domingo, 1 de julio de 2012

En el centro de todas las cosas: ¿A donde se ha ido el año?




Y comienza Julio. Lo más sorprendente, es que tengo la impresión que el año está transcurriendo a marchas forzadas, tan rápido que apenas hace unas semanas me llevaba a la boca las imprescindibles Uvas de deseo, saltaba en la silla, comía lentejas, arrojaba al cielo mi globo de deseos y todas esas costumbres del fin del año. Resulta inquietante, volver a atrás y comprender que transitas una apresurada carrera contra el tiempo, contra tu propia cronología, y eso me hace pensar que tal vez la espléndida Ursula, Matriarca de los Buendía, tenía razón en su gran sentencia: "los días ya no son igual que antes."

¿Puede ser? me pregunto con esa adicción casi ingobernable por la fantasía. Me imagino las horas volviendose transparantes, perdiendo sustancia y belleza, un calendario gigantesco, que nos abarca a todos, funcionando muy rápodo, mientras trozos de madera y polvo saltan por todos lados. Y tal vez un Dios sin nombre, mueve todo el mecanismo con las manos extendidas, el rostro contraído, haciendo avanzar con una rapidez sin nombre. Y aquí estamos todos: en enero y de pronto en Julio, bebiendo la última copa de navidad y pensando en vacaciones de Verano, riendo de nostalgia por los diciembres perdidos y después, mirando todo lo que espera por nosotros. Cual sea el caso, el reloj sigue su trayecto, inaudito, más allá de todo control.

¿De qué hablaba antes de mi desvarío? Sí, de esta rapidez inaudita de la que supuestamente es el último año de nuestra historia. No lo será claro, a menos que el final sea abrupto y mítico: una gran explosión radiante que termine en un silencio anónimo. Pero todos sabemos que eso no sucederá, de manera que no hay motivos para este tiempo tan apresurado, los meses avanzando uno detrás de otro como un gran borrón temporal. Y que año tan extraño ha sido este! tan lleno de matices, de pensamientos, de ideas que nacen y se alzan, de creación pura!

Comencé el año tatuandome. Primero con timidez, después con una pasión que me tomó por sorpresa.  Me escribí en la piel una pequeña historia de palabras y momentos mágicos. Y me gustó: me gustó tanto que creo continuaré repitiendo la experiencia unas cuantas veces más en el futuro. Me gustó a pesar de la sensación de estar creando en mi piel una idea de mi futuro, una cicatriz voluntaria que llevaré como un estandarte de ideas. Probablemente hayan muchas otras palabras que escribirme, que eternizar, otros simbolos y sin duda, algún otro libro que vaya a acompañarme en mi recorrido por la vida.

Después, viví la experiencia de comenzar un proyecto en film. "Imagenes multiples", autorretratos robados a otros por mi Yashica, me ha traído tanta satisfacción como aprendizaje. Vivir la idea de la fotografía como un proceso que se desmenuza, se paladea, camina lentamente hacia una idea, me permitió comprender la poderosa idea que la fotografia se eterniza así misma. Y que gran capacidad de evocación ha tenido esas pequeños retratos de rostros desconocidos, que sostienen la cámara con miedo, que sonríen a su reflejo, que incluso han llorado. Y ser testigo de eso, ha sido sin duda una bendición.

Y hablando de fotografía, durante esta primera mitad del año, y sobre todo por una especie de crecimiento tan intimo como progresivo me atreví a llamarme por primera vez fotógrafa. Así, sin más. Fotógrafa sin algún añadido que matizara la idea, alguna disculpa por mi juventud, mi experiencia, mis conocimientos. De manera que tal vez se debió a que una parte de mi misma terminó de encontrar su momento, su etapa, su lugar y llegó a comprender, sin matices, que la imagen forma parte de mi vida, que es parte integral de mi mundo y sobre todo, mi forma de comprenderme a mi misma.

También he leído muchísimo. Creo que incluso más que en años anteriores. Y tal vez se deba a que la pasión por leer tiene una clara correspondencia, en las búsquedas, en la manera de crear y soñar. He reeleido clásicos inolvidables, best sellers criticados, e incluso autores tan desconocidos que me sorprendió la sensación que había tanto misterio en sus historias como en sus cuestionamientos. Un descubrimiento en cada palabra, una forma de soñar en cada párrafo.

He escrito a toda hora. Ah, que delicia sentir esta capacidad de brindar sentido a cada habitación de mi imaginación, de sentir una especie de furor y alegría, pasión sin sentido que se alza y me devora a cada letra. Escribir para sonreir, para llorar, para consolarme, para mirar al cielo o dejarme caer en la tierra. Iluminada, risueña, tan cansada y abrumada. Pero escribiendo, siempre escribiendo. Una forma de vivir.

Y la bruja en mí, más fuerte que nunca. Durante estos seis meses, olvidé mis temores y vergüenzas, y me atreví a recorrer el camino de mirarme en el espejo de mi misma para comprenderne. Que miedo sentí cuando invité a una de mis amigas más queridas a un ritual y que alegría al poder hablarle sobre mi visión de la fe. Que niña me he sentido al recorrer mis pasos la danza del fuego, en mi mente. Tan enorme esta necesidad, tan gigantesca esta sensación de asombro y de creación.

De manera que la mitad del año, me encuentra mirando el amanecer, insomne como siempre, con una sensación radiante de nuevo comienzo. Esta ferocidad de rayos de sol recién nacidos, de esperanzas muy nuevas y tiempos en flor, me hace sentir recién nacida, expectante. Y avanzamos en un año de sorpresas, y soñamos en la búsqueda de ese secreto  tan profundamente guardado en nuestro interior como es nuestra más profunda comprensión de ese rostro misterioso que no es más el que nuestro.

Quizá nuestro verdadero yo.

C'est la vie.

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