sábado, 9 de noviembre de 2013
La magia Lunar: El secreto de la Dama blanca.
Sentada en la oscuridad, miro la luz de la luna parpadear sobre el suelo húmedo. Los charcos de reciente lluvia parecen iluminarse, como si un viejo misterio apacible los llenara. Tomo una bocanada de aire y levanto los brazos. El viento se me enreda entre los dedos. Miro a la Madre Luna, entre las hojas de los árboles que flotan entre las sombras nocturnas. Y una paz deliciosa flota en este silencio tan intimo, cargado de un significado casi sagrado. Un fragmento de historia que se une, allí en medio de mi celebración privada, a muchas otras.
La magia de la luna es uno de los atributos energéticos más poderosos dentro de la brujería. Trabajar en armonía con las fases lunares, es una manera de asumir que formas parte de todo ciclo natural, que tu cuerpo y mente armonizan con algo infinitamente más amplio y profundo. Tal vez se deba a que es una idea primitiva - milenios atrás, la Luna y sus fases era la manera de medir el tiempo en pueblos antiguos - la magia lunar reverencia a la Brujería como adoración a la energía natural, a la memoria de la Tierra y a la identidad de la bruja.
Magia Lunar: Una danza en la memoria de la Gran Dama Blanca.
Luna Nueva:
El primer ritual que llevé a cabo para celebrar a la Luna fue durante su fase oscura, llamada también luna nueva. Recuerdo que no comprendía muy bien que celebraba si la Luna no era visible en el cielo nocturno. Mi tatarabuela P, quien me acompaña en la ocasión, soltó una de sus carcajadas estruendosas.
- Recuerda la primera lección de la Tradición de la Diosa: confía en lo que puedes sentir, antes de lo que puedes ver. Los sentidos son engañosos, la mente es infalible - me recordó. Me gustó esa frase. La había leído varias veces en su Libro de las Sombras y me intrigó por contradecir todo lo que se insistía en la cultura moderna. Mira, asegúrate, toca, comprueba. La brujería por el contrario parecía insistir en piensa y siente.
- O sea que celebramos a la Luna aunque no la veamos - aventuré. Sonrío con picardia.
- La Luna siempre está. Su energía es la que cambia. Celebramos la Luna Nueva pro simbolizar justamente eso: La transformación y nuevos comienzos. Una manera de comprender nuevas ideas en tu vida y en tu mente. Es un buen momento para renovación.
Abrió el circulo con su daga. A diferencia de la mía, que era pequeña y plateada, más parecida a un abrecartas que a una Daga a toda regla, la suya era dorada y muy labrada. Me gusto ver que Tatarabuela hundía la punta del bello objeto en la Tierra y no dudaba en manchar el metal pulido con el barro. Me hizo sentir una profunda conexión con el ritual que llevábamos a cabo.
- En Luna Nueva se respira la renovación de la mente y el espíritu - me explico - en la Antigüedad, era la ocasión propicia para provocar sueños proféticos con determinadas hierbas o hacer pequeños rituales para conocer el futuro o intentarlo al menos - soltó una carcajada - al final la brujería es una mirada a la naturaleza humana.
Nos sentamos en silencio bajo el viejo árbol de Mango de la casa de mi abuela. En la Oscuridad, el jardín antipático tenía un aspecto severo, inquietante.
- La luna nueva indica el nacimiento de la energía del ciclo Lunar - dijo entonces - y celebrarla es asumir que todo principio, comienza de la oscuridad y el silencio.
Levanté la cabeza para mirar el cielo. Despejado y añil tenía un aspecto señorial. Las palabras de Tatarabuela P. tuvieron más sentido que nunca.
Luna Creciente:
Camino por el pequeño bosque de árboles de caracolí y naranjillo que rodean la casa de Playa familiar. Desorientada, regreso un par de veces sobre mis pasos y luego me detengo, con el corazón latiendome muy rápido. Cuando levanto los ojos, la Hoz de la Luna Creciente aparece un momento radiante en el cielo encapotado. Luego desaparece, en un tumulto de ráfagas de viento con olor a mar y me deja de nuevo a Oscuras.
Pienso en el ritual que llevo acabo. Según la vieja Tradición familiar, debo encontrar el camino al altar sin otro recurso que mi instinto y mi capacidad para orientarme. Y se realiza precisamente en Luna Creciente porque es el momento del ciclo Lunar donde la energía de la Tierra se incrementa. Siglos atrás, las brujas que deseaban iniciarse, recorrían el Bosque Sacramental desnudas, sosteniendo la daga sacramental en su mano. Con un escalofrío, me reconforta que actualmente, más que una prueba de fortaleza física, sea una manera de vincularme al poder que habita en mi interior: ese palpitar radiante que me conecta a mi familia y a mis creencias.
Cierro los ojos. Recuerdo lo que he leído sobre el ritual. Ya han transcurrido casi dos años desde que me inicié y pasados los primeros meses de temor y desconfianza, siento una profunda confianza en aquel aprendizaje. De manera que aprieto la daga en mi mano, con los ojos de mi mente recorro el bosquecillo que tantas veces he visitado de niña y entonces recuerdo. Hay un caminillo de flores, plantado por mi abuela que conduce directamente a la casa y más allá, al jardín de piedra.
Corro en la oscuridad. Siento una extraña sensación de seguridad, una fortaleza interior que no entiendo muy bien de donde proviene, pero la acepto. Corro con la respiración agitada, tropezando, con las ramas de los arbolillos rasguñandome brazos y piernas, los insectos zumbándome en los oidos. Y de pronto, en medio de la oscuridad hay luz: veo las velas. Las decenas de velas que llenan el altar de roca. Sonrío, emocionada. Los ojos se me llenan de lágrimas. Siento una profunda sensación de alegría que me lleva esfuerzos comprender.
Antes de acercarme al altar, miro de nuevo al cielo. Allí esta de nuevo la Luna extraordinaria, vigilante, siempre atenta. Mía. Símbolo del pasado y del presente, en mí.
Luna Llena:
Ya de adulta, casi siempre celebro los rituales a solas. Es una sensación completamente distinta de celebrarlo junto a mi abuela, tías y primas. Pero igual de hermosa. Enciendo una a una las velas, a mi alrededor. El circulo irradia energía, una muy plena y exquisita. Hay poder, en esta sensación de mirar el tiempo que transcurre en luz de la Luna, en los pétalos de las flores esparcidos a mi alrededor, en mi desnudez tímida, en mi necesidad de creer y confiar. Hay un secreto, sin duda, en este silencio. Con La luz de la luna derramándose a raudales a mi alrededor.
Arrojo albahaca en mi pequeño caldero. El chisporroteo del fuego palpita y se eleva. Me calienta las manos. El olor exquisito palpita a mi alrededor, se abre en espiral. Y siento el lenguaje eterno, el que habita más allá de mi memoria. Levanto los brazos, sonriendo, plena y hay un minuto de silencio, uno solo, en el cual todo parece tener sentido. Ingrávida, floto, en ese silencio radiante de las velas. Invoco, con los ojos llenos de lágrimas Y Soy yo, la bruja. Más que nunca, en mi voz y mi convicción.
La luna se hace nítida en el cielo de la noche. Y pienso en las épocas donde las mujeres eran libres de celebrar la Luna a su antojo. Las imagino, desnudas y altivas, atravesando el Bosque sagrado. El fuego, alto, tan alto, que parece llenarlo todo. Entonces bailan, tomadas de las manos. Un circulo vivo de poder y de memoria. Rápido, más rápido. Siempre más poderoso. La Luna que vigoriza, habilita, ilumina, transforma y satisface. La crea, la que propicia, la Madre antiquísima, son nombre. El poder de la creencia y de la fertilidad, la virilidad, la creatividad, la belleza. Un sueño de la razón.
Luna Menguante:
Tendida sobre el suelo y rodeada de una única vela titilante, siento que me deslizo lentamente hacia el sueño. Tengo una extraña sensación de sopor. Tal vez se trate solo de cansancio. Ha sido una larga semana de cambios en mi vida: hace dos semanas renuncié al lujoso bufete de la capital de mi país donde trabajaba y la experiencia me resultó extenuante. Incómoda. Pero por primera vez en meses, siento paz. Allí, en silencio, con el brillo de la Luna que decae, que parece pendular sobre el cielo nocturno, todo es apacible. Consolador. Entreabro los ojos y la luz parpadeante, amarillenta, se desliza perezosa en la oscuridad. Y siento que en ese curioso estado de duermevela y conciencia, hay un misterio. Uno muy pequeño y cristalino. Que me pertenece.
Me tiendo boca arriba con los brazos abiertos y me permito llorar. Abiertamente, entre risas. Libre, plena. Y la Luna me acompaña, otra vez, con su brillo lánguido, como de despedida. Que hermosa, esa pequeña grieta de luz en el cielo oscuro. Un sueño, un recuerdo. Un prodigio en su mera existencia. La miro y siento que todo el dolor que durante meses me atormentó me abandona, flota, me permite respirar. Ah, que placer este, de tomar una bocanada de aire entre risas y lágrimas, con sabor a la felicidad que brilla y que flota en estas sombras frágiles de mi mente. Y soñaré contigo, Luna amada, en páramos interminables de pura belleza imaginada.
Un recuerdo, en medio de esa oscuridad aterciopelada de párpados cerrados. Mi abuela sonríe a la niña que fui, sentadas una frente a la otra en una habitación olvidada. Una vela parpadeante se consume junto a nosotras.
- La Luna Menguante es el símbolo de nuestra capacidad para asumir nuestros errores y comprenderlos como sabiduría - mira el caldero, donde las últimas llamas de un fuego vivo con olor a Romero se apagan. Los rescoldos de luz iluminan su rostro terso, cruzado por algunas bellas arrugas de valor y de amor - Todos crecemos Hija, lo deseemos o no. Encontramos nuestras propias respuestas, construimos nuestra visión del mundo. Y finalmente, tomamos un minuto de ese tiempo infinito de nuestra mente para mirar lo aprendido. Reflexionar sobre eso. La luna Menguante representa ese poder del aprendizaje, de mirar nuestro reflejo en el espejo de nuestro espíritu. Soñar con extender los brazos y encontrar nuestra propia idea de eternidad.
Floto en mis sueños. Sonrío de puro alivio. El mundo más allá de la luz de la vela parece desaparecer, palpitar un segundo más antes de desaparecer en sombras. Pero yo me encuentro lejos, corriendo entre los parajes extraordinarios de mi mente, plena y radiante. Hija de la Luna y del poder de crear.
Luna Llena otra vez. Sonrío cuando tomo una bocanada de aire e invoco: El aire se llena del sonido de mi voz, de esa vieja canción olvidada que renace cada vez que una bruja recuerda su historia y lo que la une a la más ferviente necesidad de comprenderse y más allá, su propia convicción.
C'est la vie.
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