Hace un año, Venezuela vivió lo que es probablemente el momento más singular y desconcertante de su historia reciente: La muerte de quien en vida fuera no solamente un lider masas sino también, el precursos de la llamada "Revolución Bolivariana" Hugo Chavez Frías. Por casi siete meses, Venezuela vivió una especie de tragedia disimulada, una caída en cámara lenta de un idolo que hasta entonces, se creyó invencible. Y es que para la mayoría de los Venezolanos, los que durante quince años fueron sus fervientes partidarios o como yo, sus opositores de conciencia, la muerte de Hugo Chavez simbolizó una vuelta de tuerca a un camino político y social escabroso y brumoso. Una visión del país signada por el enfrentamiento, una renovación del gentilicio y una capitalización de la visión de país que terminó convirtiendose en una plataforma política tradicional. Y no obstante, Chavez, el simbolo pareció trascender incluso eso: con su muerte, se convirtió en bandera política, justficación necesaria al oprobio y más allá, metáfora de la ingenuidad política del venezolano promedio.
Chavez creo su propio mito y lo hizo a medida que se convirtió así mismo en un simbolo cultural más que en un lider político. Desde la fantasia que el Chavismo llegó al poder a través de un proceso épico, liderado por un Chavez en Alpargatas que luchando contra el MassMedia, triunfó a pesar de todo hasta las largas multitudes que desfilaron frente a su ataúd, la leyenda chavista se nutre del desencanto y además, de una visión limitada de la historia Venezolana. Lo dicho: tenemos una memoria histórica cortoplacista y acomoditicia y eso juega para construir una versión de la realidad alternativa y casi siempre errónea.
Durante el año 1998, Venezuela despertaba a la vieja aspiración de la justificia social. El país desengañado, desestructurado y victima de un sostenida estafa política por parte de los grupos de poder, encontró al mesías idóneo y conveniente en la figura de Hugo Chavez. Con esa vocación al militarismo tan caribeña y sobre todo esa visión emocional de la propuesta social, el Venezolano promedio volcó el descontento en la figura del militar rebelde, que parecía encarnar toda la necesidad de renovación de la política Y fue esa interpretación del hombre político, del animal comunicacional lo que brindó a Chavez su lugar en la historia, la imagen del icóno social que en Quince años de Gobierno, no hizo más que acentuarse.
Pero la realidad es que Chavez, más allá de sus buenas intenciones y su bagaje de sensibilidad social - que debo asumir, las tuvo - fue simplemente un producto político construido a base de la negociación política, lo cual claro, es natural y hasta congruente en el ambiente político pragmático de la Venezuela de finales del siglo pasado. Chavez triunfó, no sólo porque representó viejas luchas ideológicas que subitamente tuvieron un nuevo papel cultural y social, sino porque además, tuvo a su favor a una buena cantidad de los empresarios de este país, además de ser apoyado fervientemente por una buena cantidad de intelectuales. Chavez, emprendedor, carismático y sobre todo, sólido como figura político, logró crear a su alrededor una correlación de fuerzas que sorprendieron en su ingenuidad al resto de sus contendores políticos. Contó con considerables recursos económicos, un discurso político abstracto pero lo suficientemente agresivo para incluir al buen número de desengañados e indiferentes de la población Venezolana. Porque de hecho, Chavez no tuvo una campaña humilde, tuvo una campaña inteligente. Intuyó de manera natural las necesidades y la manera de asumir el liderazgo y logró elevar a rango de promesa política esa visión del venezolano al borde de la política y deudor social que los partidos tradicionales dejaron de estructurar décadas atrás. Como lider carismático - en crecimiento pero ya con una evidente conexión emocional - y enfrentándose a contrincantes débiles, Chavez rebasó la figura de la mera figura política y se convirtió en esperanza, en reinvidicación. Por si todo eso fuera poco, también aprovechó el descontento genérico consecuencia de malísimas políticas económicas. El caldo de cultivo ideal para cualquier gobierno personalista que se precie.
Tampoco era de izquierda. En su momento y luego hace pocos meses, leí el Programa de Gobierno original del Chavismo y era una propuesta de Centro Izquierda bastante conservadora. Lo más asombroso, es que Chavez se asumía radical incluso antes de entrar al ruedo político pero moduló y suavizó su estandar y discurso en beneficio directo de su camino hacia el poder. Fue metódico: luego del fallido Golpe de Estado de 1992, Chavez tuvo la suficiente astucia política como para replantearse la lucha a un nivel objetivo. Venezuela, como deudora de su historia inmediata - y de nuevo, victima de su mala memoria - olvidó las implicaciones de las propuesta Chavez, la manera como el Militar creaba un discurso en beneficio de su visión personal pero asumiendo el apoyo de las masas, como de hecho ocurrió. Pero más allá de eso, la propuesta de Chavez fue bastante simple: La gran oferta electoral fue la Constituyente y se vendió como una refundación de la república para mejorar lo existente. Conociendo de manera directa al país, Chavez tradujo la visión Venezolana y asumió que el país - como parte de la propuesta social - no aceptaría su radical discurso de inmediato. Y es probable también, que gracias a esa agudísima visión suya sobre el gentilicio nacional, supo cual fue el momento ideal para construir, ahora si con capital político y una bonanza petrolera sin precedentes, un discurso político ideologizado, radical y sobre todo, que bebió directamente de la Venezuela excluída e incluso de la tradicional indiferencia política del ciudadano.
De manera que Chavez no fue el Presidente de los Pobres. Fue un candidato inteligente, bien asesorado, con recursos y que contó con un pueblo crédulo. Así somos. Lo cual no es ni mucho un pecado político: Es una mirada dura y pragmática a este país, como herencia cultural, como estructura de consistente asimilación de la ideología e incluso, la simple reformulación de las relaciones de poder entre estado y ciudadano.
Pero el Chavez, el mito y el idolo de masas, también fue real. Recuerdo que durante su última campaña electoral, me asombro la manera como el Hombre débil y enfermo en que se había convertido, construyó a su alrededor una especie de excusa histórica para la lucha a pesar de sus limitaciones físicas. Había algo definitivamente trágico, en su figura doliente y sobre todo, la manera como el gobierno manejo su lenta agonía ante el ojo publico. No solo por el hecho que jamás se asumió directamente su enfermedad - sólo hasta que el propio Chavez lo hizo - sino porque su ambición política pareció confundirse en algún punto con una necesidad de convertir la Revolución que lideraba en un emblema emocional. Ya lo era por supuesto, pero con su "sacrificio", la Revolución rozó ideas que rivalizan directamente con lo religioso, con esa visión de lo real y lo mistico tan propia del Caribe y que el Venezolano asume como naturales dentro de toda propuesta política.
El día del último acto de masas de Hugo Chavez Frías, el 4 de Octubre de 2012, fue quizás una de esas escenas históricas que se recuerdan como parte de la cultura popular del Venezolano. Y es que la manera como Hugo Chavez finalmente brindó una dimensión trágica a su larga padecimiento físico, forma parte de esa visión del lider como una abstracción que incluso supera la idea política. Recuerdo la imagen de Hugo Chavez, con el rostro hinchado y pálido, gritando con voz rota a una multitud trajeada de rojo que seguía celebrando y vitoreandole como en sus mejores tiempos. El líder de quince años de batallas políticas, parecía disminuido, al borde del desastre físico, pero la multitud más abajo, que gritaba y celebraba con identico alborozo que tantas otras veces, no parecía notarlo. Una escena desconcertante e incluso, inquietante que de alguna u otra manera, mostró la manera como Chavez, el hombre, capitalizó su tragedia personal como parte de su aval político.
- Será un Santo si sigue así - recuerdo haber comentado a mi amigo J., quien junto conmigo intentaba comprender lo que ocurría sin lograrlo. Habíamos analizado la campaña política de Chavez no desde la optica de su impacto, sino de su necesidad para construir la revolución sobre un mito ideologico. Entre asombrados y preocupados, la escena de Chavez intentando convencer a sus partidarios de "salvar a la Revolución" con su voto, nos hizo pensar que la debacle física era mucho mayor de lo que cualquiera podía suponer.
- No sé si la intención sea santificarse, lo que si estoy seguro es que hará deudor a su memoria a todos sus partidarios - me explicó J.
- ¿Deudor? ¿Una manera de asumir su discurso incluso aunque tenga que abandonar el gobierno?
En la pantalla de televisión, Chavez levantaba el puño y apremiaba a sus partidarios a votar. La multitud vestida de rojo era cada vez más pequeña. Pero Chavez continuaba de pie, expresando las mismas ideas políticas en las que había insistido por quince años. Solo que esta vez, había una urgencia notable, que no podía disimular.
- Chavez sabe que la revolución lleva su impronta, que forma parte de su figura - me explicó - y también está conciente que la mayor parte de sus partidarios lo son y le guardan fidelidad a su nombre y a su propuesta. ¿Qué podría ocurrir si enferma como para no poder gobernar?
J. no lo dijo pero probablemente pensaba lo mismo que yo. ¿Qué ocurriría con el legado de Hugo Chavez al morir? De nuevo, la imagen del mitin político me pareció extrañamente tensa: Chavez ahora explicaba las conocidas razones por las cuales Venezuela debía continuar en revolución. Y entonces, ocurrió algo muy extraño, casi triste: comenzó a llover. Una lluvia cálida del verano tropical Venezolano. Chavez, consumado político pero más aún, más consciente que cualquiera de lo que su proceso político necesitaba para sobrevivir, levantó entonces las manos y la instantánea quedó para la historia: Un Chavez pálido y tembloroso, recibiendo lo que llamó "Una señal divina".
Vi la fotografía de la escena muchas veces en los meses que siguieron. Chavez jamás completó su tercer mandato electoral. Su agonia se hizo inocultable y desapareció de la arena pública. Vi la fotografía en calles y avenidas, en Gigantografias donde se le alababa ya no como un lider político, sino un personaje de estatura casi religiosa. La imagen sera siempre la misma: Chavez, elevando la mirada hacia la lluvia que caiga, una especie de suplica silenciosa. Con cierto pragmatismo, me pregunté si el por entonces aún presidente en funciones, suplicaba por la trascendencia del ideario político más allá de la simbología personal que había creado a su alrededor.
Y es que por encima de todas las cosas, Chavez fue un simbolo de Venezuela. Para sus seguidores, de la reinvidación y de una renovación del discurso político. En un país acostumbrado a la violencia, su verbo pugnaz y agresivo no solo no preocupó a su seguidor natural, sino que lo motivo a imitarlo. Para la disidencia, representó el objetivo inalcanzable, el enfrentamiento político que reconstruyó todo lo que Venezuela asumía como visión social hasta el momento. Es que nadie la duda: Hasta diciembre del 2012, la ideología chavista se basaba integramente en la opinión política de Chavez. Más allá de los intentos bien intencionados de los ideologos y de la crítica constante de los intelectuales hacia un proyecto político incierto, el chavismo siempre fue una mezcla oportuna aunque torpe de pensamiento político ajeno y consideraciones personales de su lider. De su propuesta de "refundar la república" a su declaración en el año 2006 donde se asumía como "Socialista", Chavez asumió su proyecto social como una combinación de humor político y visión autocrática. Y es que el llamado socialismo del siglo XXI tuvo como huella única, esa necesidad de Chavez de tránsitar la realidad, la propuesta y el emblema social a golpes de efecto. ¿Cual era el socialismo de Chavez? A qué socialismo se refería? ¿Al de Europa del Este o al de Cuba, su aliado político y cuna de gran parte de sus ideas reformadoras? ¿Al de Marx, al de Sant-Simon, o al de Mariátegui? En algún momento del año 2007, Chavez insistió en la creación del "Socialismo del siglo XXI": una ideología basada lejanamente en el argumento marxista pero con sus propios tintes locales. No obstante, la ideología resultante fue la mayoría de las veces contradictoria y creó un híbrido con escasa coherencia. Más de una vez, leí a los llamados grandes ideologos del Chavismo, analizar el fenómeno político como el "empoderamiento" de las clases humildes. Nadie mencionó que el país aún continuaba sufriendo una economía desastrosa, dependiente casi por completo de su único producto de exportación: las ilimitadas reservas de petróleo del país. Pero eso no parecía ser tan importante: Con Chavez sano y en plena forma, la Revolución se sustentaba comodamente en su figura.
Hasta el cinco de Marzo del 2013, cuando la realidad se impuso. Un demudado Nicolas Maduro, hasta entonces un discreto funcionario más conocido por su obedeciencia que por su eficiencia, daba la noticia de la muerte de Chavez al país entre llanto. A lo largo y ancho de Venezuela, millones de deudos se unieron al luto Nacional que solo parecía incluir a la mitad de la población. Fueron días singularmente dolorosos para quienes no apoyamos al presidente: La exclusión ideológica se hizo más evidente. El Chavista por convicción incluso por simple simpatia ideológica, el partidario de conciencia y el ocasional despidieron a su lider entre llantos, en una multitud huerfana que lloró por meses la muerte de una figura que en pareció resumir una serie de ideas de corte emocional aún no muy claras. Pero la realidad es la realidad y muy pronto, el país rojo, el país que había sobrevivido a Chavez, tuvo que enfrentarse no solo a su contendiente ideológico tradicional sino a la realidad. Sin el Chavez simbolo, ¿Que ocurriría con su propuesta política?
Aún la incognita se mantiene. Su sucesor, un debil y torpe Nicolas Maduro, no parece capaz de sostener el legado político ante el análisis pragmático de una economía que se desploma bajo indices insostenibles y una propuesta social que no logra remontar la cuesta de la ineficiencia. El gobierno chavista, reducido a un grupo de funcionarios radicales que intentan mantener el equilibrio en medio de la grieta histórica a la que intentan sobrevivir, insiste en la retórica y en viejos planteamientos ideológicos para sobrevivir. Pero en la calle, el descontento en obvio, aunque no se traduzca de manera inmediata como apoyo para la oposición política. Y es que aún Chavez. sobrevive a medias en los fieles a su memoria, en los que se esfuerzan por sostener lo que llaman casi con inocencia "su legado". Una lucha constante, silenciosa pero que parece desplomarse a pedazos debido esencialmente a la torpeza gubernamental. Un ciclo de desaciertos y desencuentros que crean un complejo entramado de grietas en la cual se sostiene con dificultad la propuesta chavista. Más allá, desde la Valla amarillenta que envejece bajo el sol, los ojos atentos que miran desde toda dependencia pública e incluso, el insistente eslogan. "Chavez vive", el lider de la Revolución parece lentamente convertirse en otra visión de la realidad Venezolana, sin sentido ni mucho menos fuerza en medio de un país cada vez más fragmentado.
El país que sobrevivió a si mismo. La Revolución que murió antes de nacer.
C'es
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