viernes, 7 de agosto de 2015

Proyecto "Un género cada mes" Agosto - Poesía: "Cuentos y Crónicas" de Amado Nervo.




El poeta Amado Nervo solía decir que era un hombre simple, al que jamás le ocurrió nada especialmente interesante. Nacido en 1870 y huérfano de padre a muy temprana edad, el poeta meditó sobre su vida desde una frugalidad que a la distancia de décadas, apasiona y desconcierta. Nunca dejó de insistir que si vida no revestía mayor complejidad. Lo decía, con una humildad que solía desconcertar a propios y extraños, pero que además, estaba llena de una visión sobre el mundo esencialmente conmovedora. "Mi vida ha sido poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia.”, insistió en más de una entrevista y luego en sus versos casi autobiográficos que construyeron toda una nueva visión sobre la poesía y la literatura latinoamericana. Pero quizás, no se trata solo de un modesto punto de vista sino del hecho que Nervo, prolífico escritor de prosa y poesía, supo construir a través de su obra un acercamiento profundo sobre la capacidad de la palabra para reinventar la realidad. Una y otra vez, Nervo no sólo meditó sobre la belleza desde una noción y humana, sino que además, la dotó de fuerza y consistencia. Y es que los poemas de Nervo, con toda su carga de belleza aparentemente simple son en realidad un compendio de ideas complejas no sólo sobre la naturaleza del hombre y no sólo de su circunstancia.

Así que quizás, no era necesario que Amado Nervo tuviera una vida atribulada, ni que tampoco encarnara al tradicional poeta Maldito, atormentado por sus demonios y afligido por su versión del Universo reflejado en sus palabras. Para Nervo, la realidad podía concebirse desde una idea pulcra, delimitada través de todo tipo de planteamientos sobre los motivos e ideas del hombre para mirarse en su obra. Nervo, como poeta, fue además un profundo observador de la realidad en escenas, de esas pequeñas y exquisitas aliteraciones del yo que parecen surgir de la obra humana más simple. Con una sensibilidad asombrosa, Nervo no sólo asimiló los elementos de la poesía como una herramienta idónea para la expresión sino también, como una meditada construcción de lo que somos y quienes somos. Una interpretación del mundo y sus ideas tan sustancioso como esencial para comprender su obra y más allá, su propuesta elemental como noción de lo que sea como producto artístico.

Tal vez por ese motivo, Nervo siempre fue muy sucinto y sobrio con respecto así mismo. No sólo por esa reiterada insistencia suya en que nunca le ocurrió "nada de mención" y que su obra procede de la capacidad de la palabra para elaborar su circunstancia, sino porque además, estaba convencido que su propia vida - como elemento fundamental para comprender su obra - podía restar solidez al análisis de sus poemas y cuentos como re elaboraciones de espacio y tiempo narrativo. Para Nervo, escribir era un ejercicio no sólo de ideas y planteamientos, sino una manera de construir una hipótesis sobre la esperanza. Una idea que podría resultar inquietante a no ser por el hecho, que el poeta se encargaba de confirmarla - a medias - en cada oportunidad que tenía. No se trataba sólo que Nervo asimilaba su vida como un accidente en medio de la importancia de la obra que se escribe - y lo que se cuenta - sino que además, meditaba sobre ella desde la capacidad creadora. Como ejemplo, su manera casi novelada de narrar sus propias vicisitudes y transformar esa imagen corriente del mundo - lo que ocurre y se transforma - en verdaderas piezas literarias de enorme valor anecdótico. "Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y esto que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez!” cuenta en una de sus biografías, con un indudable giro poético pero aún más, ese saber hacer del contador nato de historias. Esa noción sobre la vida como principal e inagotable fuente de creación.

Es por ello, que la recopilación "Cuentos y crónicas" es quizás la más fidedigna a la esencia de Nervo no sólo como poética, sino como admirador y entusiasta de la palabra como medio creativo esencial. El libro, no sólo permite apreciar la labor de Nervo como narrador sino también, como creador de un lenguaje literario único, a medio camino entre el romanticismo y lo costumbrista, sin perder jamás ese pulso que le permite sostener un discurso sincero y elocuente. Porque Nervo, poeta y narrador, encuentra entre ambos género una mirada única no sólo hacia lo que me rodea, sino a esa interpretación de lo humano y lo sensible. Nervo, desde la poesía, medita sobre el mundo y sus complejidad con una inusitada ternura, creando escenas y metáforas de enorme belleza tradicional. En la prosa, Nervo no sólo encuentra un cariz primario a la idea de la narración sino que le brinda una insistente noción sobre importancia de su devenir como documento. Entre ambas cosas, el escritor logra encontrar un equilibrio que sugiere no sólo el poder de la mirada literaria sino también, la consistencia de su interpretación sobre la realidad. Porque Nervo, como autor, tiene la capacidad de asumir los riesgos de una combinación ideal entre propuesta y visión creadora y más allá de eso, la identidad que logra construir a partir de su necesidad expresiva como autor.

Y no obstante, a pesar de lo prolífico de su trabajo, de todos los ámbitos que tocó a partir de su perspectiva literaria, Nervo pasó la mayor parte de su vida enfrentándose contra lo que solía llamar "su limitada perspectiva de la verdad". Para el autor, esa amplitud de miras, esa gran necesidad suya para la reflexión desde múltiples visiones, le hacia incapaz de comprender la realidad desde un único punto de vista. Y el libro "Cuentos y Crónicas" parecen resumir esa interpretación del autor sobre si mismo. Esa contradicción entre la expresión esencial y algo mucho más profundo, es lo que hace de la obra de Nervo no sólo asombrosa, sino también desconcertante. ¿Hasta que punto el autor juega con sus propios temores y desconfía de su capacidad como creador? ¿Cómo influye esa desconfianza en la idea que se crea? En "Cuentos y Crónicas" la respuesta parece ser ese mero entrecruzamiento de ideas y planteamientos. Esa insistente búsqueda de un significado nuevo a lo recurrente y a lo obvio. Nervo, con un instinto de profunda búsqueda de la realidad aparente, no sólo crea una interpretación entre ambas ideas sino que también, construye algo mucho más significativo: La capacidad de su obra para reinventarse así misma. Un planteamiento que siempre cimentaria y apuntalaría la frescura de su obra.

A Nervo suele llamarsele "Modernista", quizás en un intento de racionalizar esa intelectualidad suya que trascendió los límites de géneros puros. Sin embargo, el misticismo y tristeza de su obra, además de la complejidad de su propuesta, no sólo desborda la calificación sino que además la contradice. ¿Puede Nervo considerarse Modernista por el mero hecho de combinar con sabiduría dos aspectos literarios? ¿Como se analiza entonces su elegante prosa, casi poética y sus amplias narraciones en verso que parecen combinar bajo el matiz de la melancolía una nueva comprensión sobre poético y lo que puede no serlo? En su una época donde la poesía continuaba siendo analizada desde el punto de vista de la belleza única, la obra de Nervo no sólo sorprende sino que también conmueve. Esa noción cada vez más dolorosa y dura sobre la naturaleza humana, que después sería aclamada como quizás toda una nueva visión sobre la idea creativa y su reflejo como parte del espíritu creativo.


En el año 1919, Nervo gozaba de su mejor momento artístico. No sólo había logrado encumbrarse como uno de los grandes de la literatura mexicana, sino también asumir el ideal poético como una percepción literaria en constante creación. Su muerte, acaecida en Montevideo, Uruguay, no sólo conmovió a sus admiradores sino también, al continente Americano entero. Y es que Nervo, desde su humildad, su paciente mirada hacia la belleza y lo nostálgico, creó su propio mito. Muy a pesar y quizás casi por accidente, pero que en la muerte, le hizo parte de esa leyenda incesante del hombre que crea y asume las artes como única forma de expresión. Quizás por eso, fue el escritor quien escribió su mejor epitafio:

          Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
          porque nunca me diste ni esperanza fallida,
          ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
          porque veo al final de mi rudo camino

         Que yo fui el arquitecto de mi propio destino
         que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
         fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
         cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

         ...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
         ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
         Hallé sin duda largas noches de mis penas;
         mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
         y en cambio tuve algunas santamente serenas...

        Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
       ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


Una mirada delicada incluso a ese olvido incontestable de la muerte, desde la inocencia y esa esencial sencillez que convirtió la obra de Nervo en trascendental.


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