miércoles, 7 de enero de 2015

La lucha por las ideas: Una herida en el rostro de la tolerancia.



La primera vez que escuché sobre el semanario Charlie Hebdo fue en el año 2006, cuando desafió a los islamistas al mostrar mostrar las caricaturas del profeta Mahoma que publicó un diario de Dinamarca y que habían ocasionado un revuelo, además de una serie de opiniones encontradas sobre la defensa de la libertad de expresión y opinión en el mundo. Me obsequiaron el ejemplar del semanario que incluía los 12 dibujos donde además de mostrar al profeta Mahoma — desafiando la prohibición de reproducir la imagen del profeta — se le hacia en tono humorístico. Me asombró su desparpajo pero sobre todo su valor. Porque cuando se habla de extremismo religioso, no hay medias tintas: para un fanático que considera un arma una herramienta de reivindicación religiosa, un dibujo es mucho más ofensivo que un asesinato. El derramamiento de sangre se justifica, se ensalza, resulta casi obligatorio. De manera que el gesto de Charlie Hebdo no era sólo una muestra de libertad de las ideas, sino también una osadía de preocupantes implicaciones.

Conservé el ejemplar por meses. Mientras los islamistas indignados salían a la calle, quemando embajadas, exigiendo respeto mediante el uso de la fuerza y de la amenaza, seguí mirando de vez en cuando esa simple proclama de libertad, ese alegato elocuente sobre la libertad de las ideas. Más de una vez, me pregunté si esa defensa a ultranza del derecho a la opinión no era otra cosa que una necesidad inquietante del semanario de convertirse en un símbolo de solidaridad contra la violencia que ataca a la inteligencia. Miraba las páginas — con las ilustraciones de corte infantil pero profundamente reaccionaria — y me preguntaba hasta donde podrían soportar el asedio. Hasta que punto podrían luchar y rebelarse contra una visión del mundo construida a partir del odio y el derramamiento de sangre.

En 2011, la redacción de Charlie Hebdo fue destrozada por un incendio. Un acto que varias corrientes fundamentalistas llamaron de “retaliación y venganza”. Inquieta, miré las imágenes de la pequeña oficina reducida a escombros, vandalizada y destruida por el fuego y me aterró su simbolismo. Sin desearlo — o quizás sin saberlo — Charlie Hebdo parecía convertirse en martir de sus propios ideales. De esa insistencia suya en mostrar la Libertad de expresión como un principio inquebrantable. Una idea que continuaron sosteniendo a pesar de la pequeña tragedia, del desastre que obligó a Charlie Hebdo a lamerse las heridas y repensarse como ventana hacia la rebelión de las ideas. Recuerdo haber pensado que ocurriría después, si la violencia finalmente había triunfado al momento de imponer su silencio, de cercenar y mutilar la aspiración de libertad de un mundo cada vez más lastimado por la censura.


 Me alegró comprobar que no: El 19 de septiembre de 2012 el semanario satírico publicó una atrevida portada donde haciendo alusión a la película francesa “Intocable” del director Eric Toledano, se burlaba de nuevo del extremismo islámico, bajo el titulo “Intocables 2: no se rian”. En la imagen podía verse a un Imán, cuya silla de ruedas era empujada por un rabino, en una clara parodía política que levantó de nuevo la polémica y las protestas. Como si eso no fuera suficiente para dejar bien claro que Charlie Hebdon continuaba comprometido con el ideal de construir la libertad sobre la premisa del humor, en la última página incluía dos caricaturas del profeta desnudo.

¿Se trataba de una provocación? Es inevitable preguntárselo, cuando las condiciones para la violencia son tan claras y Charlie Hebdo parecía convertirse en victima propiciatoria. Me pregunté si era realmente necesario, la insistencia en parodiar el peligro, de convertir la amenaza en una declaración de intenciones. Finalmente y quizás debido a la situación de mi país, donde el humor político se considera lo suficientemente grave como para catalogarsele de delito, comprendí que sí. Que cualquier herramienta de divulgación de la libertad, de enfrentarse a los límites restringidos de la violencia, del temor y la agresión, es una manera de constrir una nueva visión sobre la expresión como medio de construcción de ideas. Como una manera de mirar el mundo más allá del confín del odio.


El 19 de Julio del 2013, Charlie Hebdo publica lo que es probablemente la portada que levantó mayor controversia, opiniones encontradas: “El Corán es una mierda, no detiene las balas”, señalaba la portada, en la que se ve un musulmán sosteniendo el libro sagrado mientras recibe una ráfaga de disparos. Se habló de franca proovocación, que el semanario sólo intentaba crear una situación insostenible con respecto a la reacción de las facciones más extremistas del islamismo. Pero más de la allá de la imagen impactante, del discurso efectivas, Charlie Hebdo insistía en lo evidente: la libertad es el principio indispensable en cualquier discurso, en toda visión, en cualquier expresión, en todo discurso. ¿Era necesario llegar al borde mismo de esa corrección de lo políticamente admisible que parece ser la línea que delimita la opinión actual? ¿Quizás el semanario llegó muy lejos en su búsqueda de la reivindicación de la opinión? ¿Que es “muy lejos” en medio de una interpretación de la creencia y la religión basado en las armas, en el asesinato y la destrucción?

Hoy desperté para leer la noticia del ataque a la redacción de Charlie Hebdo. Un acto salvaje, primitivo. Una demostración de la violencia que intenta destruir la idea, que ataca y golpea a lo que consideramos esencial en la visión del mundo contemporáneo, en la defensa de nuestras ideas. Fue un ataque directo, frío y profesional. Ocurrió a pesar que Charlie Hebdo estaba especialmente protegido contra la amenaza debido a la serie de ataques que había sufrido a través de los años. En el ataque, murieron doce personas incluyendo tres de los dibujantes más conocidos de la revista: Cabu, Wolinski y Stéphane Charbonnier que era también el director del semanario.

¿Como enfrentarse a un fanático? ¿Como enfrentarlo más allá de las armas, de las amenazas, de los ejercitos armados? ¿Como enfrentar la amenaza cotidiana del silencio, de la censura, del enfrentamiento eventual contra la violencia? Luchar militarmente contra un ejercito de extremistas y enfrentar su asedio diario contra la opinión y la libertad son deas que transitan visiones distintas sobre lo que el fanatismo Es. Lo que representa, el peligro que simboliza a diario. ¿Que necesitamos para no sólo batallar contra la extremismo que se excuda detrás de la religión para justificar el ataque, para exigir respeto por medio del ataque y la violencia. Y es que ya no hablamos de religión alguna ni tampoco de creencia establecida: el fanatismo es una visión que desborda cualquier planteamiento intelectual, que se justifica bajo cualquier planteamiento. De manera que quizás la lucha sea en otro terreno, en el de todos los días, en el valor de enfrentar el odio en cada lugar posible, en cada idea que pueda enabolarse como un simbolo de libertad.

Y Charlie Hebdo lo hizo. Y quizás, a pesar de todo, lo continuará haciendo.

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