarios militares un poco fuera de lugar en un proceso Civil. Lo hago, porque soy Venezolana. Y más allá de cualquier idea política o social que me lleve a creer en este país, a desear su prosperidad, a intentar construir mi futuro en él, esa idea abstracta de gentilicio es lo que sostiene mi esperanza, cada día, cada año, sin duda todos los días de mi vida.

Porque soy Venezolana, caraqueñisima. De las que gritan por el tráfico insoportable, las que comen tequeño en las fiestas y en el cine. De las que tomaron jugo de naranja muy ácido en el Gran Café de Sabana grande. De las que miran el Ávila y suspiran. De las que conoce la leyenda de la Esquina de las ánimas, de las que conoce quién es Caremis - y escuchó algunas de sus historias -. Porque soy hija de inmigrantes que encontraron en este país un hogar. Porque soy hija de una Patria de libertadores, de luchadores, de triunfadores, de grandes gestas antes que su historia fuera targiversada solo por política. Soy de esas caraqueñas, que saludan a Pacheco, toma jugo de Moras en Galipán. Soy hija de Barlovento y el cacao, soy hija de Caracas y el Ávila, soy hija de Mérida y el páramo, crecí entre las esquinas de caracas, entre helados de parchita y hallacas, corrí persiguiendo las palomas de la Plaza Bolívar, soy hija del Panteón, de la catedral, fui una estudiante la Universidad Central de Venezuela, soy una devota de la gran madre de Coromoto, soy hija de María Lionza, soy orgullosa Amazona de Sorte, HIja del Orinoco, de los llanos, dueña del tepuy, soy hija del Zulia y el lago brillante y misterioso. Aquí nació mi madre, aquí creció mi familia y aquí deseo que nazcan mis hijos. Soy hija de cada rincón brillante, de cada olor, de cada textura de esta tierra que amo con todo mi corazón. Todas esas voces forman parte de mi espíritu, soy el canto de la juventud, la pasión por la libertad, el deseo de crear una sociedad justa, contemporánea, llena de significados, donde todos tengamos el mismo derecho a desear un mejor porvenir.

Tal vez la mujer, un poco malhumorada que me ayuda a entintarme el meñique con tinta color púrpura, no entienda porque tengo los ojos húmedos de lágrimas. Me dedica una mirada un poco sorprendida, y después sonríe, una gesto entre hermanos, de Venezolanos que estamos soñando hoy, domingo, día de la Juventud en mi país, por construir un proyecto de futuro tan hermoso como enorme, lleno de posibilidades. Porque estoy completamente convencida que el paso que hoy damos, construye un camino hacía el país que merecemos, que podemos levantar a partir de este gran deseo de soñar con una Venezuela donde todos, tengamos un lugar.

Así sea.

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