domingo, 19 de junio de 2016
El tiempo de la Luna y otras historias de brujería.
Nado en el mar en la oscuridad. Lo hago a mi manera, torpe y ligera, flotando entre las olas, mirando a la bóveda celeste que se alza en vertical. Allí, ingrávida, sin voz ni nombre, soy sólo un recuerdo. El mio, el de alguien más. Todas las historias que me forman. Todas las ideas que me sostienen en una pequeña trascendencia personal.
La Luna Llena sobre el agua. De pronto, tengo la sensación que la luz me rodea, plata y añil y el sonido de las olas se hace algo más real que un eco. Se vuelve vital, se hace un fuego cálido y lento, una caricia amable en medio de las sombras. Levanto los brazos y el cabello se me enreda entre los dedos, confundido entre la corriente de agua, en la ternura de ese abrazo casi primigenio.
Una vez, tia E. me dijo que celebrar la Luna Llena era un asunto privado. Una idea íntima tan profunda que cada bruja creaba algo distinto para hacerlo. Tenía diez años y no entendí nada de aquello.
- Pero ¿Para qué me enseñas entonces todos los rituales si lo puedo hacer como quiero?
- Porque la tradición esta viva y ahora es tuya - me explicó - pero al final, la nueva forma de comprenderla la creas tu.
No la entendí, claro. Era muy pequeña, impaciente, apresurada. Me esforcé por aprender cada rito, cada invocación, por llevar a cabo los viejos rituales tal y como escribían en los libros que guardabamos en la casa. ¡Deseaba tanto tener tanto conocimiento como mi abuela - la bruja, la sabía - , mi madre, cualquiera de mis tías y primas! Lo deseaba tanto que dolía. Que me provocaba ansiedad y miedo. ¿Y si no aprendía todo lo que debía? ¿Y si no podía aprender todos lo que debía? ¿Sería una bruja a pesar de eso?
- Eres una bruja porque así lo decidiste - me calmó más de una vez mi tía - eres una bruja porque lo deseas, lo necesitas. Porque luchas por serlo. Eres una bruja porque construyes y creas tu propio camino. Lo eres porque el fuego del conocimiento está en ti, porque anhelas y aspiras a la belleza. ¿Que otra cosa necesitas?
Sonrío al recordar esa conversación. Me recuerdo pequeña, impaciente, toda nervios e intranquilidad, de pie en la vieja cocina de la casa. Escribiendo página a página mi primer Libro de las Sombras. Intentando crear mi forma de ver el mundo en esa simple necesidad de esperanza. Aquí, en este refugio de brazos de agua, en medio de esta oscuridad serena que me acuna, pienso en ese fuego del miedo, en esa necesidad de comprender lo que me rodeaba que tanto me atormentó de niña. Esa búsqueda perenne de algo que me llevó años descubrir a medias.
- Cada bruja es un misterio, una puerta que se abre y se cierra - me dijo mi bisabuela cuando a los catorce años, le pregunté si la brujería me consolaría en el futuro. Si sería algo más que una creencia, un conjunto de viejas tradiciones a las que no encontraba verdadera utilidad - cada bruja recorre su propio camino, encuentra sus propias respuestas. Crece y se hace poderosa en el dolor de sus errores y las heridas abiertas.
¡Como detesté esa respuesta! ¡Cuanto malestar me produjo! ¡Cómo me rebelé contra ella! Caminé de un lado a otro de la habitación de mi bisabuela, con los puños apretados, sacudiendo la cabeza. ¿Como podía hablarme con tanta poesía cuando yo tenía tanto miedo? ¿Por qué tenía que mirarme así, con esa sabiduría añeja y simple que no terminaba de comprender?
- ¡No todo puede ser tan simple! - insistí - ¡No todo puede ser...romántico?
- ¿Y quién te dijo que lo es? - bisabuela tomó su bastón y caminó por la habitación con paso lento, doloroso. Los hombros rígidos, los ojos muy abiertos y furiosos - ¿Quién te ha dicho que celebrar el misterio en ti es sencillo? ¿Quién te ha dicho que enfrentar la soledad, el aprendizaje íntimo es fácil? Oh bruja impertinente, aprender y crear es de valientes. Como amar, como seguir a pesar de la corriente que te golpea la cara. La brujería es el camino menos transitado, las puertas cerradas. El dolor de las manos heridas.
Nado con los ojos cerrados y de pronto, el mundo desaparece. Floto, con los brazos abiertos, sintiendo la presión del agua en el rostro y en los pulmones. Y cuando miro a través del mar, la Luna Llena parece sacudirse sobre la superficie, deslizarse misteriosa y lenta a través de la vida y la muerte. La necesidad de respirar me palpita en la garganta, me hace doler la piel y la boca. Entonces emerjo, con un grito de alivio, con las manos abiertas hacia el cielo tachonado de estrellas.
- No hay nada más valioso que luchar contra lo que te hace sentir cómodo - me dijo una vez mi prima mayor, mientras me tranzaba el cabello para celebrar la Fiesta del Fuego. Tenía dieciseis años y me encontraba muy confusa, en la mitad de una nueva forma de comprender mi vida. Tan joven y tan anciana, tan frágil y fuerte. Y en mitad de todo eso, la confusión, como un oasis. Me recuerdo rígida, cansada, abrumada. Pero llena de tanta vitalidad, tan ansiosa.
- ¿No es eso un contrasentido? Luchamos por sentirnos cómodos - le respondí. Mi prima rió en voz alta.
- Luchamos por seguir estando cómodos, protegidos. Porque nada nos moleste, porque nada nos haga sentir incómodos ni nos obligue a cuestionarnos. Así somos de débiles, de temerosos, de frágiles.
Confusa, me vuelvo para mirarla. Ella me toma de los hombros y me obliga a permanecer sentada. Sus dedos siguen trenzando el cabello con rapidez, en un gesto firme y lento que tiene su significado. Aguardo, desconcertada y un poco impaciente. La escucho reír.
- Pero...¿Las brujas no le gusta estar cómodas?
- Las brujas jamás está satisfecha con nada. Siempre se hace preguntas, siempre están en la búsqueda de nuevas miradas. Una bruja es un espíritu inquieto, lenguaraz, malcriado, impenitente. Una bruja jamás espera, jamás está tranquila. Una bruja lucha por sus batallas y crea otras nuevas.
Me tira del cabello. Suelto un grito de dolor. Cuando me vuelvo a mirarla está riendo a carcajadas.
- Petulante, así como tu y yo - dice. Y se pone en pie, toda agilidad y energía, una adolescente llena de una energía radiante y rudimentaria - ¡Brujas por necesidad de insistir y crear!
Me tira de un mechón de cabello de nuevo, corre afuera. Corro a perseguirla. La escucho reír y de pronto, noto que yo también estoy riendo, llena de una energía picante y extraordinaria, de una sensación espléndida de pura inocencia. Nazco y renazco, cantan las brujas de blanco en el jardín. Nazco en el fuego y danzo en el fuego, cantan alrededor del árbol que custodia nuestra celebración.
Brazada a brazada me alejo de la orilla. El agua es cada vez más fría y el viento sopla en vertical desde la montaña. Y siento paz. Una paz total, una belleza plena y rudimentaria. Avanzo a través del mar, mecida por las olas, en medio del tiempo sin tiempo. En medio de celebración privada a la Luna Llena y a las estrellas.
- Cada bruja decide como crear su propia visión del rito, de la complejidad y de la creencia - me explica mi abuela, ordenando con gestos lentos y amables su amada biblioteca. Rebosante de libros, sin orden ni concierto. Llena de polvo y palabras sueltas - Cada bruja nace para crear una nueva visión de la brujería. Para luchar por ella, para hacerla real.
Tengo casi veinte años, estoy a punto de abandonar la casa familiar. Tengo miedo, estoy emocionada, la impaciencia me carcome. Las manos me duelen de tanta impaciencia de crear mi vida, de vivirla a plenitud. De atravesar círculos de fuego y dolores aciagos, de olvidar mi nombre sólo para volver a recuperarlo. Vivir, vivir, vivir. A conciencia, con todos los errores y dolores. Vivir hasta el asombro.
- ¿Y como logro eso? ¿Como hago una nueva forma de brujería?
- Siempre crea lo que consideres conveniente, siempre asume el riesgo de equivocarte - dice mi abuela y sonríe cuando lo hace - sé impenitente, impertinente. Equivocate mil veces. Lucha contra mil barreras. Enfréntate a todo lo que temes y disfruta haciéndolo. Pierde la cordura y no te preocupes por recuperarla. Grita de felicidad, llora de satisfacción, ríe de dolor. Que todo en tu vida tenga cien significados o ninguno. Piérdete, encuéntrate. Abre y cierra puertas. Corre muy lejos sólo para volver. Continúa tu camino, déjalo incompleto. Recupera lo perdido. Y sueña. Siempre sueña, arrojate al vacío. Así no sepas que hay más allá.
Me quedé sentada en la silla, con el eco de sus palabras rodeándome, pensando en el futuro, enfrentándome al silencio borroso de los días que estaban por llegar, a la incertidumbre simple que se abre paso al futuro. Y pensé que había un hilo de fuego y voluntad que me unía a la mujer quién sería, a la bruja en que me convertiría. Un espacio de tiempo y pensamiento más grande que cualquier cosa que conocía. Una celebración de mis ideas, de cada momento de mi vida, de todo lo que aspiraba lograr y crear.
Y recuerdo esa sensación ahora, celebrando a la Luna Llena nadando en el mar. A solas, en medio de un paisaje desolado de olas y recuerdos. En medio de esta lentitud imaginaria, de este tiempo que no existe y este espacio que creo en mi mente. Y celebro en la libertad de las ideas, en mis recuerdos más preciados, en los días blancos y aún sin rostro que vendrán. Floto desnuda y frágil, en medio de todos mis sueños. Del fuego blanco de mi voluntad. Del deseo de vivir y crear que me sostiene, que me consuela. Que me regala un nombre en las estrellas.
Una bruja perdida en el tiempo. Una mirada sin nombre. Una creación de mi memoria. Una herencia de historias propias y ajenas. Una forma de esperanza en medio de una mirada inquieta. Un sueño de mil estrellas entre las que floto hacia el horizonte de mi espíritu.
Una voz en el futuro. El susurro de las estrellas.
La magia más antigua de todas.
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