Y es que en nuestra sociedad, parece que existe una muy concreta patente de corso, que autoriza a los que se creen poseedores de una verdad suprema, amparados por una normalidad aparente a juzgar la vida ajena de la manera más grosera posible. Inquieta, que esa aparente impunidad en el juicio, propiciada tal vez por la escandalosa idea que la verdad es una y solo una y solo un grupo de afortunados la poseen, se extienda no solo a la vida privada de famosos que por otra parte, son tan seres humanos como cualquier otro - y merecedores de respeto - sino a toda nuestra cultura. Porque lo que hizo Sicilia el domingo llama la atención por público y notorio, no por infrecuente. ¿O es que vamos a olvidar el "puta" para la mujer que disfruta su sexualidad, el "solterona" para la que toma decisiones fuera del promedio, el "maricón" para el que asume su tendencia sexual de manera distinta? Y así miles de nombres, de insultos de lo cotidiano, tan asumidos que en ocasiones no advertimos lo agudo, lo doloroso de lo que implica cada pequeño prejuicio transformado en un concepto general. Eso ocurre todos los días, en privado, en cualquier calle. El discurso agresivo, el epíteto esquematizante es parte de nuestra cultura, de nuestra visión de la sociedad. Los "normales" ( los que se escoden detrás de una franja media ) se sienten en el deber de decidir quién puede contraer matrimonio y quién no, quién puede ejercer el rol de padre y quién no y un sinfín de matices donde la voz de la mayoría parece imponerse en una especie de juego de fuerza sin medida. Preocupa sobre todo, que cada una de estas ideas, tenga su grupo de seguidores, de los que insisten en la "anormalidad", en "lo amoral", en lo "que no se debe hacer", sin tener otro argumento que no sea su propia opinión al respecto.
Pero específicamente la palabrería de Sicilia impresiona por no tener otro sentido que la provocación. Leer los tweets insultando la paternidad de Ricky Martin, pidiendo cárcel y bromeando de manera soez sobre su vida familiar, deja un mal regusto de boca no porque sea algo que nadie haya escuchado antes, sino porque para una porción de la sociedad que lamentablemente supongo numerosa, Sicilia tiene razón. De hecho, ayer mientras el tema se debatia en las redes sociales, leí varios comentarios que ponderaban sobre que "les parecía aceptable que una pareja gay se casara, pero nada más. Adoptar no debe ser permitido". Asusta un poco pensar que este tipo de personas, están convencidas que poseen el deliberado derecho de decidir sobre que puede sentir cualquier otro ciudadano con los mismos derechos que los suyos, o lo que es aun peor, construir la vida de otros bajo el criterio de su normalidad. Lo lamentable de todo esto por supuesto, el hecho que sea admisible, que alguien pueda ponderar sobre cuales son los derechos del prójimo basados en sus propios prejuicios, temores y problemas de tolerancia, pero peor aun es que lo aceptemos. Alli radica justamente lo engorroso, lo inquietante de todo el insulto de Sicilia, deslenguado y amargado, un domingo cualquiera. Una muestra de lo que se pasa en lo discreto de la sociedad, en el todo los días que no lleva un nombre famoso, en el habitual de los que deben soportar ser criticados, insultados y analizados por la "normalidad" por el mero hecho de decidir mirar el mundo de una manera personal.
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