La imagen sorprende y desconcierta: Un cartel de la misión gubernamental "Mi casa bien equipada" explica al posible lector, las bondades de diversos aparatos electrodomésticos. La omnipresente imagen de Hugo Chavez, encabeza lo que parece ser un detallado catálogo de las bondades de la tecnología desde el punto de vista de revolucionario: por tanto, un televisor no es un televisor sino un espacio para "la reproducción de nuestra cultura". Tampoco un refrigerador es sólo un objeto: es también un elemento que permite tener a la mano "la comida fresca para la tribu". Aún menos una lavadora es sólo un electrodoméstico sino la oportunidad que brinda la revolución a la mujer "de librarse del trabajo pesado". Porque los oficios del hogar son para la Revolución Chavista, que insiste en llamarse humanista y reivindicatoria, esencialmente "femeninos". Un "trabajo pesado" que historicamente debe realizar la mujer y que la ideología insiste en "aliviar" gracias a la venta de la tecnología. El mensaje, desconcertante e incluso inquietante, parece sugerir que la "Revolución bonita" no sólo insiste en tópicos y prejuicios contra los que debería enfrentarse sino que además lo institucionaliza, los hace concretos y parte de la cultura que se asimila. Una idea que asume como parte elemental de la imagen del ciudadano que desea fomentar.
Todo lo anterior sucede, en un proceso político que más de una vez, se ha llamado así mismo con gran pomposidad "Feminista". En la Venezuela del socialismo del siglo XXI, donde se asegura que el idioma ha dejado de ser sexista, que el sistema político asume la inclusión como parte de su entramado social y donde la visión sobre la mujer, se "revaloriza" por toda una nueva participación femenina en la palestra política. Pero aún así, el Chavismo, con toda la carga ideologica que la precede, continúa vendiendo y con enorme frecuencia, la visión que tiene sobre la mujer, lo femenino y lo que resulta más preocupante, el papel social de la mujer Venezolana. Y es que la contradicción parece cada día más evidente, se hace más dura de comprender: Hay "médicos y médicas", también "ciudadanas y ciudadanos", y toda una serie de términos especificamente femeninos y masculinos que demuestran que insisten en demostrar que la revolución chavista fomenta la inclusión, pero también se despide a una empleada del Ministerio de la Mujer por haber modelado. Así de simple se interpreta a la mujer en una sociedad restrictiva, autocrática y sobre todo, punitiva como la que fomenta el chavismo. Así de esquemática, elemental y primitiva.
En más de una ocasión, El difunto Hugo Chavez Frías se llamó así mismo "Feminista". Obsequió ramos de flores a periodistas, abrazó efusivamente madres campesinas, saludó con su mejor sonrisa a militantes que le adoraban con inocencia fanática. Pero también, promovió el sexismo desde el poder. Lo hizo a la manera Venezolana, entre risas burlonas, pasando el brazo por encima de los hombros de su mujer mientras aseguraba que "Le daría lo suyo". Lo hizo, mientras señalaba en plena transmisión de su programa Dominical "Alo Presidente" a una mujer embarazada y le pedía al joven esposo a su lado "Controlar a esa mujer para que dejara de parir". De manera que la denominación "feminista", es cuando menos hipócrita en un país donde la mujer aún sufre del estigma de una sociedad prejuiciada y en medio de una ideología donde lo femenino parece supeditada y sobre todo, aplastada por la figura de poder.
También, se suele insistir a que el chavismo a brindado reales oportunidades de oportunidad política a la mujer: se insiste en el número de Ministras del tren ejecutivo supera al de cualquier otro del continente, en el hecho que la representatividad femenina se protege legalmente en el país. Pero aún así, la figura de la mujer Venezolana, la real, la cotidiana, la que no se usa como frecuente planfleto ideológico, continúa padeciendo de una situación donde su identidad sigue siendo aplastada por una interpretación histórica que la desvaloriza. Porque mientras se celebra que la constitución puntualiza en interminables artículos a los "ciudadanas y ciudadanos", el país continúa sufriendo quizás la mayor tasa de analfabetismo por género del continente. Porque mientras se insiste en que la mujer "revolucionaria" tiene real poder y representatividad, las leyes insisten en mirarla bajo el estereotipo tradicional que define a la mujer bajo su rol biológico. Porque el Feminismo Venezolano no parece importarle demasiado que la mujer de la "Revolución" continúe aplastada y desdibujada bajo la imagen de la mujer abnegada, que cada supuesto logro se distorsione bajo la percepción de la mujer bajo la óptica de una percepción casi primitiva sobre sus aspiraciones y concepción sobre si misma. Todas los aparentes triunfos de la mujer revolucionaria parecen encaminados a sustentar la imagen de la mujer dependiente, que logra un alivio a sus tradicionales roles y tópicos, pero que jamás debe aspirar a otros. Sí, en Venezuela hay "ciudadanos y ciudadanas", pero esa inclusión a nivel de lenguaje no incluye una percepción común sobre la mujer moderna, contemporánea. La mujer a quien se le brinda la oportunidad de construir un futuro a la medida de sus aspiraciones, de elaborar una idea concreta y fructífera sobre su individualidad y sus relaciones con la sociedad. Al contrario, el "feminismo revolucionario" parece más interesado en analizarse como una piedra de sustentación de una falsa reivindicación y no otra cosa.
- En Venezuela, el feminismo se comprende no como una lucha, sino como una idea complementaria a la búsqueda de esa batalla social que el Chavismo vende como Revolución - me explica Juan Martinez, antropólogo que dedicó su tesis doctoral al papel de la mujer en medio de la Revolución chavista. Para él, la figura femenina ha sido no solamente utilizada sino también reconstruida a conveniencia por una postura política que intenta asumir el rol de la lucha social en todos sus extremos - de manera que no se busca promover una lucha real sino asumir que la inclusión de género es parte de todo un concepto anclado a la "Revolución".
Hace un par de años, hubo una considerable polémica en el país con respecto al uso del género gramatical. Desde una reflexión de la RAE sobre la idoneidad - y sobre todo, practicidad - de escribir en femenino y masculino como forma de reivindicación de género, hasta el hecho que la "Revolución" chavista, insiste en que esa construcción de un lenguaje "menos sexista" es de hecho, uno de los triunfos del socialismo del siglo XXI con respecto al reconocimiento de los derechos de la mujer. Todo lo anterior, enmarcado en la idea que el Chavismo, tiene una especial preocupación en la lucha por los derechos de la mujer y sobre todo, en lo que llama "la nueva mirada de la mujer en el marco del socialismo del Siglo XXI". Resulta curioso, no obstante, que esta insistencia en mirar al feminismo como uno de los elementos contracultura que el gobierno dice representar, no parezca incluir la concepción de lo femenino más allá de sus roles tradicionales. Aún más preocupante: desde hace más de cinco años, se debate sobre el lenguaje no sexista que se utiliza en el país, a pesar que no sólo una buena cantidad de palabras de uso común relacionada con lo femenino continúan teniendo una connotación negativa y que el país, la situación de los derechos e inclusión de la mujer, continúa en debate. Por supuesto, que ya nadie se sorprende del uso "ciudadano y ciudadana", "abogada o abogado" y términos semejantes, pero en el lenguaje de todos los días, el visual, el que forma parte de la cultura de lo sutil, lo sexista continúa siendo parte del léxico habitual. Y buena parte de esa distorsión, de esa insistencia en la mujer objeto, en la mujer tópico, en la imagen de la mujer construida a partir de la conveniencia ideológica, proviene del poder. ¿En cuantas ocasiones figuras políticos y líderes del Chavismo no han menospreciado a la mujer en beneficio de un discurso beligerante y agresivo? Una y otra vez, la percepción ideológica parece someter a la mujer no sólo a la interpretación de chistes y expresiones machistas sino a una precaria situación social y cultural.
- Por supuesto, el uso de un supuesto lenguaje no sexista es vistoso, evidente y sobre todo, crea una matriz de opinión favorable sobre la supuesta lucha por la inclusión en el país - me comenta Juan - pero es sólo una idea cosmética. El Feminismo Venezolano no parece ir más allá de la superficie, de un análisis poco claro sobre las causas y motivos de la situación actual de la mujer. Eso no parece ser tan importante como mostrar logros inmediatos que puedan apoyar la realidad de la Revolución social.
Me muestra los carteles que publicitan las diferentes "Misiones" dedicadas a la mujer: Ninguna de ellas muestra una visión de la mujer más allá de sus roles tradicionales. Percepciones sobre la mujer que parecen sugerir que para el chavismo, el rol tradicional es no sólo imprescindible, sino también necesario para promocionar la imagen de un proceso político basado en el apoyo del "pueblo" como base de toda reivindicación. Para Juan, esa visión utilitaria de causas tradicionales no es otra cosa que una percepción muy limitada sobre el uso de las políticas de Estado como una plataforma de concepción de un modelo de suprapaís.
- Para el Gobierno, el feminismo es otra causa y el papel de la mujer supeditado a su necesidad - me explica Juan. En uno de los carteles extendidos sobre su escritorio, hay una fotografía de la ex Ministra de INAMUJER María León, junto al difunto Hugo Chavez. Ella sonríe, mira con fervor al fallecido lider. La leyenda que puede leerse bajo la imagen es cuando menos perturbadora: "yo tengo una convicción, por sobre el liderazgo de nuestro Presidente en este país no hay nada, Dios solamente y Dios está con Chávez." Juan sonríe cuando nota mi incomodidad - esa identificación de la figura de poder con la capacidad para reivindicar es tradicional en Gobiernos basados en esperanzas difusas. El conflicto Venezolano radica en que todas las apreciaciones sobre luchas y concepciones de la sociedad y la cultura, atraviesan y refuerzan la idea del Líder Todopoderoso y la Revolución infalible.
Y que es la "Venezuela feminista" no parece ser otra cosa que otra de las tantas interpretaciones ideológicas de un gobierno que insiste en nutrirse de la contracultura sin que exista una verdadera reivindicación. Mientras se insiste que el uso del lenguaje no sexista, se continúa asumiendo el carácter doméstico de las aspiraciones de la mujer. Mientras la imagen de numerosas funcionarias de gobierno se muestran como un trofeo ideológico dudoso valor, el desempleo femenino en Venezuela continúa siendo el más alto del continente. Mientras se celebra la existencia de un Ministerio encargado especificamente de las intricadas relaciones del género con el poder, Venezuela tiene la tasa más alta de embarazo adolescente del continente. Mientras se celebra que la identidad femenina sea más visible que nunca, mientras se hace uso político de esa aparente protagonismo, el gobierno sigue construyendo y fomentando una visión sobre la mujer restringida, elemental, insustancial y lo que es aún más preocupante, limitada a la utilidad del recurso político.
Incluso militantes del socialismo y con activa participación en la noción de lo femenino bajo la óptica ideológica, parecen preocupadas por la promoción de una imagen de la mujer distorsionada y reconstruida para beneficio de una tolda política. En su interesante artículo "Mujeres y Socialismo del siglo XXI: ¿Un feminismo patriarcal?" la articulista Tatiana Malaver llega a la preocupante conclusión que para el Chavismo, la defensa de los derechos de la mujer es cuando menos incidental y promovido como visión edificante pero vacía del poder: "Políticas promovidas como revolucionarias, emancipatorias y liberadoras, como las de la Misión Madres del Barrio*, los microcréditos del Banco de la Mujer y la última Ley de Lactancia Materna -donde, en vez de tomar medidas que permitan a la mujer salir de la cuarentena post-parto, la mantienen en el claustro privado del hogar-, no son más que políticas patriarcales que siguen manteniendo y condenando a la mujer a las cadenas de la esclavitud doméstica" comenta la autora, al referirse a las diversas manifestaciones públicas del poder Central en supuesto apoyo a la figura femenina. Aún así, el chavismo - como corriente política - insiste en asumir la reivindicación como una expresión política sin otro valor que la publicitaria, la evidente y carente de cualquier valor real.
- Para el Chavismo, la inclusión de género pasa necesariamente por la manera como apoye la idea política que propugna - insiste Juan - esa visión del Chavismo como fuente de toda batalla ideológica. A pesar que eso pueda contradecir la esencia de la idea que intenta promover. Una distorsión preocupante pero tan común que se ha hecho cotidiana.
Miro de nuevo la imagen del cartel publicitario con su inquietante descripción sobre la vida cotidiana. Probablemente se encontrará colgado en toda la red de ventas y comercialización que el gobierno posee a nivel nacional. En cada pared y fachada de los locales y establecimientos de los cientos que el Chavismo utiliza como sutil propaganda ideológica. Será leída una y otra vez por mujeres de todas las edades, por niñas tomadas de la mano de su madre. Y ese mensaje, más que cualquier otro método efectista, mucho más que cualquier símbolo aparente y sin sentido de la lucha por los derechos de la mujer, será que el que permanezca. Esa distorsión sobre lo que la mujer es, aspira y sobre construye en el mundo actual. Las posibilidades que puede ofrecerle. Resulta abrumador el pensamiento, que esa mujer de la Revolución, esa imagen movediza y poco consistente de lo femenino que la Revolución utiliza en provecho propio, sea lo que toda una generación de mujeres asumirá como real y comprenderá como parte de su propia identidad. Una circunstancia que no sólo resulta dolorosa sino preocupante con respecto a lo que deseamos para un país en busca de la equidad y más allá, una idea de la inclusión real. Un país que aún no logra encontrar un sentido real a su propia visión sobre la sociedad que promueve y construye a partir del poder.
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