Hablar sobre la herencia fotográfica y artística de cualquier país siempre supondrá un debate complicado, sobre todo, porque el tema es objeto de constante — e inevitable — revisión. Más allá de eso, la memoria visual es una estructura que se crea no sólo a partir de la evolución de una propuesta sino también, a través de la hipótesis que se formula a través de ella. En otras palabras, se trata de una mezcla entre el pasado — como elemento esencial — y el futuro, como planteamiento coherente. Siendo así, analizar la idea sobre la identidad de un país basado en sus expresiones artísticas, siempre tendrá como inmediata consecuencia una reflexión sobre los orígenes de lo esencial en su capacidad expresiva y más allá de eso, lo que la cimenta como reflexión concreta.
Tuve la oportunidad de profundizar lo anterior hace unos meses, cuando dicté un curso sobre la Historia de la fotografía venezolana en la Escuela de fotografía donde trabajo y encontré, que reconstruir la línea cronológica de un país en base a su creación y producción artística, resulta cuando menos un trayecto complicado. Porque no se trata únicamente de asumir la potestad — siempre incómoda — de decidir cual autor visual merece un reconocimiento como parte de la evolución artística del país, sino además, reflexionar sobre sus méritos desde la perspectiva de una idea sustentable sobre su legado. Una perspectiva que intenta recopilar la historia por la historia — y sus posibles implicaciones — y también, su trascendencia.
Me llevó casi tres años de investigación reunir el material sobre la historia fotográfica de mi país para comenzar a comprenderla. Y uno más, para profundizar acerca del material disponible con la intención de crear una línea de trabajo coherente. Finalmente, logré elaborar algo semejante a una visión más o menos comprensible sobre lo que es la perspectiva visual de Venezuela a través de su historia y sobre todo, sus principales exponentes. Y a través de ellos — los pioneros, los constructores y visionarios del arte /técnica por excelencia — comprender el paso de las épocas y la madurez visual de mi país. Se trató de un trabajo arduo, pero que me permitió aprender sobre mi herencia visual — la trascendencia de lo que se crea como conglomerado — y a la vez, replantear mi aporte individual a ese gran paisaje único que es el mundo fotográfico de Venezuela.
¿Y quiénes serían los principales representantes de este recorrido visual que aún continúa y que permite la construcción de la reflexión netamente venezolana sobre la creación visual? Quizás los siguientes:
Pál Rosti: (1830-1874)
Rosti en realidad no era venezolano, sino húngaro. No obstante, el aporte de este aventurero europeo, que se obsesionó con el paisaje y la belleza agreste de Venezuela a finales del siglo XIX, es determinante para comprender el quehacer fotográfico en nuestro país. Contando únicamente con una cámara oscura de dudosa calidad, Rosti viaja a lo largo y ancho de la geografía venezolana y documenta por primera vez, el paisaje como identidad dentro de la percepción del gentilicio. En 1857 comienza lo que sería su recorrido más notorio por el territorio del país: Documenta la vida rural en Caracas (recorriendo los sembradíos de caña de azúcar de El Valle), continúa su periplo hacia los Valles de Aragua, realiza tomas y panorámicas de lugares hasta entonces recónditos como la hacienda el Palmar y finalmente, llega a la Victoria, atravesando el por entonces difícil acceso que cruzaba la actual Colonia Tovar. Cada una de sus fotografías — elegantes planos abiertos, fruto de una cuidadosa observación topográfica y también, de claro sentido artístico — no sólo muestra a la Venezuela colonial sino también, ese primer vestigio de curiosidad visual con respecto a las peculiaridades de la idiosincrasia nacional. Toda una discreta revolución fotográfica en Venezuela, acostumbrada hasta el momento al retrato como único medio de expresión fotográfica.
Federico Lessmann: (1826 -1886)
Lessmann tampoco era venezolano pero su devoción por el país, le hacen un hijo adoptivo con indudables méritos para formar parte de esta corta lista. Lessman, además, no era fotógrafo — o lo que en la época se concebía como uno — sino un litógrafo de origen alemán que fundó el primer estudio de Litografía del país. No obstante, sus paisajes, apuntes y visiones sobre Caracas y sobre todo, sus retratos de destacados personajes históricos venezolanos entre 1857 y 1869, son un documento único de la imagen documental venezolana. Lessman consideraba a la fotografía como “un invento que cambiaría al mundo” y aunque nunca se llamó así mismo fotógrafo, si fue de los primeros en llevar la tecnología del daguerrotipo a Venezuela y comenzar lo que luego sería una fructífera trayectoria como retratista reconocido de la cabezas pudientes venezolanas de la época.
Henrique Avril: (1866-1950)
Fue el primer fotógrafo venezolano en documentar los cambios sociales y políticos que atravesó el país durante la convulsa época de la Revolución Libertadora (1901- 1903). Junto a su esposa María de Lourdes Ugueto — considerada una de las primera fotógrafa latinoamericana — recorrió Venezuela fotografiando no sólo la violencia que dejó a su paso un conflicto bélico inédito sino además, las consecuencias inmediatas. La documentación visual de Avril no sólo permitió constatar la tragedia social que sufrió Venezuela durante las décadas inmediatamente posteriores a las luchas independentistas sino con toda seguridad, sus implicaciones en el futuro.
Ignacio Manrique: (1863 -1926)
A principios del siglo XX, se consideraba que un retrato firmado por Manrique era símbolo de estatus. Y es que Ignacio Manrique convirtió la fotografía costumbrista en una carta de presentación de alcurnia y poder, algo hasta entonces desconocido en un país netamente rural como el nuestro. Y es el que fotógrafo, con su combinación de buen hacer, talento fotográfico y sobre todo, una inteligente capacidad para las relaciones sociales, creó toda una nueva interpretación sobre la fotografía, en una época donde la imagen inmediata aún despertaba profunda desconfianza.
Luis Felipe “torito” Toro: (1881-1955)
Hacia el año 1917, Luis Felipe Toro ya era conocido como un fotógrafo reconocido, a pesar de sus escasos veinte años. Para entonces, ya había fotografiado a la Prima Donna Ana Pavlova durante su visita a Caracas (Actualidades, 19 de noviembre de 1917) y ya colaboraba activamente en varios diarios minoritarios y de circulación restringuida en Venezuela. No obstante, Toro no sería conocido por sus pininos como reportero gráfico — y pionero del género en el país — sino por convertirse y casi de manera causal en el fotógrafo del Régimen dictatorial de Juan Vicente Gomez. A partir de entonces, su carrera y legado fotográfico estuvieron indefectiblemente unidas y mezcladas bajo la percepción de su documentación de una época convulsa de la historia venezolana, de la que fue testigo de excepción.
Alfredo Boulton: (1908- 1995)
Como Fotógrafo y crítico de arte, precursor de la fotografía contemporánea en el país, Boulton exploró la identidad visual venezolana desde la percepción de la individualidad étnica y además, meditó a profundidad sobre su capacidad artística. De la misma manera que la mayoría de los fotógrafos de su generación, Boulton analizó a Venezuela desde su peculiaridad social y recorrió el país en una búsqueda consciente de ideas visuales propias. Tal vez por ese motivo, su compendio artístico es enorme variedad y consistente no sólo con el momento histórico que le tocó vivir, sino que también incluye su particular perspectiva sobre lo nuestro país asume como rasgo individual. Sus trabajos más conocidos son el trabajo documental que dedicó a Eladio Montiel (1943), un recorrido fotográfico por la recién inaugurada urbanización El Silencio y sus reflexiones visuales sobre las cárceles del país, primer atisbo del documentalismo social que luego sería tan común en la fotografía Venezolana.
Ricardo Razetti: (19101- 1961)
De la misma generación que Boulton, dedicó buena parte de su trabajo fotográfico al folclor, aunque con un claro énfasis en la búsqueda artística, sin duda, debido a origen como alumno de Bellas Artes. Paisajista, obsesionado con grandes espacios deshabitados pero sobre todo, la belleza agreste del país, Razetti dedicó buena parte de propuesta fotográfica al análisis concluyente de la obra fotográfica como elemento social. De allí, sus estudios sobre poblados y caseríos, en la que destaca su extensa serie sobre la vida de los pescadores en Margarita, en la cual Razetti retrata la vida frente al mar, los hogares y familias que las pueblan y su intrincada relación con la pesca y sus vicisitudes. A pesar de sus intenciones documentales, el trabajo de Razetti tiene una clara connotación artística y una fuerte mirada hacia lo simbólico que aún hoy, sorprende.
Grazziano Gasparini: (1924)
Considerado el primero fotógrafo arquitectónico del país, Graciano Gasparini comienza su carrera fotográfica en las tradicionales revistas publicadas por las compañías petroleras como como la Shell, el Farol y también, la independiente Cruz del Sur. Graciano, arquitecto, dedica buena parte de su trabajo fotográfico en las publicaciones a documentar las construcciones coloniales de los distintos pueblos y ciudades Venezolanas, creando un estilo novedoso que con el transcurrir del tiempo se convirtió en su sello distintivo.
Sebastian Garrido: (1934 -2003)
Precursor de la fotografía documental y periodística, comienza su recorrido fotográfico en revistas de publicación periódica, en las que muestra su sensible ojo hacia lo social con cierta connotación artística. Su obra más conocida es que la incluye su recorrido por el oriente de Venezuela que le llevan a recorrer los estados Anzoátegui, Monagas, Sucre y Bolívar, e incluso Caracas y las Antillas y lograr un documento visual único sobre la región.
José Sigala (1940 -1995)
Sigala consagró el retrato como una forma de expresión artística legítima, en medio de los cambios y transformaciones políticas que impregnaron al lenguaje visual venezolano de un alto contenido social. El fotógrafo no sólo revolucionó la visión que hasta entonces se tenía del retrato como género fotográfico en nuestro país — costumbrista, tradicional y austero — , sino que lo llevó a un nuevo nivel. Por casi dos décadas, Sigala fotografió al quién es quién de la sociedad del país: desde actores hasta personajes de la sociedad caraqueña, posaron para el lente de Sigala, que los dotó de una rara sensibilidad y belleza. Para el momento de su prematura muerte, había logrado refundar el concepto sobre la imagen contemporánea en Venezuela y elaborar una nueva reflexión acerca de sus alcances.
Bárbara Brändli: (1932- )
Suiza de nacimiento, pero Venezolana por adopción, Brändli fue la primera fotógrafa que analizó la cultura indígena de nuestro país. A través de una meticulosa documentación, plasmó no sólo las costumbres y cultura de distintas étnicas del país, sino además los parámetros que definen su identidad, desde una perspectiva respetuosa y fresca hasta entonces desconocida en Venezuela. Sus trabajos más reconocidos, son los dedicados a las las etnias indígenas del alto Orinoco (sanemá, yekuana y yanomami). Entre los años 1964 y 1968 el Latin American Center de la UCLA subvencionar su extenso estudio fotográfico sobre los makiritares, una de sus obras más relevantes sobre el tema.
Paolo Gasparini: (1934)
A diferencia de su hermano Graziano, Paolo observa y analiza los espacios arquitectónicos y urbanos, no desde la perspectiva monumental, sino a través de la comprensión de su significado social. Con una fuerte connotación crítica, Paolo Gasparini no sólo construye una visión sobre los espacios como imágenes capaces de expresar ideas complejas, sino también, como una serie de elementos esenciales que se entremezclan entre sí para expresar un reflejo de los movimientos políticos que representan. Su obra ha sido dividida en las siguientes series: Hurra, vivimos (1953–1968), Rostros de Venezuela (1955–1961), Isla de retratos (1953–1986), Acá este cielo que vemos (1962–1984), Los hijos de Bolívar (1955–1987), Epifanías (1981–1985) y Metrópolis márgenes y asomados (1968–1989). En palabras de la crítica Maria Teresa Boulton, la fotografía de Gasparini es una imaginaria densa, “plena de símbolos urbanos: vallas, grafitis, vitrinas, maniquíes, objetos, titulares, etc., para ser aprovechados en un discurso basado en imágenes, como si fuera una gramática visual”. En el año 1972, Gasparini sería el autor del libro de fotografía año “Para verte mejor América Latina” que tuvo una considerable difusión continental y que constituye un hito de gran influencia en toda una generación de fotógrafos latinoamericanos.
Hector Rondón: (1933- 1984)
Único fotógrafo venezolano en ganar el Premio Pulitzer, gracias a su fotografía del capellán Luis María Padilla, socorriendo en el medio de la calle a un soldado herido durante la insurrección militar conocida como “El Porteñazo”, ocurrida el 2 de Junio de 1962. La fotografía no sólo capta un momento especialmente emotivo sino que además, pareció resumir el sangriento conflicto que atravesaba Venezuela para la época. Poco después de ser reconocida internacionalmente, se analizó sus implicaciones y sobre todos, los mensajes contradictorios que expresaba, pero aún así Rondón continuó afirmando que se trataba de la visión más realista sobre la violencia militar que padecía el país que pudo captar a través de su cámara.
Luis Brito:( 1945-2015)
Brito es quizás uno de los fotógrafos más trascendentales de la historia fotográfica venezolana. No sólo fundó junto a varios destacados fotógrafos el célebre “Grupo” — principal punto de encuentro de la crítica social en Venezuela durante más de dos décadas — sino que además, recorrió el país analizando el costumbrismo, lo anecdótico y folklórico con una rara sensibilidad visual y una insistente necesidad de analizar a Venezuela desde el delicado equilibrio entre la ruptura de lo obvio y la creación de símbolos visuales reconocibles. Célebre por sus retratos en fondos negros y su magnífico uso de la luz y los contrastes, Brito desdeñó las reglas fotográficas tradicionales y creó una manera de observar y crear imágenes perdurables basadas en una cercanía inaudita con el retratado. Brito, quien más de una vez aseguró que su fotografía era “un reflejo de lo social, pero también un manifiesto de lo cultural” construyó un sabio recorrido por el origen de la identidad Venezolana, profundizando a través de la búsqueda del simbolismo personal.
Ricardo Armas: (1952- )
Pionero de la búsqueda del espacio como una expresión reflexiva, Ricardo Armas realiza una lectura muy personal del paisaje urbano, a la vez que analiza la figura humana dentro de los espacios a través de autorretratos. Se autorepresenta a través de partes de su cuerpo o su sombra proyectada sobre paisajes urbanos o rurales, creando una singular visión sobre su entorno e identidad, al que también incorpora nociones sobre la familia como elemento conceptual idóneo para la comprensión de la individualidad.
Alexis Perez Luna: (1949-)
Fotógrafo documentalista convencido del valor de la imagen como documento y medio de cambio social. Docente y con un amplio trabajo fotográfico sobre la Venezuela profunda su trabajo más conocido es la investigación que llevó a cabo junto su esposa, psiquiatra infantil,titulado Imagen y subdesarrollo, donde analiza de manera meticulosa, la desigualdad social, la marginación, el desarraigo, la desnutrición y relación con las enfermedades mentales. Concienzudo investigador visual, Perez Luna construye un lenguaje fotográfico sobrio pero sobre todo, profundamente sensible a las transformaciones sociales que intenta reflejar.
Vladimir Sersa: (1946-)
Fotógrafo obsesionado con el desarraigo, la destrucción del entorno urbano y las diversas reflexiones sobre la soledad del hombre moderno, Sersa medita en sus imágenes sobre la lenta devastación de la memoria humana, analizado a través de sus símbolos pero sobre todo, tu capacidad para la evocación. Por ese motivo, el tema humano quizás no sea el más recurrente en la obra de Sersa, pero si, las motivaciones personales que sostienen la opinión del hombre sobre su identidad, destruída por el inexorable paso del tiempo. Con una obra original y levemente perturbadora, Sersa avanza hacia la idea de la construcción de la imagen como idea, más allá del documento social, pero sin perder su conexión con la capacidad intrínseca del arte para reflejar su complejidad elemental.
Nelson Garrido: (1952-)
A Nelson Garrido se le ha llamado provocador. También procaz y la mayoría de las veces grotesco. Sin embargo, el trabajo del Fotógrafo venezolano — que mereció el Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela de 1991 — la mayoría de las veces es una profunda crítica, inteligente y sobre todo, rebosante de un sardónico sentido del humor de la realidad y el mundo que insiste en interpretar en códigos propios. Y es que Nelson Garrido — iconoclasta y directamente contestatario — busca en la fotografía no sólo una idea que refleje su reflexión constante sobre el yo fugitivo — esa identidad difusa de un país en construcción — sino algo mucho más desconcertante, al borde mismo de la interpretación del arte como vehículo creador. Porque para el fotógrafo, la imagen se reinventa pero también, es capaz de reinventar el espacio que invade, que interviene y al final de cualquier propuesta transforma. Una idea que transita esa línea invisible en lo que consideramos normal — aceptable — y lo que nos incomoda, preocupa e incluso, directamente nos abruma.
Thea Segall: (1929-)
Rumana, rebelde y contestataria, Thea Segall ha desarrollado una profunda conexión con la identidad Venezolana, a tal extremo que su extenso legado fotográfico, parece definitivamente relacionado con el mundo indígena de nuestro país. Durante décadas, Segall se ha dedicado no sólo a la documentación, sino también a la reflexión sobre la cultura étnica de diversas tribus, en una concienzuda búsqueda de comprensión sobre de sus sutilezas y complejidades. Su trabajo más conocido, es que el realizó entre 1970 y 1977, en el que documenta una meticulosa investigación sobre grupos rurales de Venezuela, solicitada por la Oficina de Asuntos Indígenas del Ministerio de Justicia. A partir de ese momento comienza a realizar ensayos e investigaciones temáticas, unas veces auspiciadas por el Estado y otras por la empresa privada. En la actualidad, el trabajo de Segall es reconocido por su mirada analítica sobre la identidad y sus complejas relaciones con el espacio que le rodea.
Antolin Sanchez: (1958-)
Para Sanchez, el espacio urbano, intervenido, personal — es el protagonista ideal de todo tipo de expresiones y contraposiciones del concepto fotográfico que expresa — . Desde su serie “Numen”, en la que el espacio se convierte en el protagonista hasta la serie “Fugaz”, donde el movimiento domina y la figura humana aparece como un rastro que pasa, Sanchez re interpreta la visión del lugar y el entorno como parte de la identidad humana. Más allá de eso, comprende no sólo la visión del tiempo y de la identidad del hombre como una forma de análisis subjetivo, sino que además, crea y construye una reflexión sobre ambas interpretaciones de la realidad.
Una lista corta, sin duda, con evidentes ausencias, pero que no obstante, resume esa lenta pero consistente maduración de la fotografía Venezolana como una forma de arte y más allá de eso, una reflejo fidedigno de su historia, identidad y esa expresión abstracta sobre el país de origen que con tanta inocencia llamamos gentilicio.
1 comentarios:
Excelente articulo Aglaia tube la suerte de ser amigo de Sebastian Garrido quien me introdujo en la fotografia documental todavia recuerdo las conversas y las diferencias que teniamos entre la fotografia documental y la de calle, que buenos momentos. gracias por compartir..
saludos
argenis bellizzio
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