sábado, 5 de septiembre de 2015
Cantos secretos y otras historias de brujería.
Tenía nueve años cuando vi por primera vez un Libro de las Sombras. No tenía idea que era y al principio, sólo me pareció un cuaderno sucio, roto y viejo que alguien había escrito por mucho tiempo. Bueno, en realidad eso era. Más o menos. O esa la apariencia del de mi bisabuela, que me lo mostró con enorme orgullo y pareció muy decepcionada - y hasta disgustada - cuando no mostré mucho interés en lo que sin duda era una de sus posesiones más valiosas.
- Pero es que sólo es un cuaderno - le dije, pero me callé lo que realmente estaba pensando "y uno muy feo" porque no quería contrariarla - ¿Por qué lo consideras mágico?
Bisabuela me dedicó una de sus largas miradas verdes, llenas de una inteligencia tan dura y evidente que en ocasiones podían pasar por malignas. Apretó el cuaderno entre sus manos y se recostó en su poltrona favorita, que era verde como sus ojos y llena de remiendos y salientes.
- Te gusta la palabra "magia" ¿No? - me preguntó con cierto retintín. Me encogí de hombros.
La verdad era que sí, me gustaba mucho. Desde que prima M. me había dicho, con tono misterioso y conspirativo, que las brujas haciamos "magiaaaaa" - así, con la profusión de "a" a cuestas - no podía de pensar en eso. Aunque no tenía muy claro que era la magia y tampoco que podía hacer, si estaba muy convencida que se trataba de algo extraordinario, como las cosas asombrosas que podían hacer las brujas de los cuentos y que sólo parecian estar reservadas para muy pocos privilegiados. Imaginaba a las mujeres más viejas de la familia, capaces de hacer saltar chispas de luz de sus dedos y entonces, provocar todo tipo de cosas maravillosas: hacer que el viento cantara, los árboles crecieran hasta volverse gigantes, despertar a criaturas magnificas de entre los páginas de los libros. Incluso cosas que mi mente inquieta de nueve años sólo podía atisbar. Todo aquello me encantaba, claro está y no tenía ninguna relación con el libro viejo, sucio y malcosido de bisabuela.
Por supuesto, uno no le decía esas cosas a la bisabuela Pao, que te miraba siempre con sus grandes ojos verdes muy fijos, sonriendo de manera maliciosa. La bisabuela solía decir que las brujas malignas no existían, pero que de hacerlo, ella sería una. Era audaz, temible y sarcastica. Una anciana alta y estatuaria que iba de aquí para allá con su bastón de caoba, haciendo preguntas y burlándose de todo lo que le rodeaba. De vez en cuando, la bisabuela daba un poco de miedo, quizás justamente por ese brillo inteligente en sus ojos o por su manera pausada pero afilada de hablar. Así que, no era buena idea decirle que su libro querido era a mis ojos, un montón de páginas rotas. No me quería ni imaginar que diría.
- Bueno, a todo el mundo le gusta ¿no? - dije. Entonces pensé en Maléfica de Blanca Nieves y en la Hechicera de la bella y la Bestia, que convertía al principe arrogante en un monstruo más parecido a un oso que a una persona - la verdad, no creo que a todo el mundo. Pero si es una palabra de esas que...te asustan un poco.
La verdad, la "magia" me asustaba y me encantaba a la vez. No sólo porque Maléfica lanzara maldiciones o que la Hechicera del bosque convirtiera a bellos principes en criaturas impenitentes, sino porque había algo en la palabra que me llevaba a pensar en algo que no podía controlar. Eso me gustaba claro, pero también me inquietaba. Como si hubiese algo poderoso en el mero hecho de pensar en la magia, en lo que podía significar su existencia. Y entonces resulta que las brujas podían hacer magia o eso decían los cuentos. Y las mujeres de mi familia eran brujas. Entonces...¿Qué? solía preguntarme con frecuencia. ¿Mis tias y primas podían hacer cosas portentosas como las que contaban los libros? ¿Podría hacerlo yo alguna vez? Esa idea me entusiasmaba pero también me preguntaba si era posible. Si la magia era algo que se pudiera aprender, que las mujeres de mi familia podrían enseñarme. Estaba un poco obsesionada con esa idea. Pensaba en eso siempre, me lo imaginaba de todas las formas. Pero por alguna razón, sabia que ninguna de ellas era la correcta.
- A todo el mundo le gusta lo que puede imaginar a su antojo - dijo entonces bisabuela, como si me hubiese leído la mente. Y quizás era así: siempre me asustaba su infalible don de deducción y su inteligencia tan aguda - y como nos podemos imaginar cualquier cosa, entonces la magia siempre es algo que te desconcierta, que te puede asombrar. La magia que puede ser cualquier cosa.
No dije nada, pero las mejillas se me colorearon de verguenza. No supe que decir, justamente porque lo que decía bisabuela era muy parecido a lo que yo pensaba. ¿Como lo había descubierto?
- ¿Y no lo es? - dije bajito. Ella río, esa risa ronca que te dejaba un poco atontado.
- La magia es creación, niña atolondrada. Eso es la magia. Es la fuerza de tu mente, de tu espíritu para crear cambios, para lograr que el mundo sea un lugar a la medida de lo que crees y se asume real. Eso es magia, ni más ni menos.
No supe que responder. ¿Crear cómo? Pensé en las cosas que había leído en las historias de los libros sobre brujas y hechiceras: la forma como eran capaces de hacer portentos, sólo levantando las manos, moviendo los dedos. La bruja de Blancanieves hechizó una manzana porque estaba disgustada y las Hadas Madrinas de Cenicienta le habían obsequiado un carruaje que antes había sido una calabaza. Habían creado cosas de la nada, como si el mundo pudiera construirse de nuevo a golpe de varita y polvos centelleantes. ¿Eso era lo que decía la bisabuela? Me parecía que no. Ella se refería a algo más raro, más fuerte, que estaba dentro de ti. ¿Había dicho que la magia estaba en el espíritu? ¿Eso que quería decir?
- ¿Y que tiene que ver tu libro de las Sombras con la magia? - dije entonces, tratando de jalar por algún lado alguna idea que me permitiera comprender aquel embrollo. Bisabuela sostuvo el libro para que pudiera mirarlo bien.
- Te parece muy viejo y barato ¿no? - dijo. Me sorprendí de nuevo que supiera lo que pensaba, y ya que ella lo había dicho y no parecía muy disgustada, asentí con cautela - ¿Una cosa vieja que botar? ¿Un cuaderno sucio que debería estar en la cesta de la basura?
Asentí con timidez una y otra vez. Bisabuela asintió, como si comprendiera mis cabezazos. Me hizo una seña para que me acercara a ella. Me pregunté si iba a reñirme o incluso a darme una palmada. No lo hizo: Simplemente me miró a los ojos.
- ¿Sabes que hay adentro? - me preguntó. Parpadeé.
- ¿Qué?
- Que es lo que está escrito en las páginas del libro - insistió.
- No, claro que no. Es tuyo. No sé que escribiste.
- ¿Y como sabes que no es magia?
Me mordí la lengua. Lo primero que pensé fue que nadie escribiría algo poderoso y valioso en un cuaderno tan viejo. Luego pensé que quizás sí. Que quizás alguien decidiría hacerlo justamente porque se veía tan viejo y tan desastroso que nadie se le ocurriría mirar. Me entusiasmé. ¿Mi bisabuela había escrito alguna cosa mágica dentro del libro?
- ¿Lo es? - pregunté impaciente porque me lo dijera - ¿Tienes allí hechizos y otras cosas?
Mi imaginación pinto con colores brillantes lo que llenaba las páginas del libro. Imaginé olas del mar chocando contra los margenes, grandes montañas extraordinarios brotando directamente de las hojas. Preciosos paisajes imposibles abriendose camino entre los renglones. Y las palabras, ¡Ah sí! Brillando, siendo únicas. Asombrosas y brillantes, contando historia. Vaya que eso era mágico.
- Tengo escrita las primeras preguntas que me hice de niña - dijo entonces mi bisabuela, en un tono lento y comedido que me desinfló. Me quedé con los brazos colgándome junto al cuerpo, de pura decepción.
- Pero ¿Eso es magia?
- ¿Donde comienza la magia bruja? - dijo mi abuela. Abrí la boca, pensando en cuevas y cielos espléndidos, pero la verdad era que no lo sabia. Me encogí de hombros - ¿Donde comienza lo asombroso? ¿Lo que te parece imposible? ¿Lo sabes?
Volví a sacudir la cabeza. El juego de palabras comenzaba a impacientarme. Bisabuela parecía saberlo, con su sonrisa burlona y sus ojos brillantes de satisfacción.
- No, bisa, no lo sé - admití. Ella asintió, acariciando con la yema de los dedos el libro cerrado.
- Comienza aquí, en el lugar más misterioso de todos.
Levantó el brazo. Me señaló con un dedo sarmentoso. Miré en todas direcciones, tratando de ver hacia donde apuntaba, hasta que descubrí que apuntaba directo a mi cabeza. Me llevé la mano a la frente, como si esperara encontrar allí alguna cosa extraordinaria que no sabía estuviera allí hasta entonces.
- ¿De mi...cabeza? - balbuceé. Ella se inclinó hacia mí.
- Del Lugar que guarda el Universo, bruja. Tu mente. Allí comienza la magia.
Nos quedamos en silencio, mirándonos una a la otra. De pronto, su rostro perdió toda expresión de burla y pareció muy serio, casi severo. Me asuntó un poco esa dureza, esa belleza marmórea de su piel blanca y sus brillantes ojos verdes, silenciosos.
- ¿Como...dices? - sentí que la voz se me atragantaba en la garganta. Ella se inclinó hacia mi, con el cuaderno entre los dedos.
- Digo que toda la magia, todo cambio, toda transformación, todo poder, toda belleza, toda energía, toda comprensión, toda alegría comienza en tu mente, en tus pensamientos, en tus ideas, en lo que miras de ti misma y lo que te rodea - dijo - hay un poder extraordinario, enorme y duro de entender en tu mente. Y ese es el origen de todo lo que nace después.
No supe que pensar sobre lo que me decía. Tuve una extraña sensación de vértigo y expectativa, como si la bisabuela quisiera asustarme a propósito. Como si su voz aterciopelada y lenta, me contara grandes secretos. Pues bien, yo no entendía nada, me dije apretando los labios. No sabía de qué me hablaba o a que se refería.
- ¿Quieres decir que la magia está en la mente? - pregunté confusa.
- Quiero decir que la mente es magia, que todo lo que piensas, imaginas y deseas es un acto de creación. Que todo lo que haces, empieza primero en tu mente.
Me quedé inmovil, pensando en todas las veces que había soñado despierta después de leer un libro. En esa extraña sensación de vaivén entre la realidad y la fantasía que siempre me producía las palabras en las páginas.¿Se refería a eso? ¿A mi capacidad para soñar y construir ideas? ¿En mi capacidad para mirar el mundo a través de las historias? ¿Eso era magia? Pero ¿Era tan simple en realidad? Imaginar cosas no me costaba nada, ni tampoco requería un gran esfuerzo. Lo hacia casi de manera natural y lo disfrutaba mucho. ¿Eso tan sutil y pequeño era la magia?
- ¿Sabes por qué es tan importante un Libro de las Sombras para una bruja? - continuó mi bisabuela - porque guarda todos sus pensamientos, reflexiones, aprendizajes. Porque guarda lo que eres, lo que queremos ser. Custodia nuestras ideas más profundas, importantes, intrincadas. Porque cuando escribimos en él lo que pensamos, lo que soñamos, lo que esperamos, lo que anhelamos, creamos el futuro. Creamos un mapa para llegar a donde queremos. Porque cuando construimos palabra a palabra, la sabiduría que deseamos heredar, esa herencia sutil y discreta que es lo que creas y sueñas. Un Libro de las Sombras te guarda a ti misma.
Miré el librito desgastado y roto que sostenía entre las manos. No era feo, pensé en una subita revelación, estaba viejo. Tenía tantos años como la bisabuela - que ya tenía muchos - pero también, sostenía y cuidaba muchos de los años de su vida. De las cosas que había pensado, de las ideas que se le habían ocurrido. De todas las cosas que atesoraba, que conservaba y amaba. Las cientos de ideas que ella deseaba atesorar, quizás para siempre.
- Un Libro de las Sombras es el lugar donde la bruja escribe todo lo que sabe y allí comienza la magia, porque es un reflejo de la que existe aquí - se tocó la sien con uno de sus dedos delgados - La magia que crea, que es todo lo que miramos como nuestro, como parte de lo que somos. Todo cambio comienza por el conocimiento. Todo conocimiento comienza por el aprendizaje. Todo aprendizaje comienza de tus preguntas.
Extendió el libro. Un gesto lento que sin embargo me pareció tan significativo como bello. Lo tomé con manos temblorosas. Tenía un olor rancio, húmedo y viejo. Las hojas era frágiles bajo mis dedos. Pero noté las primeras palabras escritas. Las líneas azules y clarísimas de los renglones. El corazón me palpitó más rápido. Eran las palabra de mi abuela lo que guardaba. Eran sus pensamiento.
- Ábrelo - me dijo - la primera página. Lee la frase que te reciba.
Lo hice. El libro pareció deshacerse entre mis manos o eso temí, pero al final, las hojas continuaron en lugar. Lo sostuve lo mejor que pude. Encontré la primera frase escrita. Una letra pequeña y desordenada, que se me pareció a la mía. La bisabuela debió ser muy joven cuando la escribió.
- ¿Soy lo que creo? - leí en voz alta. Me quedé aturdida, con el cuaderno entre las manos. Mi bisabuela sonrío.
- Fue la primera pregunta que me hice.
- ¿Y que quiere decir?
- Justo eso ¿Soy lo que creo?
- ¿Y que creías que era?
- Yo misma. Pero tenía mis dudas sobre quien era "yo misma". Así que escribí sobre eso. Y la magia empezó a crearse.
Era una pregunta extraña, una pregunta que jamás se me habría ocurrido a mi misma hacerme. Una pregunta sin sentido o así me lo pareció. Pero también era algo singular, que aun a mis nueve años, me puso a pensar en mi misma. ¿Quién soy? Nunca había reflexionado sobre eso, ni siquiera había tenido jamás una idea semejante. Pero ahora que la bisabuela lo mencionaba, comencé a pensar en cosas nuevas. En mi imagen en el espejo, en el sonido de mi voz, en la manera como corría o caminaba. En la forma como mi cabello me caía sobre los hombros, en mis ojos grandes y curiosos. Todo eso era yo, sin duda. ¿Pero sólo eso? Sostuve el Libro de las Sombras de mi abuela, mirándolo asombrada. ¿Qué había escrito ella en sus páginas?
- Fue el primero de muchos - dijo ella como si pudiera escucharme pensar - mis Libros han escuchado todos mis pensamientos o la mayor parte de ellos. Mis libros han creado a la mujer que soy. Mis palabras, en mis libros, me han educado, me han permitido crecer. Me han hecho mirarme con mayor atención.
Pensé en las cosas que imaginaba al leer, las ideas que se me ocurrían a diario. ¿Eso era yo también? ¿Esa también era una parte mía? ¿Esa también era una manera de crear y construir pensamientos? ¿Quién era yo? ¿La niña del espejo o la que imaginaba? ¿O ambas eran la misma persona? Apreté el libro entre los dedos. Y de pronto, tuve una sensación rarísima, como si vibrara, como si estuviera vivo. Como si lentamente, pareciera hacerse más ligero, poderoso. Como sí... sacudí la cabeza.
- Como si fuera magia ¿No? - dijo mi bisabuela, otra vez sorprendiéndome. Se inclinó, tomó el libro y me sonrío. La miré desconcertada, con mi mente llena de pensamientos e ideas, un poco confusa - la magia comienza por hacerte preguntas, por cambiar el Universo que vive en tu mente.
Mi abuela apoyó el libro sobre sus rodillas. De pronto, tuve la enorme necesidad de leer que había escrito, las preguntas que se había hecho, a donde le habían conducido. Me pregunté como sería su historia, a donde podrían haberla llevarla todas las preguntas y aprendizajes de una larga y bella vida como la suya. Ella suspiró y apretó levemente los dedos sobre las hojas rotas y un poco amarillentas.
- Toda historia comienza por una pregunta. Y toda magia, por la curiosidad. Y cada bruja, tiene una idea distinta que alcanzar, perseguir y atesorar.
Pensé en sus palabras sentada frente a mi cuaderno abierto esa noche. Nadie me había dicho que sería mi Libro de las Sombras, ni siquiera yo misma pensaba en eso. Era sólo un cuaderno de tapas de Cartón, de rayas azules. Pero tenía las preguntas, quería respuestas. No sabía a donde me llevaría esa aventura, pero quería comenzar a recorrerla.
Me incliné lápiz en mano. Sentí que la emoción me recorría como un hormigueo. Un largo viaje de aprendizaje estaba a punto de comenzar.
Lo que nunca sospeché es todo lo que podría encontrar, pero eso esa es otra historia que contaré en otra oportunidad.
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