En la casa de mi abuela - la bruja, la sabia - las escobas nunca se utilizaron para barrer. Tampoco para volar, aclaro, antes de levantar suspicacias. En realidad, la escoba era un curioso símbolo, mezcla de viejas ideas sobre la fertilidad y el poder creativo y algo más sutil, muy relacionado con el amor familiar. Me llevó algunos años comprenderlo. Siempre hacia las mismas preguntas mientras mi abuela hacia su propia escoba, en una especie de ritual anual que yo disfrutaba especialmente. Me encantaba sentarme a su lado para observar como sus dedos ágiles trenzaban pequeñas ramas hasta convertirlas en esa trenza sagrada que según solía explicarme, formaba parte de una tradición tan antigua como hermosa.
- Para muchas culturas mágicas europeas, la escoba es parte de un rito de transición - me explicó en una ocasión, mientras ataba con firmeza las ramas de madera al mango de madera que la sostendría - una manera de expresar la expulsión de preocupaciones y simbolizar el cierre de ciclos. Una especie de puerta mágica que permitía avanzar hacia el futuro, luego de limpiar el presente.
Me sorprendió esas ideas. Con diez incrédulos años, para mi una escoba era una escoba y nada más. Por supuesto, que sabía que en casa tenían otro significado y ocupaban un lugar especial que no comprendía muy bien. Me gustaba mirarlas, colgadas en las esquinas de la casa, las muy viejas y hermosas, heredadas de alguna pariente desconocida o las más nuevas, confeccionada por alguna de mis tías o primas. Todas tenían el mismo aspecto rudimentario y artesanal, con su mango de madera pulido a mano y las ramas desordenadas atada con cinta de cuero. Me asombro que pudieran atribuirsele tantas cosas y más aún que se le considerara mágicas.
Pero así era. Me hacia sonreír las imágenes populares de la bruja montada en escoba volando en el cielo nocturno. O esos dibujos medievales donde una bruja de nariz retorcida saltaba sosteniendo una escoba de aspecto levemente inquietante. Mi abuela también le causaba gracia la imagen, aunque por razones diferentes a las mías.
- Casi todas esas visiones de la bruja en escoba, provienen de verdaderos rituales mágicos - me explicó - la escoba forma parte de numerosas tradiciones mágicas, donde se utiliza como herramienta mágica, como un símbolo de poder creado para expresar el poder de la fertilidad y la creatividad. En varios pueblos del Norte de Europa, el inicio de la cosecha se celebraba con un pequeño ritual en las tierras recién trabajadas: Una doncella corría desnuda entre los surcos arados, montada en una escoba mágica, para bendecir la futura cosecha.
¡Que imagen tan extraña esa! La imaginaba muy claro: una bella muchacha muy joven, corría desnuda bajo la luna llena, montada en su escoba como los niños lo hacían sobre sus caballos de madera, invocando a la Madre misteriosa, esa que hacia brotar las plantas y frutos, su bendición. Por supuesto, que una escena tan extraña y de tan talante tan transgresor debió molestar a las autoridades religiosas, que considerarían todo aquella celebración como inquietante e incluso sacrílega.
- ¡Por supuesto! - rió mi abuela cuando se lo comenté - para la Iglesia Católica el rito tenía mucho de provocativo, no solo por la desnudez de la mujer que lo llevaba a cabo sino por sus claras reminiscencias paganas, por lo que de inmediato se le tachó de peligroso y se prohibió. Pero los campesinos, los que amaban la Tierra y la Veneraban por sus frutos, siguieron disfrutando de sus rituales a escondidas, bajo la luz de la luna.
Miré la escoba que mi abuela trenzaba con cuidado. No tenía el menor parecido con las más modernas y que podían comprarse en cualquier supermercado. Esta escoba familiar era la imagen de algo más salvaje, incluso primitivo, con sus ramas desiguales raspando el piso y su mango grabado con pequeños símbolos mágicos. La cinta de cuero que la sujetaba, tenía un pentáculo de cuero grabado a fuego, que la consagraba en el nombre de la Diosa Madre. ¿Qué pensarían los sacerdotes llegados a los campos de la Europa profunda ante aquellos objetos de apariencia indudablemente mágica? ¿Les provocaría temor la manera como las mujeres de pueblos y aldeas las utilizaban no para la limpieza sino para levantarlas durante la noche de Luna llena en honor de un tipo de divinidad que les resultaba desconocida? No me extrañaba el temor que había suscitado y sobre todo, que consideraran los pequeños ritos pecaminosos. Había algo decididamente onírico, casi sensual en todo el ritual: La mujer desnuda y hermosa, corriendo en la noche, levantando un símbolo fálico tan antiguo como evidente. Una idea extrañamente sugerente.
Por supuesto, con diez años, yo no pensaba en términos tan complejos, pero si tenía clara algunas cosas: había algo definitivamente bello y extraño en el ritual de construir la escoba, en la simbología que las mujeres de mi casa le atribuían. Cada año, a mediados de enero, todas se reunían para escoger las mejores espigas de trigo y trozos de madera que formarian parte de la Escoba de la casa. Era un rito en el que todas participábamos, incluso yo, la más joven de la casa. Con dificultad, trenzaba la pequeña banda de hojas secas que se decoraría la base del mango. Mi tia E. me animaba con una sonrisa a pesar de mi torpeza.
- Hazla todo lo bonito que puedas ¡Quien sabe si este año alguien utilizará la escoba para hablar de amor! - solía insistir. Mi tia E. era una gran romántica sin duda. Fue ella la que me contó por primera vez que la escoba de la bruja se usaba siglos atrás para celebrar ritos de matrimonio. Me hizo reír la imagen de la pareja saltando sobre la escoba, rodeados de sus parientes y amigos. Un largo beso apasionado bajo la luz de la Luna.
Las escobas en casa, las anuales y las que se conservaban, siempre parecian custodiar una vieja idea sobre prosperidad. Las encontraba debajo de la cama, para atraer los buenos pensamientos y procurar sueños felices y junto a la puerta, para asegurar que nuestra casa estuviera protegida de visitantes peligrosos. A mis amigas del colegio, todo aquello le parecía sumamante divertido y asombroso.
- Pero ¿puedes volar en ella? - mi amiga L. me preguntó lo mismo cada vez que pudo. Tomaba con manos temblorosas la escoba más nueva, la recién colgada en la pared y la sostenía casi con reverencia. Mi abuela se lo permitía, contenido la risa.
- Solo las brujas en tu imaginación vuelan, mi niña - respondía mi abuela, una y otra vez - las demás, caminamos. Pero la escoba, sigue simbolizando el poder de la imaginación.
¡Como me encantaba esa frase! Me hacia sonreír, mientras contemplaba el ritual de crear una nueva escoba, de construir una historia en un objeto mágico que formaba parte no solo de nuestra familia, sino de la historia que compartíamos. Eran momentos memorables: sentadas todas juntas en circulo, disfrutábamos de esa extraña intimidad del ritual que creaba la magia a través de la sonrisa, de esa sensación de pertenencia tan profunda como hermoso. La palabra "Bruja" parecía tener un significado mucho más dulce y personal, entre las risas y las bromas, la sensación de amor que nos brindaba crear una herencia a cuatro manos, una visión de la transcendencia que formaba parte de esa idea de historia que rebasa el día a día. Esa idea floral de crecer y construir un rostro rostro a una tradición personal.
Y es que quizás, la magia sea un poco de eso, pienso mientras construyo mi propia escoba, pequeñita y discreta, nunca tan hermosa como la que llevaba a cabo en familia. Con los mismos dedos torpes de la niña que fui, trenzo cuidadosamente las hojas secas, para crear un nuevo eslabón en una nueva cadena, donde la fe y la inspiración de lo divino, forman parte de mi forma de ver el mundo. Después de todo, me digo sonriendo, mientras sostengo mi escoba - de mango deforme y de cerdas desordenadas - soy la nueva voz de una historia que comenzó a contarse más allá de las estrellas.
Así sea.
2 comentarios:
Un universo por persona, y la vida se vuelve lo más impresionante que la limitada realidad vista en este plano, puede apreciar. Valoro tus relatos. Felicidades por tu técnica y forma de ser.
Me encanta leer tus relatos, gracias por compartir.
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