Un amigo francés una vez que me comentó que los Venezolanos le parecíamos "Criticones". A lo que yo le respondí, creía que los franceses eran quejumbrosos. Ambos terminamos riendo y comparando nuestros respectivos gentilicios y llegando a la conclusión que un país se mira - se comprende - a través de la opinión de sus ciudadanos, de su forma de construirse una visión crítica sobre lo que viven, comparten, asumen como parte de la realidad de todos los días. Pienso en eso mientras leo sobre el CESSPA ( siglas de Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria ) y sus implicaciones. ¿Qué ocurrirá cuando la opinión, la crítica y la queja sean percibidas como un problema de seguridad nacional? La idea me asusta.
No es que el Gobierno Boliviariano haya sido hasta ahora muy tolerante con la crítica. Como toda visión militarista de la política que se precie, a la Revolución roja le molesta y le incomoda la opinión disidente. Al principio, durante esa sorpresivamente corta Luna de Miel de Hugo Chavez Frías con los medios de comunicación, la idea de la oposición argumental - e ideológica - era una especie de anécdota cultural. La calle opinaba - a favor o en contra del Gobierno - y el Lider carismático reía a carcajadas con su audiencia. Eran tiempos de un Chavez dicharachero y juguetón, que bromeaba frente a las cámaras con las criticas y las furiosos argumentos en contra de su proyecto. El país rebosaba de una bonanza falsa - pero bonanza, al fin - y padecimos la ventolera de la reforma. Todo tenía que cambiar, transformarse, en esta revolución "de ideas" que muy pronto anunció que " era pacifica pero estaba armada". Allí cambiaron las cosas. Recuerdo que la primera vez que escuché esa frase, me dio escalofrios. Y no entendí muy bien el motivo. ¿Se trataba de la violencia sugerida? ¿O de la idea que el gobierno dejaba bastante claro la Revolución continuaría incluso cuando la historia cotidiana tratara de detenerla? Nunca supe cual era la respuesta a eso.
Mi abuelo sí. Con sesenta y cinco años, fue uno de los testigos del Perez Jimenismo. Y un testigo de primera mano, que temió las redadas de la seguridad Nacional, que miro por la puerta entreabierta como a sus vecinos de la puerta próxima, eran sacados de sus camas a medianoche para los famosos "interrogatorios" que casi siempre terminaban en desapariciones. Fue mi abuelo de hecho, quien tuvo una idea muy clara de que ocurriría en el futuro de esta Revolución recién nacida, alimentada con violencia y que disfrutaba de una improbable popularidad.
- Toda dictadura comienza con una votación, con el temor y la irresponsabilidad del ciudadano - me explicó. Mi abuelo, además de testigo de la dictadura Venezolana, también había huido de una Europa con vicios de totalitarismo, de manera que sabia de lo que hablaba. Ese día, sostenía un periódico donde una enorme fotografía de Chavez, llevando uniforme militar, miraba a la cámara con una media sonrisa casi benévola. Pero no había nada de benevolencia en las palabras que pronunció ese día ( 23 de enero de 2007 ) donde además de dejar bien claro que la Revolución se enfrentaría a sus enemigos - entre los cuales parecía contarse los ciudadanos que le adversábamos - insistió en que "la revolución tenía que triunfar". No había un pacto de conciliación ni un llamado a la negociación entre dos visiones distintas del país. El triunfo político se daba por inminente, muy a pesar de cualquier opinión en contra.
- No creo que pueda oponerse a la mitad del país que no está de acuerdo con los cambios que realiza - dije. Ahora mismo, me hace sonreír mi inocencia, mi visión cortoplacista de las intenciones de Chavez y las bases ideológicas de su proyecto "socialista". Pero en aquel momento no podía imaginar que una visión política pudiera imponerse sobre otra, en carne viva y a fuego cruzado. Mi abuelo me dedicó una de sus largas miradas silenciosas.
- A Chavez no le gusta que opinen - respondió - la opinión habla de divergencia. La opinión es un argumento que se enfrenta al suyo. Y Chávez es un militar. Los militares solo comprenden de jerarquia, organización y estructura. En algún momento, cualquiera que opine será incómodo. O enemigo.
Esa conversación ocurrió hace 6 años. Muchas cosas han ocurrido en este país contradictorio, a medio construir, que se debate entre la política como ingrediente fundamental de todo escenario nacional y la visión del ciudadano, la pragmática, la práctica, la real. Pero recuerdo esa conversación cada vez que los limites entre lo que el gobierno asume como amenaza e interpreta como enfrentamiento, se hacen más restringidos, peligrosos. Porque sí, mi abuelo acertó directamente en la idea que ahora mismo padecemos: A Chavez no le gustó la opinión, mucho menos aún la crítica. La soportó con la intuición del estratega político que jugó sus piezas para disfrazar una intención ideológica concreta con un barniz de democracia. La utilizó a conveniencia, abrió espacios para cerrar otros. Pero en el Gobierno de Nicolás Maduro, la opinión es otra cosa. La opinión es un temor que se manifiesta en dos expresiones de la realidad: la que se opone y la que se criminaliza. Y es que con el CESSPA, la crítica se convirtió en el adversario.
En el enemigo imaginario contra el cual luchar.
Del delito de pensar a otras visiones de lo sutilmente totalitario: Venezuela en estado general de sospecha.
El 7 de Octubre de 2013, el gobierno Venezolano dio luz verde una instancia de corte militarista que responde a intereses político y cuya finalidad, es la del control de información. Lo más preocupante, es que en esta ocasión, el gobierno no trató de disimular el objetivo principal del CESSPA y lo dejó muy claro en la Gaceta 405.839 donde anuncia su creación:
“Solicitará, organizará, integrará y evaluará las informaciones de interés para el nivel estratégico de la Nación, asociadas a la actividad enemiga interna y externa, provenientes de todos los organismos de seguridad e inteligencia del Estado y otras entidades públicas y privadas; según lo requiera la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana”.
En otras palabras, el Gobierno Bolivariano tendrá la potestad de analizar la información que se recibe y se distribuye - o no - y la manera como se divulga. En palabras sencillas: el Gobierno podrá censurar cualquier información como suponga conveniente para "proteger" a la "nación" de agresiones externas o internas. ¿Eso le parece preocupante? Créame, se pone peor: además, podrá decidir si cualquier dato - nacional, internacional o de índole privado - puede suponer una "amenaza" para la tranquilidad nacional y en consecuencia aplicar censura o sanciones penales en consecuencia. ¿Conclusión? CESSPA vigilará y analizará toda información y decidirá, sin ningún tipo de órgano contralor de por medio y mucho menos ley que regule su ejercicio, como se maneja la información en el país. Y eso incluye, claro está, cualquier idea, argumento o apreciación que el gobierno asuma como desestabilizador. ¿Lo está pensando verdad? Acertó: los primeros en caer serán desde luego todos los que este país intentan ejercer el libre pensamiento y la crítica contra un gobierno que se asume infalible.
Le hago este comentario a uno de mis profesores de Derecho, al que le pedí reunirnos para que me diera su opinión sobre la más reciente iniciativa "revolucionaria" para cercenar la opinión ajena. El profesor B. es un hombre muy crítico y duro con los vicios de la democracia: durante mis años universitarios lo recuerdo criticando con radical escepticismo el sistema bipardista, la exclusión social y el sectarismo cultural. De él aprendí que todo gobierno necesita opositores y que un gobierno que haga bien su trabajo - o quiera hacerlo - los necesita para construir una idea política viable. Le recordé sus tiempos de hombre incómodo para una democracia tropical más o menos estable como era la nuestra.
- Las cosas han cambiado poco, se disimulan menos - sentenció - no te dejes llevar por el miedo al comunismo que te han vendido. Igualmente en Venezuela el socialismo y mucho menos el comunismo son viables. Ni se intentan aplicar en todo caso. Lo que padecemos en Venezuela es un simple totalitarismo personalista disfrazado de un sistema político ambiguo.
- ¿Anarquía con sabor Venezolano? - pregunto. Él ríe en voz alta y luego, toma un sorbo de la taza de te muy caliente que tiene al frente.
- No, incluso un gobierno anárquico tienes sus reglas. En Venezuela somos un experimento: Chavez tenía un sueño mesiánico de incluir al pobre en una sociedad de consumo agresiva y discriminadora. Lo logró a medias, creando un nuevo monstruo social: el resentido poderoso.
Eso tiene sentido. Hace pocos días, discutía con un viejo amigo sobre política y me sorprendió a que este hombre, que conozco desde niña y que siempre aprecié por su gran sentido del humor, considerara que el Venezolano necesita ser "menos arrogante" y acostumbrarse "a que somos pobretones" porque "los pata' en el suelo ahora mandaban". Cuando le dije que consideraba insultante que su opinión sobre el gentilicio, y la política local, soltó una carcajada. "Eramos pobres, ahora lo asumimos con orgullo". ¿Que puede significar una admisión de la culpa histórica y el menosprecio social tan evidente?
- Por supuesto: La revolución de Chavez sacó del anonimato al pobre, lo hizo visible, le proporcionó poder y opinión política de peso - me explicó el profesor B. cuando le comenté sobre la conversación anterior - la exclusión en Venezuela siempre clasista y racista. Hay quien dice que es un reflejo de los tiempos de la colonia: con el blanco de orilla y el criollo empobrecido. Tal vez es así o solo sea que la Venezuela Saudita nació prematura sobre la Venezuela rural y en la mitad de ambas cosas quedó atrapado el pobre solemne, el digno, el campesino. Esa imagen idealizada que llevó a Chavez al poder.
- Pero Chavez recibió educación publica - protesto - se beneficio de esa democracia "podrida" que tanto acusó después. ¿Como puede hablar sobre un nuevo sistema cuando es hijo de otro?
- Porque Chavez fue un líder que supo interpretar la temperatura cultural y social Venezolana. Un animal mediático, incluso antes que político - me dice - ¿No lo ves? Chavez representó al Venezolano de muchas maneras. Y él lo sabia. Al chavista leal, al chavista fiel, no le interesaba si Chavez gobernaba mal o bien, mientras gobernara. Era una visión del país de los "Venezolanos de verdad". Eso sobrevivió a Chavez, pero con su heredero político las cosas no son tan claras.
Tiene razón. Pienso en todas esas cosas mientras camino por pleno centro de la ciudad de Caracas. Aquí, Chavez está muy vivo aún. Lo encuentras en todas partes: En pancartas enormes en las paredes, en grafitis y arte urbano que intenta eternizarlo en esa necesidad de la cultura callejera de encontrar héroes. En una concurrida esquina, me detengo para mirar el enorme afiche que decora uno de los edificios de la banca pública. Los ojos de Chavez me miran de reojo, como pidiendo explicaciones por mi intromisión por mis críticas mentales. Quizás es así. A esta Revolución no le viene bien el disfraz de humanista, de argumentadora y contracultural. Es demasiado pacata, tradicional y cotidiana. De manera que siempre está pidiendo explicaciones y enfrentándose a los disidentes. Y luchando contra el enemigo invisible. Ese no falta nunca, pienso sentada en un pequeñísimo café frente al Teatro Nacional. Ese enemigo "burgués", el "Imperio americano", los "ricos". Un país que Chavez quiso heredar para "sus hijos", pienso mirando a un numeroso grupo de empleados públicos que llevando camisa roja, corean alguna consigna que no entiendo bien. Solo alcanzo a comprender la palabra "Patria" entre los gritos. Cierto, que ahora Patria si que tenemos.
Aunque nadie sepa que es, claro está. A estas alturas puede ser cualquier cosa. Y en eso se basa justamente el CESSPA, reflexiono continuando con mi caminata. ¿Qué le importa al gobierno lo que alguien como yo pueda opinar sobre el país? Esta Revolución lo ha dejado claro muchas veces: "Venezuela para los Venezolanos" ¿Quienes son los nuevos hijos de esta patria abstracta? Por cierto que seguramente no seré yo, criticona y opinadora. Yo soy apátrida.
“Unificar el flujo informativo sobre los aspectos sensibles de la seguridad, defensa, inteligencia y orden interno, relaciones exteriores y otras instituciones públicas y privadas que se requieran, para facilitar y contribuir al proceso de toma de decisiones, así como prever y neutralizar potenciales amenazas a sus intereses vitales."
Ah, caramba, pienso mirando mi libreta de apuntes. Esta llena de "material incendiario". De cortos párrafos de críticas a los discursos presidenciales, transcripciones de conversaciones que he sostenido con funcionarios oficialistas, de pequeñas anécdotas que me permiten luego reflexionar sobre lo que vivo como ciudadana de Venezuela de manera más completa. ¿Este material es sensible? ¿amenaza intereses vitales? Mucha de esa nueva generación de oficialistas convencidos de los planes conspirativos del llamado "enemigo interior" lo cree así. Jóvenes que han crecido bajo la idea que la "conspiración empieza por casa". ¿Entonces? ¿Se acabó la libertad de pensamiento?
¿Había libertad de pensamiento en Venezuela? me pregunto entonces. Miro a mi alrededor. Un cartel enorme de un Chavez muy joven y risueño me mira desde un poste. El difunto presidente sentía una poco disimulada desconfianza hacia la libertad. Militar y además, aspirante a héroe patrio, habló de Hegemonía comunicacional apenas llevando unos meses de gobierno. Nadie entendió el concepto, a pocos le preocupó. A mi me produjo curiosidad. Investigué un poco y me encontré que para el socialismo - o al menos cierta corriente dentro del pensamiento ideológico - es muy necesario el control de la información. Nadie lo dice así claro: se habla de unificar opiniones, de hacer que los medios de comunicación estén al servicio del bien común, que el mensaje que se exprese esté por encima de los intereses privados y personalista. Pero más allá de la floritura idealista, la cosa me quedó muy clara: el gobierno necesitaba la figura de la censura para construir una idea comunicacional.
Y aquí tenemos el CESSPA, que no duda en dejar muy claro que tiene un papel interventor, que tendrá el poder “controlar el cumplimiento de órdenes, indicaciones, precisiones y requerimientos que realice el Ejecutivo…en función de proteger, neutralizar y derrotar los planes desestabilizadores en contra de la nación". ¿Cómo se aprende eso? ¿Como se aplica una idea tan completamente abstracta y abierta a interpretación en la Venezuela socialista? Pienso otra vez en la "hegemonía" comunicacional, en la necesidad del silencio cómplice, en la ausencia de críticas. Un escalofrio me recorre con la conclusión que saco: La revolución necesita silencio. O más aún, no necesita críticos.
Camino por la calle, con una sensación de zozobra que no sé explicar muy bien. Miro a mi alrededor los grupos de tradicionales conversadores en las esquinas, reunidos alrededor de mesas, caminando entre risas: al Venezolano le gusta hablar. El venezolano se queja, el venezolano "no se la cala". O al menos en eso se ha insistido por años. No sé si podría decir lo mismo de este Venezolano que aprendió a temer, que se consume en preocupación y en incertidumbre. ¿El Venezolano se acostumbrará a callar?
O al menos hablará en voz baja, pienso preocupada. Porque el CESSPA tiene la potestad de escudriñar en la vida privada, en esa intimidad de la opinión que no se comparte en voz alta, y la gaceta lo deja claro: "Todas las organizaciones públicas y privadas a las que el CESSPA les pida información, estarán en la obligación de proveerla."
Se acabaron los secretos. O mejor dicho, la crítica abierta. A este gobierno hay que sonreírle, una mueca forzada y cansada. Una mueca que disimule el miedo. ¿Cuando ocurrió esto realmente? Dudo que el CESSPA sea otra cosa además que un sintoma. ¿Cuando nos volvimos parte de este estado general de sospecha?
Me detengo frente a la Asamblea Nacional. La bandera ondeando sobre la cúpula dorada. Que bonito y que patriótico. Pero yo no siento nada. Siento miedo. Ah, debo recordarme cada tanto que soy apátrida. Suspiro, y levanto mi celular para tomar una fotografía. La mano me tiembla, miro a mi alrededor. Un militar me observa con seriedad, el arma en la mano. Siento miedo. Cuando se acerca, aguardo. No me extraña cuando me indica - en muy mal tono - que no puedo tomar fotografías. Me observa con gesto duro mientras me alejo con paso rápido. Cuando me vuelvo a mirar, continúa observándome.
Vigilandome.
Extraña en mi propio país.
Según sé, El Cesppa depende del despacho de la presidencia. De manera que, pienso, caminando aún con paso rápido y nervioso, la Revolución nos vigilará de cerca. ¿Nos vigilará? me digo. Me detengo, miro de nuevo la cúpula dorada, al militar armado, la calle inocente y me siento más extranjera que nunca. Más desconcertada por esta Venezuela desconocida.
Nos vigilará, no. Me repito. Ya CESSPA entró en vigencia.
Sigo caminando. No sé a donde voy y de pronto pienso, que esa es la sensación que describe de manera más exacta, como me siento con respecto a Venezuela. Perdida de todo sentido, huerfana de gentilicio. A solas con mi desazón.
C'est la vie.
Para leer:
Cesppa: 12 claves para entender el decreto de la censura de la fundación Centro Gumilla: http://sicsemanal.wordpress.com/2013/10/10/cesspa-12-claves-para-entender-el-decreto-de-la-censura/
a propósito de los eventos actuales en Venezuela, muy buen escrito.
ResponderEliminarSaludos