jueves, 23 de agosto de 2012
El mito Urbano más viejo: el hombre perfecto
Hay mitos urbanos que sobreviven a todas las décadas y que todos hemos escuchado más de una vez: El hombre que despierta en una bañera con una enorme cicatriz en la espalda luego de una apasionada cita y descubre que le han robado los riñones, la Novia fantasma en la Carretera vieja Caracas - La Guaira, invocar a Bloody Mary frente al espejo y...el hombre perfecto. El ideal, pues, como se conoce cuando creciste un poco y el concepto se hace más adulto. El caso es que este, esta figura que parece vagabundear entre los reconvecos de la psiquis de muchas mujeres de mi edad, tiene una cierta cualidad inmutable: sobrevive a las décadas, la evolución social y sobre todo, a la madurez de ese inconsciente femenino que parece crearse y formarse a partir de una serie de ideas muy puntuales y reconocibles. En ocasiones, lo acompaña la mujer ideal - mucho más simple - pero en todos los casos, ese concepto parece encerrar una idea única: Encontrar a alguien para compartir tu vida que es tan real como el Unicornio en los libros de Murakami o la puerta de Narnia en tu closet.
Hace un par de días, conversaba con una amiga - otra de las sufridas protagonistas de estas apresuradas bitácoras - y no sé como, una tertulia que comenzó con el habitual tema político y otras menudencias, terminó en un análisis pormenorizado de esa figura que continua siendo parte de la mitología urbana, de la de todos los días, de la que por alguna razón, subsiste a pesar de la evidencia en contrario. Asombrada, escuché a J. ponderar muy tranquilamente, sobre ese hombre que espera, que debe existir y que por añadidura, es el que está convencida merece por su "buen comportamiento". ( Otro concepto un poco desconcertante que más adelante desmenuzaré también )
La escuché con la boca abierta. J. es una mujer emprendedora, realista, talentosa que ha tenido unas cuentas relaciones pasajeras de mayor o menor importancia en su vida adulta y que asumí, no fantaseaba con aquel personaje brotado directamente de las tierras de su imaginación. Pero no, para J. la cuestión es lógica:
- Es que debe existir un hombre sensible, detallista, amoroso, dedicado, que le encante hablar de temas interesantes - explicó en voz casi severa - no todos pueden ser unos patanes...
Me tomé un sorbo de café apresuramente. Preferí quemarme los labios a soltarle la respuesta que se me ocurrió de inmediato. Después de todo, me he ganado algunas groserías de mis amigas más queridas por aquellos raptos de mal humor y casi siempre ironía que se me suelen escapar sin control. No obstante, J. me observó atentamente. Supongo que conoce lo suficiente para saber que lo que me estaba tragando con dificultad no era solo un sorbo de café humeante.
- ¿Que? - me preguntó con desconfianza. Sonreí, y paladeé el café, encogiéndome de hombrOs. Se inclinó hacía mi - Dime, ¿Me crees muy ingenua por tener esperanzas en el amor?
En una parte recóndita de mi mente, me eché a reír y pensé "Tu lo pediste".
- Pues no, no lo que estoy creyendo es que eres lesbiana - dije.
El aire pareció enfriarse a mi alrededor, porque aunque mi tono fue jocoso, no consiguió restarle seriedad a lo que decía. Por supuesto, aquello no podía traer nada bueno: J., cristiana y que declara su heterosexualidad como estandarte de guerra, me miró con los ojos muy abiertos.
- ¿Como dices?
- Sensible, detallista, amoroso, dedicado...me estás describiendo a tu mejor amiga - dije con sorna - Seamos claras: lo que me describes es una mujer.
Le llevó sus buenos minutos entender que yo hablaba de manera metafórica. Solo entonces, se le ruborizó el rostro, con una cólera tan evidente que resultaba casi cómica.
- Hablo de un hombre educado - respondió - un hombre que entienda el romance, que puedas ir al cine sin que exista una pelea por cual película se verá, que no se avergüence de mostrar sus sentimientos, que llore, que se angustie como yo...
Tuve el impulso de tomarme de un único trago el resto de café hirviendo, en un loco gesto que me evitara componer en palabras la respuesta que de inmediato pensé. No lo hice. Había algo escandaloso en aquello: La idea que J. expresaba no solo me sonaba conocida, sino que de tanto escucharla repetida, había llegado a transformarse en una especie de eco de las aspiraciones más generales, de las ideas más inconcretas de las mujeres que conocía con respecto a sus relaciones de pareja. Y hablo que esa intención de transformar sus propias aspiraciones sentimentales en una especie de idea abstracta, sin ningún tipo de consistencia, en una aspiración que llegaba a convertirse en exigencia casi irrisoria. Tomé una bocanada de aire antes de contestar.
- Si un hombre te pidiera que te gustaran los deportes, que te supieras el nombre de sus jugadores favoritos, que leyeras sus libros preferidos, que expresaras sus emociones de la misma manera que él, ¿Que le dirías? - dije en voz que trataba de ser razonable - ¿Que pasaría si esa aspiración tradicional del "príncipe encantador" fuera la de una Princesa que debería calzar en un molde?
- Y existe! - dijo J. con agresividad - los hombres insisten en que las mujeres debemos tener senos enormes, estar delgadas...¿Ves a donde voy?
- Claro que te entiendo, pero tu rechazas ese ideal enfermizo porque tu eres una mujer real ¿no es así?- expliqué - Lo rechazas como yo, como cualquier mujer medianamente razonable...
- No es lo mismo.
- Claro que lo es - insistí - cuando me hablas de ese hombre que debe ser sensible, pero masculino, que debe estar atento a todos tus detalles, te refieres a lo que tu necesitas, no a lo que puede ofrecerte una persona real...
Hubo un silencio incomodo. No tenía idea porque el tema nos había irritado tanto a las dos, a pesar que tanto ella como yo, jamás nos habíamos preocupado por esas escabrosas y complicadas escenas emocionales que preocupaban a otras de nuestras amigas. De hecho, J., tanto como yo, tenía la idea que las relaciones son esa afinidad abstracta, profundamente incomprensible, que surge por motivos espontáneos entre dos personas. O al menos, en eso habíamos estado de acuerdo por mucho tiempo. Pero J., ahora me miraba francamente disgustada, ofendida casi, cuando me atreví a cuestionar esa idea de ideal romántico que parece ser fuente de tanto debate y fantasía en la vida de la mujer adulta. Disney, tu tienes la culpa, pensé sin cierto sobresalto y casi con una sonrisa. Pero para J. la cosa no era graciosa en absoluto.
- ¿O sea que tengo que conformarme con un patán? - casi me gritó - ¿ es eso?
- Hablo que te enamores de una persona real, no lo que esperas que sea - dije, un poco inquieta por su reacción - ¿Realmente te sentirías cómoda con un hombre que fuera tan sensible para llorar con las chickMovies que tanto te gustan? ¿O que opinara sobre tu corte de cabello? ¿No me estás describiendo una idea más cerca de lo que tu necesitas?
No respondió. Continuó mirándome, llena de una furia que tenia mucho que ver con lo evidentemente herida que se sentía con mis comentarios. ¿Pero como la había ofendido? Me pregunté realmente preocupada. Recordé sus relaciones: una con un profesor más interesado en su prominente carrera que en ella y otra con un colega, con quien casi había contraído matrimonio...pero que al final le había sido infiel. ¿Que había en común en todo aquello? Suspiré, un poco cansada de aquello.
- Mira, es tan simple como que mientras insistamos en creer que una relación de pareja deba cumplir expectativas, continuaremos tropezándonos con esa idea tanto como para hacernos real daño - comenté, en tono conciliador - el amor no puede tener una linea común...
Pensé en mis relaciones: erráticas, extravagantes, la mayoría de ellas terminadas en escandalosas rupturas irremediables, pero aun así, profundamente satisfactorias. Y parte de esa satisfacción, de ese recuerdo más dulce que agrio que conservaba de todas ellas, tenía mucho que ver con que siempre había un elemento incomprensible, un pequeño elemento vital que me podía desconcertar lo suficiente como para mantenerme interesada. Me pregunté si yo estaba tan equivocada como J. creía lo estaba.
- Una relación de pareja es lo que es - le noté levemente decepcionada, como si la hubiese traicionado expresando esas ideas - ¿Que tipo de relación es esa donde no le exiges nada a nadie, donde aceptas todo como viene, donde no te preocupas por esos detalles que deben mejorarse?
- ¿Una normal quizá?
Me arrepentí de inmediato de haber hablado otra vez. Pero ya estaba hecho: J. me miró, pálida y tensa y unos pocos minutos después se despidió, dejándome a solas con los restos de café frío y una profunda confusión. Porque inevitablemente, llegas a preguntarte que tanto necesitas comprender de esa idea de las relaciones que subsiste, insiste y predomina en el mundo-de-las-mujeres-que-si-se-casan y que yo no parecía comprender tan bien. Continué preguntándome después, incluso ahora mientras escribo esto, en donde radica el error, que hace que la idea del "hombre ideal" me resulte tan antinatural como esas mujeres extraordinarias pero inexistentes que adornan las portadas de la revistas masculinas. Al cabo es lo mismo.
¿O no?
C'est la vie.
3 comentarios:
He escrito un post-respuesta aquí:
http://desvariosnoctambulos.blogspot.com/2012/08/carta-j.html
Y se lo envié para que me leyera ajajaja :)
Gracias Javier, interesantisima y muy elocuente respuesta. Gracias por leer y comentar!
Muy bueno !!! Yo tampoco creo en el pricipe azul como tal ... No todos los hombres son malos, pero es que es verdad algunas tenemos ynas exigencias que no todos los hombres las cumplen, alli tu amiga busca un metrosexual o una amiga jajaja ... Los hombres de las revistas son modelos y ese es su trabajo para eso le pagan para que se vean asi !! El hombre real esta lleno de defectos y virtudes tambien hay que descubrirselas a cada uno ya que todos son diferentes, como asi tambien nosotras!! Algunas nos gustan unas cosas que a otras chicas no ... Por ejemplo tal vez a un hombre le guste una chica que siempre ande en tacones cierto?? Etc a mi no me gusta andar entaconada todoooo el dia todos los dias.... Algunas les gusta hacer deporte o verlo .. Otras no ... En definitiva todos somos duferentes y asi hay que aceptarlo !
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