lunes, 28 de julio de 2014

Del mito al hecho: Cuando el culto mortuorio sustituye al planteamiento social.




Cuando escuché la noticia sobre la "celebración" de cumpleaños del difunto Hugo Chavez no la creí. O mejor dicho, no quise creerla: En Venezuela, la realidad suele parecer con muchísima frecuencia a una parodia irónica, un mal chiste que no hace reír. Pero luego, lo acepté como inevitable. Y es que el culto al Lider en nuestro país - vivo o muerto - parece trascender esa línea invisible de la sensatez y mucho más, de lo que se asume como ideario de una nación que adolece de figuras protagónicas y que insiste en encumbrar la mitología simple de lo vulgar. En otras palabras: la cultura Venezolana necesita una figura que represente lo bueno y lo malo, y a la cual se pueda adorar - y también culpar - como parte del altar de las decepciones.

Dicho así, suena muy poético, pienso mientras camino por el Casco Histórico de Caracas. Pero deja de serlo, mientras me tropiezo una y otra vez con el rostro de Chavez desde pancartas y Vallas, grafitis, pintas, monogramas, arte Urbano. El rostro de Chavez reproducido hasta el infinito y hasta el cansancio, machacón y con una obsesiva determinación de incluirlo dentro de la imagineria natural del paisaje urbano. Lo miro en todas partes con un sobresalto, con una sensación de irrealidad que no sé muy bien a que atribuir. ¿Se debe a que su figura en creciente admiración e idealización hace menos cercana el gobierno deficiente e ineficaz que presidió? ¿Se debe a que esta magnificación del hombre en favor del mito, borra cualquier análisis objetivo sobre lo que significó o pudo significar el Chavez real en la historia? No lo sé. Pero la idea resulta inquietante. De pronto Chavez no fue sólo el presidente, el ideólogo de una revolución que no terminó de cuajar, de una mirada directa a esa ambición de la izquierda histórica personificada en un fenómeno mediático. El "por ahora" eternizado como una orden sutil para construir una propuesta política sin verdadera identidad. De súbito, Chavez se erige como el rostro cultural del país, como una identidad que representa a ese Venezolano de la periferia, del que representó casi por casualidad. Chavez como la metáfora del poder de pobre, del puño que se levanta, del presente que se construye sobre los errores del pasado.

- Era inevitable que ocurriera - me comenta L., profesor de historia e investigador del Fenómeno Chavez por cuenta propia - la conexión emocional de Chavez con su electorado, fue un fenómeno tan raro e inclasificable que el Chavismo que sobrevive a duras penas a su muerte, necesita imitarlo para sustentar el mito y gobernar bajo la visión del "legado". De manera que engrandecer la figura de Chavez es sin duda una manera de sustituir el mensaje directo para validar el actual.

Me lo comenta mostrándome su pequeña colección de muñecos y bustos de Chavez. Los ha recopilado durante los últimos años: Bustos de Argamasa pintados a mano, muñecos de plástico de Uniforme, enormes globos de plastico - los llamados "porfiados" - donde Chavez sonríe en un eterno vaivén. Chavez de pie y con rasgos caucasicos para entrar en la veneración de los altares. Un gigantesco y deforme Chavez de Yeso que lleva lo que parece ser un uniforme militar. El conjunto resulta asombroso y un poco inquietante. Para L. es el reflejo de un país huerfano, que se acostumbró al Líder único y lo aceptó como inevitable.

- Para el chavista "rajao", Chavez es insustituible. Fue el padre, el hermano, el hijo, el simbolo, el lider, el Comandante. Su palabra creó una Revolución que nadie entendió mucho pero que todos aceptaron de buena fe - me explica. Toma el busto diminuto de Chavez, lo observa. Cuando me lo extiende, lo miro con un sobresalto. Hay algo obsceno en esta adoración a un lider militar y un político audaz. Hay algo necesariamente desconcertante, en esa visión venezolana de la política emocional, de la insistente divinización del lider. Evito sostenerlo con un gesto tembloroso. Lo coloca de nuevo en su lugar - De manera que el Gobierno debe encontrar la forma de sustituir al Hombre, de generar el mismo tipo de adoración, de usarla en beneficio de políticas impopulares pero necesarias.

- ¿Lo logra? - pregunto - ¿Logra Nicolas Maduro a través de Chavez legitimizarse?

- De origen sí. Chavez le nombró su sucesor. Poco le importó sus pocas capacidades políticas, su discreta carrera administrativa. Quizás le escogió justo por eso. No hay otra manera de comprender esa visión de Chavez de "ungir" de manera casi sacramental a un heredero político. No obstante, bien pronto quedó claro que "Maduro no es Chavez" y la conexión emocional fluctúa. El Chavista cándido, el radical que ve en Maduro la necesaria continuación de la obra Chavista, no encuentra la forma de brindarle a este delfín las mismas cualidades que a Chavez. Porque Maduro, a pesar de sus esfuerzos por crear una visión del "Chavismo" como pensamiento que perdura, se encuentra que debe sostener la figura de Chavez para lograrlo, que debe siempre recordar que le debe el papel político y social que desempeña.

Una idea inquietante. Por meses, Nicolás Maduro visitó la tumba de Chavez - convertida en improvisado monumento de peregrinación de los seguidores del Presidente difunto - en una especie de gesto que parecía simbolizar su evidente compromiso con la continuación de la obra de Chavez. Se dejó ver con sus hijos - al menos hasta que la aparente tensión entre ellos lo permitió - y siempre que pudo, se llamó así mismo "hijo de Chavez", heredero accidental de su obra y lucha. Y no obstante, a medida que Maduro comenzó a comprender el poder como una atribución de su cargo más que un legado directo, pareció intentar diferenciarse del Chavez mito. Poco a poco, Maduro como presidente, intentó tomar decisiones autónomas o al menos concebir su presidencia como una expresión muy concreta de un parecer político. Claro está, las reacciones no se hicieron esperar: Grupos radicales mostraron su descontento y de hecho, Maduro pareció sometido a una serie de presiones internas que le insisten en perpetuar la memoria de Chavez sin modificaciones, como si el poder en Venezuela debiera ser favorecido - y bendecido - por el líder carismático para prosperar. De manera que casi con sutileza, Maduro volvió a mostrarse como parte del  llamado "legado Chavista" antes que real líder en ejercicio. Una exigencia evidente de esa interpretación de la ideología como emocional, arraigada en un fenómeno cultural basado en la idolatría y algo tan peligroso como una visión casi religiosa del líder.

- Chavez se convirtió en una referencia cultural y social. Ser chavista no es sólo una opción política, sino también una forma de mirarte como ciudadano: incluye costumbres, incluso una estética definida - me explica L. mientras caminamos por el pasillo de la Universidad donde trabaja. La figura de Chavez, mucho más discreta, aparece de vez en cuando: camisetas, un panfleto que insiste sobre la "la lucha social". De pronto, Chavez el hombre se desintegra y se reconstruye como una metáfora de algo más amplio. Pienso en el Che Guevara y su estatura de simbolo pop. La imagen comercial de una revolución a fragmentos. ¿Chavez está en camino en convertirse en la versión Venezolana del martir de la izquierda histórica? L. sonríe con cansancio.


- No va a camino a convertirse. Lo es - me dice. No sé que responder a eso. Chavez nos mira desde un lejano edificio de oficinas. Los pequeños ojos del monograma convertidos en simbolo de una visión de país que no puedo comprender.


Durante el Congreso del PSUV, que se lleva a cabo en el Teatro Teresa Carreño desde el sábado 26 de Julio y culminará el jueves treinta y uno, el primer debate dejó muy claro que el partido de Gobierno tiene una única prioridad histórica: por horas se discutió nombrar al difunto Hugo Chavez como lider "eterno". No se discutió sobre las grietas que parece sufrir la propuesta política, o el lento desplome de la popularidad de Nicolás Maduro, mucho menos las diversas visiones que parecen fragmentar el movimiento. Lo importante era, al menos de manera inmediata, dejar bastante claro que Chavez "vive", perdura y sin duda, forma parte de la historia de Venezuela como algo más que la figura presidencial. De hecho, toda la propaganda oficial parece avocada al tema: La Figura de Chavez se engrandece, se encumbra. Se modela cuidosamente a la medida de una talla histórica cada vez más extraordinaria y desconcertante.

- En el Barrio, Chavez se recuerda con mucho cariño, pero si se le reclama al Presidente Maduro lo que no hace - me dice mi amiga Gladys (no es su nombre real) mientras compartimos un café y le pregunto al respecto. Siempre tenemos ese tipo de conversaciones y a medida que transcurre el tiempo, yo comprendo mucho mejor el papel del Chavez real como parte de la visión política del Venezolano que lo apoya y ella me parece, mi descreída postura. En algún punto entre ambas cosas, intentamos comprendernos.

-¿Sientes que Maduro decepcionó? - le pregunto. Suspira. Se quita sus anteojos de pasta, los limpia con la orilla de la blusa. Espero con paciencia. Sé que para Gladys y tantos otros como ella, la mera crítica al gobierno chavista es una forma de dolor, una decepción que tiene mucho que ver con la confianza ciega hacia un proyecto fallido.

- El Presidente Maduro no sabe muy bien que hacer montado en el coroto - me dice con toda sinceridad - El Comandante le dio la oportunidad porque creyó oiría consejo, entendería lo que venía haciendo. Pero no lo hace. Al presidente Maduro lo mata la malcriadez y la soberbia.

Una respuesta sencilla a un dilema complejo, pienso pero no se lo digo. Y es que para Gladys como para millones de Chavistas, Chavez intentó en la medida de sus posibilidades y luchando contra la historia, comprender al país marginal, a la pobreza solemne que durante tanto tiempo la política tradicional olvidó e ignoró. De manera que Maduro, su torpeza política, sus errores como lider y más aún, su incapacidad para sobrellevar la profunda crisis que padecemos, es simplemente una consecuencia de la ausencia de Chavez. De esa visión cortoplacista de lo que se considera proyecto país.

- ¿Celebrarás el cumpleaños de Chavez? - le pregunto sin malicia. Ella lo sabe y me dedica una de sus miradas maternales.

- Hasta el día que me muera mija.

Recuerdo a Gladys y su mirada triste mientras camino por la Feria del Libro de Caracas. Chavez, Omnipresente, forma parte de la cultura, de esa fragmentada intepretación de una idea de nación. Chavez, desde los edificios de Gobierno, observando o mejor dicho, una metáfora de como el poder se comprende. Chavez, desde las paredes e incluso desde las esquinas olvidadas. Y es que el intento del gobierno de construir una mitología que avale los errores y justifique el abuso de poder, no cesa. No deja de elaborarse en capas superpuestas de confusión y temor.

Pienso en todo lo anterior, mirando una enorme pancarta callejera donde Chavez sonríe, magnanimo y eternizado en un gesto casi amistoso. La fotografia comienza a decolorarse: el rostro del Hombre desaparece lentamente, bajo la inclemencia del clima, del sol y del simple paso del tiempo. Tal vez sabiéndolo, alguien escribió con pintura una frase: "Pa' donde te fuiste nadie regresa". La sabiduría popular otra vez, parece tener la respuesta a esta coyuntura histórica imprevisible, a este experimento social que se desmigaja a pedazos. El desgaste natural de una visión de país carente de sustancia y más allá de sustento de real.


1 comentarios:

Unknown dijo...

La humildad de aquellos que aún sueñan con ese proyecto de país que, dado por partes miserables, no deja de ser apreciada por esa consciencia que se topa con el asunto y que ve hacia esa pobreza (material y espiritual) que a pesar de todo se sintió observada (y con esto "ayudada")
Casi siempre será así, no sabemos desprendernos (como cultura que somos y llevamos arraigada en cada universo que resulta cada venezolano) no sabemos desligarnos de nada ni nadie, el recuerdo es un consuelo que tratamos en lo posible de hacer real, de mantenerlo dentro de nuestra cotidianidad. La honra que se le da a aquél que nos ayudó, que resultó ese padre que poco o nada hay en esta sociedad, se convierte en una sombra atada hacia nosotros mismos, por nosotros mismos... Y la triste conclusión de todo esto, de esta realidad venezolana, es que cada mal presente e imponente frente al bien que podamos hallar parece sacado de una "película" como tanto nos gusta exclamar de vez en cuando, y lo peor es que, ni Hollywood o cualquier estudio europeo, ha metido la mano en esta obra observada (y orquestada) desde arriba por la ineptitud e incompetencia que hoy nos "gobierna"

Gracias por tus aportes tan valiosos.

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