lunes, 18 de febrero de 2013
Lunes de Madrugonazo: Chavez, el Santo a la medida de una Venezuela huérfana.
Hoy iba a escribir sobre otro tema, pero resulta, que este país, donde nada es seguro y la historia reciente se construye a punta de Tweets, decidió otra cosa. Lo decidió otro de los episodios surreales de nuestra vida común, de ese cotidiano de sobresaltos que estamos padeciendo desde hace catorce años. De manera que, no escribiré sobre el tema que deseaba, sino por supuesto, de la más reciente noticia en este escenario de lo absurdo que vivimos a diario: el regreso Presidencial.
Un regreso claro, entre gallos y media noche. Porque en este país, lo que se considera normal dejó de existir hace un buen tiempo. En nuestro país, donde nadie exige nada ni a nadie parece preocuparle lo irregular, El Presidente supuestamente juramentado por el "corazón popular" regresó de su prolongada estadía en la Isla de Cuba en plena madrugada. Nada de pompas, o transmisión en vivo. Eso ya se da por supuesto. Porque en esta Venezuela, cada vez más semejante al Macondo literario, no nos hace falta esas cosas. Se exige una fe de vida: y llega claro. En forma de dos cortos mensajes en una red social, en un grupo de fotografías sin fecha, tan sospechosas que solo ayudaron a incrementar el clima de tensión que vivimos. Pero eso no importa: el venezolano fanático, ese que llevaba décadas esperando al redentor que vendría a salvarlo de la opresión del "rico" y lo encontró en Chávez, no le importa eso. Lo importante es que el "Comandante Presidente" está "aquí", aunque nadie lo haya visto aún y no exista una prueba fehaciente de su llegada. Lo realmente importante, en esta caricatura de país, en este imperio del melodrama y lo demencial, es que ese icono creado a partir del resentimiento y el odio como forma de política, sea parte del día a día. Chávez para justificar la ineficiencia, la historia reciente, la violencia, la escasez, el caos que atraviesa el país de lado a lado. Y es que no le importa, a ese Venezolano que se viste de rojo y vocifera consignas violentas, si tiene que comer o que ocurre con esta Venezuela fragmentada, rota por los cuatro costados, cada vez más agónica. Para ese Venezolano fanatizado, enfurecido por años de diatriba política hueca, lo realmente significativo es que de nuevo, tiene un símbolo que represente la destrucción definitiva de un sueño de país. Llegó Chavez para regresar a la consigna, la lucha de clases sin ideología alguna, el enfrentamiento callejero hueco, la violencia como argumento único. Llegó Chavez y otra vez, ese Venezolano que vive de migajas, que padece en hospitales, que tiene una larga historia de humillación social a cuesta, tiene una voz que insulta, que se enfrenta, que puede ejercer el derecho al odio que sin duda, produjo años de privaciones e ignorancia.
Pero lo particular es, que esa voz ya no se escucha. Chavez, el locuaz, el lider extravagante y virulento, el orador maratonico, enmudeció desde hace dos meses. Ni una palabra, ni un saludo grabado, un mensaje para tranquilizar a sus partidarios. De hecho, Chavez - su imagen, la presencia descomunal - desapareció de la escena mediática, del escenario nacional. Entonces ¿Quién regresa? ¿Quién es esta imagen divinizada que vuelve de Cuba a mitad de la noche? ¿Cual es el mensaje que se transmite en esta ausencia notoria, en esta voz que nada dice, en este mensaje de recados de otros, donde Chavez solo es quién "manda a decir"? Un país de espectadores, un país a la expectativa. Un país que sobrevive a golpes de esperanza fatua, medio resquebrajada, a punto de romperse.
Pero Chavez regresó. Aun país donde todos somos casi 50% más pobres gracias al desorden del gasto público, un país de anaqueles vacíos de calles descuidadas, con un toque de queda perpetuo producto del hampa. Chavez - la invocación, el hombre Divinizado por una costosisima campaña publicitaria - regresó simplemente para recordarnos que este país, se gobierna a base de la ingenuidad de un pueblo huérfano, desposeído y maltrecho. Un pueblo que agradece las migajas, que celebra la violencia y que disfruta la agresión. Un pueblo que se acostumbró a ser una herramienta para el odio. Un pueblo que sigue aguardando esa gran "revolución" de igualdad e invoca a su santo patrono, el creado a su medida. El Chavez de la fe, el desconocido, el que nadie ha visto de nuevo. El que parece existir solo para recordarnos el silencio de ideas y propuestas que sufre este país.
De pie, junto a mi ventana, miro la calle de este lunes irreal, con el Ávila lastimado e incertidumbre. Un hombre vestido de harapos, camina por la calle, levantando el puño y gritando alguna cosa que al principio no escucho demasiado bien. Pero luego, me hace sonreír no suponer que era.
- Viva Chavez carajo - grita otra vez. Se detiene, trastabillea, intenta caminar de nuevo. Lo logra - llegó el comandante.
Sí, llegó. El Santo a la medida, el producto del resentimiento. El icono de la Venezuela que somos actualmente. El icono de la Venezuela que tememos y que construimos en resignación y desidia. Sí, llegó Chavez a la tragedia de un país imaginario, en fragmentos, que se derrumba cada día.
Un país en la orfandad.
1 comentarios:
muy buena reseña, nada más real
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