martes, 21 de junio de 2016
Crónicas de una ‘nerd’ entusiasta: Siete libros y un cómic que debes leer si amas la serie ‘Penny Dreadful’
A mediados del siglo XIX, el terror gótico perdía fuerza y nacía de sus cenizas una nueva era de monstruos de leyenda, visiones fantásticas y toda una pléyade de personajes extravagantes que intentaron tomar el lugar —sin lograrlo por completo— de los grandes monstruos literarios que les precedieron. Como fruto de ese renacimiento a medias del género, las calles de Londres se llenaron de ejemplares de terrores a penique (los penny dreadful, también llamados penny horribles o penny bloods), el inmediato antecedente del Pulp y que al contrario de la literatura respetable estaba dirigido a la clase obrera, que comenzaba a disfrutar de las delicias de la alfabetización y consumía con gran placer —y sin recato ninguno— folletines de ocasión, novelas románticas por entregas y artículos sensacionalistas. Las penny dreadful eran la combinación de todo lo anterior y más: como folletines sensacionalistas, no sólo mezclaban el morbo con historias apasionantes y aterradoras, sino que además exploraban el lado escabroso de una sociedad reprimida y lo bastante hipócrita para ocultar su gusto por el terror y la sangre. De manera que en menos de diez años, las penny dreadful se convirtieron no sólo en el vehículo de una nueva literatura sino además, en el reflejo de una época que vivió —y sufrió— el larguísimo luto de la Reina Victoria. Tal vez por vez por ese motivo —esa inevitable influencia del dolor de un reinado excepcionalmente largo— la Inglaterra decimonónica tenía un gusto insaciable por el horror, lo macabro y lo singular. Las penny dreadful, con toda su carga casi sensual de belleza barata, miedo en entregas y ese ingrediente de pura maravilla de lo prohibido parecieron reflejar el otro lado de esa percepción sobre el duelo y la muerte. La búsqueda de respuestas en lo desconocido y lo que resulta más intrigante, en lo monstruoso.
Penny Dreadful —la serie de Showtime que rápidamente se convierte en icono de culto— responde no solo a esa visión del folletín literario basado en horrores de pesadilla sino que, además, crea un ambiente de rara belleza barata muy parecida en esencia a las rarezas literarias a las que debe su nombre. Dirigida y creada por John Logan y producida por el director Sam Mendes (recordado por su magnífica e icónica American Beauty), la serie es perfecto homenaje a la percepción del horror como un secreto cultural que provoca un extraño y refinado placer. Además, director y productor, no sólo amplían el universo de las antiguas penny dreadful sino que además, se atreven a crear todo un planteamiento nuevo sobre la percepción del horror victoriano y todo lo que la rodea. En Penny Dreadful existe un tipo de exquisito goce por lo inquietante y lo profano, sin caer en la solemnidad del gótico literario en que está basada a medias. Porque la serie, en un concienzudo homenaje a las antiguos folletines, parece preferir el tono y la forma de la literatura barata de terror y crear una atmósfera propia a la que sin duda, debe su triunfo. Una y otra vez, la serie se esfuerza por cubrir la distancia entre el terror elegante y sofisticado de los que beben sus referencias culturales y a la vez, elaborar un discurso propio sobre el efectismo gratuito a las que debe su origen. La acertada combinación construye una nueva forma de comprender el terror y crea una pequeña obra de arte pop.
Pero además de eso, Penny Dreadful tiene distinguidos y muy evidentes referentes literarios que brindan a su narración una consistencia poco frecuente en los dramones de época y sobre todo, en esa insistencia de reflejar el espíritu victoriano que no siempre consigue sostenerse en la televisión actual. Más allá de los directos que forman parte de la tramas y líneas argumentales principales (Drácula, Frankenstein, El retrato de Dorian Gray) hay una evidente búsqueda de creaciones visuales y narrativas que sostienen la esencia de lo que Penny Dreadful pretende ser. Una serie de elementos que dotan a la serie de una consistencia poco común dentro del mundo seriéfilo y que además, amplían de manera considerable el planteamiento central de la historia que intenta contar: El terror por el terror y la belleza de lo macabro.
¿Y cuáles serían las que podrían brindar un marco conceptual a la historia de Penny Dreadful? Las siguientes:
* ‘La era de Drácula’ de Kim Newman
Compleja, en ocasiones satírica pero sobre todo, una alegórica visión sobre el terror victoriano, La era de Drácula no sólo es una mezcla festiva de elementos victorianos y de terror clásico, sino un macrocosmos literario por derecho propio. Las líneas argumentales construyen una realidad de pesadilla y crean un Londres onírico donde lo monstruoso y la realidad conviven en una extraña mezcla que asombra por su belleza y desconcierta por su extraña mezcla de elementos disímiles. Desde lo histórico (Newman sostiene su obra en una cuidada investigación de la época que sorprende por la fluidez de detalles y anécdotas) hasta el uso de todo tipo de visiones y estructuras novedosas sobre el horror victoriano, Kim Newman crea una perspectiva única sobre el género. Se trata además, de un gesto de osadía literaria de un escritor que allá por el año 1992 se liberó de todo prejuicio y escribió una obra fundacional sobre una perspectiva sobre el horror original y crítica: Newman no se limita a contar una historia de terror con cientos de implicaciones realistas, además sustenta su obra en una visión aumentada sobre lo terrorífico, que resulta exagerado pero nunca excesivo. Una obra de arte inteligente que sin duda es la referencia inmediata de la Londres poblada de monstruos y criaturas de leyenda en al que se mueve Vanessa Ives.
* ‘La mandrágora’ de Hanns Heinz Ewers:
Publicada en 1911, La mandrágora sigue la larga sombra de El moderno Prometeo de Shelley pero desde una perspectiva distinta. Heinz Ewers no medita sobre las implicaciones morales de la ciencia que transgrede los límites del bien y el mal, sino que se ocupa directamente del hecho pragmático de la maldad como parte de la naturaleza humana. Y aunque el autor también utiliza el recurso del experimento científico fallido para contar la historia, lo hace desde una perspectiva que Shelley, mucho más contenida y sobre todo romántica, ignora. La obra es una colección de horrores basados en la maldad primitiva y esencial, un tipo de mal absoluto que lleva la desgracia a donde sea que vaya. No obstante la novela no intenta sermonear sobre las implicaciones espirituales y éticas que no le atañen, sino en una mirada profunda sobre la creencia, la comprensión y el dolor que puede provocar la comprensión del mal como ente autónomo. Una línea argumental que recuerda sin duda a la lucha del Victor Frankenstein en Penny Dreadful, cuyo «monstruo» parece más una obra del amor y del sufrimiento, que una visión moralista sobre las implicaciones del conocimiento humano y los peligros que puede engendrar. En resumen, una visión más cercana al padecimiento espiritual que al cuestionamiento ético, un tema que Penny Dreadful maneja y analiza con frecuencia.
* ‘La condesa sangrienta’ de Alejandra Pizarnik y ‘La condesa sangrienta’ de Valentine Penrose:
Un dúo de obras que analizan desde perspectivas distintas la figura aterradora y siempre en debate de Erzebeth Bathory. Tanto una como la otra, reflexionan sobre el personaje histórico a través de la hórrida leyenda que le acompaña pero también, sobre su humanidad. Y es que tanto Pizarnik como Penrose, miran a la Condesa desde la fascinación y la belleza: para ambas se trata de un monstruo de refinada crueldad, de una escabrosa historia sobre la ambición y el dolor de la mortalidad humana y también, de una visión poderosa sobre el miedo esencial del hombre. Esa vulnerabilidad de la carne y el sueño de trascendencia que destroza toda aspiración por la eternidad. Ambas obras parecen influir no sólo en el tono sino también en el discurso de Penny Dreadful como una mezcla de elementos donde el horror y la belleza se alternan sino también, una expresión calculada de la noción sobre la muerte que tanta fascinación ejerce sobre la mente de nuestra cultura.
* ‘Antiguas brujerías’ de Algernon Blackwood
La tradicional brujería europea tiene poca relevancia en el gótico victoriano pero aún así, parece influir notablemente en las obras que se nutrieron del género para reflexionar sobre el terror de una manera por completo nueva. La novela de Blackwood es quizás el mejor ejemplo del uso de leyendas y costumbres tradicionales como una expresión del horror a lo desconocido y sobre todo, a la visión más primitiva sobre la mujer sabia. No obstante que forma parte de la serie de obras que el escritor dedica a su personaje John Silence, la obra se sostiene sobre toda una cuidada mitología basada en las tradiciones paganas del norte de Italia y la gran parte de la Inglaterra medieval. Además, el libro profundiza sobre otros tantos tópicos de la época que muestran a la bruja como una figura poderosa, alejada de las convenciones del bien y el mal y dotada con todo tipo de poderes físicos y mentales. Como precursor del estilo, Blackwood parece un referente inmediato a la atmósfera y discurso de Penny Dreadful, que ensalza y recorre el imaginario paranormal europeo como parte de su trama.
* ‘Carmilla’ de J. Sheridan Le Fanu
Carmilla es quizás la novela de vampiros más consistente del imaginario victoriano, muy cerca de ese icono del terror como lo es Drácula, de Bram Stoker. Pero mientras la historia de Drácula parece más interesada en el mal intrínseco del vampiro y la idea de la redención, Carmilla reflexiona sobre temas más sutiles y menos evidentes, lo que hacen de su historia una visión mucho más consecuente con la obsesión de la época por el dolor espiritual y el miedo a lo desconocido. Sheridan Le Fanu construye una historia llena de una ambigüedad sexual desconocida para la época y que brinda a la narración un aire concupiscente y contenido que provocó el escándalo en su época y encumbró a Carmilla como una obras trascendental dentro de la colección de monstruos de la época victoriana. Más allá de eso, la vampira de Le Fanu encarna un tipo de criatura seductora y trágica que parece construida a mitad del camino entre la fragilidad que se solía achacar a lo femenino y un turbador poder, nacido de la maldad erótica. Una mezcla explosiva que convirtió la historia —publicada por primera vez en una colección de relatos quince años antes de la aparición de Drácula en las librerías— en todo un suceso literario con una enorme trascendencia literaria.
* ‘La guarida del gusano blanco’ de Bram Stoker
Inquietante a pesar de su cuestionable calidad literaria, la novela es quizás una de las obras más perturbadoras de su autor, que pasó buena parte de su vida luchando contra el género gótico que cimentó con su célebre Drácula y que con el transcurrir del tiempo, se convirtió en una férrea estructura que limitó su inventiva y sobre todo, su capacidad creativa. Con todo, esta obra de Stoker (quizás la más tardía y que fue escrita durante su último año de vida) contiene una visión del miedo mucho más sofisticada y cruda que cualquiera de sus relatos. Con una espléndida ejecución técnica —las escenas se suceden con una plasticidad y consistencia que sorprende— la novela falla en su necesidad de impresionar al lector sin lograrlo, quizás debido a que su mayor consistencia está en esa sutileza de su ambiente y en los interesantes golpes de efecto que Stoker desliza con buen pulso creativo. Con todo, la novela carece de real solidez —se le acusa de blanda y por momentos tediosa— pero aún así, es quizás el referente más cercano al ambiente malsano y agobiante que Penny Dreadful muestra en sus escenas más memorables.
* Un cómic: ‘From Hell’ de Alan Moore y Eddie Campbell
Alan Moore es un maestro en el arte de contar historias tétricas y complejas a través de inteligentes argumentos y el cómic From Hell lo demuestra quizás mejor que cualquier otro de sus trabajos. Basados en las reconstrucciones policiacas de los crímenes de Jack ‘el destripador’, el autor crea un ambiente lóbrego y aprensivo, basado en las magníficas ilustraciones de Eddie Campbell, que crea para la ocasión un Londres decadente, lóbrego y bello que más que ambientar la historia, se convierte en otro de los personajes del complejo y crudo guión. Obra fundacional sobre la perspectiva de Jack ‘el destripador’ como símbolo de su época, el cómic no sólo ahonda en las motivaciones del asesino, sino que además medita sobre la capacidad del hombre para crear el mal que teme —que engendra en sí mismo— y sustenta a través de la cólera, la crueldad y el miedo. La espléndida atmósfera del cómic parece ser la referencia inmediata de Penny Dreadful, que recrea a una Inglaterra sombría y extrañamente hermosa en cada uno de sus capítulos.
Como obra fantástica, Penny Dreadful logró llevar al gran público la visión de un tipo de horror elegante que aún así, no deja de ser en ocasiones excesivo y perverso. De la misma manera que los folletines a los que debe su nombre, la serie tiene el extraño mérito de haber construido un universo concreto al que cualquier seriéfilo puede comprender como parte de una construcción visual y argumental mucho más profunda que lo que aparenta un programa televisivo. Y este es quizás, su mayor triunfo.
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