Cuando era muy niña, me asustaba el sonido del viento. Se trataba sin duda, de esos temores inexplicables de los niños, pero a mi me producía una real angustia su sonido, ese silbido extraordinario que no podía entender muy bien. Recuerdo noches enteras, de mirar la ventana petrificada, escuchando el ulular fantasmal que golpeaba los cristales. Y no había manera real de calmarme. Mi madre lo intentó explicándome el fenómeno, mostrándome libros y dibujos que mostraban el origen del viento con cierto tedio científico, pero no me dejé convencer. Con cinco años era muy terca, con una imaginación exaltada que creía en monstruos y no en corrientes de aire, que se sobresaltaba con sonidos y pensaba que en la oscuridad, habitaban misterios. Todavía lo creo, claro, pero esa es otra historia.
Lo cierto es que finalmente le conté a mi abuela - la bruja, la sabia - de mis temores. Pensé que se reiría, ella tan elegante con su cabello rojo y sus ojos inteligentes, y sobre todo tan enorme, fuerte. Seguramente para abuela los miedos eran cosa de otro mundo, sin sentido para esa sonrisa suya que abarcaba el mundo. Pero abuela me entendió claro, ¿Como podía dudarlo?. Me escuchó explicar los escalofríos que me producía esas manos invisibles que tocaban las ventanas, ese grito que se colaba en la noche y mis pesadillas. Cuando no tuve nada más que decir, la miré, esperando que me dijera que cuando fuera un poco más grande se me pasaría el temor o me abrazara simplemente. Pero abuela en lugar de eso, me contemplo, pensando.
- ¿Le temes por qué no puedes verlo o no comprendes lo que dice?
Que pregunta tan rara esa, pienso ahora, con una sonrisa. Pero a los cinco años, tenía muchísima lógica, toda la del mundo. Así que la medité con toda seriedad.
- Que no le entiendo - confesé - que creo grita y escupe. O eso creo.
Mi abuela asintió. Porque ella entendía esas cosas. Como bruja y sabia, ella sabia como hacer las mejores galletas de avena de todas, cuales eran los libros que me harían reír, como enseñarme a cantar sin que me importara no saberme la letra de las canciones. Mi abuela era mágica por convicción.
- Entonces vamos a escucharlo.
Fue la primera vez que realizamos un ritual juntas. Después, haríamos muchos otros: extraños, curiosos, divertidos. Incluso uno que otro atemorizante. Pero siempre recordaré el ritual del viento como la primera vez que cerré los ojos y pensé: "El viento habla, habla y canta. Y yo lo escucho". Lo he pensado muchas veces desde entonces claro, con lágrimas en los ojos y las manos levantadas, pero en esa ocasión la magia tuvo ese brillo de comprender, creer, confiar. Quizás, sonreír.
La Danza del Viento:
La brujería celebra el poder y la simbologia del viento, como elemento primordial: El viento para muchas culturas es símbolo de transición, poder espiritual y libertad. El ritual que me enseñó mi abuela, además celebra el viento como nuestra capacidad para liberarnos del temor y confiar. Para hacerlo, necesitarás
7 velas amarillas
Un metro de cinta amarilla
Incienso de jazmin.
Disposición:
Para realizar este ritual, recomiendo encontrarse junto a una ventana abierta o cualquier lugar donde te sea posible escuchar el sonido del viento. No obstante, sino puedes hacerlo, no te preocupes. Concentrándote, podrás visualizar y imaginar que escuchas su sonido.
Distribuye las velas de tal manera que creen un circulo en el centro del cual te sentarás. Rodeate a su vez de la cinta amarilla ( dos círculos concéntricos es un símbolo clásico de la Divinidad ). Coloca a tu derecha el incienso de jazmín.
Ahora cierra los ojos y levanta las palmas de tus manos. Imagina que a tu alrededor, tu energía se concentra en torno a tu cuerpo en forma de ondulaciones de un brillante color amarillo. Visualiza la sensación que ese movimiento lento y cadencioso te rodea, te envuelve. Percibe la calidez, la forma como tu expresión más intima se manifiesta a través de esta imagen.
A continuación, abre los ojos y comienza a encender las velas ( en el sentido de las aguas del reloj) diciendo:
"Soy la fuerza del secreto
la Hija de la Diosa renacida
la pupila de la tierra poderosa
La ferviente creyente del poder de la Luna
La heredera del conocimiento del pensamiento creador
Llamo en nombre del poder y del tiempo universal
al viento, cuya voz podré escuchar.
En nombre de la belleza de l sabiduría en mis manos
clamo a la libertad y a la creación
Por el poder de la Diosa
que así sea"
Una vez que hayas terminado de encender el circulo de velas, alza de nuevo las palmas de tus manos y siente que el poder de la luz te rodea, llenando cada parte de tu cuerpo, cada músculo, toda la superficie de tu piel. Toma una larga bocanada de aire, sintiendo que te invade una profunda sensación benéfica de paz. Visualiza el sonido del viento, susurrando en los rincones de la habitación donde te encuentras, el leve resplandor de las ráfagas de aire bañadas por la luz de un Sol interior.
Instintivamente, sabrás cuando culminar la meditación. A continuación invoca de la siguiente manera:
" Soy el poder sin nombre
la fuerza de la montaña
la historia de la Diosa Secreta
la creación de la carne bendita
que nace del recuerdo y la creación.
Soy la hija del tiempo
Soy la fuerza infinita que nace de la convicción
Que el viento consuele mi dudas
y de fortaleza a mi decisión
En nombre de la Diosa
Así sea"
Por último, para culminar el ritual que llevaste a cabo, enciende el incienso de jazmin y disfruta de su olor. Siente como el exquisito aroma relaja tus pensamientos y te permite divagar, disfrutando del equilibrio que has obtenido mediante el pase mágico que has realizado. Come un poco de pan o bebe unos sorbos de agua, para asimilar la energía que concentraste mediante este ritual.
Sentada en la Oscuridad, escucho al viento golpear las ventanas. Sonrío, escuchando la historia que viene a contarme, tan vieja como el tiempo, tan natural como el poder de crear.
C'est la vie.
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