martes, 8 de diciembre de 2015

Manual del ciudadano preocupado: Venezuela teñida de azul.





En Venezuela, votar no es un acto sencillo. No lo es, desde que cada acto electoral se ha convertido en una declaración de principios, una batalla que debe enfrentar un escarpado trayecto de ventajismo y sobre todo, una demostración de esperanza en medio de un escenario de incertidumbre. Y es que cualquier elección en un país donde casi todas las garantías constitucionales parecen supeditadas al poder, es una confrontación entre la duda y la desconfianza, pero más allá de eso, con la noción sobre la capacidad del voto para enfrentarse al poder como símbolo de la opinión popular. En la Venezuela bajo el puño del Chavismo, el elector además se ha convertido en la víctima de una serie de circunstancias que intentan no sólo manipular su opinión electoral sino además, presionar su decisión para beneficiar la ideología. En otras palabras, votar en Venezuela es un riesgo, cuando no directamente una arma de doble filo que en ocasiones resulta una demostración directa de la intervención del poder sobre la voluntad popular.

Por ese motivo, el histórico resultado de las elecciones del 6 de diciembre del 2015 en Venezuela, son trascendentales por más de un motivo. No sólo se trata de cifras inéditas de rechazo para el partido de gobierno ( La MUD obtuvo 7.707.422 votos (56,2%) mientras que el Psuv 5.599.025 (40,8%) votos) sino que además, es el primer indicio evidente e indiscutible de la erosión del piso político del Chavismo luego de la muerte de Hugo Chavez Frías. Para el partido de Gobierno además, se trata de un golpe psicológico que afecta directamente a la base tradicional del chavismo: la militancia radical y fanatizada que durante casi dos décadas asumió al chavismo como electoralmente imbatible. Se trata de toda una nueva percepción sobre el hecho político Venezolano, uno que incluye además, un elemento inédito en la historia reciente de la distribución del poder, dominada por la hegemonía: pluralidad y un contrapeso al discurso oficial cuyas consecuencias aún están por analizarse.

¿Que provocó un descalabro semejante en el Chavismo? ¿Que hizo que una considerable porción de ciudadanos identificados con el mensaje político de Hugo Chavez brindara un voto de confianza a la Satanizada oposición? ¿Qué factores permitieron no sólo un triunfo contundente sino la expresión de una opinión política muy clara que coloca al chavismo al borde de la ruptura histórica? Quizás las siguientes:

* La insistencia en conceptos abstractos como “la Guerra económica” en contra del acontecer cotidiano:
Durante los últimos dos años, el Gobierno de Nicolás Maduro ha insistido en cada oportunidad posible, que la gravísima crisis económica que atraviesa el país se debe a “la guerra económica”, sin jamás admitir que su ejercicio administrativo pueda tener alguna responsabilidad en el tema. La guerra Económica parece insistir en la posibilidad que empresarios privados, comerciantes e incluso el ciudadano común, son parte de una red de manipulación económica que provoca una distorsión considerable y peligrosa de la economía, contra la que el gobierno lucha de la manera que puede. Por supuesto, se trata de una excusa que no parece explicar el hecho que a pesar de controlar cada aspecto de la estructura de producción, distribución y comercialización en Venezuela, el gobierno aún pueda excusarse en el saboteo para explicar los preocupantes indices económicos actuales. Más allá de eso, “La Guerra Económica” pone en entredicho la efectividad de los recursos ideológicos del gobierno para cimentar la llamada “Revolución Chavista” sobre bases consistentes de probidad financiera.

No obstante, el principal problema del gobierno es que el argumento de la tesis económica resulta poco convincente de cara a la realidad diaria del Venezolano de a pie. A diario, el venezolano debe enfrentar los efectos de la inflación de dos dígitos que repercute directamente en su estilo de vida, sino además, padecer los efectos inmediatos de los diversos controles de producción, comercialización y distribución de alimentos y artículos de primera necesidad que ejerce el gobierno. Es complicado sostener la tesis de una “Guerra” de manipulación de precios, cuando el gobierno ha instaurado limites legales para la ganancia y venta de productos. Mucho más, cuando las implicaciones de la crisis son tan profundas que afectan el día a día de los ciudadanos de maneras inesperadas y preocupantes. Desde la escasez galopante hasta la destrucción del sistema de inventario de mercancía, la crisis económica que sufre el país afecta todo reglón de la vida cotidiana. Además, la falta de una respuesta concreta del gobierno a la situación hace que simplemente cualquier discurso electoral deba enfrentarse directamente a la noción que la crisis carece de atención gubernamental.

Por supuesto, las medidas económicas correctivas que el gobierno tendría que implementar de inmediato para corregir la distorsión económica, tienen un coste político tan alto que siguen encontrándose en el terreno de la especulación. De manera que se limita a tomar decisiones cosméticas que no logran solventar de origen el complejo panorama que atravesamos. La justificación superficial de la “Guerra económica” no sólo hizo que buena parte del electorado se sintiera defraudado sino también engañado en cuanto a la propuesta de soluciones concretas a problemas específicos. La “Guerra económica”, que no define ningún parámetro en particular ni describe una situación en concreto, actuó como un catalizador para la perenne sensación que el Gobierno invisibiliza los reales problemas del ciudadano en beneficio de su discurso ideológico.

* Tácticas electorales poco efectivas.
Durante buena parte de la década del 2000, Chavez creó una estructura electoral imbatible. Utilizando su imagen como principal estímulo al voto, no sólo capitalizó la intención electoral sino que convirtió todo acto de elección en una batalla polarizada, dirigida a su conveniencia y basada en su permanencia en el poder. De hecho, su figura y el acto simbólico de “levantar la mano” del candidato, convirtieron a Hugo Chavez en un portaaviones político que aseguraba el triunfo del ungido electoral de turno.

Muerto Chavez y en medio de la peor crisis económica de la historia, el gobierno de Nicolás Maduro intentó capitalizar el descontento genérico brindando al voto un ingrediente emocional. Ya no se votaba por la opción de la preferencia, como castigo o incluso apoyo, sino para conservar “el recuerdo” del líder difunto. No obstante la estrategia, que anteriormente rindió frutos moderados y que fue utilizada de manera muy notoria durante las Presidenciales en las que resultó triunfador Nicolás Maduro, no resultó tan redituable en esta ocasión. ¿La razón? que a dos años el fallecimiento de Chávez, el forzado y torpe liderazgo de sus herederos políticos erosionó el piso político en el que sustentaba la propuesta meramente emocional. De ofrecer esperanzas y promesas, el partido de Gobierno tuvo que recurrir a amenazas, amedrentamientos, exigencias de lealtad, soborno material e inmediato para intentar aglutinar a los votantes con respecto a la opción oficialista. Cuando lo anterior falló, recurrieron incluso a tácticas de confusión y delación, a la figura de Chávez, resucitado para la ocasión como un ícono ideológico. Como en toda revolución con tintes políticos basado en el discurso pugnaz, el oficialismo intentó concentrar el derecho a votar en una idea más cercana a lealtad y al sustento de un proyecto supra País. O ese, fue el mensaje general. La figura del difunto presidente sustituyó entonces a la del Presidente en funciones, señalando directamente la opción electoral, lo cual resultó no ser suficiente para sostener la oferta chavista. ¿El resultado? Un considerable número de indecisos que decidieron brindar su voto a una opción distinta a la de un discurso incierto y poco claro.

* Discurso disperso con énfasis en lo emocional.
Para el Chavismo, la conexión emocional con el electorado siempre ha sido un elemento vital para obtener los resultados electorales de los cuales ha disfrutado hasta ahora. Desde la figura casi Paterna de Chávez, encarnando al líder mesiánico tradicional, hasta la de los líderes que se identificaban con el llamado Venezolano común, el oficialismo promovió una imagen que le permitía a sus electores identificarse con los funcionarios en cargo de elección popular y más que eso, considerarlos indispensables para lograr las promesas de la llamada “revolución del pueblo”. Hombres y mujeres que aseguraron con frecuencia que su procedencia humilde o desde la ideología humanista, les brindaba una mayor compresión sobre las vicisitudes que el ciudadano de a pie debía enfrentar a diario. Para el Chavismo, esa identificación era imprescindible para la construcción de una idea electoral viable y se insistió en la idea por años con sustanciosos resultados.

No obstante, luego de la muerte de Hugo Chavez, la situación se tornó compleja: por un lado, fue obvio que esa matriz del “hombre revolucionario” que apelaba a la lealtad resultó insuficiente para sostener el discurso chavista y por el otro, la base votante tradicional del Chavismo comenzó a padecer los rigores de una situación económica cada vez más comprometida, limitada y peligrosa. De pronto, no se trataba de un discurso donde pudiera justificarse las fallas del gobierno a través de la lealtad, sino que el Chavista tradicional se encontró en la necesidad de romper el paradigma de la defensa ideológica para insistir en la crítica. Por casi dos años, la circunstancia política no sólo se hizo insostenible sino también cada vez más cercana a una ruptura histórica que habría requerido al menos una revisión concreta de parte de la bancada oficialista. No obstante, Nicolás Maduro no sólo insistió en radicalizar su posición ideológica sino además, insistir en la exigencia de una devoción cercana a lo religioso no sólo hacia la memoria de Chavez sino también, hacia el proceso ideológico del chavismo.

Por supuesto, la ideología Chavista, basada en la potestad de un Estado intervencionista y agresivo, pareció perder consistencia ante el hecho que era incapaz de resolver los problemas comunes y cotidianos del elector. Y es que mientras Maduro y el resto de los líderes del chavismo continúan insistiendo en la contienda política, el país más allá de la componenda y la estructura de poder, sufre las consecuencias de decisiones equivocadas y una decidida necesidad de preservar las prebendas del poder. La consecuencia inmediata fue una reacción de la base moderada del chavismo que no sólo exigió soluciones coherentes sino también, asumió el hecho electoral como una manera de expresar el descontento y la conciencia sobre el poder de participación que el gobierno durante años utilizó como idea política fundamental. En otras palabras, el chavismo educó a su militancia para ejercer la censura a través del voto. Y lo hizo.

* Destrucción de mitos electorales perniciosos.
Durante los últimos dieciséis años, el voto ha sido cuestionado, minimizado y convertido en objeto de suspicacia pública. Luego de varios resultados electorales que han provocado la desconfianza del elector, el voto se había transformado en un derecho aparentemente conculcado por el poder y sobre todo, sometido a todo tipo de manipulaciones directas e indirectas que podían modificar la intención del electoral. Como si eso no fuera suficiente, el Poder Electoral — abiertamente parcializado a favor del bando oficialista — ha convertido cualquier proceso electoral en un largo trayecto de obstáculos para la parcialidad opositora. Para agravar un cuadro ya de por si bastante complicado, versiones y rumores sobre una supuesta “trampa electrónica” no sólo han empañado la capacidad del proceso electoral Venezolano para expresar la voluntad popular sino además, para respetarla.

En más de una ocasión, la oposición — dispersa, sin objetivo, proyecto o plan específico — fue incapaz de enfrentarse a la idea del voto manipulado o manipulable, que no sólo desgastó cualquier propuesta alterna sino que también, el hecho mismo del acto electoral. Desde llamados de abstención sin ningún tipo de plan concreto hasta matrices de opinión contra el sistema electrónico de votación, en Venezuela el acto electoral se convirtió en una disputa aún más violenta que el hecho político.

Pero durante los últimos meses, los mitos electorales contra el acto de votación comenzaron a ser desmentidos en una campaña de concientización ciudadana destinada a revalorizar el voto. Se demostró que casi todas las acusaciones contra fiabilidad del sistema electrónico eran infundadas y que es imposible vulnerar el resultado a través de medios conspirativos. Además, se aleccionó al ciudadano sobre la verdadera causa de irregularidades que podrían afectar el resultado: Ventajismo oficial, el voto vulnerado a través de la existencia, destrucción de actas, manipulación de horarios en Centros de votación. Una y otra vez se insistió en la capacidad del ciudadano para auditar y ser garante de la pulcritud del proceso y además, se le dotó con las herramientas para participar prácticamente en todo el proceso electoral. En otras palabras, se educó al ciudadano para ser consciente del valor de su participación y la necesidad de la defensa de su opinión.

* Conciencia ciudadana.
Tradicionalmente, la abstención suele rozar en Venezuela un 30% o 40% en la participación total del acto electoral, un fenómeno que suele simbolizar no sólo el poco interés del ciudadano por el voto sino el también, la indiferencia con respecto a su capacidad para cambiar la realidad política a través de su opinión. Durante los últimos años, el nivel de participación ciudadana aumentó de manera discreta, pero aún así, no sera suficiente para modificar realmente esa noción del ciudadano que no vota. Sobre todo en elecciones como las legislativas, donde el método de escogencia es confuso y desconocido para la mayoría. Además, está el hecho que por años, la llamada “maquinaria chavista” elaboró un método casi infalible para apuntalar el voto indiferente: desde listas de votantes potenciales hasta traslados físicos hasta centros de votación. El mecanismo resultó tan eficiente que en reiteradas oportunidades, el proceso de votación pareció resumirse a la capacidad de movilización de las parcialidades en disputas y no, a su oferta electoral.

Para las Legislativas 2015, el método fue el mismo: el oficialismo no sólo insistió en su viejo método de 1x10 (un votante que es capaz de convencer y convocar diez más para la opción oficialista), los llamados “Puntos Rojos”, encargados de aglutinar a los votantes y revisar su participación, sino en todo tipo de actividades que fomentan el sentido del voto leal. No obstante, en esta ocasión su efectividad fue limitada: el entusiasmo del elector pareció supeditado al hecho real que la crisis económica superó cualquier promesa y también, a que el voto se convirtió en una opción de crítica. Lo que se tradujo en un altísimo costo electoral.

* Voto castigo.
Suele hablarse del voto castigo en cada elección Venezolana, aunque nunca el fenómeno había sido lo suficientemente representativo como cuantificarse, salvo contadas excepciones. Se insistió en el voto castigo llevó al poder a Rafael Caldera por segunda vez y que aupó la candidatura de un desconocido Hugo Chávez hasta convertirlo en el Presidente más popular de Venezuela. No obstante, el voto castigo es una especie de abstracción imposible de predecir en su magnitud y mucho menos, influencia.

Pero, durante las legislativas 2015, fue evidente que el fue ese misterioso factor el que impulsó el triunfo de la oposición sobre la opción oficialista. En zonas tradicionalmente chavistas, el voto opositor aumentó de manera exponencial, lo que permite sugerir que buena parte de la participación fue una crítica concreta a la labor del gobierno por parte de sus partidarios. Mucho más evidente, fue el comportamiento en zonas populares que durante años apoyaron de manera casi unánime al chavismo: el apoyo a la oposición no sólo rebasó las expectativas sino que además, demostró que buena parte de la militancia chavista, decidió expresar su malestar por la situación país a través del voto.

Por supuesto, se trata de una lista corta pero que incluye una revisión somera al paisaje de un país que comienza a reconstruirse desde una perspectiva distinta. Luego de casi veinte años de hegemonía ideológica, Venezuela finalmente comienza a replantearse la posibilidad de una concertación política y social en miras de la construcción de una nueva perspectiva de futuro. O al menos, eso es lo que se infiere luego de expresada la voluntad popular. ¿Ocurrirá? Sólo nos resta esperar.

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