domingo, 29 de diciembre de 2013

Bailar a la luz de la Luna: Un año extraordinario de magia y creación.




Ha sido un año de descubrimientos, pienso mientras contemplo el cielo nocturno. La luna se convirtió en un hilo de luz resplandeciente, en medio de la oscuridad púrpura. Y sonrío, al pensar que es casi propicio que la última Luna del año que termina, sea la oscura, la que invita a la introspección y al conocimiento más profundo. Porque este, ha sido un año para crecer y confiar, pero sobre todo, para recorrer un largo camino de reencontrarme con mi misma. La mujer que soy ahora mismo, puede sonreír, a pesar de una vuelta al sol intensa y casi dolorosa. Y lo hace con la convicción que cada ciclo tiene su principio y su final, que toda transformación es auspiciosa. El poder de construir un nuevo horizonte, de soñar otra vez, con la esperanza recién nacida. Un privilegio, sin duda. Un aprendizaje que he obtenido a fuerza del traspiés y de la necesidad de volverme a levantar.

Y es que quizás en el 2013, como ningún otro año, recordé el poder sanador de la libertad del espíritu, esa empieza por comprender quien eres, cual es tu historia. Mirarme en el espejo de mis creencias, llevar a cabo este pequeño recorrido en palabras por mi manera de ver el mundo, me ha permitido encontrar espacios en mi mente olvidados. Crecer y madurar, asumir el valor de mi responsabilidad, encontrar ese sentido real a lo que sueño y aspiro. Porque la magia en mi vida, es parte de esa búsqueda interminable de significado, sentido y belleza. De mirarme, más allá de cualquier idea, como un espiritu que crea.

En el renacimiento de esta esperanza en lo sagrado que habita en nuestra piel y nuestra sonrisa.

El Mundo y la magia: Un espléndido despertar. 

De pie, en medio de la multitud que se agolpa en uno de los vagones del subterráneo de mi ciudad. Un poco malhumorada, cansada y desconcertada. Un grupo de chicas conversan a unos cuantos metros de distancia, entre risitas y gritos jubilosos. Una de ellas, lleva un pentáculo al cuello. El cabello trenzado, una pequeña medialuna tatuada en la muñeca.

Deambulo por mi librería favorita. En un anaquel, una extensa colección de títulos diversos se agolpan desordenadamente. En todos ellos, la Diosa me mire, sonríe cómplice, misteriosa, danzando entre las palabras y páginas. Una mujer joven, que lleva un bolso al hombro y sostiene lo que parece ser un maletín médico en la mano derecha, toma uno de los libros ( Por un momento, alcanzo a ver el rostro de Afrodita, enigmático y espléndido, sonriendo benévolamente desde la portada ) y lo lleva hasta el mostrador. Una expresión de curiosidad y placer llena su rostro.

Sentada, junto a mi prima pequeña, intentando que aprenda a pronunciar de la manera correcta los rudimentos del gaélico, la lengua del viento. Se detiene, toma una bocanada de aire, sonríe y luego deja escapar una sola palabra, con el metódica belleza de una invocación: "Gaelach". La abrazo, riendo. Hijas de una Tradición más antigua que el tiempo, más allá de la memoria y toda razón.

La voz de la Antigua sabiduría, en nosotras.

Porque la Diosa renació en diversos ámbitos, desde la literatura fantástica, en los grupos de mujeres que buscan nuevas formas de comunicación e incluso en las investigaciones históricas con perspectiva de género, que buscan mostrar las entretelas de una teología unilateral y básicamente misógina. La Diosa resplandece en todo este nuevo interés por lo femenino que se mira así mismo con enorme interés. En la libertad de las ideas que se renueva, con un espiral de visiones y expresiones, para demostrar que la Diosa es parte de la creencia, la misteriosa, la oculta, la hermosa. Esa que sobrevivió a cientos de años de anonimato, que se protegió con esfuerzo y que renace, en este nuevo siglo con fervor.

Fue un año de descubrir la palabra bruja a toda una nuevo mundo que desea encontrar aprender su nuevo significado. Llevar el mensaje de quienes somos, de esa creencia que nunca abandonó de todo la cultura y que ahora se manifiesta como poder y belleza. Las diosas nos revelan el lado femenino de la divinidad, que durante siglos ha sido negado en las religiones occidentales, además las diosas de todas las culturas han sido poderes inmanentes, que actúan con el mundo, no desde la omnipotencia lejana como el Dios judeocristiano. La Diosa es la tierra, el agua, el cielo y la luna, es el espíritu de un águila. Y forma parte de nuestro mundo, ahora mismo, en plenitud, en esa correspondencia de mirar el mundo creacionista. La Diosa como idea esencial de lo creativo, de lo bello y lo bueno que habita en cada uno de nosotros, de lo que soñamos y aspiramos como esperanza. De ese poder de las convicciones, de esa visión del mundo más allá del dogma. Un renacer constante de quienes somos y de quienes deseamos ser.

Camino por mi ciudad, caótica y hostil. Y sonrío. Bajo este cielo brillante de un diciembre espléndido. Mi abuela - la sabia, la bruja - habría sonreído también, con este pequeño milagro de la bruja que renace, que tiene nuevo rostro. ¡Como me gustaría contarle lo que he vivido este año! Las palabras de mis lectores, la manera como la Bruja se ha convertido - a medias, todavía aún en creación - en la mujer que descubre, la pionera, la audaz. Me pregunto que habría pensado de todas esas mujeres que hoy leen sus palabras en las mias, que la admiran sin conocerla, que pronuncian su nombre con cariño incluso hoy. Y ahora en la sonrisa también hay lágrimas. De emoción, de imaginar que vendrá después, el camino que seguiré recorriendo entre palabras e imágenes. Hoy en día mucha gente harta del extremo materialismo contemporáneo, de la misoginia e intolerancia de muchos líderes de la Iglesia, busca en las raíces de la espiritualidad humana nuevos símbolos que sirvan como referentes de su búsqueda mística; las diosas llegan en buen momento para devolvernos el equilibrio perdido hace dos mil años.


Abro mi libro de las sombras y encuentro una frase que parece resumir esta vuelta al sol inolvidable, extraordinaria y poderosa. El canto a Coatlicue que dice: "Oh, flor dorada abierta, es nuestra madre cuyos muslos son sagrados, cuyo rostro es una máscara oscura, viene de Tamoanchan el primer lugar en donde todos los dioses descendieron...

En medio de un círculo de velas encendidas, canto en voz baja. Los ojos cerrados, el cabello desordenado cayéndome sobre los hombros. El simbolo de la Diosa en mi pecho. La convicción en mi mente, la ferocidad de una antigua creencia, en mi espíritu y en la voz más antigua de mi memoria.

El rostro de todos los rostros.

La voz de la divinidad en medio de la tormenta del verbo y la creación.


La Madre que Danza: La Diosa que somos todas.


Durante la Luna Oscura  suelen llevarse a cabo rituales que beneficien la intuición y la relajación, debido a que su energía propia la reflexión y el análisis de las ideas más personales. Uno de estos rituales es el siguiente:

Para su realización necesitaremos:

7 velas verdes.
Un cuenco para quemar.
7 Hojas de Laurel.
7 Hojas de Romero.

Disposición:

Forma un circulo con las velas en el medio del cual te sentarás. Coloca el cuenco para quemar frente a ti, con las hojas de Laurel en su interior. Sostén las hojas de Romero en tu mano. Ahora cierra los ojos y toma siete larga bocanada de aire, sintiendo como todo tu cuerpo se relaja al ritmo de tu respiración. Imagina que a tu alrededor el aire se hace cálido, acariciando, parpadeando en una leve tonalidad esmeralda. Cuando sientas que tu nivel de concentración ha alcanzando un punto optimo, abre los ojos y enciende la vela colocada frente, mientras invocas de la siguiente manera:


"En nombre de la Diosa secreta
Señora del bosque del pensamiento
En nombre de la voz de la Tierra bendita
y su hijo el viento
Llamo a las voces del tiempo"

A continuación, toma una hoja de romero y colócala dentro del cuenco para quemar. Enciende la segunda vela, siguiendo el sentido de las agujas del reloj:



"En nombre del fuego purificador
de la Danza del pensamiento infinito
Me elevo en el espiral de mi espíritu
en el aliento redentor de mi propia convicción"

Introduce otra hoja en el cuenco para quemar. Luego enciende la tercera vela:

"Invoco a la Diosa a través de su hijo el viento
Invoco al Dios a través de su consorte la Tierra
Llamo al tiempo en el fuego que renace y muere en cada despertar del sol
Siento el beso de la bondad en mi piel, y el canto del agua en mi corazón"

Coloca la siguiente hoja de Laurel en el cuenco. Enciende la cuarta vela:


"Que la sabiduría de la Diosa sea en mí
Que la sabiduría de la Tierra acuda a mi llamado"

Deja caer la siguiente hoja junto al resto. Enciende la quinta vela:

"Que la compasión de la idea Universal sea en mis dedos
Que la creación sea bendita en mí"

Introduce una de las hojas restantes. Enciende la sexta vela:

"Bailo la danza de la noche en mi espiritu
Mi nombre es el de las estrellas
mi rostro el del misterio y la determinación"

Por último, deja caer la hoja otra en el cuenco para quemar y enciende la última vela diciendo:

"Soy la creación viva
Inspiración del amor Universal
Soy el poder de la naturaleza
Soy la convicción del espíritu
Y el rostro de la bondad
Que en la Diosa Secreta
Así sea"

Deja caer la última hoja en el cuenco para quemar. Ahora enciende el contenido del cuenco y cuando logres un fuego alto y el exquisito olor de las hojas comience a impregnar la habitación donde te encuentras, cierra los ojos. Imagina que te encuentras en un campo lleno de una esplendorosa hierba verde, bajo los rayos de un sol brillante y despejado. Siente que la energía de ese resplandor brillante y cálido llenándote, mientras el olor de la hierba te rodea, te inflama, te envuelve. Siente que tu cuerpo se integra a las sensaciones que le dan sentido a la imagen: La tierra que te sostiene, el viento que te golpea el rostro, la sensación del sol en tu piel, el olor de la hierba fresca y jugosa a tu alrededor. Visualiza cada detalle de la manera más clara que puedas, enfatizando meticulosamente cada elemento que doten a tu meditación del poder de la Luna y de tu capacidad para la creación mágica.

Ahora abre los ojos y apaga las velas, comenzando por la que encendiste en primer lugar, siguiendo el sentido contrario de las agujas del reloj, mientras invocas:

"Nazco y renazco en la luz
Crea poder en mí
Crea fuerza en mí"

Para culminar el ritual que llevaste a cabo, come y bebe algo para librarte de la energía.


Sonrío, sí, en esta oscuridad aterciopelada de una noche cálida. Y es que hoy, la niña que soñó con las estrellas, la mujer joven en que convertí y la Bruja que nació del corazón de ambas, siente la felicidad de creer y confiar bajo su propia capacidad de crear. Un sueño de generaciones y rostros que heredé, en palabras y en sueños, entre mis manos. Una manera de soñar y aspirar a la esperanza.

La magia más hermosa de todas.

Así sea.

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