Sentada en la oscuridad, tengo la sensación que la noche ondula a mi alrededor. Escucho el sonido del mar tan cercano, que parece rodearme, consolar esas pequeñas tristezas invisibles que todos llevamos entre los dedos, quizás sin saberlo. La luna llena brilla más allá, se alza como una promesa, una imagen de inenarrable belleza. Una posibilidad.
Hace casi viente años que celebré mi primera Luna Llena. Lo hice junto a mi abuela, tias y mis primas. Sentada entre el circulo de velas y rocas, tuve esa sensación extraordinaria de asistir a un momento que recordaría por el resto de mi vida, que sería parte de todas las escenas que se atesoran, que forman parte de todo lo que aspiro y creo. Por supuesto, tal vez no lo pensé de una manera tan clara, pero si, pensé en cada día de mi vida tendría el sabor de esta noche estrellada, de la Luna pendulando sobre las llamas de las velas, el circulo de luz flotando en la oscuridad.
- Yo deseo que cada paso que de en el futuro, me lleve a la sabiduría - invocó mi prima E., alta y esbelta. Era una mujer de piel sedosa y oscura, herencia de su padre oriundo de Trinidad y de sus abuelos afrodescendientes. Pero había heredado de mi tia M. su cabello sedoso, los ojos claros. De alguna forma E. era el símbolo de ese vinculo estrecho de mi familia con todas las voces de su pasado, con cada historia que nos crea. Cuando sonrío, su expresión se lleno de luz, como si cantara una canción escondida - yo deseo para todas nosotras la prosperidad del corazón.
¡Que bella frase! pensé mientras ella levantaba los brazos y comenzaba a bailar. Su cabello rizado pareció flotar en la noche, brillar entre la luz y la sombra como pequeñas lineas de pura belleza. Bailó y bailó, invocando lo bueno en nosotras, en la Tierra fértil que nos sostenía. La arena tan cercana, el mar suspirando entre las sombras, una silueta palpitando en luz.
- Yo deseo que cada una de nosotras obtenga lo que necesita, antes de lo que desea - dijo mi prima J., siempre tan severa. Y sin embargo sonreía, en la luz plateada que ondulaba entre nosotras, a la luz diminuta de las velas parpadeantes. Una vez me había contado que de niña, solía celebrar la Luna Llena para pedir amor: un amor como el de las novelas, como el de los cuentos de hadas, como el de las películas. Muchos años después, solía reír y decir: "Ya sé que ocurre después que el principe besa a la princesa". Me llevaría muchos años entender su sonrisa, la mirada de complicidad que compartía con su esposo. Las manos entrelazadas.
Cuando se levantó para bailar, lo hizo con sus gestos lentos, amables. Era la madre de dos niños pequeños y para ella, el mundo simbolizaba su capacidad para crear. Me gustó verla reír en voz alta, los brazos sobre la cabeza. Y la Luna entre sus dedos, como si se resbalara en el silencio, una imagen fragmentada de infinitos significados que tal vez sólo ella podría comprender.
- Yo deseo que la Tierra nos recuerde lo vulnerable que somos y el viento, lo eternos - dijo mi tia I. con una amplia sonrisa. Había sido la hija más joven de mi bisabuela y había heredado de ella su fortaleza y su belleza. El cabello cobrizo el rozaba los hombros, flotaba en la oscuridad mientras bailaba con las palmas vueltas hacia el cielo, riendo, siempre riendo. La Tia I. solía decir que parte del secreto de ser una bruja es saber el poder de soñar. El poder de crear en tu mente lo que deseas alcanzar. Lo repetía con mucha frecuencia, mientras pintaba y bordaba, mientras leía y escribía. "Soñar es una forma de vivir. Los sueños son vida" solía repetir.
- Yo deseo que cada cosa a nuestro alrededor tenga un simbolo y una enseñanza que regalar - dijo mi tia M. cuando le tocó el turno. Era una mujer de cuerpo opulento, de mejillas amplias y sonrisa interminable. Siempre me había agradado su buen humor, su manera tan entusiasta de vivir. Fue ella la que me enseñó a montar bicicleta, la que me obsequió mi primera pelota de Baseball, la que escondía para mi los libros que se suponía no debía leer. Era ella la que le encantaba reir a carcajadas muy ruidosas, la que no se escondía para llorar. La que creía en el poder de crear.
- Yo deseo que todos los días de nuestra vida tenga un olor que atesorar, una palabra que enseñar y una escena que se haga inolvidable - dijo mi bisabuela F., con uno de sus guiños maliciosos. No se levantó de su lugar junto al caldero, sino que arrojó en su interior la albahaca y el romero. El fuego crepitó, creció, se elevó hasta envolver sus dedos, un brillo elemental que pareció llenarle de vida, brindar nueva entusiasmo a su expresión. Bisabuela, que tanto amaba viajar, que siempre insistía en que había aprendido a leer por sus propios medios, a solas, por mera curiosidad. Mi bisabuela, extraordinaria en sus pequeñas epopeyas, en sus inteligentes frases, en su manera de pensar.
- ¿Y que deseas tu Agla? - preguntó mi abuela con ternura. Me sobresalté. Vestida de blanco y llevando por primera vez el cabello trenzado, simbolo de confianza en la historia que creabamos cada día, me sentía desbordada por la belleza del momento, por cada pequeña cosa que sucedía a mi alrededor. Pero ¿Qué podía desear que la Luna no me hubiese obsequiado ya? ¿No había deseado fervientemente ser una bruja y ahora lo era? ¿No había deseado aprender el viejo arte de la brujería y había comenzado a hacerlo? Poco a poco, página a página, día a día. Transformandome, creciendo. Siendo cada vez más sabía en mi ignorancia, en mi necesidad de creer y crear. Miré la noche, el mar más allá, La Luna espléndida flotando entre las estrellas tachonadas de púrpura, en medio de mi circulo de mujeres y de luz, en medio de las voces que reían y las miradas que me invitaban a continuar una vieja tradición. Sonreí, con los ojos llenos de lágrimas, con las manos temblandome de puro nervioso. Levanté los brazos al resplandor de las velas, a los sueños que esperaban por mi. Al olor de la pura esperanza.
- Deseo que celebremos muchas veces a la Luna, aquí y donde estemos. Que lo celebremos en grupo o a solas, que lo celebremos tomadas de las manos o recordándonos - las miré, a todas, a mis brujas, a mi familia, y sentí que la emoción me estallaba en el pecho, palpitante y radiante, tan fuerte como una llamarada de un fuego rojo y ancestral - deseo que siempre haya una mujer que baile bajo la Luna, que siempre haya alguien que recuerde el poder del Sol, las estrellas, el infinito y la Tierra, para aspirar a la belleza. Deseo que seamos siempre parte de mis recuerdos y de todas las mujeres que vendrán, luego de cada una de nosotras.
Y bailé, libre y pequeña, torpe y feliz. Los brazos estirados sobre la cabeza, el cabello flotando en el calor de la noche. Bailé para la sonrisa, para lágrima fugitiva, para el futuro que esperaba por mi y el presente a medio crear. Bailé, bajo la Luna. Bajo la promesa. Bajo una historia tan vieja que se eleva más allá de mi misma. Un sueño a medio recordar, una manera de crear.
Un pétalo de luz bajo la Luz plateada de la noche. La bruja, una y otra vez.
Danza de sueños: Sueños radiantes.
Para la religión de brujería que practico, la Luna Llena de Octubre representa el poder y la importancia de los vinculos familiares y emocionales. Con frecuencia, se llevan a cabo rituales para celebrar el amor entre las parejas, parientes y amistades y uno de ellos es el siguiente:
Necesitarás:
* Siete Velas Blancas.
* Un Cuenco para quemar.
* Hojas de Albahaca y Laurel.
* Tu música Favorita.
Disposición:
Enciende tu música favorita: no importa cual sea, mientras te haga sonreír y sentir deseos de bailar. Coloca las velas formando un circulo en cuyo interior te sentarás junto con el cuento para quemar y las hojas de Albahaca y Laurel. Ahora enciende las velas en el sentido de las aguas del reloj mientras invocas:
"Soy la Tierra que Nace
Soy el Viento que canta
Soy el Fuego que purifica
Soy el Agua que calma
Invoco el poder de cada pensamiento de sonrisas
y Cada alegría secreta
Para crear hoy magia y belleza
¡Así sea!"
Ahora, imagina tu momento más feliz. El que te haga sonreír con toda sinceridad, el que te haga recordar lo importante y maravilloso de tu vida. Recuerdalo con todo detalle, la emoción que te hizo experimentar, esa visión de esperanza que representa. Ahora arroja las hojas de albahaca y Laurel al interior del cuento para quemar, enciende un fuego con ellas mientras invocas:
"Soy el poder de la Tierra fértil
Soy el poder del fuego que purifica
Soy el poder del viento que cuenta historias
Soy el poder del agua que recuerda
¡Que sea cada noche de Luna Llena
Un reflejo de mi voz y de mi rostro eterno!
¡Así sea!
Disfruta del olor y la calidez del fuego, y de la sensación que cada ciclo en tu vida se llena de poder y bienestar. Deja que la velas se consuman antes de culminar el ritual.
Bailo, en la oscuridad, entre risas y una sensación de profunda alegría. Bailo, en esta noche de todas las noches, junto al aroma del mar paciente y más allá, la mirada radiante de la Luna. Inolvidable y poderosa, parte de mi propia historia y de todas las que vendrán. Una historia a medio escribir, un sueño que apenas puedo recordar.
C'est la vie.
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