viernes, 30 de noviembre de 2012
El día de las Librerias: Un sueño que no termina jamás.
Cuando intento hacer memoria y encontrar mi primer recuerdo de una librería lo que veo, no sé si es real o imaginario: Hay una puerta llena de luz, un hombre muy alto que me sonríe, y de pronto, el mundo desaparece en libros. Muchísimos, en sus anaqueles, impecables, hermosos, brillando bajo la luz de la ventana que parece flotar en medio del silencio. Y yo me quedo allí, con el corazón latiendome muy rápido, con las manos apretadas en el pecho y una sonrisa asombrada. La niña bajita y pálida que fui, siente que va a entrar en el bosque de los Misterios, en un templo de amor y de magia real, que pica en los dedos y hace sonreír Que sonrisa es esa, la de las maravillas, las de encontrar los regalos del niño Jesús debajo del arbolito, la de la primera vez que manejas bicicleta, el primero beso. Esa magia de todo lo bueno y lo dulce, en ese lugar que parece creado para mi, porque lo he soñado, porque me palpita el corazón muy rápido de felicidad cuando doy el primer paso y todos esos libros extraordinarios parecen pertenecerme, nacer, crecer, elevarse más allá de mis ojos de niña para levantar un mundo, como el Atlas de los sueños, como el tiempo que corre y se eleva, entre mis dedos, como la esperanza más hermosa y más intima del mundo.
Soñar.
No debió ser así por supuesto, pero mi yo-niña, lo recuerda así y eso es suficiente. Ya lo decía Gabriel Garcia Marques, la vida no es lo que se vive, si no lo que se recuerda de ella. Y yo quiero recordar esa primera vez, con la fábula de mi mente. Quiero recordar las mariposas amarillas que no existieron y volaron a mi alrededor cuando corrí por los pasillos, con los brazos abiertos. Quiero recordar haberme tropezado con Bastian Bux en algún rincón y que él levantara el libro con el Aurin para mostrármelo. Quiero recordar asustarme porque allí, en algún rincón oscuro, Gregor Samsa acaba de despertar convertido en un enorme insecto de muchas patas. Y recorro ese reino mágico, riendo, las manitas de mi yo- niña levantadas, mientras rio, mientras imagino todos esos libros que leeré y que construyen mi futuro. Imagino lo que vendrá: las tardes de silencio, con el libro en las rodillas. El libro apretado en el pecho, corriendo por una calle de mi Caracas amada, esa que a veces creo que se fue. El libro que compré para reír el libro que compré para llorar. Los libros perdidos, los libros amados, los libros adoptados. Los libros que consuelan lágrimas y que crean mundos enteros. Y allí estará, en ese futuro de la puerta abierta: la mujer que seré. La mujer que vivirá para amar a los libros, para llevarlos en cada momento de su vida, para secarse las lágrimas con palabras, para sentarse en la oscuridad abrazando un libro y creer Y la niña que fui se sorprenderá de la mujer de ojos soñadores que seré, porque serán los mismos suyos, porque tendremos el mismo asombro, porque será el mismo corazón que lata muy rápido cuando lea esa primera linea que abre un Universo por descubrir. Y seré yo, y ella, y todas las mujeres que habitan en mi, las que bailarán, entre risas, los dedos elevándose hacia el cielo, para cantar los sueños que un libro me enseño, para encontrar la respuesta a las preguntas que nunca me he hecho, para pensar y soñar. Siempre soñar. En un mundo que es página y voz. Que es tiempo y es amor.
Parpadeo. El librero, un anciano de anteojos, me mira sorprendido. Vaya, ¿Cuando tiempo tendré de pie frente a la puerta de esta nueva librería con las manos heladas de emoción, imaginando y viviendo, y soñando y viendo el mundo que me espera detrás de la puerta? No lo sé, pero sonrío. El librero me devuelve la sonrisa y abre la puerta por completo, de par en par. Y allí están mis libros, los amados, los de siempre. Esperando. El librero aguarda y luego se inclina hacia mi.
- ¿Va a entrar Señorita?
- Claro que sí.
C'est la vie.
martes, 27 de noviembre de 2012
Sorprendiéndome a mi misma: La lista de lo que SI hice en el año 2012!
Hace poco, una amiga colgaba en Facebook uno de estos memes tan populares, donde te recordaba todas las resoluciones de año nuevo que no cumpliste. Ya se sabe: bajar de peso, buscar un nuevo trabajo, encontrar la manera de mejorar tu estilo de vida. Lo leí y me quedé pensando justo lo contrario: ¿cuales resoluciones de año nuevo si llegaron a cumplirse? Y me sorprendió que casi todas las que formulé, escribí y me comprometí conmigo misma a llevar a cabo, las cumplí. Así que se me ocurrió escribir este post un poco adelantado al año nuevo y repasar cuales de esas promesas me hice y cuales, llevé a cabo. Son más de las que esperaba, para mi sorpresa:
* Tomarme en serio como fotógrafa:
He fotografiado desde los once años. De hecho, no recuerdo un momento en mi vida en que no tuviera una cámara en la mano o no esté fotografiado. He invertido una buena parte de mis ingresos de los últimos diez años a educarme, mejorar mi equipo, aprender y crecer. Me obsesioné con mi preparación tanto técnica como conceptual. Pero a los treinta y no te importan, continuaba cuestionándome si era fotógrafa o no. El año pasado, justo el año nuevo escribí: "Tomarme en serio como fotógrafa". Y lo logré.
Comencé dejando de fotografiar por obligación. Porque lo hacia. Me ponía como meta comenzar y terminar 10 o 12 proyectos distintos que claro está, me tenían fotografiando durante todos los días cada semana, pero sin que me despertaran mayor interés. Así que más o menos en febrero, decidí dejar a un lado lo que no me suponían un reto, ni me interesaban lo más mínimo y dedicarme a un par, que si me apasionaran, y así lo hice. ¿El resultado? Dos proyectos personales que me permitieron crecer muchísimo como fotógrafa: Vienteseis Obras de arte ( emulando obras de arte de la pintura y la fotografía que puedes ver aquí ) y 102 rostros de mi vida, esta vez en film y que aun me faltan un par de fotografías para completar. Fue una experiencia extraordinaria bajar el ritmo y concentrarme solo en lo que me permitía sacar lo mejor que podía hacer. Y el resultado me encanta.
Otra cosa que decidí hacer, fue oír consejo: hace unos dos años, la Profe @ArletteMontilla me dijo que uno de mis grandes problemas era que mostraba mi trabajo en exceso. Y resultó ser verdad: mis fotografías estaban colgadas por todos lados de la web, y de pronto, ese misterio, esa belleza de lo que es el trabajo fotográfico perdió sentido. De manera que comencé por respetar mi trabajo y comenzar a ponderar opciones: me llevó unos meses encontrar los nombres y expertos correctos, pero durante los últimos meses he tenido la inestimable ayuda de comisarios y curadores - dentro y fuera del país - que me han permitido con sus consejos, criticas - en ocasiones durisimas, siempre útiles - avanzar en el camino que construyo para mi otro yo fotográfico: crear la imagen más cercana a la que vive en mi mente que pueda.
Además, finalmente cristalicé un par de proyectos que siempre tuve aplazados: desarrollar mi imagen gráfica y echar a andar mi página web. Ambas fueron la manera más concreta de mirar mi trabajo como parte de mi vida y aunque profesionalmente la fotografía no me produce ingresos ( no hago eventos ni tampoco productos, mi fotografía es una manifestación personal ) si me considero que es una de mis profesiones. Y la desempeño con tanto respeto como mi carrera como Licenciada en Letras y derecho ( las pocas veces que la ejerzo, claro, pero esa es otra historia )
En suma: asumir mi responsabilidad como fotógrafa y sobre todo, enfrentarme a mis temores e incertidumbres en el plano artístico me permitió crecer y verme más allá de una mera apasionada, como una profesional en pleno crecimiento.
* Reconciliarme con mi cuerpo:
Si has leido mi blog últimamente sabrás que estoy llevando a cabo un pequeño a gran escala que no es otro, que volver a mirar mi cuerpo con amor. Y no implica solo a nivel estético: me estoy dedicando a cuidarme porque comprendí que la salud es indispensable para crear y construir lo que deseo en el futuro, el camino que aspiro recorrer. Eso no lo tenía muy claro en diciembre del año pasado pero aun así escribí: "Reconciliarme con mi cuerpo".
Y lo hice. Lo hice trabajando de a poco, encontrando la causa de mi manera de comer desordenada - furia, tristeza, auto agresión - y trabajando de adentro hacia afuera. Trabajando día a día, siendo más consciente de esa relación con mi cuerpo, conflictiva y extraña. Al final triunfe: Logré bajar 12 kilos de peso, 4 tallas y media y aún me queda mucho por hacer: recuperar mi estado físico comprender el poder de mi cuerpo en movimiento. Creer en el poder que todos tenemos de crear con nuestra piel.
* Aprender otro idioma:
Y escogí uno muy difícil Alemán, aunque en diciembre del año pasado no tenía mayor idea de que aprendería. El alemán porque no tenía idea ni por donde empezar, porque la primera clase tuve deseos de llorar de angustia, porque durante las primeras lecciones sentí dolores de estomago de miedo. Porque comencé a comprender lentamente la belleza de una lengua que jamás me había interesado, por sorprenderme a mi misma, que cosa tan inestimable es esa. Fue una de esas experiencias que recuerdas con cierto sobresalto: los exámenes que respondía con las manos temblandome, la primera lectura pública, la conversación con mi amigo Karsten vía telefónica ( que vive en Berlin ) y reír de emoción con lágrimas en los ojos porque me comprendió, luego de años de hacerlo sufrir con el castellano. Un crecimiento en mi mente, construir un nuevo salón en el Castillo de mi memoria, aprender cosas sobre mí de las cuales no tenía idea, como que tengo una facilidad para la pronunciación o que aprendo muy rápido los verbos compuestos en cualquier idioma.
* Tomar en serio mi carreras universitarias, mi estilo de vida y mi manera de ver el mundo:
En diciembre no lo tenía muy claro pero escribí "Aprender a vivir". Y eso es lo que he hecho en estos once meses tan profundamente significativos para mi. Encontré no solo uno sino dos empleos que llenan profundamente muchos de mis principales intereses: escribir y fotografiar. Comienzo el día con una sonrisa y trabajo sin cansarme nunca, porque en realidad estoy soñando, estoy creando, estoy construyendo algo de inestimable valor para mi propia capacidad de mirar y comprenderme: una profunda identidad. Y que tipo de pasión tan enorme siento cuando trabajo hora tras hora, sintiendo una emoción tan dulce como ingenua, porque tengo el privilegio de hacer lo que quiero. Lo que sueño. Lo que espero seguir haciendo cada día de mi vida para sonreír.
* #ProyectoBiblioteca:
Comenzó como un sueño. Y lo escribí así en diciembre: "Quiero que todos los fotógrafos de mi país se eduquen como yo he podido educarme". No tenía idea de donde, como o de qué manera lo haría. Pero sucedió: de pronto me encontré tocando puertas, recibiendo sonrisas y manos abiertas, algún otro portazo, pero trabajando en mi sueño. Esperando en salas enormes, rodeada de libros llenos de polvo, conversando teléfonicamente con desconocidos - a pesar de mi fobia telefónica - y llorando de emoción a solas, sin que nadie me viera cuando por primera vez pisé el lugar donde de pronto #ProyectoBiblioteca sería #BibliotecaEFA. Y que enorme sigue siendo este sueño, este empeño, que sigue creciendo, que tiene personalidad propia y espero que muy pronto, tenga rostro y lugar también para todos los fotógrafos de mi país.
*Viajar:
El mandado a medio hacer, como diría mi abuela. En diciembre del año pasado escribí: "Viajar y soñar" y este diciembre me recibe con un billete de avión en la mano, un destino y el corazón esperanzado. No sé que encontraré en esta nueva aventura, en este sueño que me costó miedos, incertidumbres y alguna que otra cuestión legal vencer pero sé que será hermoso, sé que será devastador y constructor para mi mente. Y así empezará mi nuevo camino el año que entra. Y no sé a donde me llevará.
¿Una lista corta? Sí, desde luego. Me faltan muchísimas cosas que hacer: Comprar mi bicicleta, superar mi alergia al compromiso, terminar un curso en la Escuela del Café, enviar una aplicación para una Beca a una reconocida Universidad de la que espero ser alumna, hacer un proyecto fotógrafico callejero, correr todas las mañanas. Pero siento tanta esperanza! y creo que el final de todas las listas debería comenzar así: un sueño que termina para comenzar otro.
¿Y tu? ¿Que cumpliste este año que está a punto de terminar?
lunes, 26 de noviembre de 2012
Mariposa Nocturna
La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
Alejandra Pizarnik
domingo, 25 de noviembre de 2012
Mirada Expuesta: Mirarte en los ojos de otros.
Y hoy tuve el honor de ser publicada en el espacio "Miradas Expuestas" del Periódico de circulación nacional en mi país "El Universal". Siempre será una experiencia extraordinaria, que el trabajo que sueñas, que delineas con cuidado en privado, de pronto sea visto por un público anónimo. El titulo "Mirada Expuesta" no puede estar mejor escogido: hay una sensación de exposición, vulnerabilidad cuando tus fotografias ya no te pertenecen de alguna manera, sino que se descifran a través de la mirada del otro, la ideas de alguien más, se crean asi mismas como un lenguaje, enorme y sustancioso, que ya no puedes controlar. Una experiencia que siempre te hará crecer, crear y comprenderte a ti misma no solo como parte de una idea y lenguaje intimo, sino de eso, tan misterioso, que es la creación más allá de tu propia y privada frontera.
Incluyo además en esta entrada, las dos anteriores ocasiones en que me han honrado con publicaciones nacionales. Una experiencia inolvidable y que puedo considerar, de las mejores de mi vida.
sábado, 24 de noviembre de 2012
De tatuajes y otros temas: Historia de un Mandala.
Este mes, mi prima N. decidió hacerse un segundo tatuaje, una de esas ocasiones donde admiras una técnica tan milenaria, como malinterpretada y poco conocida. De nuevo, gracias a la hermosa Cecilia Del Signore descubrí que el arte del tatuaje - porque lo es - crea una visión de nuestra propia estética nueva, intima y sobre todo, sincera. Porque, estoy convencida que, decidir llevar tu historia en la piel, es una manera de construir eso tan intangible como bello: la propia identidad.
Aquí les dejo una pequeña selección de fotografías que tomé durante el laborioso proceso: casi cinco horas de un bello dolor.
viernes, 23 de noviembre de 2012
En el día del escritor: Felicitaciones al escritor anónimo.
Y en una efemérides diaria, como suelo comentar en Twitter, hoy se celebra el día del escritor. En Caracas, al menos, con varios eventos culturales bastante interesantes y un movimiento de nuestro excelso grupo de vacas sagradas literarias para homenajearse unos a otros. Es una cosa un poco extraña, esa de autofelicitarte, autobesarte y autoalabarte, pero en el Potrero místico de los "Consagrados" hay mucho de eso. Y lo he visto desde hace Quince años. Pertenecer al mundo editorial - directa o de manera tangencial - te da una visión un tanto inquietante de esa gran vanidad del escritor que se dice burlón pero que en realidad es un atributo temible. Porque es de temer sí, esa idolatría hacía sí mismo, ese amor que soy escritor y tu no. Pero lo que quiero hablar hoy en este, su blog de confianza, es de otro tema. Juro tocar ese en algún momento. Y será interesante, sin duda.
Ahora bien, sobre los escritores. Tengo una opinión muy clara sobre eso. Un escritor es el que ama la palabra. Un escritor es aquel, que se va a la cama llevándose una historia y se levanta con los dedos palpitándole por contarla. Un escritor es el que se deleita por la palabra, el que la paladea como el buen vino, el que sabe su valor. El que modula la idea, poco a poco, para crear un mundo en el que habitarán sus pensamientos. Un escritor es el que ríe y llora con sus propias letras, el que las acaricia con la mente, el que las lleva en el espíritu. Un escritor, en suma, es un apasionado por la creación.
De manera que mi felicitación no va para las vacas sagradas, los consagrados, los que llevan su libro bajo el brazo, los que te sueltan frases cultas y muy doctas en cada conversación. Mi felicitación va para ese que sueña y delira por las palabras, por todo aquel que se despierta, delirante por la necesidad de escribir. Por el que escribe poemas, a llanto y gritos privados, a solas, en un papel, temblando de dolor y de ira. Por el que se sienta y sueña con mundos imposibles, con el que se eleva de la mano de su capacidad de soñar. Felicito a todos los que aprecian el don de la palabra, los que cantan, ríen y viven el mundo a través de sus ideas, para los que incansablemente escriben. Porque eso hace un escritor: escribe. Escribe para vivir, escribe porque no puede dejar de hacerlo, escribe por dolor, escribe por una necesidad tan insatisfecha, tan quemante y tan tremenda, que le ahoga, le roba, el aliento y la paz. No importa que no haya libro por delante, no importa que no sepa que hacer con tanto amor por la palabra, tanto amor que te desborda, tanta necesidad que te golpea y te aturde. Porque ese amor proviene de ti, de nada más y nadie puede ponerle nombre, de las noches de infancia con las palabras entre los dedos, de la juventud creandose con letras. Palabras y palabras bañando el mundo. Soñando siempre, tan amplia y tan infinita, esa aspiración por contar historias, todas las que brotan en tu mente, las que te rodean, las que te susurran de a poco, las que sonríen para ti, las que caminan de un lado a otro, las que se esconden en las esquinas, las que vuelan en el cielo, las que duermen en el mar y el espiritu.
A esos escritores, a los de verdad, a los que no conciben su vida sin una palabra por delante, son los que felicito. A esos escritores, a los que los consume el fuego divino y maldito de amar la palabra cada día y para siempre. A ellos, que el sueño nunca termine y la palabra, siempre sea el infinito.
Que la palabra siempre esté en las estrellas.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Solo una palabra: Gracias!
Hoy se celebra en EEUU el día de acción de Gracias, una de esas fechas que por estas latitudes da lugar a muchas peleas - además del día del músico y del psicólogo - por las razones machacadas año tras año: que es una fecha "ajena", transculturizada, que es una celebración "gringa". La verdad, lo es, por supuesto, nadie lo duda, es una de sus fiestas más emblemáticas y culturalmente establecidas, pero además, es una fecha hermosa. Una costumbre que revaloriza eso tan fácil de hacer pero que también es fácil olvidar como es dar gracias. Y es que parece que ultimamente agradecer es cosa de gente "vieja", de muy educada y añeja. Un pensamiento triste - preocupante también - y sobre todo, señal del "Fin los tiempos", como diría mi buen amigo H. y sus interminables teorias conspirativas.
Porque agradecer es un acto de enorme valor. De infinita belleza. Es una de las maneras más sensibles, poderosas y directas que conozco de comprender que la vida, en definitiva, es lo que hacemos con ella y lo que construimos a diario. Porque agradecer, es un acto de valor, es un acto de fortaleza y sobre todo, asombro hacia lo que nos rodea. Y ojo, no hablo sobre sentarnos a comer hoy Pavo asado hablando sobre peregrinos, o tomar una cruz y arrodillarnos a rezar - o lo que sea que usted haga para venerar la Divinidad de su preferencia -. Hablo esencialmente que dar gracias es mirar a su alrededor y de pronto descubrir, esas pequeñas cosas que crean su mundo, que elaboran algo tan bello como extraordinario como lo es soñar y crear. Por ese motivo, yo soy ese tipo de gente tal vez necia que de vez en cuando, se toma unos cuantos minutos del día y sí, da gracias. ¿A quién? La verdad no lo sé. Habría mucha gente en mi vida por quién agradecer y a quién agradecer, pero en general, agradezco a esa sustancia intangible y enorme que llamamos vida, todo lo que he logrado, todo lo que construido, todo lo que es mi vida. Porque soy lo que he soñado para mi, soy lo que he buscando y sigo buscando, soy mis preguntas no respondidas y las que se van a responder muy pronto pronto o quizá nunca. Soy mis dudas, mis alegrías, mis sueños, mi voluntad de aprender, mi amor, mi pasión por vivir. Soy quién aspira, quién construye y destruye. Y eso, sin duda, hay que agradecerlo.
Y sí, hoy es tan buen día como cualquier otro para darle gracias al mundo, al Universo, por estar viva y sana, por tener la capacidad de reír y llorar a gritos, por seguir empujándome a construir mis sueños incluso en los momentos más tristes, y lograr algunos de ellos y continuar la senda para lograrlos todos. Gracias por las noches de vigilia de cielos estrellados, y las mañanas tan bonitas de naranjas y rosas. Gracias por el nuevo libro que leo, por la nueva fotografía que tomo, por la palabra de halago, por la critica. Gracias por poder escribir, gracias por trabajar en lo que amo, gracias por estar rodeada de una familia de la sangre y de la vida tan extraordinaria como mia. Gracias por caminar por la ciudad, aunque la odie y la ame, gracias por sentir una furia incadescente y gritarle en la cara a alguien lo que pienso. Gracias por mis gatos, gracias por el amor que no está aquí, pero duele y golpea. Gracias por todo lo que he creado este año y lo que crearé después. Gracias por levantar las manos e invocar viejos Dioses, por encender una vela, por bailar desnuda en la oscuridad, por reconciliarme con mi cabello mechudo y mi cuerpo sin curvas. Gracias por estar viva.
¿No son motivos suficientes para agradecer? Lo son. Para mi lo son y tal vez por eso, mientras escribo esto, lloro y rio y canto desafinadamente mi canción favorita. Porque eso también hay que agradecerlo. Y sentir alegría por poder hacerlo.
Y tu que me lees ¿Que tienes que agradecer?
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Entre delirios y dolor: ¿Cual es el valor de la vida en esta época?
Si usted me sigue en Twitter, y me leyó en algún momento de la noche, supo lo que me ocurrió: Me enfrenté a una vecina que quería envenenar al gatito que se ha convertido en la mascota del edificio donde vivo. ¿El motivo? Que el animalito caminó sobre el techo de su automóvil y dejó huellas de barro sobre la pintura. No estoy exagerando: a los gritos y después de recordarme su variado repertorio de groserías la mujer me explicó que para ella "un gato mugroso tiene poco o ningún valor en comparación "con su carro" y que si tuviera que matar a su perro por fastidioso "lo haría". Me quedé de piedra, escuchando aquello, de una mujer que veo caminando a diario por el jardín de mi edificio con dos niños, a quién saludo de vez en cuando en el ascensor y con quién he conversado más de una vez. Pero anoche, su monstruo interno me explicó que la vida, tiene ninguno o poco valor: que el automóvil y su reluciente pintura tiene más valor que la vida de un animal cuyo gran pecado es existir.
Más temprano, había tenido una de esas discusiones sin sentido con mi mamá. Por razones que no tengo muy claras, mi mamá apoya a Israel por completo en sus bombardeos a la franja de Gaza. Yo he opinado poco sobre el tema - ¿que puedo decir de un conflicto del que sé tan poco - pero como siempre, me opongo a la guerra. Por principio y a pesar de cualquier argumento, me opongo a la agresión, a la muerte y a la destrucción. Pero para mi mamá la cosa está clara: "Israel se defiende".
- Son civiles mamá.
- Son terroristas.
- No todos.
- ¿Para que los apoyan? Si apoyas un terrorista, te matan.
- ¿Y como sabes que cada muerto apoyo a un terrorista?
- Tampoco los entregó. Israel tiene razón.
- ¿Por qué?
- Les mataron a seis millones en el Holocausto. Esa gente jamás volverá a dejar que algo así les suceda.
- Pero..¿Que culpa tienen los niños, la gente que huye?
- No lo sé, en las guerras pasan esas cosas.
Pasan esas cosas. Pero la cosa que pasa son niños muertos a tiros, ancianos destrozados por metrallas, mujeres llorando a gritos sobre los cadáveres de su familia. Eso pasa. Miras todo por televisión y parece parte de una película: el caos, la sensación de horror. Pero es real. Real para seres humanos que simplemente se enfrentan por intereses tan enormes y desproporcionados que parecen absorber sus pequeñas cuitas personales, destruidos y construidos durante años de enfrentamientos. Sin embargo, a nadie le importa eso. La guerra, es solo la guerra. Pasa. Y los asesinatos que se cometen en su nombre son anónimos.¿Donde está el valor de la vida? ¿Donde esta el sentido de esa humanidad que parece perdida, rota, olvidada para siempre?
Sin cruzar la frontera: hace un rato, leía el relato de Ciro Duran ( Si quieres leerlo, haz click aquí ) , sobre su escalofriante experiencia de como casi le asaltan ayer mientras cruzaba la ciudad en autopista. Que alivio que solo fue "casi" por supuesto, en un país donde ingresan 60 muertos todas las semanas a la morgue de Bello Monte, en un país donde las agresión y la violencia es el pan de cada día, en un país donde pueden matarte por llevar un teléfono costoso o caminar por la calle equivocado. El caso es que Ciro, con el buen humor de todo venezolano, contó su historia y remató el tema creando un jueguito interactivo de "esquiva al motorizado", donde más o menos, recrea lo que cada caraqueño debe pasar para evitar ser victima del hampa. Muy divertida la cosa. Y mientras lo juegue - porque claro que de inmediato lo hice - pensé en las noticias diarias sobre un motorizado que intenta asaltar a un transeúnte y le dispara. O el motorizado que se arroja sobre el vehículo en marcha y dispara a la cabeza del conductor. O el que muere atropellado por uno de los tantos accidentes que ocurren en Caracas. De pronto, el juego no me pareció tan divertido. Cerré la página con un sabor ácido en la boca.
Y mientras escribo esto, me pregunto que clase de destrucción social vivimos, donde la vida ha llegado a valer tan poco. La vida en todas sus manifestaciones, la vida a secas, a plenitud. La vida de animales, de nuestro mundo, de seres humanos. ¿Que ha ocurrido con el respeto por ese misterio diminuto de un ser vivo, por la comprensión de esa gran criatura interconectada que llamamos Planeta? Sí, sé que suena idealista - me dicen hippie por pensar en esos términos - pero igualmente, resulta devastador cuando compruebas que la vida, que su misterio, que su milagro, importa muy poco. Y que su valor reside en esa conciencia de las cosas que parece gravitar en medio de la nada, en medio del temor y más allá, una absoluta superficialidad.
¿Donde queda la esperanza entonces?
Porque existe.
Queda en cosas como la que voy a contar: hace un rato, una de mis vecinas tocó la puerta y me dijo que ella se ocuparía de alimentar al gatito vagabundo en la mañana si yo lo hacia en la noche. Y luego vino otra, explicándome que estaba ya haciendo algunas llamadas para buscarle casa. Entre todos, intentando salvar una vida pequeñita, una vida que de perderse, quizás solo yo lloraré, pero que valiosa me parece. Como todas. Como las de los niños que mueren en Gaza sin entender nada, como la de todos los muertos de mi Caracas. Porque tan valiosa como la idea misma de supervivencia, es la comprensión del valor de un solo acto de fe.
¿Quién sabe verdad? Tal vez allí, esta la respuesta.
C'est la vie.
martes, 20 de noviembre de 2012
El pecado de ser gordita en el país de las bellas
Fui gordita la mayor de mis veinte años. Creo haberlo mencionado en algún momento, en este, su blog de confianza. Bajé y subí esos kilitos de más durante más tiempo del recomendable y sufrí todo lo que cualquiera con figura normal puede sufrir en este país de adoración a las bellas y a la esbeltez. Y justamente ahora, volví a recuperar mi peso normal - o recomendable - unos sesenta y cuatro kilos pero, de alguna manera, en esta ocasión estoy bastante consciente del motivo por el cual decidí cuidar mi alimentación y mi salud a nivel general: una reconciliación con mi cuerpo. No obstante, estoy consciente además de una serie de cosas que antes, tal vez demasiado angustiada para notarlo, hacen que bajar y subir de peso se convierta en una decisión casi moral. Hablamos que de pronto, entendí que ser gordito es el prejuicio más común, más duro y doloroso que debemos soportar. Y que ese sutil prejuicio, venga de donde venga, es una anatema social que me hace preguntarle ¿Que ocurre con nuestra percepción sobre nuestro cuerpo y estilo de vida?
Lo vengo pensando hace semanas enteras, mientras me dedico a cuidar mis comidas e intento entrenarme a traspié Y es ese proceso físico lo que me ha llevado a otro proceso, este mental, cada vez más singular. Pero necesario, creo. De pronto, me sobresaltan los chistes de gorditos, los que se hacen a diario, los humillantes. Los que se ríen de los grandes traseros, los que bromean sobre la grasa que cuelga y los rollitos que afean. Los que ridiculizan las rodillas enormes, los brazos redondos, el apetito voraz. Me producen incomodidad las tiendas que muestran maniquíes de enormes pechos y diminutas cinturas imposibles, la ropa de tallas risibles, tan ajenas a la curva normal, a esa de todos los días, de la del pancito con mantequilla del descuido, de la torta de cumpleaños del pecado venial. Me produce verdadera inquietud, las revistas con mujeres semi desnudas, en venta, al parecer y tan barato como el papel donde están impresas. Y mientras todo esto pasa por mi cabeza, no dejo de pensar en esa agresión que sufrí por mis eternos kilitos de más, la agresión que todas las mujeres de este país han sufrido alguna vez por ser simplemente normales.
Me pasó con frecuencia. Recuerdo una vez que entré a una bella tienda de un conocido Centro Comercial para comprar una blusa y la diminuta vendedora me miró, casi relamiéndose la intención de decirme que en los lujosos anaqueles de madera labrada, no había nada que me entrara siquiera en el dedo gordo del pie. Una escena muy a la legendaria Pretty Woman...pero real. Real porque de pronto, tu cuerpo es un enemigo, como te ves te produce un tipo de ansiedad que pocas cosas pueden provocarte. Recuerdo que por pura saña y malcriadez, decidí comprar en esa tienda una blusa que no me probé, que me costó el triple de costosa que otra similar en otro lugar más modesto y que jamás llevé porque era demasiado pequeña. Pero fue esa ira, esa sensación de impotencia hacia esa reacción de "eres inadecuada" lo que me hizo cometer ese pequeño acto de rebeldía inútil, simplón. Y después lloré, sentada en mi habitación, con la blusa colgada y sintiéndome no gordita, sino gorda, inmensa, enorme. Que atroz esta agonía diminuta, esa agotadora sensación de encontrarte siempre fuera de lugar.
La primera vez que perdí peso lo hice por esa furia. Me entregué a la dieta con una decisión que rayaba en lo simplemente obsesivo. Dejé de comer por días y corría hasta caer exhausta...y perdí peso. Por supuesto, ¿Como no perderlo tiranizandome? Lo hice y me encantaría decir que volví a la tienda lujosa y me compré toda la ropa y abofetee a la vendedora. Pero eso no pasó claro: estaba demasiado agotada, demasiado triste. Y delgada, claro esta. Pero esa delgadez que es amarga, de sentirte gris, casi cenizosa de tener miedo de lo que te llevas a la boca, de obsesionarte incluso con el agua que bebes. La delgadez del desastre, del miedo.
Y claro, voy a aumentar de peso. Cuando me rendí, cuando me desesperé. Cuando comencé a comer de noche otra vez, a las tantas de la madrugada. Cuando empecé a comer por furia, por rebeldía - de nuevo - por todas las veces que me sentí bonita y aceptada por pesar tan poco que casi me produce un infarto. Y seguí aumentando, por furia, por rechazo, por hacerme daño, por cualquier cosa. Aumenté y me pregunté si el ciclo comenzaría de nuevo.
Comenzó.
De eso hace seis años. O un poco más. Me costó aprender, me costó madurar, me costó asumir que hacia con mi cuerpo. Y renacer. No me refiero a la delgadez - que no me interesa - me refiero a mi renacimiento en piel, a reírme de felicidad por mi cuerpo, a lucir mis curvas - que no son demasiadas, por naturaleza, pero que importa - y sentir esta satisfacción de quién triunfa, de quién levanta los brazos y sabe sonreír. Es el poder de creer y confiar. Es la capacidad para crear y comprender quienes somos, hacia donde vamos y esa rotunda victoria contra la palabra que hiere y la idea que golpea.
Sí, fui gordita. Soy normal. Estoy feliz. Soy sobreviviente de mi misma.
C'est la vie.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Filo del Cristal
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Alejandra Pizarnik
sábado, 17 de noviembre de 2012
Masticando la furia: Carta de Profundo odio a Stephenie Meyer
Señora Meyer:
Una vez leí que ser escritor es encontrar el equilibrio entre la razón, la demencia y la belleza en palabras. Déjeme decirle que si nos atenemos a eso, usted es tan escritor como yo neurocirujana. Pero no quiero entrar de inmediato en mis consideraciones contra usted - que son unas cuantas - si no antes, me gustaría explicar a mis estimados lectores porque de mi rencor sostenido y sobre todo, en alza, contra su bodrio literario. Y debo decirle que le hablo exclusivamente como lectora. Como parte de ese público que extiende la mano, toma un libro y ojea con asombro - siempre de niño - la primera página. Porque así leí esta historia: esperando encontrar algo que decir de ella.
Leí la trilogía entera sin expectativas. Las leí por asuntos de trabajo pero también, porque me despertó curiosidad la seudo histeria que había causado para entonces el primer volumen de la Saga "Crepúsculo". De manera que tomé el libro en buena lid, sin pre juzgar, porque más de una vez, los éxitos de librería me han brindado agradables sorpresas. Pero ese, desde luego, no fue su caso.
No solo "Crepúsculo" es un libro que amenaza e insulta la palabra "literatura", si no que además hace evidente su condición de fan fic, como usted orgullosamente se encarga de recordar a quien quiera escucharlo. Porque sí, mi estimado lector, la Señora Meyer se enorgullece - y mucho - de decir que su libro carece de profundidad, de lógica y complejidad. La Señora Meyer, sonriendo, siempre con su aire beatifico y sus buenos centímetros de maquillaje, insiste en que ella "nunca ha leído nada de vampiros, ni le interesa" y que escribió "lo que buenamente pudo". Lo cual no sería precisamente reprobable. Hay casos de escritores empíricos extraordinarios, y de hecho, el primer libro de cualquier escritor, siempre tendrá un enorme valor incidental por el hecho de tener esa "esencia" personal de creador literario en ciernes. Pero en su caso, se nota es el aburrimiento. Se nota el tedio. Y peor aún, se nota el intento por crear la historia más tópica posible: la historia que inevitablemente gustará a los románticos que asumen el libro como "pasatiempo", a los que la leen para pasar el rato y también a las adolescentes. Porque es evidente, mi estimada Señora Meyer, que usted - o su corrector - convirtieron el libro en una enorme parodia del género literario para jovenes. Tomó usted lo evidente, lo superficial, lo cansón, lo repetitivo y lo endulzó, lo elaboró como una historia que de tanto tirar de hilos deshilachados termina cayéndose por sí sola, cae simplemente por su propio peso. Y es ese el mayor problema de su "Crepúsculo". Su tremenda naderia, su bofetón a cualquier intención de tomarse en serio la historia. La ingenua necesidad de cualquier lector de "creerse el cuento" como diría uno de mis viejos profesores de la Universidad.
Pero más allá de consideraciones literarias - que al lector más ferviente le debe importar bien poco -, hablemos del contenido. Sí, sabemos de su férrea educación mormona. Ya sabemos también que usted está convencida del valor de la familia, el matrimonio y la virginidad. Y nadie le reprocha eso. Lo que si le reprocha el lector pensante es convertir su libro en una especie de panfleto donde su Religión destruye el mito. Señora Meyer, usted decidió transformar al monstruo por excelencia, a una de las criaturas mitológicas más antiguas, al oscuro vampiro...en una pieza de utileria. En una ridiculez estereotipada que ni siquiera sostiene sus propios valores, sino que los vuelve fatuos, repetitivos. Habla de eternidad...¿Pero donde está el dilema, el existencialismo, el dolor del alma humana al encontrarse perdida en medio del tiempo? Ah sí, permitame recordar: En una Escuela Secundaria. Porque nuestros amables Cullen, no tienen la mínima aspiración de conocimiento, de trascendencia, de busqueda, la más diminuta curiosidad intelectuales. Sus personajes simplemente vagan de un lado a otro, en una especie de desesperanza de los tontos...siempre volviendo a esa juventud tardía, llevando ropas de adolescentes...y viviendo conflictos adolescentes. Y conviviendo con los seres humanos en una especie de elemental idea de comprensión que no termina de cuajar. Usted tomó el viejo mito del vampiro, y lo destrozó a fuerza de calzarle sus creencias, esa rigidez de la moral que es imposible de aceptar en el termino del tiempo. ¿De que moralidad habla usted al crear un vampiro literario soso que no mata por el simple hecho de ser "bueno"? ¿Donde esta la idea del bien? ¿Cual es el mal? ¿Como crea la idea esencial de cualquier novela que insista en el espíritu humano sometido a la eternidad: la búsqueda infinita de un deseo o una idea que pueda sostenerle?
Ah, sí, se me olvidaba. Usted menosprecio eso. Sus adolescentes lectoras no tienen derecho a pensar. Porque si lo hacen ¿Quién compra sus libros?
Ahora hablemos de la saga entera: hablemos de los errores de trama, de un personaje femenino tan hueco que usted debería avergonzarse de concebir a la mujer de esa manera. ¿Como es posible que para usted una mujer joven tenga como única aspiración el noviazgo? ¿Son esas reflexiones de Bella Swan, absolutamente anodinas, vacías quebradizas, insostenibles reflejo de las mujeres del futuro? ¿Es esta Bella Swan manipuladora, obsesiva, evidentemente necesitada de atención masculina como motor y motivo para cualquier decisión, la forma como usted concibe al sexo femenino? ¿Que intenta decirme cuando hace a Bella sostenerse de manera casi parasitaria en una relación de poder donde tiene todas la perder? ¿Que expresa usted con esta relación superficial, sin sentido, donde el mayor atributo de su Edward Cullen parece ser la belleza? Ah, sí, porque de descripciones interminables tenemos buena muestra en sus novelas: La hermosura de Edward es su único atributo discernible, el único rasgo más o menos comprensibles de una personalidad que se bambolea entre lo anodino y lo banal. ¿Que clase de personaje es este que asume el amor como un deber, como un proceso de posesión sin sentido? ¿Que clase de amor sugiere usted Señora Meyer cuando cuenta la historia de una chica que nunca nos habla de sus pensamientos sobre el futuro, como no sea "pertenecer" a Edward? Que triste, que angustioso y sobre todo, el mensaje que usted transmite.
Al final Señora Meyer, uno se pregunta si su estúpida historia - y su éxito claro - no es otra cosa que una muestra de los tiempos que corren: esa frivolidad de lo bobalicón, esa tristeza de lo evidente, sin ninguna complicidad con la mente y la necesidad del lector. Simple comida rápida de lo literario, basura de anaquel que pasará a mejor vida apenas pase el furor.
Así lo espero al menos. Me causa verdadera angustia, imaginar su nombre al lado de Stoker, Polidori, Le Fanu, Matheson, Rice y otros tantos escritores que han brindado a los lectores criaturas fabulosas de la imaginación.
Esperando no ver su nombre de nuevo en la portada de ningún libro,
A.
viernes, 16 de noviembre de 2012
La historia de una oreja: De los complejos y otras cosas dolorosas.
Cuando era niña, odiaba mis orejas. Muchísimo. No podía ni verlas. ¿El motivo? que eran prominentes. Tal vez a nadie se lo parecieran - de hecho, nadie me hizo jamás un comentario al respecto - pero, para mi, eran enormes. Descomunales, abiertas como las jarras de una taza. La primera vez que lo noté, tendría unos 10 años: mi mamá insistió en hacerme uno de esos peinados muy tirantes - de cebollita, le llamaba ella - y de pronto, lo noté: las orejas sobresaliendome del cráneo, rosadas y gigantescas. Me las cubrí con las manos y miré a mi mamá aterrorizada.
- Son horribles!
- ¿Que cosa?
- Mis orejas, mira!
Con esfuerzo bajé las manos y miré a mi mamá, expectante, esperando que se asombrada tanto como yo, que me soltara el cabello, para cubrir aquellas enormes orejas mias. Pero mi mamá solo me observó detenidamente y sonrío.
- Son normales, se parecen a la de tu abuela paterna.
Busqué afanosamente fotografías de aquella señora a la que solo había visto dos veces en mi vida. Y si, mis orejas con su lóbulo amplio y su arco rosado tan Grandes, eran suyas. Mi abuela era una mujer hermosa, casi delicada, y en su rostro pequeño, las orejas amplias - porque lo eran - parecían sobresalir de su cabeza. Como las mías Y me angustió de una manera enorme, casi dolorosa ese pequeño detalle físico, esa "imperfección" que a mis ojos era casi monstruosa. Recuerdo que esa tarde del peinado - y muchas otras después en que mi mamá insistió en peinarme descubriéndome las orejas - me sentí avergonzada, triste, muy humillada. Porque yo "sabía" que todos "veian" mis orejas. Que todos notaban lo grande, rosadas, sobresalientes, como si pertenecieran a alguien más, que eran mis orejas. Y era una sensación nítida, inequívoca que me dejaba sin aliento y me hacia sentir ganas de llorar.
Por años, me atormentó el complejo físico Cuando pude peinarme por mi misma, me acostumbré a usar el cabello sobre los hombros, suelto y alborotado o cualquier otro estilo que me cubriera "mi vergüenza . No usaba zarcillos ni ningún adorno que pudiera resaltarlas - ¿más? pensaba horrorizada - y continuaba convencida que todos a mi alrededor notarían mi "deformidad". En caso de verlas. Resulta curioso mirar mis fotografías de esa época, mis primeros autorretratos torpes: La cabeza levemente inclinada, el cabello sobre el rostro. Siempre medio oculta, siempre intentando que no "se notara" mi imperfección. Pero en realidad, todo se resumía a mi angustia. Porque era a mí, la que producía un indecible dolor sentirme "imperfecta", " menos bonita, tan lejos del ideal que soñaba como mujer como podía estarlo una niña flaquita y paliducha...de grandes orejas. En ocasiones, en momentos de rebeldía contra esa recurrente sensación de angustia, me preguntaba si realmente era tan importante el tamaño de mis orejas. ¿Por qué una "imperfección fisica" tenía el poder y la capacidad de hacerme sentir así? Pero esa claridad meridiana de las cosas, me duraba poco. De nuevo, volvía la obsesión. Porque eso era para entonces: una de esas ideas adolescentes, a medio hacer, espontáneas que tenía la capacidad de hacerme real daño.
No sé cuando, en realidad, la lucha contra esa sensación de "fealdad" comenzó a ser una idea contra la que decidí tenía que enfrentarme. Tal vez, cuando me sentí exhausta de esos ataques de pura angustia que me producía mi aspecto físico o cuando comencé a comprender que la belleza era un concepto tan amplio como inexistente. Por supuesto, la cámara me ayudó: comencé a fotografiarme con el cabello recogido, un primer plano bien abierto de aquellas enormes orejas mías que tanto me atormentaban...y que de pronto, me parecieron bonitas. Bonitas por singulares, bonitas por su delicado arco que parecía enmarcar mi cara. Bonitas porque eran mías. Me obligué a mi misma a mirarme en el espejo, a sonreir a mis orejas, a sentir que eran parte de mi, aunque no fueran precisamente pequeñas ni tampoco estuvieran pegadas al craneo. Pero no me importó. Sentí una especie de liberación, de enorme alegría personal, cuando simplemente mis orejas dejaron de ser "eso" y se convirtieron en "mias" y la alegria se convirtió en una clara sensación de triunfo, cuando finalmente, y aunque me sentía muy nerviosa, me atreví a salir a la calle con el cabello recogido. Y claro, llevando zarcillos. Bien llamativos además. Sentí miedo, el viejo pensamiento de "todos te miran" surgió por allí pero desapareció mientras caminaba, mientras caminaba bajo el sol con ese poder invisible y enorme de quién se acepta como es. Simple felicidad.
Esa pequeña gran batalla fue una lección que aprendí y que me guió en lo sucesivo. Luché contra mis miedos y esa idealización enfermiza cuando aumenté de peso y también cuando adelgacé de una manera tan morbosa que me veía frágil y enfermiza. Luché contras mis miedos cuando decidí hacerme mi primer desnudo, cuando me miré de arriba a abajo y admití mis defectos, a mi misma, a ese ideal que palpita en algun lugar de nuestra mente y en el que nunca parece podemos encajar demasiado. Y vencí cuando comencé a mirar mi cuerpo con amor, con este poder pequeño y enorme que te proporciona confiar y creer en tus propias ideas y en esa visión de ti misma que le brinda sentido a tu propia voz personal.
A veces me miro en mis autorretratos y me hace reir la sensación de mirarme en un espejo donde he crecido muy rápido. Todavía a veces, titubeo al recogerme el cabello pero luego lo hago muy alto, en una airosa cola de caballo y siento esa satisfacción de comprenderme en esa fe de los tontos, en esa ingenuidad del demente, a diario.
C'est la vie.
martes, 13 de noviembre de 2012
Devorada por la leyenda: Camille Claudel.
La primera vez que escuché sobre Camille Claudet fue en una mención pasajera sobre la familia del escritor Paul Claudel.. Era la hermana "loca", la "coja" y también la escultura. Las tres palabras me parecieron juntas en una mujer, trágicas y bellas. De manera que comencé a investigar. Eran tiempos antes que internet fuera casero, así que tuve que ir a mi siempre bien ponderada biblioteca Nacional, a ver que conseguía por allí de esta mujer, que en una época restringida y silenciosa, se atrevió a ser artista.
No encontré nada.
Me pasé días y después semanas rebuscando en libros de arte, en grandes colecciones de nombres sobre escultores, mujeres artistas, pero Camille parecía perdida entre fragmentos de la historia de su hermano y de quién fue su amante, el escultor Rodin. Así supe que desde pequeña, se había dedicado a la escultura: empezó a esculpir y modelar por su propia cuenta, sin maestros ni precedentes familiares, y a los doce, hizo un grupo en arcilla tan poderoso que asombró a los artistas ed su local Villeneuve, Francia. Boucher, uno de los renombrados de la época, la presentó al director de la Bellas Artes, quién le preguntó si había tomado clases con Rodin. Pero para entonces, Camille, adolescente y rebelde, no conocía ni de nombre a la leyenda escultorica. Que quede claro entonces, Camille era talentosa por sí misma, antes que la leyenda se la tragara.
Porque así fue: la leyenda, primero la de su hermano y después la de su amante, la destrozaron. Y no solo a nivel metafórico. El gran romance con el Maestro, que comenzó de manera discreta y más tarde devino en algo tan turbio como pesaroso para la joven Camille, la sumió en las sombras del artífice, en el nombre enorme de un hombre que jamás pudo ver en ella otra cosa que una mujer jugando a ser artista. Que lamentable, suelo pensar, mirando las fotografías de Camille, indómita, espléndida y talentosa. Que terrible mi hermosa Camille, haber nacido en las convenciones, en los prejuicios. El haber nacido en el tiempo y el lugar equivocados. Un poco antes, el romanticismo te habría brindado un lugar, como a George Sand. O después, te habría admirado los bellos años '20. Pero naciste en la época de la burguesía provinciana, en la época conservadora, cerril y dura donde la mujer era algo más que un objeto de decoración en la gran idea doméstica y secular que parecía envolverlo todo.
Pero no me rendí. Seguí investigando. Tenía catorce años y era bastante terca. Seguí y seguí leyendo, libros sobre Rodin que la nombraban de pasada, libros sobre Paul que la criticaban por "ramera". Y aprendí más cosas sobre ella: que llegó a París en 1881, donde no se le permitió estudiar artes pero aun así, alquiló un estudio y trabajo muchísimo, apasionadamente. En 1883 conoció a Rodin. Él tenía cuarenta y cuatro y era ya un maestro de renombre, ella diez y nueve y una adolescente llena de un talento deslumbrante. Durante una década. Camille Claudel fue su aprendiza por diez años. Y se convirtió en su amante.
Y así pasó a la historia. Que injusto, que duro, que doloroso. Porque Camille era Camille, por si sola, con su obra bellísima, fuerte y delicada al mismo tiempo ( nada más hay que ver El Vals, Sakuntala, Clotho, Las bañistas ) para admirar la capacidad de aquella niña espléndida para crear belleza. Todos hablan de la influencia de Rodin sobre ella, pero pocos admiten el poder, el influjo que tuvo Camille sobre él, una década fastuosa en belleza y creatividad. A veces hicieron obras casi exactamente iguales, como la célebre Galatea de Rodin y Joven con Hierba de Camille ¿Pero quién influenciaba a quien? Basta con ver la obra, para reconocer el estilo de ella en ambas. Camille, al contrario de que Rodin, esculpía con fuerza y gran habilidad el mármol. Y se sabe que las manos y los pies de las Puertas del Infierno, son suyas. Entonces ¿Donde está su nombre? ¿Donde estás Camille? A veces te imagino, perdida en el polvo del taller, envuelta en alegría y esa furia de crear y lloro por ti. ¿Quién te recuerda?
Seguí obsesionada con Camille por años. Así supe que terminó sola, casi muerta de hambre en un taller, y luego encerrada en un manicomio. Su obra, rota y fragmentada. Aun así, que poder la de tu nombre, luchando para hacerse un lugar, palpitando para encontrarse así misma, flotando de un lado a otro en la historia. Intentando encontrar la paz.
Tal vez ese es el destino de los rebeldes, de los que se oponen, mi talentosa y bella Camille: sobrevivir en quienes los puedan recordar.
C'est la vie.
domingo, 11 de noviembre de 2012
La historia de una reconciliación: Via a los #10KilosMenos
Y esta soy yo, con casi 10 kilos menos. Es difícil explicar el tipo de felicidad que sentí - tan simple, tan aparentemente superficial - cuando tomé mis jeans, esos tan usados, tan queridos y que dejé de usar hace tres años porque simplemente no podía pasarlos de mis rodillas, y pude abrochármelos con toda facilidad. Me miré en el espejo y por primera vez en mucho tiempo, me encantó lo que vi Una especie de triunfo pequeño, tan personal, pero a la vez tan enorme, a muchos niveles. Pero sobre todo, recobrar esa amistad - perdida y tan dolorosa - con mi cuerpo.
Porque cuando maltratas tu propio cuerpo, de la manera que sea, empieza el silencio. Empieza el silencio inconsolable, un poco quebradizo. El de no mirarte, el de intentar comprender que te sucede. Y esa pérdida de control, esa sensación tan difusa de puro miedo. ¿Que me ocurre? Y luego la tristeza. Porque es una enorme tristeza, sentir que tu cuerpo no puede hablarte como antes, que simplemente calla, cansado y afligido por lo que haces.
Hay algo muy gracioso que me ocurre a menudo: la mayoría de las personas suelen creer que por dedicarme al autorretrato, soy una gran vanidosa sin remedio. En realidad, no es algo gracioso: es bastante angustioso. Porque miras tus fotografías y las analizas, preguntándote que miras, que dices, que construyes, a donde vas, que haces, porque el dolor sigue tan adentro. Y son preguntas dolorosas, cuando no decididamente hirientes.
Tal vez por eso, desde hace seis meses, tomé mis cámaras y comencé a fotografiarme. A solas, con mucha luz de día, destacando mis defectos. Todos ellos. Y a escribir sobre eso. A llorar y sentir miedo - siempre el miedo - y aún así, seguir. Mirar mi cuerpo cambiar, observarme, contemplarme más bien, y comenzar a sonreír mi cuerpo y yo, porque comenzamos a comprendernos de nuevo. Y que travesía ha sido! enamorarme de mis defectos! de mi barriguita que se resiste a cualquier ejercicio! de mi piel muy blanca, de las diminutas venitas, de las estrías de las pequeñas huellas de celulitis que mi afición por el descuido me obsequio. Que gran romance, el que he empezado, fotografiandome saltando, con los brazos arriba, riendo, sacudiendo la cabeza. Que desnudez tan bonita. Y que gran redención.
No sé si mostraré esas fotografías algun día. Seguramente sí: por ahora, sigue mi trabajo. Me falta aun camino por recorrer y lo haré, desde luego, cámara en mano.
Como siempre.
C´est la vie.
sábado, 10 de noviembre de 2012
La noche de las Cucarachas asesinas: De la chancleta Vengadora a otras menudencias de la fobia.
Quién me escuchó gritar anoche, a eso de las 7 de la noche, debió haber creído varias cosas: Jason Voorhees entró por la puerta con un hacha, los mayas adelantaron unas semanas su predicción o que el Diablo Cristiano había decidido llevar mi alma pagana a los infiernos. Pero lo cierto es que el escándalo, que incluyó un ataque de pánico y salir corriendo despavorida en pijamas y descalza por las escaleras del edificio donde vivo, se debió a la visita de invitados especiales a mi aburrida noche del viernes: Tres cucarachas voladoras que decidieron que mi estudio era un buen lugar para descansar sus grisáceas alitas. No hay manera de descibir lo que sentí cuando vi los insectos avanzando trabajosamente por mi persiana, como no sea pánico. Pánico ciego, de ese blanco que te deja paralizado, temblando, con la boca seca, a punto de caer al suelo temblando. Cuando corrí fuera de mi apartamento, no pensé que estaba haciendo el ridículo que eran tres insectos del tamaño de mi dedo que podría espantar con una escoba. Lo único que sentí fue terror. Y el llanto nervioso que me acompaño después, cuando me senté de cualquier forma en el rellano de mi piso, aguardando que mi prima N. llegara y pudiera ayudarme, no fue otra cosa que puro y refinado histerismo.
¿Dramaticé? ¿Exageré? Pues supongo que sí. Lo único que puedo decir en mi descargo, es que la reacción fue por completa visceral. No pude controlarla, de hecho, ni lo intenté. En mi mente, en plena histeria, me sentí amenazada, en peligro, aterrorizada. Una idea que te deja un poco desconcertada, cuando luego de la experiencia, la analizas. ¿Que va mal en mí? ¿Que ocurre que reacciono de esa manera? Pues al parecer no es tan infrecuente mi lapso de locura y lo que es peor, pertenece a un concreto cuadro médico que todos conocemos: la fobia.
El terror a lo diminuto.
La inefable wikipedia define Fobia - además de comentarme que es un grupo de rock mexicano bastante aceptable que ahora estoy escuchando - como "un trastorno de salud emocional o psicológico que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas". Investigando un poco, la fobia no es algo nuevo, infrecuente y mucho menos extraño. La fobia abarca desde la ligera inquietud que producen algunas cosas hasta el odio irracional y ciego hacia situaciones. Al final, el concepto abarca algo tan sutil, que cuesta comprenderlo, incluso racionalizarlo si no lo has sufrido: el miedo, en su versión más atípica, dura y difícil de aceptar. Porque hablamos de un tipo de emoción tan incontrolable que va más allá de esa típica idea del terror por el terror y el pánico como "reacción" hacia un estimulo externo. En la fobia, el estimulo no existe, al menos real y tal vez eso lo hace tan desconcertante.
De las Cucarachas asesinas y otras modas:
Para continuar con mi historia, después de correr gritando como poseída por mi edificio, y luego de asesorarme con mi amiga @CristalPalacios que de manera muy inteligente, llevó todo a un plano menos emocional ( me dio recomendaciones en tono calmo y concreto, que de alguna manera hicieron funcionar mi mente más allá del caos ), decidí que algo tan pequeño como una Cucaracha - bueno, tres - no podían provocarme aquel general ataque de pánico. Así que luego de hiperventilar en una bolsa de pan, aceptar te y café de mis vecinos - todos los cuales me confesaron, con rostros tristes su terror a las cucarachas - volví a mi casa. Las invitadas indeseables continuaban allí, por supuesto, pululando en mi ventana. De nuevo, el asco, la repulsión. Y el miedo. Porque realmente es terror puro lo que siento. Pero de alguna manera, tomé un zapato y se lo arrojé a la que tenía más cerca. El zapato voló en elipse...y por supuesto ni la rozó - pero si rompió el cristal de la ventana - y lo que provocó fue que la agredida decidiera mirar quién era aquella mujer pálida y desgregañada que gritaba a todo pulmón. Retrocedí, aterrorizada, tomé el otro zapato y esta vez si le atiné. Me doblé por las nauseas ante el sonido que produjo el cuerpo de la cucaracha aplastado y tuve que tomarme unos segundos para recuperar el aliento. Pero estaba muerta. Parpadeando, miré el diminuto cuerpo a mis pies y de pronto, hubo una especie de sacudida de conciencia. Porque estaba muerta. Tan pequeña, tan...vulnerable. Pero la epifanía duró poco: la siguiente chica agresiva decidió ir a mirar a donde había ido su compañera y se me vino encima. Seguí gritando, enloquecida, armada de nuevo con el zapato, sacudiendo los brazos como si me enfrentara a una criatura, diez, quince veces más enorme que yo, hasta logré acertarle de nuevo y la cucaracha cayó al suelo. Para entonces, el pánico se había convertido en algo parecido a la rabia y a la angustia. ¿Impotencia? ¿Frustración? No lo sé. El caso es que finalmente, no pude seguir. Fue una barrera casi física Miré a la tercera que aun continuaba viva y sentí un terror trágico, desesperado y volví a correr afuera, para sentarme entre lágrimas a esperar ayuda.
Más tarde - luego que mi prima N. se deshiciera de la tercera y mis vecinos se aseguraran que mi salud mental no iba a empeorar - me senté en la oscuridad para pensar. Todavía el corazón me latía muy rápido, y sentía esa clara sensación de peligro que solo puede provocar tu propios fantasmas. Porque de eso hablamos ¿No? Me pregunté que había allí, escondido entre los escombros de mi subconsciente medio oculto por trastos viejos y pensamientos deshilachados que me producía aquel horror, aquella sensación de miedo inocultable. Y me pareció que la fobia, más allá de lo visceral y lo superficial, es un reflejo de esa zona de oscuridad, inquietante, de las pocas veces somos concientes. Me dio un escalofrio ese pensamiento, la idea que las cucarachas podian representar algo más. Y que aun no sabia que.
Desde luego, anoche dormí con la luz encendida. Y mirando mis cortinas con los ojos muy abiertos.
El miedo, siempre allí.
C'est la vie.
viernes, 9 de noviembre de 2012
De nimiedades del viernes: De obsesiones y otras cosas!
De vez cuando me obsesiono con algo. Nunca sé que me provocará la obsesión, pero una vez que empieza, es difícil que la detenga. Se vuelve algo irracional: comienzo a leer, a leer, a leer sobre el tema, o si se trata de cine, no paro hasta ver todas las películas sobre el tema, o del director, o simplemente de un actor de mi preferencia. Y si es un tópico, peor aún. Investigo investigo e investigo hasta que me abrumo y solo entonces, me alejo de todo lo que me lo recuerde. Y comienza el ciclo de nuevo.
Esta semana me aficioné - de nuevo - a investigar sobre las monarquías medievales. Y convertí a la escritora Alison Weir en mi invisible mentora. He leído todos los libros que ha escrito con respecto a los reyes ingleses entre 1489 hasta 1600 y un poco más. Por supuesto, mi favorita es la formidable Elizabeth I, con su portentosa inteligencia y su helada furia ciega, gracias a las cuales convirtió a Inglaterra en un Imperio vasto y finisecular.
No obstante, , también recordé mi odio melancólico por Ana Bolera. La segunda esposa del Gran Henry VIII, la trágica Jezabel que murió decapitada por obra y gracia del sagaz Wosley.
Cuando era más pequeña, me agradaba muchísimo la figura de Catalina de Aragón, la Reina destronada. Una improbable intelectual, humilde y firme que se negó a sucumbir a la voluntad de un bárbaro despótico dominado por su genitalidad. Ahora no estoy muy segura. Durante mi sucesivas lecturas de biografías y monografias históricas, me he preguntado si Catalina no era más que otro de los peones en el frío ajedrez de Fernando de Aragón y Henry, en una Europa provincial dividida por un Imperio religioso. Comienzo a pensar que tal vez Catalina era una rehén de sus ideas y de su real linaje, de la misma manera como Ana Bolena era prisionera de su vientre travieso y la camarilla de su padre. Los dos extremos de los estereotipos femeninos, conjugados en una sola historia. ¿Es real tanta sincronía de rostros en el espejo? ¿es posible que la figura de la mujer medieval pueda delinearse con tanta meticulosidad en el texto de la historia?
No lo sé. En realidad, no lo creo.
Si analizamos los trozos desordenados de historia que nos han llegado, las seis esposas de Henry VIII son la viva imagen de la creación masculina, estereotipada y simple sobre la mujer: Catalina, la Casta y abnegada. Ana Bolera, la Gran puta. Jane Seymour, la madre, idealizada en la muerte. Anne Clevees, la eterna virgen. Catalina Howarts, la idiota moral. Catalina Parr, la tranquila vejez. Una triste forma de esquematizar una historia politica y religiosa donde evidentemente las mujeres tuvieron una destacada participación.
Uhmmmm...la visión histórica sesgada, siempre tan corta y sobre todo, irreal.
Ah, una de mis viejas batallas. Sonrío sostengo el libro sobre Elizabeth I y continuo leyendo sobre el ataque de la armada de la Reina contra la invencible flota Española. Los cañones retumba, el océano se eleva en la noche, mientras el pulso entre ambos imperios lleva el nombre de una perla solitaria, que aguarda en las cámaras secretas, segura del triunfo, compleja, altiva, maligna, bondadosa, magnanima.
El rostro de una mujer que se mira al espejo, todos los rostros el suyo, el triunfo silencioso de la razón, también.
Divago un poco sin duda. El sonido de la cercana batalla entre las palabras del libro me deja un poco confusa. Que imaginación. Me adentro en ella. Como siempre, la obsesión se construye así misma, y más allá, carece de todo sentido.
Pero, ¿No es verdad es que la única manera que una obsesión sea valiosa sea que carezca de sentido?
Quizá no, pero así lo veo yo. Un pensamiento inutil, con toda probabilidad.
C'est la vie
jueves, 8 de noviembre de 2012
Y hoy el Aglaworld tiene colmillos: mis diez libros de vampiros favoritos. No, y nadie brilla aquí.
Como sabe cualquiera que haya visitado alguna vez este, su blog de confianza, soy una asidua lectora y fanática del género del vampirismo. Desde muy niña, tengo especial predilección por ese mundo de inquietante, seductor y hasta un poco existencialista del vampiro. Lo declaro a secas: me gusta su violencia, el hecho que sean el depredador del hombre. Muy Hobbes eso no? o al menos esa es la sensación que me producen las historias sobre esta criatura mítica, que se reinventa cada siglo y que encarna, mal que bien, la maldad en cada década.
Sin duda, la Literatura que desarrolla el tema del vampírismo ha sido una constante en la historia de la palabra desde que el hombre comenzó a crear mundos en su imaginación. Desde mitos y leyendas primitivos hasta hermosas alegorias a la eternidad, la figura del eterno bebedor de sangre ha sido el simbolo del mal, el deseo y el poder de evocación de la memoria en todas sus sutiles formas. De manera que para celebrar el 165 años del nacimiento del Bram Stoker, el padre literario del hirsuto conde Drácula, decidí recopuilar una lista de mis 10 libros favoritos sobre vampiros. No están aquí quizás los mejores, pero si cuidé que estuvieran incluidos los más representativos dentro de la enorme variedad que puebla la leyenda del bebedor de sangre. De manera que comencemos con esta pequeña recopilación con:
1.- Drácula (Bram Stoker):
Drácula, de Bram Stoker (1897).
Fue mi libro favorito por muchos años y aún lo es de cierto modo: es como esos pequeños objetos que nos recuerdan una idea preciada y de los cuales no podemos deshacernos. ¿Y que me recuerda Drácula? el poder de crear el misterio en un delicado equilibrio entre el miedo, un sutil erotismo y algo tan frágil como lo es la idea humana sobre la muerte. Un clasico por donde se le miré: Que decir de la historia de Vlad Dracul que no haya sido debatido anteriormente hasta la saciedad? . Origen del mito literario tal y como lo conocemos hoy en día. La novela está basada en la historia de Vlad Tepes, conocido como Vlad el Empalador, príncipe de Valaquia extremadamente cruel con sus enemigos, a los que condenaba a la pena capital de empalamiento, y cuya sangre juntaba en un cuenco y bebía.
Pero en realidad, el Drácula de Stoker tiene poco que ver con el célebre Empalador: solo comparten nombre y tierra de nacimiento. De resto, el Drácula victoriano, elegante, exquisitamente maligno parece reflejar de una manera enormemente acertada esa ambiguedad del deseo y la pasión bajo el matiz del miedo tan propia de las novelas de Vampiro.
2.- Entrevista con el vampiro (Anne Rice):
Entrevista con el vampiro, de Anne Rice (1976).
Es una de esas rarezas literarias en el subgénero vampírico que mejora con el tiempo, como los buenos vinos. Y es que este relato melancólico existencialista y duro tiene algo de añejo, de inquietante, a pesar que es la circunstancia del vampiro y no la criatura misma, la que protagoniza la historia. Retrocedamos un poco en el tiempo: En 1976 se produce una revisión del fenómeno de los vampiros en la literatura, resurgiendo a los best sellers y poniendo de moda entre el público a los chupasangres. Otra vez. Se trata de Entrevista con el Vampiro, de Anne Rice, que inicia la saga de Crónicas vampiricas, una trilogía y sus secuelas dedicada a estos seres de la noche. En ellos, Rice nos habla de unos vampiros distintos. No son seres crueles, tienen una gran capacidad de amar, muchos de ellos se sienten mal por tener que matar para alimentarse y están plagados de remordimientos. Se convirtió rápidamente en un éxito de culto, sobre todo tras su estreno cinematográfico.
Más tarde, el original tendría dos continuaciones inmediatas: Lestat el Vampiro y la Reina de los Condenados, ambas consideradas como las mejores de la serie que continuaría con 7 volumenes más, incluyendo relatos individuales de algunos personajes secundarios apenas esbozados por la autora en ambos libros. No obstante, a medida que la historia fue haciéndose menos compleja y el Universo de personajes ampliándose la calidad literaria decreció hasta su culminación con "Cantico de Sangre" considerado un libro menor y de calidad dudosa dentro del trabajo de su autora.
3.- Carmilla (J. Sheridan Le Fanu):
Carmilla, de J. Sheridan Le Fanu (1872).
Magnifica y precursora de ese tan arraigada idea de la sexualidad y en el erotismo en el vampirismo. Carmilla, obra de Le Fanu de 1872, nos da la primera aparición en la literatura una mujer vampiro. El personaje de Carmilla esta basado en la Condesa Elizabeth Bathory (La Condesa Sangrienta), famosa por torturar y asesinar a más de 600 mujeres jóvenes en su castillo, y bañarse en su sangre.
En este libro aparece por primera vez el “ciclo del vampiro”. Ataque del vampiro, muerte de la victima, resurrección del nuevo vampiro, y caza y destrucción del vampiro original. Este ciclo se repetirá constantemente en la literatura de este género.
4.- Déjame entrar (John Ajvide Lindqvist):
Déjame entrar, de John Ajvide Lindqvist (2004).
A veces lamento muchísimo, que el gran público solo conozca la historia por la extraordinaria película sueca y su olvidable remake americano. Porque realmente el libro "Déjame Entrar" es una historia de vampiros tan inquietante y magnifica que le queda corta su revisión en film. La trama parece ser muy simple, pero no lo es: nos narra una historia de amor y amistad entre dos niños, un vampiro y un humano. A pesar de ser una historia de niños, y de transmitir una gran ternura, no se trata de una obra para un público infantil. Y no obstante ese tono "ingenuo" que salpica la obra en algunos momentos, es una historia turbia, durísima, desconcertante y sobre todo, angustiosa. La inmortalidad y el dolor, entrecruzados en un raro simil que pareciera crear una nueva manera de crear y comprender el mito del bebedor de sangre.
5.- El Misterio de Salem’s Lot (Stephen King):
El Misterio de Salem's Lot, de Stephen King (1975).
Esta, la segunda novela de Stephen King, publicada en 1975, es uno de esos relatos del autor que de alguna manera trascienden su vicio del terror-por-el terror. En mi opinión y a pesar de las críticas - suele decirse que es una vulgar copia menor del célebre Drácula - es uno de los mejores relatos de vampiros modernos, al menos en mi fanática opinión. La novela crea un ambiente propio y se sostiene de una manera magnifica, a pesar de sus pequeños fallos: personajes pocos esbozados, unos cuantos clichés. Pero lo que queda para la memoria del fanático, es ese pequeño pueblo, que lentamente es vampirizado, otro no-muerto que arrastra a sus habitantes hacia la oscuridad.
6.-Nocturno (Guillermo del Toro)
Nocturno, de Guillermo del Toro, 2009
Nocturno es la primera novela del aclamado director de Cine Guillermo del Toro y en ella encontramos, toda la sutil oscuridad, sentido del humor bizarro y profundo dominio del suspenso que su autor ha hecho gala en el cine. Una obra profundamente inteligente, bien estructurada, extraña, desconcertante, que crea un Universo inquietante: al estilo de las grandes historias de Vampiros clasicas, en "Nocturno" Guillermo de Toro crea una atmosfera decadente y oscura, asficiante, por momentos insoportables. La historia reinventa del origen al estilo de Matheson en "Soy Leyenda" pero creando un ambiente aun más oprensivo. A palabras del autor, Nocturno es el regreso a la real naturaleza del vampiro.
“Deseaba recrear los vampiros en su lado más horripilante”, explicó el cineasta, resumiendo de una manera admirable el poder de su nueva creación.
La obra, escrita con la colaboración del autor estadounidense Chuck Nogan, forma parte de la denominada “Trilogía de la oscuridad”, que continuará con los títulos, “Oscura” y “Eterna”, que se espera salgan publicados en los próximos dos años.
7.- La Historiadora (Elizabeth Kostova):
La Historiadora, de Elizabeth Kostova (2005).
La Historiadora, de Elizabeth Kostova (2005).
Amo esta novela por brindar un ingrediente que pocas veces se maneja en el subgénero de terror literario: elegancia y realismo. Contada desde la perspectiva de un personaje anónimo que se convierte en súbito observador de lo que parece ser una larga historia de maldad, la historia avanza con fluidez y una enorme belleza argumental hacia un leivmotiv que muchos han clasificado de decepcionante - a mi me lo pareció un poco - pero que aún así, conserva esa nostalgia dura e intricada del género gótico. Para el fanático de la literatura de vampiros más ferviente - como esta servidora - La Historiadora es un plato fuerte que hay que...beber.
¿El dato para el recuerdo? Esta es la primera novela de Kostova y le llevó casi diez años escribirla. Curiosamente su padre también era historador, como el personaje central del libro. Allí les dejo las posibles conclusiones.
8.- El Sueño del Fevre (George R.R. Martin):
El Sueño del Fevre, de George R.R. Martin (1982).
Esta es una pequeña curiosidad dentro de la literatura vampírica. No es de los más conocidos pero si uno de los que crea una visión totalmente nueva del mundo de los bebedores de sangre: la historia cuenta desde luchas de poder entre vampiros y persecuciones de caza que asombran por su carácter crudo y desconcertante. Una joya desconocida de la literatura de género.
9.- El alma del vampiro (Poppy Z. Brite):
El alma del vampiro, de Poppy Z. Brite (1978).
El alma del vampiro, de Poppy Z. Brite (1992).
Poppy Z. Brite es una escritora inquietante. A mi me agrada muchísimo al menos, sobre todo por su pulso firme al mostrar el lado digamos, que más humano, del mundo vampírico, sin rozar la cursileria o desvirtuar el género - no, aquí no brilla nadie -. Sus personajes son profundamente complejos, duros, a veces incomprensibles, pero siempre llenos de esa dolorosa furia del vampiro y su eterna sed. Extrañamente y aunque Z. Brite ha escrito numerosas novelas de vampiros - con los mismos personajes - siempre se ha negado a crear una saga. Una sabia decisión.
El alma del Vampiro, es su novela más existencialista: los vampiros de Z. Brite en su máxima expresión, deambulando por una America profunda, perdidos e inquietantes. Las escenas de violencia tienen un enorme ingrediente de pura sátira pero aun más, el dolor de sus personajes es tan genuino que por si solo, es una arista más de la trama. Recomendados para quienes ven al vampiro como símbolo de la época que vivimos.
10.- Vampyr (Carolina Andujar )
Vampyr de Carolina Andujar, 2009
Vampyr te sorprenderá por la fuerza de su narración. Es una novela con una gran capacidad para asombrar al lector por su profusión de detalles históricos, una trama bien construida y un lenguaje metaforico que crean un ambiente poderoso y evocador. A pesar de ser su primera novela publicada, Andujar crea una atmosfera poderosa, al mejor estilo de las novelas góticas clasicas y consigue mantener el buen pulso narrativo hasta lograr un desenlace poderoso y lleno de profunda melancolia.
¿Una lista corta? ¿Muy larga? ¿Me quieres recomendar algún libro? Nos vemos en los comentarios!
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Y se va el viejo Windows Life Messenger: De los buenos tiempos del chat y otros recuerdos que me hacen sentir vieja.
Desde hace unos días, corre la noticia - ya confirmada por Microsoft - que Windows Life Messenger irá al descanso de los justos en el primer trimestre del 2013. La noticia me hizo sentir una extraña mezcla de asombro y un poco de melancolía: ¿realmente han pasado diez y ocho años desde la creación de este compañero caduco de aventuras y desventuras? Se dice poco, pero luego de casi dos décadas de existencia y ser, durante buena parte de esas casi dos décadas, el sistema de comunicación más usado por gran parte de la comunidad 2.0, su muerte sabe poco a nostalgia, a recordar, a mirar un poco hacía atrás y sonreír cuando comprendes lo rápido que pasa el tiempo, ese presente en continuo que en ocasiones llamamos con toda ingenuidad ahora.
Y es que tal vez sea un pequeño cambio en el panorama tecnológico - lo es, de hecho - pero a mi me parece el final de una Era. Una sensación que tenía mucho que ver con la inmediatez, con ese sueño de tecnología-al-alcance de todos que asociamos, de manera natural, con un futuro brumoso. Todavía recuerdo lo asombroso que me parecía poder conversar con mis amigos y parientes fuera de Venezuela al alcance de una ventana y más aun, esa idea de interconexión, de estar firmemente sujeta a la idea de Globalidad, comunidad Mundial que se hizo más cercana de un momento a otro. En mi mente fue así, de hecho: una especie de evolución hacia algo enorme, dificilmente abarcable por mi mente de niña que miró todo aquello con la idea de ¿que vendrá después?
Por supuesto, hablamos de tiempo donde el internet era Dial up, del inefable EMULE, las computadoras de pantallas monocromas y había una cosa llamada Lotus 1,2,3. Como infatigable y precoz amante de las letras, recuerdo haber utilizado el Wordstar para escribir mis primeros y estrafalarios cuentos, fascinada con la sensación de estar entrando a lugares de mi imaginación que nunca había tenido oportunidad antes. Y es que asombroso resultaba el teclado, su sonido rápido y certero y la pantalla, casi tan futurista, tan igual a esas que mostraban las películas como avances impresionantes de la técnicas. Eran tiempo de la MAC rectangular que cambié por el sistema Windows poco después por pura ignorancia. Eran tiempos de midi, de 8b bites. Eran tiempos de diskett, de los discos enormes que te hacían sentir un astronauta en tu propia silla. Aun me encuentro con alguno al abrir y cerrar gaveteras viejas y sonrío. Que sensación extraña esta de crecer en plena transición, de hacerme mujer mientras la técnica cambiaba tan rápido que apenas podía entenderlo. Tiempos del celular de Ladrillo, enorme e incomodo, de las calculadoras de luz solar que todo niño parecía querer - yo quería - de las radios redonditas y de colores, de los relojes de muñeca de cristal liquido que te dejaban boquiabierto. Todas esas cosas que eran la mitad de lo viejo muriendo y lo nuevo creándose Todo eso que asombraba por la novedad, pero que solo era un anuncio de lo que vendría después. Una sensación de pura ingenuidad, comprender que el mundo es tan rápido como elemental, tan circunstancial como nuevo. Una idea construyéndose cada día, a dos manos, entre todos, una Comunidad anónima cada vez mayor.
Y sí, el messenger estuvo allí. Con sus dos muñequitos verdes flotando y dando vueltas entre sí, sus sonidos irritantes y los emoticones ridículos Estuvo antes de los eficientes mensajes directos del Twitter, antes del PIN de RIM, antes del limpio y sofisticado Whatsapp, mucho antes de soñar siquiera con las bondades del Skype que ahora lo suplantará. Que extraño, saber que ya no habrá siempre esa última frontera de lo sencillo para comunicarnos, esa ventanita que ahora nos parece primitiva donde un palabra te ponía al alcance del mundo. Porque así lo pareció entonces, a la niña que fui, a la niña que se quedó muda cuando su amiga por correspondencia de siempre, abandonó la tinta y el papel para hablar en tiempo real. Tan cercano con las caras llamadas teléfonicas que no podiamos permitirnos, pero a golpe de tecla y nostalgia.
Veronica dice:
Agla, ¿estas allí?
Aglaia dice:
No lo puedo creer!
Recuerdo haber llorado de alegría. Y de haberme preguntado esa noche, sentada a solas en mi habitación, ¿que viene después?. Y sentir esa curiosidad indomable de la ciencia ficción personal, de remendar la fantasía con trocitos de realidad. De imaginar el día en que ya no solo podría hablar con Verónica directamente, sino que podría ir a Santiago de Chile, en un rafagón de luz. Como Spock ¿Verdad? había soñado, tendida en la cama, mirando las estrellas fluorescentes que por entonces tapizaban el techo de mi habitación. La era de los milagros no había hecho más que esperar.
Hoy sonrío. Todavía no podemos viajar en un rafagón de luz, pero el tiempo de lo nuevo, lo asombroso, está aquí. De lo que te hace soñar con mundos radiantes y lo que espera por ti, un poco más allá, mientras la historia se escribe tan rápidamente que la sigues a toda prisa sin alcanzarlo nunca. El hoy, que es casi mañana. Que es siempre.
De manera que si, hay cosas que perder y cosas que avanzar, supongo es la gran Lección. Aglaia cerró sesión por última vez.
C'est la vie.