martes, 7 de mayo de 2013

El desastre discreto: Los cuatro accidentes cotidianos que pueden provocar un alto grado de estrés.





Como creo haber comentado en este, su blog de confianza, sufro de una enorme ansiedad social. Aunque mi   amiga @CristalPalacios no me lo haya diagnosticado aún, padezco de lo que parecer ser una torpeza crónica y sostenida para la socializar, comprender a la cultura que pertenezco y más aún, intercambiar de manera normal con mis semejantes. Y eso es bastante preocupante, siendo que las profesiones que ejerzo dependen de mi facilidad para la conversación, mi buen manejo social y mi capacidad para la llamada small Talk, ese termino yanqui que resume ese talento para la conversación banal y espontánea que no poseo. Durante años he sobrevivido con un poco de ingenio y una buena dosis de humor, pero el hecho es que mi timidez me ha ocasionado más de un trastorno cotidiano de los cuales termino riendo pero que el momento son pequeñas pesadillas de lo cotidiano.

Así que decidí escribir este artículo para celebrar ese tipo de desastre cotidiano que desconcierta pero que al final día forman parte de ese enorme anecdotario de lo demencial y lo ridículo que siempre es divertido conservar.

De manera que ¿Cuales son esos desastres cotidianos que pueden producir un alto grado de estrés  Al menos en mi caso, los siguientes:

1) El Tacón de azúcar: ( también podemos incluir la suela rebelde )

Tal vez se deba a mi mal gusto en zapatos o que siempre me he negado a gastar mucho dinero en un buen par - prefiero comprar libros, lo admito - pero lo cierto es que, mi relación con el calzado no es del todo buena. De manera que, gracias a ese hábito de comprar zapatos baratos y usarlos a toda hora y bajo cualquier circunstancia, me ha sucedido una gran variedad de accidentes que incluyen un tacón roto en una estación de Metro bastante concurrida - con caída incluida - , la suela del zapato despegándose limpiamente en mitad de la calle - y la inevitable caminata descalza hasta algún lugar próximo - y claro está, el inevitable accidente del número equivocado de calzado. De hecho, es el más común de todos mis accidentes altamente estresantes, y es muy frecuente verme o saltando de un lado a otro porque el zapato me aprieta hasta casi hacerme gritar de dolor los dedos o simplemente, resbalando de un lado a otro, debido que no le acerté a la talla y me excedí en un par de números.

¿Suceso reciente?

Me encontraba caminando con un grupo de amigos en medio de una multitud de un evento cultural reciente en Caracas, cuando un transeúnte apresurado me piso la parte trasera del zapato y la suela se despegó por completa, dejándome en medias en medio además de una abundante lluvia.


2) El extraño caso del flequillo que se encoje:

Tengo el cabello muy muy rizado, seco y esponjoso. He logrado domesticarlo - a medias y según mi humor capilar - a fuerza de tratamientos capilares y mucha paciencia. Pero claro está, los "tambores" de mis rizos siguen siendo muy evidentes, y no necesitan otra provocación que la humedad de un día lluvioso para declarar su existencia. Por supuesto, con el cabello largo, la cosa resulta mucho más controlable, pero el conflicto surge con el tamaño del flequillo. Por algún tipo de necesidad psicológica aún no clasificada, tengo más de dos años usando un flequillo corto y recto que me lleva esfuerzos conservar pero continuo insistiendo, sin que sepa muy bien el motivo. Pura estética del desaire supongo. El caso es que también, tengo la afición a recortarlo yo misma, en una especie de deporte de riesgo estético del que nunca salgo bien parada: en los últimos meses he usado el flequillo mal cortado más veces de las que puedo contar. En una cresta primorosa que ninguna tecnología al servicio de la belleza logra controlar. Revuelto y con mechones de cabello hacia todas las direcciones y claro está, tan corto que a la primera provocación de la lluvia se encoge un par de centímetros.

¿Suceso reciente?

Hace un par de días y justo en un ataque de ocio, tomé las tijeras de cortar y cometí un atentado al largo proporcional del flequillo. Lo corté justo a la mitad de la frente, locura que coincidió con el comienzo de una abundante temporada de lluvia. ¿El resultado? El inquietante flequillo que parece encogerse un par de centímetros cada vez que me miro al espejo. Ay!

3) El caso del hombre con el aliento que podría matar las flores y otros problemas de olores corporales:

Cuando me reúno con un cliente, siempre procuro encontrarme del mejor posible y además, recordarme que debo suavizar un poco mi habitual mal humor y ansiedad. Y casi siempre lo logro: al cabo de varias horas de conversación y revisión de texto, siempre logro una buena comunicación con el desconocido, a pesar de mi tartamudeo y mi habitual sensación de angustia por la conversación. Pero eso no incluye, las ocasiones en que me topo con alguien con un aliento capaz de arrasar un campo de margaritas o aún peor, un olor corporal que bien podría ser considerado arma química. Y es que a pesar de mis intentos, no puedo ser lo suficientemente tolerante para soportar el olor insultante del desconocido, que parece aumentar con el paso de las horas y hacerse más ofensivo con gran rapidez.

¿Suceso reciente?

Encontrarme con un vecino en el ascensor de mi edificio que decidió hablarme sobre su nuevo y recién comprado automóvil, mientras su mal aliento parecía abofetearme cada poco.

4) La espera en la fila del baño o no me hables, que todos sabemos a que venimos:

No sé si a algunos de los amables lectores, de este, su blog de confianza le pasa lo mismo , pero encuentro sumamente inquietante la insistencia de los desconocidos que esperan para entrar en el baño de entablar conversación. No, estimado, no quiero escucharle, no quiero saber si le gustó la película o el restaurante es bueno. Lo miro y solo pienso que viene a lo mismo que yo y probablemente en el mismo inodoro. Por tanto, no me hable, no me mire, y asegúrese de lavarse las manos cuando salga porque si lo llego a ver en el Centro Comercial o en la barra del bar, es bastante probable que de alarido de asco si se me vuelve a acercar.

¿Suceso reciente?

La desconocida que insistió en contarme sobre el rico postre que se come en un restaurante de un conocido centro comercial mientras un terrible olor se extendía fuera del baño. No, no, no quiero escucharla, no!

¿Cosas simples? ¿Te ha ocurrido alguna? ¿Me la quieres contar? Nos leemos en los comentarios.

1 comentarios:

Za dijo...

jajajaa bueno, yo vengo a contarte algunos "ridículos" que he hecho!! Uno de los primeros es lo que llama o "El ridículo con retroactivos" jajaja es ese que hiciste, no lo supiste por ser "niña" y cuando creces lo asumes, lo vives cada vez que sale la "foto" Mi caso, tendría 3 o 4 añitos, me llevaron a una fiesta de disfraces - sin disfraz - el punto es que decidieron improvisarme uno, para que no me sientiera fuer de lugar... agarraron un pedazo de papel (tal vez crepé o algo así) me hicieron un GRAN lazo rojo, lo pusieron en mi cabeza, me pintaron bigotitos y nariz de conejita y cacheticos bien ruborizados... Zuasss supuesta conejita! Por mi cara en la foto debo haber sido muy cuchi pero muy avergonzada!
El primer ridículo que pasé de niña, que recuerdo, fue saliendo del baño -tendría 6 años- con mi paño amarrado, justo venía por el pasillo un tío y se me cayó el paño mientras cerraba la puerta, fue mucha la verguenza que pasé jajaja aunque mi tío no le dio importancia y se echó a reír, yo lo recordé siempre...
Pues aprendí desde pequeña que hacer el ridículo es parte de la vida, algunos tienen facilidad para llevarse con esto y otros no pero siempre resaltó que solo significa "reirse de uno mismo o que otros se roan" pues así de simple, comencé a tomarlo con humor y como tengo facilidad para hacer cosas que causan risa -mientras me avergüenzo- me río, hago fiesta o si tengo oportunidad: me hago la loca, camino rápido y desaparezco jajajaa.
El caso de HIPO jajaa ese siempre conmigo, en momentos muy incómodos, en solitario, en el cine, en reunión de trabajo... siempre el Hipo! Pues nada, si me pilla por sorpresa en público digo "Jajajaa tengo Hipo, ay qué pena, disculpen, jajaja"
Otro caso de verguenza pública: Hace pocos años, en un viaje a Pto Ordaz, fui a un CC donde tenían esas camas elásticas para brincar, te colocan un arnés y brincas alto... pues yo cumplía años y decidí arriesgarme a hacer algo diferente, superar algún miedo y decidí subirme a eso. Oh Oh! En plena brincadera, gozando y riendo con la adrenalina característica Zuaaaas, se me rompió el pantalón por abajo jajajajaaaa... no sabía pero cuando bajé me lo dijeron y en medio de la adrenalina y la risa hice de aquello un bochinche, pocos minutos después cuando mis homonas se normalizaron quise meterme debajo de la tierra jajaa.

He botado tacones de zapatos, he hablado mal de alguien que sale por detrás de mi y justo me sorprende, he golpeado a muchos sin querer mientras hablo (porque soy manoteadora y cuando hablo muevo las manos como loca).

Una de esas cosas que me pasa siempre es que en un ascensor o en un banco o sitios donde se mantiene cierto silencio, me dan ataques de risa incontenibles jajaja... no puedo soportar esas caras largas jajaaa me dan tanta risa. Yo siento que tengo alma de payaso... dentro de mi hay una payasa. Soy tímida en ciertos aspectos, en otros muy extrovertida y se me da fácil comunicarme con grupos, pero para otras soy una descarada payada sin control!!!!

Otro de esos momentos mete la pata, siempre nombro a cantantes o artistas que no son, confundo los nombres e incluso digo que soy fan de fulano el cantante de tal banda y resulta que hago el ridículo, que ese no es el tipo jajajaa eso me ha pasado millones de veces.

Bueno, ya basta, no se cuantas cosas más he pasado... dejemos eso así jajaja!!

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