Soy fiel creyente en la libertad de expresión y opinión. Lo he sido desde que aprendí que la honestidad, la probidad y el poder del argumento son las armas más eficaces de las que dispone el ciudadano como yo, desarmado y que enarbola su conciencia como escudo. Por eso ejerzo mi opinión critica con toda la convicción que es mi manera de crear esperanza, de aspirar a brindarle al pensamiento y a la idea un lugar en mi cultura. Es lo que he soñado desde niña, lo que sueño ahora.
Es por ese motivo que para mi ha sido un bofetón de realidad recibir una amenaza concreta contra mi integridad física, debido a mi respuesta imaginaria a la carta escrita por María Gabriela Chavez hace pocos días. Ha sido no solo comprender a que peligro me arriesgo sino también, que es lo que está ocurriendo realmente en mi país, donde el argumento válido se condena y la grosería se ha convertido en parte de la ideología mayoritaria. Lloré, de furia y tristeza, al comprobar el nivel de descomposición cultural y social que padecemos debido a catorce años de verbo pugnaz, de odio y prejuicio. Lloré, intentando decidir si obedecía a mi conciencia o a mi prudencia. Porque borrar mi opinión, censurarme, equivale a aceptar que lo que este país sufre del peor mal concebible: el temor al pensamiento. Todavía continúo decidiendo si borraré definitivamente mi carta, o simplemente la dejaré a buen resguardo mientras el ánimo nacional recupera cierto equilibrio. Lo que si diré, es que nunca claudicaré en mi lucha solitaria, de quijote Torpe, por enfrentarme al odio al diferente, al miedo a la expresión, en propugnar la necesidad de un debate honesto, fraterno entre Venezolanos. En encontrar un punto de unión entre quienes somos contrarios. Porque si algo aprendí en esta intensa experiencia de convertirse en vocero involuntario de un grupo de Venezolanos e interlocutor de otro, es que Venezuela merece la pena, como proyecto de futuro, como esa circunstancia perenne, profundamente sentida, donde habitan los sueños que compartimos y la necesidad de comprendernos, como nación y como sociedad. Como identidad quizás.
Por ese motivo, hoy incluiré en mi proyecto "Un Libro Cada Viernes" el libro que me hizo comprender el valor del ideal, de la confianza en el espíritu redentor del fiel creyente en la justicia: "Matar a un Ruiseñor" de Harper Lee.
Como todos los libros que dejan huellas indelebles en los lectores, lo leí siendo una niña. Tenía apenas nueve años, y no tenía idea de qué trataba el libro, con su nombre tan trágico como poético. Lo leí, asombrada que quien contara la historia fuera una niña, como yo, que miraba el mundo quizá a la manera de los niños: con la fantasia que embellece la realidad y la sinceridad que la enaltece. Y la lección que recibí de él, marcó mi vida adulta. Lo hizo porque a través de esa lucha de Atticus Finch contra el prejuicio, la sociedad, el miedo y el odio, comprendí el enorme poder de la convicción, la esperanza y el poder del ideal. El libro me educó, como ningún maestro pudo hacerlo jamás, en esa necesidad del construir nuestro propia idea del bien, de levantar, con paciencia y quizás aprendizaje, una visión del mundo más grande que nosotros mismos. La trama puede parecer sencilla, pero aún así, engloba el poder de la razón y de la ética, aún en las peores circunstancias: Jean Louise Finch evoca una época de su infancia en Alabama (EE UU), cuando su padre, Atticus, decidió defender ante los tribunales - a pesar de las criticas y la mirada reprobadora de la sociedad racista - a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. Con su ritmo pausado, exquisito y hermoso, Matar a un ruiseñor muestra una sociedad asfixiada por los prejuicios raciales, la desconfianza hacia lo diferente, la rigidez de los vínculos familiares y vecinales. El poder de la pasión por la verdad.
¿Para el recuerdo? La frase que durante toda mi vida he llevado como bandera de fe: "Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pensar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence".
¿Donde puedes comprar el libro en Caracas?
Lamentablemente no he visto un ejemplar de "Matar un Ruiseñor" en ninguna librería de Caracas, desde hace unos cinco años.
Como siempre, si deseas leer el libro en formato digital, déjame tu correo en los comentarios y te lo envío.
2 comentarios:
benja0990@gmail.com. Me encanta esta sección de tu blog, todos los viernes estoy súper pendiente de ver con qué nueva joya me maravillas!!
un beso y mil gracias, A.
No buscaba encontrar un blog como el tuyo hoy, pero me alegra haberlo hecho. Supongo que sin quererlo es como se encuentran las mejores cosas. Besos.
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