miércoles, 16 de octubre de 2013

De la salud femenina y otros dilemas: ¿Qué tanto conoces tu cuerpo?





Hace unos meses me llevé ese tipo de sobresalto que toda mujer adulta sufrirá alguna vez: realizándome el autoexamen de senos mensual, encontré una especie de bulto - o así me lo pareció - en mi seno derecho. El miedo me paralizó: desnuda frente al espejo, me contemplé frágil y desconcertada. ¿Realmente está ocurriendo esto? De pronto, tuve cientos de pensamientos que parecían resumirse en una única idea de peligro. Me recorrió una sensación muy exacta de desastre casi trágica y antes de que pudiera razonar que ocurría - o comenzar a decidir que hacer a continuación - me encontré pensando confusamente en todas las cosas que podrían haber provocado ese momento de pesadilla. Hice un repaso a mi dieta desordenada,  mi vida sedentaria,  mi descuido médico y me pregunté si de alguna manera yo había provocado lo que sea que ocurriera a continuación. Pero la gran pregunta era en realidad ¿Qué estaba sucediendo exactamente?

Cuando telefoneé a mi médico de confianza, estaba llorando. No un llanto nervioso e incontrolable, sino algo más intimo y doloroso. Él escuchó lo que le decía en un preocupado silencio y luego me hizo algunas preguntas que solo consiguieron asustarme más - ¿Observas algún cambio en tus senos además del bulto? ¿Tus pezones tienen un aspecto normal - y por último me recomendó ir a su consultorio. Colgué la llamada bastante convencida que me encontraba a las puertas del desastre, de uno muy privado, impensable. Porque la salud es una idea frágil pero nunca comprendemos realmente esa fragilidad hasta que la amenaza se hace real, cercana. Temblando, intenté tranquilizarme, recordar todo lo que sabía sobre los diagnósticos de cualquier padecimiento mamario. Pero solo sentí angustia: Una muy dura de asimilar.

Los días que siguieron, fueron una pesadilla privada. Acudí a la cita con mi médico, que me revisó y al no poder concluir nada del simple tacto  me remitió a un especialista. Tenía la inquietante sensación que cada hora que pasaba, la situación se hacía más preocupante. Intenté esperar con la mayor tranquilidad posible el diagnóstico médico - cualquiera que fuera - pero muy pronto, comencé a leer información vía web que solo logró asustarme aún más. Cifras sobre recurrencia del cáncer del mama en mujeres de mi edad, mortalidad, síntomas. Todos eran distintos, todos arrojaban diferentes expectativas y formas de asumir la idea sobre mi salud. Al final, me encontraba paralizada de miedo, uno muy real y desesperante. Los días antes de la cita con el especialista parecieron transcurrir con una lentitud agónica, casi irreal. Me despertaba a mitad de la noche, acariciándome el seno derecho y pensando en qué podría estar ocurriendo. Que pasaría después.

Finalmente, acudí a la consulta con el especialista, una doctora casi tan joven como yo que me dedicó una mirada preocupada en cuanto crucé la puerta de su consultorio. Me hizo sentar y después de escuchar mis explicaciones y leer el informe médico, aguardó en un sabio silencio. Creo que nunca asumí realmente el miedo y la angustia que me atormentaban como durante esos segundos.

- ¿Me voy a morir? - dije de pronto. Allí estaba la pregunta. La que me atormentaba, la que apenas me permitía un momento de sosiego. La doctora sonrío.
- ¿Por qué no intentamos saber primero que te ocurre para después hablar sobre muerte? - sugirió. Luego sonrío - igualmente, cálmante. No todo es tan sencillo ni tan evidente. Y es probable que te lleves una buena sorpresa con el resultado.

Tenía razón. No solo no padecía de cáncer sino que resultó que el quiste en mi seno era debido a una condición médica muy común y de la que nunca había oido hablar: Fibrosis, una súbita y en ocasiones inexplicable rigidez en los tejidos conectivos que rodean al seno, lo que causa áreas de abultamiento, engrosamiento e hipersensibilidad en el tejido mamario. Según me comentó mi doctora, la fribosis ocurre en muchas oportunidades sin que exista un motivo concreto - como en mi caso - y tener la misma apariencia y también sintomas concretos que afecciones muchas más graves. Escuché el diagnóstico temblando de una mezcla de alegría e incredulidad.

- ¿No me voy a morir entonces? - insistí. La doctora sonrío.
- No de esta, al menos.

Reímos juntas. Era extraordinario poderme reírme, luego de tantas días de tensión y una preocupación borrosa y casi dolorosa.  Tuve una curiosa sensación de liberación, de haberme encontrado al borde del desastre y luego retroceder en el último momento. Pero la experiencia me enseñó algunas cosas y me hizo pensar en unas cuantas otras. Por ejemplo, que conozco muy poco - o casi nada - acerca de  padecimientos que pueden afectar mi cuerpo y que a pesar de no revestir inmediata gravedad, son lo suficientemente preocupantes como para afectarme en el futuro.


Sobre la salud femenina y otras sutilezas: ¿Cuando debemos preocuparnos? 

¿Qué tanto conoces tu cuerpo? ¿Qué tanto conoces sobre los padecimientos más comunes que una mujer adulta puede padecer? ¿Estas conscientes de cuales son los riesgos y de cual manera debes afrontar peligros reales para tu salud? Yo no lo sabía hasta que tuve que enfrentarme a uno potencialmente destructor. De manera que decidí recopilar un pequeño resumen de cuales son las enfermedades y síntomas que debes tener en cuenta si como yo, eres una mujer adulta y además, no cuidas de tu salud de la mejor manera.

¿Y cuales serían estos pequeños sobresaltos de salud que deberías tener en cuenta y que podrías haber ignorado? Los siguientes:

Fibrosis mamaria:


Las cifras de cáncer mamario son alarmantes, pero también lo son todo una serie de afecciones menores que podrían suponer un riesgo para tu salud. De manera que además del tradicional autoexamen de los senos - que debes realizarte con toda la frecuencia posible - presta atención a una serie de síntomas que en ocasiones ignoramos y que también podrían indicar todo tipo de problemas que aunque no potencialmente mortales, podrían afectar tu salud a largo plazo. Existe un altísimo número de mujeres que sufren de masas ( nódulos, protuberancias ) en el tejido causada por fibrosos o quistes, que provocan cambios concretos en las paredes musculares mamarias que en el futuro, podrían amenazar tu salud. La fibrosos, como comenté más arriba, son pequeños nódulos provocados por  tejidos en formación parecidos a una cicatriz ( de textura y aspecto fibroso ) y que al tacto pueden parecer protuberancias sólidas.

¿Cuales son los sintomas de la fibrosis mamaria?

*Inflamación, sensibilidad o dolor en los senos.
* Dolor y molestia en las axilas.
* Abultamientos en los senos. Las áreas quísticas están siempre en el mismo sitio, y aumentan de tamaño o se encogen en relación con el ciclo menstrual. Si ejerces presión sobre ellas las sientes más densas, y los abultamientos pueden moverse en lugar de parecer adheridos al músculo de abajo.


¿Son peligrosos los tejidos fibrosos y los quistes simples?

En principio no pero puede llegar a  serlo, debido a que provocan cambios de tejido que aumenta las posibilidades que sufras cáncer de seno. De manera que acude a un especialista aunque notes que la protuberancia desapareció luego de tu período menstrual: es bastante probable que el síntoma regrese de nuevo al mes siguiente y muy probablemente, con mucho más dolor.

Ovario Poliquístico: 

Mi amiga P., comenzó a sufrir de una serie de problemas de salud que intentó ignorar hasta que afectaron su vida cotidiana. Desde padecer dolores menstruales paralizantes, súbitos cambios de humor hasta síntomas inexplicables como un aumento considerable en el acné que sufría y un nerviosismo que no podía controlar. Finalmente, y luego que los síntomas se hicieran más frecuentes  - y sobre todo, insoportables- acudió a su ginecólogo, convencida sufría de algún tipo de cuadro médico muy grave. Pero resultó que padecía de un trastorno muy común: Ovario políquistico.

Cuando conversamos sobre el tema, P. me comentó que no acudió al médico mientras pudo manejar el problema en privado. Me recordé a mi misma, sentada en la oscuridad, palpándome la protuberancia del seno derecho, atormentada por todo tipo de pensamientos inquietantes. La comprendía muy bien.

- Creo que al final, me asustó el hecho que no comprendía que ocurría con mi cuerpo - me explicó - como si hubiese perdido el control sin saber exactamente el motivo.

De hecho, le estaba ocurriendo exactamente eso: El ovario políquistico es una enfermedad que produce un súbito desequilibrio en las hormonas sexuales femeninas, lo cual provoca un inmediato cambio en el ciclo menstrual y todo lo que puede suponer una perdida del equilibrio hormonal del organismo femenino. Como P., muchas pacientes sufren de síntomas que no se relacionan directamente con la salud reproductiva, lo que hace que el diagnóstico sea más complicado: desde desmayos hasta cambios súbitos de humor e incluso, en caso especialmente graves, perdida de la memoria, hinchazón de articulaciones y caída del cabello.

¿Cual es la causa del Sindrome Ovario poliquístico? 

Ningún estudio médico es concluyente sobre lo que produce el desequilibrio hormonal que provoca el síndrome: podría deberse desde a nuestros hábitos alimenticios hasta el nivel de actividad física. No obstante, casi siempre el trastorno presenta un patrón recurrente: el síndrome se diagnostica en mujeres de 20 a 30 años, cuyas madres y hermanas lo han padecido previamente.

¿Cuales son los síntomas del Síndrome de Ovario poliquístico? 


* Problemas en el ciclo menstrual:  Ausencia de períodos menstruales por varios meses consecutivos.
* Períodos menstruales irregulares y muy dolorosos: El síndrome puede provocar desde calambres pélvicos muy agudos hasta sangrados muy abundantes.
* Aumento de vello corporal en el rostro, el pecho y el abdomen.
* Caída del cabello.
* Cambios cutáneos.

¿Realmente las pastillas anticonceptivas pueden mejorar los síntomas del Síndrome Poliquistico? 

Siendo un síndrome que puede amenazar seriamente tu salud, la primera recomendación es que acudas a tu médico de confianza para que pueda medicarte de manera apropiada. No intentes automedicarte: Un médico que consulté para la redacción de este artículo me explicó que la gran mayoría de las mujeres intentan mejorar los sintomas tomando pastillas anticonceptivas, lo cual puede ayudarlas...o empeorar el problema. Recuerda que el Ovario poliquístico es un desequilibrio hormonal y cualquier tratamiento debe analizar que está ocurriendo en tu cuerpo para que sea realmente efectivo.


Virus del papiloma humano.

El día que fui a recibir los resultados de los mis últimos exámenes médicos, una vez descartado cualquier cuadro de especial gravedad, aguardé durante casi una hora que mi médico ginecólogo me atendiera. En la sala de espera, se encontraban una mujer joven con aire nervioso y otra un poco mayor, con la cabeza cubierta por un bonito pañuelo de colores. Tenía el rostro pálido y delgado, la piel amarillenta y una expresión de profundo cansancio en el rostro. Preocupada, intenté no mirarla de manera indiscreta, pero no pude evitarlo. Finalmente ella me sonrío: Un gesto dulce y cansado.

- Cáncer - me explicó con toda sencillez. No dije nada o mejor dicho, no supe que decir de inmediato. La mujer sentada a su lado, la miró sobresaltada, como si la palabra que la mujer acabara de pronunciar no solo la desconcertara sino que además, le provocara un genuino malestar. La mujer del pañuelo la ignoró - Ya pasó lo peor.

- ¿Que tan duro fue? - no sé por qué pregunté algo tan indiscreto y de mal gusto, pero lo hice por completa buena fe. Miré a la mujer a la cara, avergonzada, sin saber como disculparme pero ella solo acentuó su sonrisa beatifica. La chica que nos escuchaba apretó las manos sobre sus rodillas.

- Saber que pude evitarlo.

Me contó que sufría de cáncer de cuello uterino debido al virus del Papiloma humano. Con una sinceridad que me asombró, me explicó que había contraído el virus de su ex esposo y que lo había padecido por años, antes que lo supiera. Para entonces, el padecimiento había desembocado en algo peor: Una preocupante forma de cáncer poco frecuente que le había llevado años erradicar.

Suele decirse que el cáncer de cuello uterino es un asesino silencioso, tal vez porque muchas veces los síntomas pasan desapercibidos para el paciente hasta que el cuadro se hace muy grave. Muy probablemente por ese motivo es el segundo cáncer de la mujer en frecuencia en recurrencia en la población femenina mundial - después del cáncer de mama -  y es el principal cáncer de la mujer en la mayoría de los países en vías de desarrollo, donde ocurre el 80% de los casos de cáncer de cuello uterino. Lo que muy pocas mujeres saben es que el virus del papiloma humano puede incrementar el riesgo de padecer la enfermedad  de manera considerable.

El papiloma humano es un grupo de virus - al menos se han identificado unos 100 tipos de variantes - especialmente virulentos y que producen cambios específicos en el organismo de quien lo produce casi de manera inmediata. Se cree que casi 40 tipos del virus se transmiten sexualmente e infectan el aparato genital masculino y femenino. Las verrugas genitales, por lo común, son causadas por los tipos VPH-11 y VPH-16. Estos tipos de VPH también pueden producir verrugas en el cuello del útero, en la vagina, la uretra y el ano.


Lo más peligroso del VHP ( en sus siglas en inglés ) es que  muy probablemente, la mayoría de las personas que lo padecen jamás lo sabrá:  No presenta síntomas y con frecuencia, el sistema inmunológica inactiva el virus ppr largos períodos de tiempo. Según recientes estudios,  en alrededor del 90% de los casos,  el sistema inmunológico del cuerpo elimina la infección con el VPH dentro de 2 años, pero existe también posibilidad que las infecciones del VHP no sean eliminadas naturalmente. Esto es lo que suele causar cambios celulares que con el transcurso de los años puede derivar en gravísimos casos de cáncer.

De manera que la única manera de combatir el VHP es la prevención: responsabilizate de tu salud sexual, desde exigir el uso de condones a tu pareja hasta acudir a la consulta ginecológica cada seis meses. Ninguna precaución es poca, como me lo recordó la mujer de sonrisa triste ese día en la sala de espera.

- Tengo mucho miedo - me explicó - pero también mucha furia. No dejo de pensar que pude haberlo evitado...o quizás solo haber podido tener mayor control sobre lo que estaba a punto de suceder.

Sus palabras me sacudieron. Cuando finalmente entró a su consulta, la miré caminar con paso lento por el largo pasillo que separaba la sala de esperas de las oficinas interiores y su silueta me pareció trágica en su fragilidad. Y comprendí su temor, pero sobre todo su furia. Una victima más de esa ceguera selectiva que todos padecemos de vez en cuando respecto a nuestra salud.

Del aprendizaje y del tiempo personal.


Mi doctor me sonríe mientras le explico todo lo que he aprendido sobre mi cuerpo - y mi responsabilidad sobre él - durante los últimos meses, luego de lo que llamo con frecuencia "El gran susto". Me conoce desde hace años y sabe lo descuidada que he sido con mi salud. De manera que debe resultarle toda una sorpresa esta nueva actitud, este renovado interés por cuidar de mi organismo y más aún, asumir el peso de mis decisiones con respecto a lo que puedo hacer para mantenerme sana.

- De manera que atreviesas una especie de etapa iluminada - bromea. Sonrío, pero para mi, la cosa tiene otro sentido: recuerdo la dura sensación de vulnerabilidad de las noches en que me acariciaba el seno derecho sin saber que esperar y también, el rostro de la mujer enferma en el consultorio. Ambas ideas parecen sugerir una única visión de las cosas, un concepto que cada día se hace más claro: la responsabilidad que tengo sobre mi futuro y más allá, sobre mi propio cuerpo.

Una manera de asumir mi propia vulnerabilidad quizás pero a la vez comprender que quizás, esa puede ser mi mayor fortaleza.

C'est la vie.


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