Nunca supe que deseaba ser escritora. Sólo sabía que deseaba escribir. A todas horas, por todos los motivos. Siempre que pudiera. Por todas las razones pequeñas, conmovedoras y misteriosas por las que necesitamos contar historias. Las nuestras, las ajenas, las muy conocidas. Las perdidas y olvidadas. Las extrañas y corrientes. Todo el Universo que las palabras pudieran abarcar. Una especie de compulsión creativa sin verdadera dirección que aún así, intentaba abarcar esa compleja visión sobre el mundo que encierra la literatura. No es sencillo construir una idea basada sólo en la manera cómo describes y asumes tu mundo interior. Tampoco lo es cuando las palabras son el límite y también la puerta abierta hacia esa percepción. Así que un escritor escribe porque lo ansía, no puede detenerse. Es incapaz de contener ese impulso de narrar que parece abarcar el mundo.
Tal vez por ese motivo, cuando un editor me habló sobre publicar lo que escribía no supe muy bien que decir o que hacer. Por supuesto, no es que no hubiese pensado en la idea antes: Supongo que eventualmente escribir se convierte en una obsesión y sabes que debes avanzar hacia algún punto del mundo real con ese amor desesperado por las palabras. Pero creo — o al menos es mi caso — ningún escritor sabe será publicado en algún punto del futuro. Lo espera, lo ansia pero no lo asume como posibilidad real. Aún así, sigue escribiendo. Y lo hace en esencia por escribir es un hábito corrosivo e incluso destructivo que demanda atención y esfuerzo aunque la mayoría de las veces no resulte redituable. El de escribir es un oficio meramente abstracto. Escribes sin saber si serás leído o incluso, toda esa percepción del mundo que construyes a través de tu mirada literaria, será algo más que un ejercicio privado sin ninguna relevancia más allá de ti mismo. Por tanto, publicar es una meta (es inevitable) pero también, una lo bastante difusa para resultar cierta.
Al menos, así me ocurrió. Durante toda mi vida he escrito y lo he hecho sin estar del todo segura que ocurriría con la ingente cantidad de material que produzco casi a diario. Ni tampoco bajo la meta que podría — o debía — ser leído. Eso a pesar de escribir en diferentes publicaciones web e impresas durante casi cinco años. Pero escribir un artículo o una columna es muy distinto a crear un mundo literario propio. Y justo ese material personal es lo que sustenta cualquier publicación. Cualquier percepción sobre lo que deseas crear o construir como obra autoral propia.
Como dije antes, para mi el hecho que alguien deseara publicar lo que escribo fue toda una sorpresa. No se trata de un asunto de autoestima creativa: No eres muy consciente de la calidad que pueda o no tener tu trabajo como escritor hasta que un ojo profesional lo revisa y lo analiza como pieza literaria comercial. O lo que viene a ser lo mismo: Cuando alguien reflexiona sobre lo que escribes como un buen material para ser publicable.
A partir de allí, recorres un camino vertiginoso. De sólo escribir por placer o por pasión, te encuentras en medio de una confusión de ideas sobre la escritura que poco o nada tienen que ver con el placer de leer o escribir y que el aficionado promedio o el escritor en formación, la mayoría de las veces desconoce. Hablamos sobre lo que ocurre una vez que decides tu texto tiene posibilidades de ser publicado y encuentras, que la idea de publicar — o cómo hacerlo — puede ser no sólo difusa sino por completo desconcertante. Y es que camino que recorre un escritor para disfrutar de esa experiencia inenarrable de ver su obra — ese génesis de pura emoción íntima y palabras — convertida en una obra coherente es tan sinuoso como imprevisible. Un proceso lento y que en ocasiones, termina desmoralizando incluso al escritor más inspirado.
Pensando en ese largo trayecto — que atravesé casi por accidente, digamos — decidí recopilar las cosas que aprendí y que finalmente, son parte de una experiencia común que estoy convencida que todo escritor vivirá antes o después. Una serie de pequeñas reflexiones — nunca absolutas ni tampoco del todo ciertas — que permitirán a todo aquel que intenta llegar a las estanterías de la librerías o Ferias literarias conocer lo esencial sobre ese largo trecho a lo desconocido que comenzó con el sueño de escribir. Y es que al fin y al cabo, todo escritor es un espíritu intrépido que intenta encontrar ese lugar que brinde sentido a lo que aspira crear. Un soñador torpe que nunca sabe muy bien en donde encajarán las piezas de su imaginación.
¿Y cuales son esos pequeños pasos que todo escritor debe dar si desea publicar? Los siguientes:
* Ordena tu trabajo:
Escribo mucho: y hablo de manera literal. Escribo por deseo y por compulsión tanto como puedo, lo que se traduce a cientos de páginas sin orden ni concierto que difícilmente podrían llamarse un trabajo coherente como autor. Por supuesto, me refiero al material personal: a esos cientos de apuntes, párrafos, ideas, líneas argumentales, cuentos medio esbozados que todo escritor en formación escribe antes o después. Si deseas publicar es necesario que todo ese material comience a formar un todo coherente y a estructurarse bajo una única idea o ideas. O al menos, a ordenarse de una manera lo suficientemente firme como para que tu trabajo como escritor comience a tener algún tipo de identidad o tema central que lo cohesione no sólo como conjunto sino como concepto de lo que deseas expresar a través de tu obra literaria.
Un método que utilicé para ordenar el material que escribo, fue organizar por tema y género todo lo que forma parte de mi trabajo literario. Durante casi seis meses, me dediqué a la tediosa tarea de organizar archivos con mis ensayos, artículos, reflexiones, cuentos y cualquier otra cosa que hubiese escrito hasta entonces y que considerara de algún interés. ¿El resultado? Descubrir que había una considerable cantidad de escritos rescatables, algunos que podían permitirme escribir algunas cosas nuevas basadas en ellos y lo que es más interesante, empezar a comprender lo que escribo como un todo unificado bajo ciertas ideas. Descubrí además cuales eran mis temas favoritos — o mejor dicho, comprobé cuales eran — y también elaboré una visión mucho más sólida de mi identidad como escritora. Al final de aquel lento y en ocasiones abrumador proceso, encontré que había mucho más de lo que suponía en mi punto de vista como creativo en formación. Una mirada renovada a mi visión como escritora.
* Corrige el material que creas tiene posibilidades de ser publicado o merece ser leído:
Como dije antes, escribo mucho. Pero también, cometo con frecuencia el error de no revisar dos veces lo que escribo antes de publicarlo en cualquier red social, blog o cualquier espacio personal. De manera que el resultado es que la mayoría de mis textos no recorren el imprescindible proceso de ser editados y depurados, lo que provoca pierdan calidad o incluso su capacidad de expresar ideas de manera clara. Al momento de publicar, tuve que admitir que todo texto necesita ser analizado, leído y corregido al menos en dos ocasiones y mucho mejor, si lo hace un ojo experto y sobre todo, profesional. Si deseas publicar, toma el hábito de revisar con cuidado todo lo que publicas. Analiza no sólo las ideas que deseas transmitir sino también como lo haces, las palabras que utilizas, la ortografía y reglas gramaticales que cumples — y las que no — y sobre todo, la coherencia del texto en general. Escribir se trata de comunicar ideas e imágenes, de construir una percepción del mundo que te rodea a través de las palabras. Intenta hacerlo de la manera más elegante y limpia posible.
* Entonces quieres publicar ¿Ya sabes donde?
La mayoría de los escritores desean ser leídos pero pocos se cuestionan sobre el hecho de quién los leerá o cómo lo hará. Parece una sutileza insignificante pero en realidad, no lo es. ¿Te gusta escribir ensayos sobre temas concretos? ¿Deseas brindar opiniones especializadas sobre temas específicos? ¿Quieres expresar ideas y reflexiones sobre aspectos de la vida y del mundo que te rodea? ¿Escribirás novelas y ensayos? Cada tipo de texto tiene un público en particular y sobre todo, una forma de estructurarse para alcanzarlo de manera más efectiva y directa. El mismo público aficionado a las columnas de opinión no es el mismo a los artículos especializados. Los lectores de novelas y cuentos casi siempre tienen su propia y peculiar forma de comprender la literatura. Y por tanto, si ya decidiste publicar lo que escribes, comienza a preguntarte hacia donde deseas dirigir lo que escribes.
Investiga sobre las publicaciones o editoriales que se parezcan más a tu estilo o propuesta. Preocupate por analizar los temas que te interesan y cuál sería la manera más fácil de encontrar un público lector que lo disfrute. Reflexiona sobre lo que escribes como un conjunto de ideas que reflejan tu personalidad, experiencia y referencias personales. Escribir es un espejo creativo que refleja no sólo tu mundo interior sino también, cómo profundizas en planteamientos muy específicos y esenciales. Y es ese reflejo en palabras de quien eres y cómo miras el mundo, lo que te identifica autor. Lo que brinda personalidad a lo que escribes y sobre todo, lo que te permitirá tener un público de lectores que sean parte del mundo de ideas que manejas.
* El ojo profesional:
Una vez leí que todos los escritores necesitan corrección pero que muy pocos lo admiten y que casi nadie, lo disfruta. Es cierto: en ocasiones resulta muy difícil dar el paso hacia una revisión del trabajo de escritura. Lo es porque la mayoría de los escritores perciben su trabajo como una idea personal que no necesita ser mejorada ni mucho menos, necesita el visto bueno de alguien más para tener solidez. Pero ego malcriado a parte, creeme que si lo necesita. Tanto como para ser un texto coherente como para ser una versión mucho más clara y con toda seguridad brillante de lo que deseas transmitir. Así que deseas publicar necesitas que todos tus textos sean corregidos con mano estricta por alguien que sea capaz de encontrar no sólo los errores más evidentes sino cuestionar la solidez del lenguaje, el estilo y las ideas que expresas. La crítica, la edición y la mirada experta sobre un texto es la forma más inmediata de garantizar que lo que escribes tenga la real posibilidad de ser leído y sobre todo analizado no como los intentos torpes de un aficionado sino como una visión madura sobre lo que aspiras expresar a través de lo que escribes. Tenlo en cuenta.
* El ingrato recorrido hacia el editor correcto:
Mi editor es con toda seguridad, el hombre con mayor experiencia en el mundo editorial que conozco. Hosco y un poco gruñón es también un espíritu cultivado que supo guiarme con mano firme por el largo trayecto que atraviesa cualquier manuscrito hacía su publicación. Y a lo largo de ese recorrido descubrí que sin duda un buen editor es la puerta abierta hacia la experiencia de la publicación. Una voz experta, firme y necesaria al momento de plantearte la posibilidad no sólo de publicar sino también, de analizar tu trabajo como escritor desde una perspectiva profesional.
Por supuesto, no es nada sencillo encontrar un editor. Cientos de miles de textos llegan a los escritorios de editoriales alrededor del mundo y son descartados por cientos de razones no del todo claras. Puede deberse al hecho que tu manuscrito no coincida con los elementos básicos que maneja la editorial o el periódico donde deseas publicar, que tu texto no tenga la calidad requerida — y volvemos al tema de la corrección — o cualquier otro motivo abstracto que haga se rechace tu texto. Por todo lo anterior, encontrar un editor es quizás el paso más complicado de todos los que debes dar antes de disfrutar del privilegio de convertirse en un autor publicado.
¿Y que debes hacer entonces? Para empezar, armarte de paciencia. No lo digo de manera alegórica, sino que en realidad, tendrás que aprender a esperar, sortear rechazos, asumir el hecho de cartas poco amables o críticas tenaces contra lo que escribes. Encontrar quien desee publicarte es un proceso muy duro a la que pocos escritores — tenemos un ego muy frágil — sobrevive pero que es indispensable al momento de llegar a la página impresa.
En segundo lugar, lleva a cabo una inteligente búsqueda sobre editoriales y editores que puedan estar interesados en tu trabajo. Analiza el perfil de las publicaciones, el lenguaje y público que maneja. Pero sobre todo, sé muy consciente que debes encontrar a un profesional que esté interesado no sólo en analizar lo que escribes sino también, tu identidad como autor. Es un trabajo laborioso pero necesario: Un buen editor será la puerta abierta no sólo a la publicación sino también a una estructura formal de tu trabajo.
Y por último, sé osado. No conozco un mejor consejo que ese y lo descubrí por cuenta propia: Atrévete a enviar correos solicitando información sobre la posibilidad de publicación. No temas pedir consejos a profesionales del medio y escucha con cuidado todo lo que te diga con respecto a tu trabajo y como publicarlo. Intenta en lo posible obtener experiencia en cómo lograr construir una red de contactos que te permita comprender los procesos que estructuran el proceso de publicación. Recuerda que aunque escribir es un proceso solitario, la publicación es una mirada social a lo que haces.
* Escribe:
Uno de mis profesores solía decir que una vez que alguien decide que desea ser publicado pasa más tiempo intentando descubrir cómo hacerlo que haciendo lo necesario. En otras palabras, escribir. Puede parecer algo absurdo un consejo semejante, pero te aseguro que se trata de uno muy necesario. Y lo es porque la mayoría de los escritores en formación procrastinamos más de lo necesario o dedicamos buena parte de nuestras energías a la incertidumbre, en lugar de elaborar una idea clara sobre lo que deseamos expresar a través de nuestros textos. ¿El resultado? que un considerable número de escritores se encuentra intentando publicar sin tener algo concreto que mostrar o más preocupante aún, con material con la suficiente calidad para ser publicable.
Así que escribe. Todo lo que puedas y sobre lo que te interese. Dedica disciplina, perseverancia y buen hacer al método con que escribes. Investiga, lee todo lo que puedas. Construye una red de referencias lo suficientemente fuerte y poderosa como elaborar ideas sustanciosas. Disfruta de ese placer privado de escribir por cualquier razón, por todos los motivos válidos y por los que no parecen serlo tanto. Escribe para escribir mejor. Escribe para hacerte más conciso, depurado, mucho más elocuente. Escribe porque lo deseas, porque lo necesitas. Porque forma parte de tu manera de ver el mundo. Por cualquier razón que te parezca lógica o incluso aunque no lo parezca.
* Tómate en serio escribir:
La mayoría de los escritores en formación escriben como yo lo hice por mucho tiempo: en una rápida carrera de obstáculos entre la compulsión de escribir y hacer algo — nadie sabe muy bien qué — con lo que escribes. Pero una vez que tomes la decisión de vivir para escribir — y no me refiero sólo a la vida emocional — tómatelo en serio. Escribe siempre que puedas de la mejor manera posible. Recurre a la ayuda profesional. Aprende todo lo que puedas y por todos los medios posibles como escribir mejor de lo que ya lo haces: la idea es crecer en cada aspecto de tu actividad creativa y construir una estructura sólida que cimente no sólo tu trabajo sino también, lo que deseas hacer con él. No olvides que escribir es un oficio en constante madurez y por tanto, requiere aprendizaje, práctica, una mirada profunda a lo que haces.
Una lista corta sin duda, pero que aún así recopila toda una serie de aprendizaje más o menos sutiles sobre el oficio de escribir que aprendí por cuenta propia y que creo que pueden resultar útiles a alguien más. Y es que escribir es justamente el oficio del abstracto, de crear nuestras propias reglas y más allá de eso, de asumir el valor de lo que creamos como parte de un mundo personal tan profundo como significativo. Escribir como una forma de crear pero también de comprendernos a través de las palabras.
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