Hace poco, alguien me preguntó si consideraba la brujería como una religión - creencia - propuesta religiosa "feminista". No me molestó la pregunta, a pesar que rechazo instintivamente cualquier extremismo, venga del lugar que venga. Pero relacionar la creencia en la Diosa con el feminismo más radical, es una idea común supongo y hasta comprensible. La brujería admite y exalta la existencia de una Divinidad femenina - creativa y casi panteísta - lo cual por supuesto puede interpretarse como un rechazo a lo masculino. Y es que durante décadas, la Diosa - la percepción de la divinidad con atributos femeninos - fue símbolo de reivindicaciones políticas y sociales para diversos grupo de protesta y defensores de los derechos de la mujer.
La idea resulta lógica hasta cierto punto, aunque no existe nada dentro de la Creencia de la Diosa o en brujería que sea marcadamente "anti masculino". Pero seguramente, para las primeros grupos feministas Americanos de los años '60 y '70 la figura de la Diosa, la feminidad poderosa, dadora de vida y muerte, era muy sugerente como para pasar inadvertida. De hecho, la autora feminista norteamerica Zsuzsanna Budapest, vínculo directamente la Tradición de la Diosa y la identidad de la bruja con las luchas y reinvidicaciones feministas que se impulsaban durante la época. Junto a otras investigadoras, se creo un concepto muy concreto de Sagrado femenino, cuya cosmovisión e interpretación no solo contradecía directamente la religión Judeocristiana - Dios mecanicista y colérico - sino que además, intentaba desligarse de toda concepción patriarcal de la divinidad.
Tal vez a esas primeras interpretaciones y renovaciones del mito de la Mujer Sagrada y la Divinidad, se pueda atribuir el renacimiento de la visión espiritual donde la feminidad tiene un peso preponderante y sobre todo significativo. Aún más, gracias tal vez a esa necesidad de identificación de toda esta nueva generación de mujeres que intentaban encontrar una fe que antes que limitarlas, les brindara identidad, surge la Espiritualidad Femenina que celebra a la Gran Diosa inmanente en la naturaleza, en las mujeres y en las relaciones culturales que surgen de esa cosmovisión. Un tipo de espiritualidad y de visión de lo divino que devolvió a las mujeres el derecho a la libertad de culto sin una autoridad religiosa masculina a la cual deba obedecerse.
¿Pero es esa concepción de la creencia directamente un directo rechazo a lo masculino? Por supuesto que no: La Divinidad femenina como propuesta no niega la existencia de lo masculino o lo supedita a lo femenino. En realidad, en la Brujería - al menos como la practico yo - el hombre y la mujer se perciben como iguales, se complementan. Crean un espacio en común donde la convivencia está basada en la aceptación y la interpretación de la diferencia como un lenguaje constructivo. Para la Brujería y de hecho, me atrevería a decir, para la mayoría de las religiones y creencias basadas en el Culto a lo femenino, la identidad del hombre se equipara en igualdad de condiciones a la de la mujer. Obviamente un concepto semejante para una sociedad restringida y prejuiciada puede parecer radical, y se opone a la mayoría de las aseveraciones culturales sobre el estereotipo de la mujer clásico, pero no implican, bajo ningún aspecto, una visión de odio a lo masculino o algo semejante.
Claro que, este sesgo feminista de la brujería trajo su propia consecuencia inmediata: una interpretación de la creencia de la Diosa que cumplía una función concreta: La Diosa - como valor y simbolo - comenzó a formar parte de proyecciones políticas, sexuales, de género, ecológicas y comunitarias que representaban a la mujer como identidad independiente, más allá de su concepción como parte de sus papel culturalmente aceptado. Y es que sin duda debió ser profundamente atractivo para todos los movimientos que buscaban la deconstrucción del mito de la Mujer como frágil, dependiente y sumisa, toda esta nueva imagineria de la mujer podeosa, la feminidad agresiva y salvaje: La gran Diosa expresaba la identidad femenina como una manera de creación positiva, otorgando libertad, dignidad y poder de vinculación con otros sin subordinación sexual. Por otro lado, toda la mitología religiosa Cristiana que disminuye y estigmatiza a la mujer se transforma en una percepción de lo femenino como creador y espiritualmente activo: El Paraíso perdido y la tentación de Eva - y su posterior caída - el Dios padre, el Diablo y la necesidad de redención de la naturaleza caída no forman parte de esta cosmovisión ancestral.
El despertar de la Gran Diosa:
Mi abuela - la bruja, la sabía - solía decir que en un futuro, la espiritualidad y la visión cultural podrían converger en un punto concreto. Una idea que siempre me encantó: me gusta pensar que todo este movimiento del redescubrimiento de la Diosa y la identidad de la mujer como Sagrada se perpetuará en el tiempo, tendrá una manera de evolucionar, sin que se necesite antagonizar con otras ideas religiosas u oponerse directamente a ninguna de ella. Porque la mujer espiritualmente creativa, activa, poderosa se reconoce a si misma como individualidad y comienza a plantearse ideas intelectuales independientes. La espiritualidad es un proceso de crecimiento, de comprensión de tu propia manera del mundo. Una forma de crecer.
La Antigua Religión, la Brujería tradicional, el neopaganismo y cualquier otra forma de espiritualidad que aspire a otorgar a lo femenino un lugar preponderante, analiza la fuerza interior como una forma de magia. Una idea que expande nuestra percepción de lo religioso, el motor de la fe, abarcando extremos tan diferentes como nuestra percepción del mundo, nuestra visión de la creación como lenguaje personal y más allá, nuestra identidad como individuos. Para las mujeres de la Diosa, la religión es una dimensión de la vida demasiado importante para dejarla sólo en manos de los varones y de las religiones patriarcales como únicas opciones de espiritualidad. Las mujeres que no se identifican con el ateísmo o el agnosticismo, desean terminar con el vacío de sacralidad que el patriarcado dejó en sus almas y cuerpos. Un vacío casi siempre ocupado por imágenes negativas de sí mismas. El retorno de la Diosa expresa esa necesidad y ese derecho.
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