La brujería siempre ha sido mi refugio. Por supuesto, es natural que encontremos consuelo en la fe que profesamos, pero en mi caso, se trata de algo incluso más intuitivo, esencial. Hay algo puro y primitivo, en sentarme desnuda - literal y simbólicamente - y abrir mi mente a mis propias preguntas, a ese cuestionamiento incesante que creo es necesario en todos nosotros. Porque la fe no consiste en dejar de dudar, que lamentable sería eso, sino en comprender que buscar respuestas es una manera de buscar más preguntas que formular, de desmenuzar el mundo en nuestras propias reflexiones e ideas. De manera que, la brujería me consuela justamente por eso. Me permite encontrar una manera de escucharme con toda claridad, en esa habitación de mi mente donde solo habito yo, donde puedo analizarme desde todos los puntos de vista. ¿Que tan bueno o malo es eso? No lo sé. Nunca lo he sabido. Quizás aún me lo cuestiono.
Mi abuela - la bruja, la sabia - solía decir que la mente necesita momentos de descanso para encontrar la lucidez. Sobre todos las muy inquietas, las que jamás dejan de pensar, reflexionar, preocuparse, imaginar. Siempre me hacía sonreír escucharla decir eso: sentía muy claramente que intentaba tranquilizarme, de consolar esa perpetuo nerviosismo mio que me resulta tan característico como mi amor por la lectura o mi adicción por el café. Quizás se trataba de eso. El caso es que siempre procuraba obedecerle, confusa y exaltada, mi mente en plena ebullición. Y realizaba este pequeño ritual que en lo particular me permite recuperar cierto equilibrio en momentos especialmente tensos:
Necesitarás:
Un puñado de Sal marina
Un puñado de granos de mirra
Dos velas azules
Un cuenco para quemar
Disposición:
Toma la sal marina y crea un circulo con ella en medio del cual te sentarás. Coloca las velas a tu derecha e izquierda y frente a ti, el cuenco para quemar con los granos de Mirra en su interior.
Cierra los ojos y toma siete largas bocanadas de aire. Concéntrate en el ritmo de tu respiración. Ahora disfruta la sensación de bienestar que te produce percibir los estimulos que te rodean: la forma como la tensión abandona tus músculos cada vez que expulsas el aire de tus pulmones, el silencio de la habitación donde te encuentras, la manera como tu cuerpo se impregna lentamente de tu energía personal. Imagina que un circulo de luz blanca te rodea. Con el ojo de tu mente, disfruta de su resplandor, de la manera como su brillo se extiende por todo el lugar, haciendo retroceder las sombras. Cuando sientas que tu nivel de concentración ha llegado a un punto óptimo, enciende la vela a tu izquierda invocando de la siguiente manera:
"Sea la Madre Plata
La voz de la Tierra
Sea su mano fecunda
el nacimiento de la idea"
Enciende la vela a tu derecha:
"Nazco y vivo cada noche
en mi capacidad de creación
Me elevo sobre las sombras y el temor
Soy en la Diosa
la pura convicción
La luz y la oscuridad
la noche y la verdad
Que sea en la energía Universal
la fuerza y la determinación
para comprender el magnitud del poder de mi voluntad.
Asi sea"
A continuación, enciende los granos de mirra procurando que ardan en un buen fuego, hasta que su exquisito aroma se extienda por toda la habitación donde te encuentras. Cierra los ojos y aspiralo lentamente, sintiendo como todo tu cuerpo se impregna de su esplendida cálidez. Ahora, imagina que te encuentras en un valle amplio, cubierto al completo de hierba verde. El sol se encuentra alto y brillante. A tu lado, se encuentra un cuenco con semillas y frente a ti, un tiesto de barro con tierra fertil en su interior. Comienza a excavar en la tierra con las manos desnudas, sintiendo su textura, la manera como el contacto con la madre Universal te llena de una energía nueva y portentosa. Disfruta de ese contacto intimo, personal, ese lenguaje más antiguo que la memoria, que se expresa a través de ese vinculo primigenio que construyes a medida que sientes el poder de la Tierra. Ahora, tomas las semillas y plantalas en el tiesto, y cubrelas. A medida que lo haces, la luz del sol se hace más brillante, cegadora, un estallido raquídeo que cubre todo el cielo. Apoya las manos sobre la tierra y siente como cada parte de tu cuerpo y espiritu se impregnan con una sensación de bienestar y pertenencia profundamente sentida. Entregate a ella, permite que la tierra y el fruto de tu conciencia purifique tu intención, tu pensamiento y convicción. El antiguo lenguaje de la fe divina en ti.
Abre los ojos. Para completar el ritual que hiciste, permite que las velas se consuman y luego, apaga el fuego que arde en el cuenco para quemar diciendo:
"Crea poder en mí
Crea fuerza en mí"
Come y bebe algo para equilibrar la energía que has obtenido mediante el ritual.
Magia sencilla, magia de ojos cerrados y espíritu libre. Tal vez la más real que existe.
C'est la vie.
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