domingo, 7 de junio de 2015

El susurro del Olvido y otras historias de brujería.




En la vieja Tradición de brujería Europea, hay una historia sobre una Princesa que vivía en un Castillo a mitad del día y de la noche. El lugar se encontraba en el centro mismo entre la primera luz del amanecer y la primera sombra del atardecer, por lo que  jamás, había suficiente luz para bailar ni suficiente oscuridad para dormir. De manera que ella y la corte, siempre estaban despiertos. Una especie de vigilia perpetua, extrañamente opalina, sin que el sol les permitiera dormir o la oscuridad les dejara despertar. Un pequeño misterio que nadie del reino podía entender muy bien. Era como vivir entre dos mundos, el de los sueños y el de las cosas de verdad, siempre a mitad de camino entre ambos lugares. Siempre intentando descubrir en cual de ellos se encontraba para no enloquecer. 

- ¿Y por qué no dormía con la almohada en la cara? - pregunté con toda mi insolencia de diez años. Mi bisabuela dejó de leer y me miró por encima de la montura de sus anteojos.
- Porque no tiene sentido cubrirte el rostro mientras la realidad sigue pasando allá afuera.
- Pero podría dormir...
- Sólo un rato. Nunca puede huir completamente de lo que sucede a tu alrededor.

Suspiré. Se me seguían ocurriendo ideas. Como cubrirte los ojos con una cinta de tela o encender muchas muchas lámparas para imitar la luz del día. Pero la bisabuela parecía francamente fastidiada de mis interrupciones, así que me callé, esperando que continuara leyendo.


La princesa deambulaba de un lado a otro del Castillo, escribiendo sus recuerdos en las paredes, dejando pequeños tesoros escondidos entre los muebles, dibujando los paisajes que quería atesorar,  porque el prolongado insomnio la hacia perder poco a poco la memoria. Simplemente flotar, en una nada amplia, blanca y sin matices. Perder su nombre, el sabor de sus comidas favoritas, el rostro de sus padres y del Principe que amaba. Todo porque había perdido la capacidad para soñar. 

- ¿De soñar o de dormir? - me pareció muy importante preguntar aquello. Bisabuela suspiró.
- Si no duermes ¿Como sueñas?
- Yo lo hago leyendo libros.
- Pero los sueños a los que se refiere esta historia, ocurren cuando duermes. En la Tradición en que te estamos educando, creemos en el poder de los sueños. Que es la simbología de tu mente y tu historia.

Yo no entendía nada de eso. Con diez años, dormir me parecía una perdida de tiempo y sin duda, soñar como pasar un rato aburrido que podía disfrutar jugando o leyendo. Bisabuela me miró con sus grandes ojos verdes entrecerrados cuando se lo dije.

- ¿No te parece interesante soñar? - comentó. Cerró su Libro de las sombras y lo dejó apoyado sobre sus rodillas nudosas por la artritis. Me sobresaltó un poco el tono de voz que utilizó. Era a mitad de camino entre un sutil regaño y algo más duro que no entendí de inmediato.

- No mucho. Solo veo las cosas del día, pero de otra manera - le respondí - me gusta leer. Me gusta imaginarme todo tipo de cosas. Soñar es como si tu mente...

La verdad, no sabía que le ocurría a mi mente al soñar y mucho menos entendía, por qué la brujería lo consideraba interesante, mágico o profundo. Ahora que la bisabuela lo había preguntado, en realidad no entendía mucho por qué a nadie podía interesarle que veía en mis sueños o lo que podía significar.

- Soñar es la manera como tu mente habla, te cuenta tus temores y tus alegrías. Pone en perspectiva las ideas que necesitas ordenar - me explicó - un sueño puede hablar tanto de ti misma que es una especie de mensaje que debes escuchar y comprender.  Por eso todas las viejas creencias le brindan poderes mágicos.

No supe que responder a eso. De pronto, me quedé un poco asombrada de pensar en mis sueños como algo más que imágenes sin sentido. Me pregunté si cada cosa que soñábamos tenía realmente algo que decir. Pensé en las montañas verdes y muy altas que siempre veía en sueños, los sótanos con escaleras que tanto me asustaban. ¿Mi mente intentaba decirme algo? ¿Y de ser así? ¿Qué podría ser? ¿Era mágico? No entendía mucho de lo que mi bisabuela decía, pero comenzaba a intrigarme de verdad.

- ¿Y son mágicos los sueños? - pregunté.
- Todo conocimiento es mágico. Todo aprendizaje te permite crear algo nuevo, modificar y transformar lo que te rodea. Por tanto, sí, es mágico.

La abuela me dedicó una sonrisa lenta, casi perezosa. Bisabuela con frecuencia se llamaba así misma "bruja maligna" aunque también insistía en que realidad, esas cosas no eran ciertas y las brujas de verdad, como ella, eran lo suficientemente listas para saber que el bien y el mal sólo son maneras de comprender al mundo. Pero de serlo, ella seguramente sería una de ellas. Era sagaz, lúcida y con sentido del humor exaltado y raramente socarrón. En ocasiones me preguntaba si sabía que me provocaba un poco de miedo y si eso le divertía.

- ¿La magia es lo que podemos aprender?
- La magia es lo que podemos crear.
- ¿Los sueños se crean?
- Los sueños se comprenden.

Parpadeé. Bisabuela tomó de nuevo el libro y continuó leyendo.

Pero pronto, la princesa descubrió que el método de escribir para recordar, de pintar para no olvidar y de guardar tesoros para volvernos a encontrar, no eran suficientes para huir de la llanura blanca de las noches sin sueños y de los días sin nombre. Entonces, comenzó a deambular en el bosque que rodeaba el Castillo, intentando encontrar en los árboles, en las hojas rotas y en las montañas más allá de la mirada, los sueños que había perdido.

- ¿Los encontró? - no me pude contener. Me cubrí la boca con las manos - ¡Perdón!

Bisabuela sacudió la cabeza, se estiró sobre su sofa favorito de orejas. La luz de la tarde, carmesí y encendida se colaba por la ventana y de pronto, toda su habitación pareció arder en llamas de luz, como si la madera y los pequeños objetos de porcelana que mi abuela atesoraba, de pronto estuvieran muy vivos, muy cercanos a un tipo de belleza desconocida. Lo miré todo con un parpadeo. Un hilo de luz a mitad del día y de la noche.


- No es tan fácil perder un sueño, niña - comentó mi bisabuela. Se levantó con esfuerzo del Sofá y me apresuré a acercarle su bastón. Se apoyó en él con cansancio - ven.

Le obedecí. Bajamos juntas la empinada escalera de madera de la casa y salimos por la puerta trasera hacia el jardín. La luz roja también estaba allí, parpadeante, como hilos de fuego derramándose en todas partes. Nos quedamos en mitad de la hierba mal cortada, con la luz coloreandolos el rostro y haciendo brillar nuestras manos. Me miré los dedos a contraluz. Había algo extraordinario y vivo en ese resplandor como de rubí. Algo tan poderoso que de pronto, me encontré admirándolo como si jamás lo hubiese visto antes.

- Un sueño es un lugar de tu memoria que guarda tus secretos y emociones. Que se llena con tus metáforas, que reconoce el sentido de tu voz - dijo bisabuela. Miró hacia la montaña más allá del muro de la casa: La luz roja y amarilla se abría camino entre lo verde, se alzaba como un estallido. Y la belleza parecía estar en todas partes. La belleza se alzaba en todas direcciones como para recordar que cada cosa en el mundo guarda un sentido y una forma de comprenderse. Que se enreda en la voz del viento, que palpita en el mundo de una manera siempre nueva. Me sorprendió pensar de esa manera, como si el aquel resplandor ígneo me hablara en un idioma que yo de pronto reconocía. Y pensé en la magia, en los portentos, en la plenitud de este silencio de sol y poder. Pensé en el aprendizaje, en la Princesa que corrió a buscar a sus sueños, en el poder  de soñar y creer.

- ¿Y la magia reside allí?

- La magia está en todas las cosas. En todos los sueños, en todas las verdades que guardan  - siguió bisabuela. La montaña pareció erguirse hacia las estrellas, elevarse hacia la Luna que pendulaba entre los últimos resplandores del sol - todos somos eternos buscadores. La brujería te lo recuerda.

Abuela dio un paso hacia el charco de luz bajo el árbol más viejo. Era rojo y vibrante y continuaba reflejando la luz del Sol incluso ahora, que la noche nacía. Me recorrió un escalofrío, como si subitamente, comenzara a mirar este mundo misterioso del jardín encendido, a comprender su verdadero lugar en mi mente. Cuando mi abuela se volvió a mirarme, sonreía.

- ¿Lo recordaré al despertar? - pregunté. El viento cargado de fuego rojo y amarillo me rodeó, me acarició las mejillas. Tuve la sensación que flotaba, me alejaba en medio de aquella luz extraordinaria, radiante. Las estrellas parecieron rodearme. La luz  de la Luna cortó el cielo en dos. Mi abuela sonrío e incluso a la distancia, noté su humor lúcido, casi maligno.

- ¿No te lo dije? Es difícil perder un sueño.


Desperté sobresaltada. El libro de las Sombras de Bisabuela se me resbaló de las rodillas y cayó al suelo abierto. Aturdida, me llevó un rato recordar donde estaba: se trataba de un recuerdo tan viejo que me llevó tiempo encajarlo en algún lugar de mi mente. Sonreí, con el corazón palpitando muy rápido por la emoción. Tomé el libro de nuevo. Leí la hoja abierta.


"Y la Princesa supo que los sueños jamás se olvidan o se pierden. O que su sabiduría jamás termina de sorprender. Porque hay un Valle extraordinario de luz y de sombras, en medio de la Luna y el Sol, donde vive el conocimiento. Donde se crea el aprendizaje y su valor. Todos los sueños que crean sueños. Toda la magia secreta que vive en ellos".

No, no es fácil perder un sueño, me dije con una sonrisa. Siempre volamos en ellos.

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