martes, 16 de octubre de 2012

De comer sano y otras nimiedades: Reconstruyendo mi cuerpo de a poco.





Bitácora del capitán: A un mes y medio de la dieta: 7 Kilos menos, dos tallas menos, 2 cm menos de brazos, 4 de caderas, 3 de piernas.

Cuando se empieza en esto de perder peso - a la manera tradicional, me refiero - sientes que todos viene cuesta arriba. Y lo es, de alguna manera. Porque engordar es algo tan sencillo como natural: es bajar la cuesta digamos. Los carbohidratos te consuelan, la azúcar te hace feliz - así, sin más - y en general, el habito alimenticio hace al monje gordo. En mi caso, fue más que simple descuido: mi relación con la comida siempre ha sido complicada y ultimanente es conflictiva. Es una especie de amor / odio que ha marcado los momentos significativos de mi vida: durante una fuerte depresión fui muy delgada, en la universidad muy obesa y luego entré en una especie de media donde lucho por mantener la buena salud. Pero llegada a los treinta, la labor se hace más complicada, y de hecho, más compleja. Y justo por ese motivo, es que todo este proceso me está resultando más complicado quizá, de lo que debería ser. Y hasta un poco traumático.

Porque es traumático esa primera consulta con el nutricionista, donde analiza tus hábitos alimenticios y encuentras que la mitad de lo que haces con tu cuerpo está errado o cuando menos es agresivo. Y te deja que pensando, hasta que punto, esa afición por el pan o el delirio por el helado es una manera de gritar, muy alto y claro, una serie de ideas confusas sobre ti misma. O cuando te subes a la bascula y encuentras que rebasaste tu mínimo histórico ( unos desconcertantes 72 kilos ) y comienzas a calibrar, en números y consecuencias, cuanto te ha costado esa agresión mínima  silente, que incluso sabe bien. Reconocerlo, cuando comienzas a entrenar y te quedas sin aire los diez primeros minutos y los siguientes diez son una tortura sofocada. Hay un elemento siempre sorprendente, desconcertante diría yo, en todo eso. En mi caso, me puso a reflexionar sobre la salud - más que sobre el peso -y sobre todo, el tema básico de que simboliza la buena salud, más allá de bienestar.

Indudablemente, es un cuestionamiento extraño. Sentirse sano y salud son dos cosas completamente distintas. Parecerá un juego de palabras pero no lo es. Comencé a ser muy consciente de lo que me llevo a la boca y no en el conteo de calorias - que intento no mirar - sino la sensación de bienestar que me supone. Es allí cuando comprendes que comer para masticar y comer por placer son dos cosas por completo paralelas. Y solemos confundirlas. Yo lo hago con frecuencia. Antes de decir ordenar esa parte de mi vida que siempre ha sido poco menos que caótica, solía comer por todas las razones posibles, excepto por apetito. Comía por tristeza, por felicidad, para celebrar, para consolarme. Por ninguna razón. Es un habito, ese, de levantarte, abrir el refrigerador y llevarte algo a la boca. Masticar pensando en otra. Masticar leyendo absorta. Masticar caminando por tu casa. Los antojos de "comer" sin orden ni sentido. Esa relación mecánica de comer con simplemente una especie de placer chato.

Además que, vivo en un país donde la alimentación tiene un sentido curioso. Somos un país de reinas de belleza y el culto al cuerpo en los últimos se exacerbó a niveles preocupantes. Pero en lo cotidiano, para la mujer y el hombre de pie, comer es un capricho. Y que capricho además suculento, de a toda hora. El venezolano come mucho y come siempre. Comemos en las mañanas las tradicionales arepas, puro maiz asado o pasado por aceite. El relleno puede ser cualquier cosa. Solemos almorzar " lo que se pueda" si trabajas y debes cumplir con el "trámite" : Y lo que sea casi siempre bastante, mucho. Mucha comida chatarra, o el inevitable "menu ejecutivo". La combinación que busca "llenar" el estomago. Hay una idea social de comer siempre y mucho. De comer porque debemos hacerlo, porque hay que hacerlo. Y sobre todo, porque nos gusta hacerlo.

No en vano, somo un país con un grave problema de obesidad. Incluso el Ciudadano Presidente, en una sus peroratas dominicales sin norte ni cuento, llegó a mencionar "vamos a rebajar de pesos todos". Y sí, el Venezolano es gordito. El Venezolano es glotón. Es una cultura que se hereda, se transmite y en ocasiones es bastante complicada de erradicar.

De manera que lo primero de toda esta pequeña batalla fue asumir mi enorme "mea culpa". Del mal comer, del como lo que sea, del como por lo que sea. Y comenzar finalmente a COMER. Así, con mayúsculas. Que reconfortante ha sido. Tal vez no lo más comodo, tal vez tampoco lo más fácil, pero comer BIEN, ha sido un recorrido a alguna parte de mi misma que olvidé, esa parte de comprender la comida como un placer, no un sustituto de algo más. Y combinar y recombinar y aprender que el secreto de la dieta - o mejor dicho, comer saludablemente - no es la restricción sino encontrar que comer, saborear, degustar, es parte de esa naturaleza hedonista que es tan necesaria y que de pronto, resulta que también es saludable.

Esta historia continua claro. Mi meta? 12 kilos menos o lo que es lo mismo, mis habituales sesenta kilos de peso. Veamos con que otra cosa tropiezo en este camino de obstáculos que es saltar lo rutinario y seguir, hacia algo nuevo que te permita percibirte de una manera totalmente distinta.

C'est la vie.

0 comentarios:

Publicar un comentario