sábado, 27 de julio de 2013

La brujería, la bruja, la fe: ¿Que es la brujería actualmente? Más allá de la estrella de cinco puntas, la escoba y el caldero.






Cuando tenía unos dieciocho años, decidí comenzar a investigar los orígenes antropológicos de la Brujería. Lo hice, contra la opinión general de mis tías y primas, a pesar de la sorpresa de mi abuela y con el apoyo de mi tatarabuela, Paula. Me pareció muy gracioso que entre todas las mujeres de mi casa, la única que comprendiera mi idea, fuera esta anciana casi centenaria, que solía escucharme sentada detrás de su maquina de Singer de motor, cosiendo sin parar. Me gustaba el sonido seco de las puntadas, la manera como sus dedos nudosos acariciaban la tela. Era un buen lugar para hablar en voz baja cosas importantes.

Fue en su habitación de costura, donde le conté mi intención de comprender la brujería desde una óptica más científica, digamos. Me preocupaba que muchas veces, sentía que había un directo menosprecio por mi creencia, debido esencialmente a que no parecía provenir de ningún lado. Cuando le dije eso a mi tia M., me lanzó una de sus coléricas miradas miopes.

- Viene de tu corazón - me respondió. Preferí tomarme un sorbo de café a responderle lo que pensaba: aunque era una hermosa idea, no me satisfacía en absoluto. ¿De donde provenían nuestros rituales? ¿Quién los había recopilado por primera vez? ¿Por qué continuábamos conservándolos como parte de nuestra historia familiar? No tener respuesta para eso me incomodaba. Sentía que mis creencias parecían provenir únicamente desde el folclor, un punto de vista literario. Algo menos que una idea abstracta que se conversaba en libros artesanales, una idea de Fe que se transmitía más por costumbre que por convicción- Era algo válido, me decía mientras pulía mi Daga de metal de las ceremonias. La religión y la fe son fragmentos de costumbres culturales. Pero...¿De donde provenían las mías?

Mi abuela - la bruja, la sabia -  me escuchó con su habitual paciencia. Le expliqué que había investigado sobre la brujería en los libros de mi querida Biblioteca Nacional y solo había encontrado retazos de leyendas, mitos e historias medievales. Nada que se pareciera a nuestra familia. Le hablé de la Wicca, del neo paganismo, sin atreverme a preguntarle directamente lo que pensara. ¿Eran esas reinvenciones de la creencia pagana una nueva forma de ver la fe? De ser así, ¿Que ocurría con la nuestra? ¿Perdía valor? ¿Se convertía en una idea meramente doméstica? En una ocasión, había tenido una discusión con un compañero de clases de la Universidad, que insistía que la brujería era una especie de pacto de mujeres. Una idea social que apoyaba lo femenino como sagrado como necesidad.

- La Brujería es una religión como cualquier otra. El problema que surge al momento de analizarla de manera tradicional es que probablemente el ataque que sufrió durante siglos, destrozo y tergiverso cualquier fuente de información confiable  - me explicó mi abuela - o aún peor: su enemigo declarado se convirtió en el único capaz de dar una versión sobre ella.
- ¿La Iglesia? - pregunté. Recordé lo que había leído sobre la caza de brujas: las escenas de pesadilla de mujeres siendo asesinadas de manera cruenta por delitos tan desconcertantes como "tener un lunar visible" o "saber leer". Mi abuela suspiró, con cierto cansancio.
- La Ignorancia, más bien. La Iglesia solo es una institución que abrió la puerta a lo peor de los que juzgaron, torturaron y asesinaron - dijo. Esa idea me dio aún más miedo que las imágenes de los juicios públicos que había imaginado por meses - El temor a lo desconocido y a lo diferente, el prejuicio puro fue el motivo de la gran mayoría de las muertes por acusaciones de brujería durante siglos.

Medité sobre la idea. Durante los últimos meses, había leído sobre las leyes religiosas, implacables y sangrientas, que durante años se habían aplicado contra la brujería. No obstante, lo realmente temible no era solo el hecho que una institución de poder como la Iglesia apoyara el asesinato de miles de mujeres inocentes debido a ideas basadas en el odio, sino que los ejecutores, los verdaderos verdugos de casi todas las victimas, habían sido sus propios padres, esposos, hijos, vecinos. Me producía verdadero pánico, los detallados testimonios en Corte que había encontrado en algunos libros recopilatorios: Padres acusando a sus propias hijas de brujas. Esposos enviando a la muerte a la mujer con quienes compartían el pan. Una idea inquietante y que tal como sugería mi abuela, indicaba que la tragedia no solo había ocurrido debido a lo hecho por la Iglesia, sino también a la ignorancia de quienes habían creído en la idea.

- No seas tan dura. La realidad no es tan sencilla. La crueldad es simple. Las motivaciones humanas, nunca  - respondió mi abuela cuando le expliqué esa idea. Nos encontrábamos en su biblioteca. Me gustaba estar allí. No era ni ordenada ni pulcra: había libros mal colocados en todas las estanterías, extraños objetos colgados entre los travesaños, hojas de papel con párrafos copiados entre los Libros apilados de cualquier modo en las esquinas. Tenía un indudable aire de cálido desorden.
- ¿Dura? Eran hombres que enviaban a morir de una manera horrible a la madre de sus hijos, a las mujeres que conocían de toda la vida - insistí.
- Lo hacían porque la Iglesia era un órgano de poder incontestable. Era el conocimiento de un Dios despótico y severo sobre la tierra. ¿Quién podría oponersele? ¿Quién podría enfrentarse a un juicio de Inquisición que podía asesinar por motivos sin sentido? Tu misma lo has dicho: todos los cargos eran ridículos.
- Yo habría defendido de la manera que fuese a una de mis parientes - declaré con esa valentía de quién esta sentado cómodamente en una poltrona de flores y escucha la historia a considerable distancia. Mi abuela me contempló largo rato.
- Probablemente muchos lo hicieron. Y murieron también - contestó.
-¿Entonces? ¿Cuando hablas de Ignorancia a que te refieres? - pregunté confusa.
- A la Ignorancia de la época, a la cultura de la opresión, al tiempo donde la única posibilidad real era asumir, obedecer. Rebelarse era un delito.
- Siempre habrá rebeldes - declaré. Mi abuela sonrío.
- Por supuesto, y gracias a esos rebeldes, es que tu y yo estamos hoy aquí conversando sobre brujería.

La idea me zarandeo. Me dejó un poco aturdida. Nunca lo había considerado de esa manera. En las semanas que siguieron, pensé en todas esas mujeres y seguramente hombres, que habían temido a la Iglesia, pero que se habían enfrentado a ella como podían. Imaginé rituales en la oscuridad, temerosos, pero que celebraban la Herencia a pesar del miedo. Imaginé la estrella de cinco puntas escondida, garabateada en algún libro. El olor de las plantas medicinales escondido entre el aroma de la cocina de una mujer que sonreía al reconocerlos. Una imagen hermosa. Reconfortante. Sobrevivir a la muerte, a pesar del dolor.

La Brujería: El tiempo y la magia. 

Seguí investigando. Por meses, años enteros, revisé pacientemente catálogos de librerías y bibliotecas, escribí correos a profesores de antropología de varias universidades, conversé con profesores de historia que me escuchaban un poco desconcertados. ¿La brujería más allá del mito? A todos parecía sorprenderle la idea. Les mostraba mi estrella de cinco puntas, le hablaba sobre mis rituales. Me escuchaban asombrados, como si fuera una especie de rareza cultural. Pero todos me brindaron algunas ideas interesantes al respecto. Y de hecho, fue gracias a esas fructíferas conversaciones que poco a poco, comencé a dibujar la historia de la brujería para satisfacer esa necesidad mía de comprenderla más allá de mi misma.

Una de las fuentes de información más interesantes que encontré,  fue la realizada por el doctor en Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona Rafael M. Mérida Jimenez, en su obra titulada "El gran Libro de las Brujas"  El libro, analiza la Brujería desde una visión casi científica, intentando desligarse en lo posible de ese concepto que define a la brujería a través de su contraposición con la religión tradicional. De hecho, para Mérida Jimenez, la brujería  "forma de tradición oral esencialmente femenina y cuyo saber es por completo heteredoxo, lo cual no resta su valor intrínseco". Algo que me agradó mucho del escritor en que intenta construir su propia definición sobre la brujería, más allá de los habituales expertos como Caro Baroja, una referencia habitual sobre el tema, que sin embargo insiste en una visión muy tradicional sobre cualquier interpretación de la brujería como forma de fe y más allá, como una visión religiosa por si misma. Personalmente siempre me he tenido la impresión que Baroja menosprecia a la brujería, intentando catalogarla como una creencia más o menos rural e insistiendo en la visión cristianizada al respecto. Por eso me agradó que Mérida Jimenez  se refiriera al escritor como: "un reputado autor, que sin embargo confunde con frecuencia aspectos sociológicos y la terminologia tradicional con el ángulo religioso, social y artistico de la concepción de la Brujeria como expresión de fe". ( El Gran Libro de las brujas, Rafael Mérida Jiménez, Editorial Océano, página 9) De manera que el Libro, me permitió analizar a la Brujería tal como lo necesitaba: una forma de comprender el valor real de una religión concreta.

También encontré que la Brujería, tiene un claro origen histórico: diversos estudios antropológicos han demostrado que la Brujeria, también llamada Antigua Religión, se originó por una evolución paulatina de las creencias animistas de las comunidades Neoliticas. Como apunta la Antropologa Migene Gonzalez Wippler en su libro "Magia, Hechizos y Ceremonias": "las comunidades neólitocas desarrollaban ritos mágicos en el periodo de Equinoccios de Primavera y Otoño, y durante los solsticios de Verano e invierno. Todavía no es posible determinar si estos ritos fueron celebrados con conexión con la agricultura y el culto al sol, lo que sabemos con seguridad es que estas épocas se volvieron sagradas para la humanidad, y su similitud con rituales pre cristianos de paganismo es evidente y obvia".

La idea me asombró. Por supuesto, era una niña sin real experiencia en investigaciones antropológicas, que estaba fascinada por el caudal de información que surgían de muchas fuentes y que parecían estar todas relacionadas con la magia, tal y como yo la concebía. Leía con avidez la historia de Sumería - una civilización misteriosa que nunca ha podido ser comprendida en realidad - hasta los elaborados rituales Egipcios, que celebraban el Sol y la muerte como fuerzas incomprendidas. Pero a medida que avanzaba, encontré que la información me superaba, que las ideas entremezclarse entre sí. Desalentada, se lo comenté a mi tatarabuela.

- Es natural, todas las grandes culturas y civilizaciones han creído en la magia, de alguna u otra manera - comentó. Se inclinó sobre la mesa de costura, cortó con cuidado la tela con unas enormes tijeras de metal. A pesar de su avanzada edad, su pulso era firme.
- Eso quiere decir que provenimos de ningún lado - me quejé, desalentada. Mi abuela soltó una sus carcajadas atronadoras.
- Al contrario, venimos de todas partes - dijo. Siguió cortando, con todo cuidado la tela hasta que consiguió las piezas de lo que supuse sería una blusa o algo parecido - la magia no tiene un único origen: sería como decir que el pensamiento del hombre, su filosofía y sus temores tienen un único sentido.
- Pero los Cristianos tienen a Jesuscristo, los Budistas a Budha. Saben de donde proviene lo que hacen, quienes son - insistí. La idea me inquietaba, me hacia sentir que mis creencias eran parte de un todo abstracto que no podía comprender muy bien. Mi tatarabuela asintió, enhebrando la aguja con una habilidad que me sorprendió.
- Los Cristianos y muchas religiones tienen un símbolo que los define, un hombre Santo que ordenó sus creencias hasta brindarles sentido y hacerlas comprensible - dijo - pero nosotros somos parte de una tradición que evolucionó con la conciencia Universal. Y forma parte de cada uno de nosotros. Somos nuestro propio dogma, la visión que evoluciona.
- ¿Eso es suficiente? - pregunté con sincera preocupación.

Mi tatarabuela no contestó de inmediato: tomó los trozos de tela, los colocó sobre la mesa y empezó a coser. Con una paciencia exquisita, una habilidad de puntadas y ritmo que me sorprendió. La observé, avanzar, punto a punto, transformar lo que habían sido poco antes, un montón de tela en una blusa, una pieza de vestir que me pareció hermosa. Cuando terminó, la extendió sobre sus rodillas y la estiró con sus manos callosas, llenas de venas brotadas. Sabia que tatarabuela sufría de artritis y me pregunté si coser le hacia doler. Se lo pregunté.

- Siempre hay dolor - comentó - pero siempre hay aprendizaje.

Acepté el pequeño reproche con una carcajada. Ella me guiñó un ojo.

- Un día aprenderás que no necesitas que nadie te diga quien creer o como deben ser tus rituales. Ni los Libros de las Sombras que heredarás o las creencias que asumirlas como personales. Habrá dolor en ese aprendizaje, pero también conocimiento.

Me extendió la blusa recién terminada. La tomé entre las manos y acaricié la tela, el delicado estampado de diminutas florecitas. Pensé si algún día podría comprender eso, si la idea de creencia sería tan amplia y real como para responsabilizarme sobre ella. Esperaba que sí, lo deseaba fervientemente. Mi tatarabuela se inclinó, con dificultad, y me besó en la frente. Un beso amoroso, de labios secos y firmes. Magia antigua.

- Siempre recuerda: Lo esencial de las creencias mágicas que dieron como consecuencia de la necesidad de todos de buscar el origen de todo, la respuesta única a cada cosa creada o que puedes ver. Hay quien la encuentra en un profeta, o en una religión. Hay quién busca siempre.  En estos mitos, en la búsqueda del origen de lo Divino yacen el origen de la magia y la religión que se une a su definición y son la chispa que enciende el misticismo humano.

Se levantó, encorvada y solemne. El cabello blanco, trenzado al descuido, le cayó sobre el hombro derecho. La miré alejarse con paso lento por el pasillo, riendo, hablando a gritos con alguien de la casa. Yo seguí allí, mirando la blusa hermosa, disfrutando del calor del silencio. Pensando en magia. Pensando en fe.

A veces, recuerdo esa escena. Me gusta hacerlo. Me gusta recordar mi búsqueda, que nunca ha terminado. De hecho cambió: ya no busco solamente el origen. Busco el cuestionamiento, la pregunta que no me he formulado aún. Y me pregunto a donde llegaré, quién seré cuando encuentre la respuesta y que otra cosa intentaré encontrar, más allá de mi curiosidad - infatigable - y mi necesidad de crear.

C'est la vie.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanta tu blog. Hoy me inspiraste a seguir con mi busqueda de respuestas,lei este articulo algunos autores y libros interesantes para buscar y leer, tambien me estoy empezando a aceptar un poco mas mil gracias por eso.

Libicni Rivero.

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