En ocasiones, vivir en Caracas es aprender a tener miedo como hábito, como cosa de todos los días, como parte del paisaje cotidiano. Es convivir, codo con codo, con la amenaza de asesinato, con el riesgo de arrebaton, con la posibilidad de la herida. Es ser parte de una estadistica, de los sobrevivientes o los que lamentan la pérdida. Pero nunca estás a salvo, jamás estás fuera de ese extrarradio elemental del terror. Y por supuesto, de la violencia. Esa jamás deja de estar, de construir barreras, limites, restricciones. De encerrar, de quitarte la voz, el ánimo de comprender, que fractura el gentilicio, que lo convierte en otra cosa.
La noción no es nueva. Ya Hugo Chavez Frías había insistido sobre lo licito de "robar por hambre" durante una alocución en cadena nacional en el año 2000, en la que además dejó entrever que la "ley no siempre debe ser cumplida". Más tarde, aseveró en diferentes ocasiones que "la ley nunca estará por encima de la Revolución y los ideales revolucionarios" e incluso llegó a sugerir que la legalidad, es de hecho, una manera de construir la idea revolucionaria desde lo esencial del marco constitucional. En otras palabras, para Hugo Chavez lo legal no era necesario ni mucho menos de estricto cumplimiento: la ley al servicio de una planteamiento político personalisimo, supeditada a conveniencia a la voluntad de una visión autocrática del Estado y la nación.
Hablamos además, de la trivialización del crimen. No mates, pega un "Cachazo", insiste el autor, como si la violencia de la humillación no fuera suficiente. Como si cada escena de gritos, de dolor, de terror absoluto que ha vivido cada ciudadano Venezolano victima del hampa, no fuera meritorio de consideración alguna. O quizás, que la única consideración que puede aspirar es la de ser golpeado y no asesinado, agradecer que sólo se trate de un golpe - Uno durisimo, como insiste Mérida, para dejar bien claro que nunca estarás a salvo del todo - y no de una bala. Esa es la única promesa que puede hacer la ideología de la agresión, del irrespeto, del odio. Que tal vez, ese día no mueras. Que recibirás el golpe, la herida mortal, el recordatorio que tu vida no tiene valor, importancia o mucho menos significado para la cultura de la sangre, del plomo, del Cachazo.
Más allá, el concepto de la ley en Venezuela se encuentra reñido directamente con la objetividad y lo que resulta más preocupante, la idea misma de la neutralidad debida, elemento indispensable para asegurar la justicia. En la Venezuela chavista, la ley no es una expresión de un convenio social que incluye a los ciudadanos como actores necesarios. En el país heredero de un supuesto socialismo sin verdadero planteamiento ideológico, basado en el oportunismo y la revisión clientelar de las relaciones de poder ¿Qué otra cosa puede ser la ley sino una justificación para el abuso, el maltrato y la opresión? ¿Qué otra cosa puede entenderse sobre el ejercicio de lo legal sino como un arma que se utiliza no sólo para evadir la responsabilidad administrativa sino personal sobre las bases de un sistema político corrompido de origen?
Y es que el planteamiento de Gustavo Mérida no es otra cosa que la demostración evidente que para el Chavismo, la violencia es un recurso y la ley una idea borrosa e inaplicable en un estado que fomenta el caos y la anarquia. Un sistema político que no sólo se celebra la violencia, sino que se justifica, la estandariza, la acepta como necesaria e incluso se suaviza como una cara más de "lo que somos", asumes que la cultura del Gobierno es un replanteamiento retorcido, no sólo del ámbito de lo que se considera criminal e ilegal, sino además, de lo que se debe asumir como parte de la cultura, del quienes somos. Porque según Gustavo Mérida, que se identifica así mismo como "Chavista" y ademas insiste dirigirse "al hampa", como si se tratara de un interlocutor necesario, al que aconseja "romper la cabeza pero no matar", el crimen es no solo es intrínseco al país, a la identidad de nuestra sociedad sino al hecho quienes somos. El hampa, ya no como una amenaza a la integridad, sino como una parte de la cultura y peor aún, la forma de comprender al país.
¿Más preocupante aún? que el Gobierno no se molesta en disimular su visión sobre el poder que utiliza lo ilegal e ilegal a conveniencia: "Ciudad CCS" es un diario - panfleto, pasquín - cuyos fondos provienen de nuestros impuestos. De manera que, en esta Venezuela que se desploma en medio de un replanteamiento caótico de la refundación de la nación, el crimen ya no es el enemigo a vencer, sino el aliado a convencer para apuntalar las bases de un proyecto político oprobioso.
Así estamos.
Esta es Venezuela.
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1 comentarios:
Quiero rescatar algunas cosas que yo mismo estoy por desarrollar en mi blog; y es eso que nos sugiere esa suerte de cerco, cómo podríamos llamarlo: idiosincrasia en cautiverio, algo así, y lo recordé al terminar de leerte...
La inseguridad en general funge como pilar para el cerco que quiero hacer ver, los otros pilares son: el horario, las vías de comunicación (físicas y virtuales) y el valor del trabajo visto en dinero... Gracias a ellos, la mayoria, se "desenvuelve" en lo predecible. Ayer vi algo en TV en decía: las conquistas sociales a lo largo de nuestra historia, han ocurrido desde el centro (la hoyada, capitolio, el silencio, caño amarillo) pero... los pilares del cautiverio harán que, la hora, el lugar, los oficios, el día a día y por supuesto: la inseguridad, pongan a los jóvenes a protestar en zonas residenciales de clase media y a la clase media trabajadora a protestar por redes sociales, una vez lleguen a sus casas y se sientan seguros... más o menos (y cito tu final) así estamos...
Saludos en letras
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