sábado, 24 de septiembre de 2016
Danza entre misterios y otras historias de brujería.
Sentada en silencio, en medio de un circulo de velas, a solas con mis pensamientos. Una desconcertante calidez me recorre por entero, me envuelve, dándole sentido y forma a todas las imágenes que por un momento parpadean en mi mente. Viva, tan viva, a medida que el instante se alarga y las llamas de las velas parecen danzar en un viento imposible y exquisito que solo yo puedo percibir. A solas sí, en los jardines de mi mente, en busca del sentido, la razón, la simple necesidad de comprensión.
De niña, no entendía demasiado el hecho que las mujeres de mi familia estuvieran convencidas que cada mujer era una fuente de poder creativo. Que cada parte de su cuerpo representaba la belleza y el poder de un tipo de conocimiento esencial que parecía ser tan antiguo como la Tierra misma. Mi abuela - la sabia, la bruja - solía decir que toda bruja sabe que en su piel habita la vieja historia de las tormentas, los lazos invisibles y persistentes de una memoria antigua mucho más vieja que cualquier otro tipo de sabiduría.
- Lo sabes ¿verdad? las Brujas somos muy conscientes de ese vinculo que nos une a nuestra historia, a todo lo que somos, creamos y soñamos - me dijo en una ocasión, sentadas juntas en su jardín desordenado - nos gusta pensar que somos parte de una misma visión del mundo. Que viajamos hacia el futuro todas juntas, asombradas por el poder de hacer o crear. Que nos sorprenden las lecciones del pasado. Que nos intrigue cada conocimiento que podemos aprender de cada día y de cada cosa que vivimos. Una bruja sabe el poder de volar todo lo alto que pueda.
La frase me hace sonreír. Me imagino a una mujer de grandes alas blancas, volando tan alto y con tanta rapidez, que alcanza a rozar una cúpula de estrellas púrpuras. Y abre los brazos, para abarcarlo todo, para rozar con la punta de los dedos los misterios del infinito, para olvidar su nombre y recordarlo otra vez en el prodigio de la Luna Llena. Es una imagen que atesoraré de por vida, que regresará a mi mente una y otra vez.
- Para la Tradición de la Diosa, el cuerpo de la mujer simboliza de una manera muy fidedigna la naturaleza del ciclo Vida, muerte y de nuevo la vida - me explica mi bisabuela con una de sus sonrisas misteriosas - El núcleo mismo de la feminidad otorga sentido a las ideas e impulsos que inducen a amar, crear, creer y desear. El pensamiento y la capacidad creadora se manifiestan a través de un espléndido circulo de fuego donde los conceptos más elementales nacen, viven su tiempo, se desvanecen y mueren y vuelven a nacer. Se podría decir que las mujeres ponen en práctica este concepto de una manera consciente y inconsciente en cada ciclo lunar de sus vidas. Para algunas la luna que indica los ciclos está en la bóveda nocturna. Para otras es la Diosa secreta que vive en su psique.
Caminamos juntas por la terraza de la casa. En realidad no es una terraza, sino una especie de extensión en yeso que sobresale de la ventana, rodeada por una reja ornamental que podría ser bonita a no ser innecesaria y un poco grotesca, con sus hojas de parra retorcidas y enormes volutas de metal. Pero la bisabuela le llama la terraza, en toda su elegancia y en toda su extraña manera de asumir el mundo como una obra de arte.
Nos sentamos en las sillas de madera para contemplar la ciudad más allá del muro del jardín. Caracas tiene un aspecto inocente, triste y distante. Tiene un brillo perla y dorado en medio de la noche, que le brinda un aire de engañosa tranquilidad. Bisabuela enciende uno de sus cigarros olorosos a tabaco y deja escapar una bocanada de aire. Sacudo la cabeza.
- Fumar no es una forma de celebrar el cuerpo - le recuerdo. Ella suelta una de sus carcajadas roncas.
- Hay una idea sobre la perfección y la pureza. El disfrute carnal es muchas cosas a la vez incluso los errores y lo que puede hacernos daño. Si, un cigarro puede hacerte daño pero un hábito que te recuerde el poder de tomar decisiones, también.
Apaga el cigarro, me dedica una mirada traviesa.
- ¿Feliz?
- Me siento tu consciencia.
- Todas las brujas buscan la perfección - dice y suspira. El olor del tabaco sigue allí. Orgánico, fuerte y un poco hosco - Intentan avanzar hacia una idea mucho más fuerte de ellas mismas, de lo que sus cuerpos representan, de lo que simboliza sus ciclos y transformaciones. Una bruja comprende física, emocional y espiritualmente que todo ciclo una forma de expresión de su necesidad de creer y de crear. Que surge de maneras inesperadas y por medios inspirados para reducirse de nuevo a la nada y ser concebidos otra vez en toda su gloria. El poder supremo y misterioso de comprender que tu cuerpo es capaz de mostrarte la forma como el mundo que te rodea se comprende a sí mismo, de la fecunda capacidad para otorgar sentido a nuestra propia voz espiritual.
Bisabuela se recostó sobre la silla, con un gesto satisfecho y lento casi majestuoso. La imité y miré su perfil en la oscuridad.
- ¿No vale lo mismo para todas las mujeres?
- Toda mujer es bruja aunque no lo sepa - sonrió y estiró los brazos a lo alto - toda mujer sabe que hay un poder enorme y secreto en cada cosa que hace. Que tiene un especial conocimiento de las emociones, de la belleza, de la profundidad de lo construye a través de lo sensorial. Eso es tan valioso como la más profunda de las lecciones y tan personal como tu reflejo en el espejo.
El cielo se abre como una cúpula cristalina y brillante. Y pienso en todas las mujeres que antes de nosotras y después, lo miraran con reverencia. En todas las que buscan sabiduría, en todas las que reconocen el poder de su cuerpo y su mente como una forma de libertad. Un renacimiento en fuego, un desvarío de la memoria que se alza y desborda cualquier límite, que se crea a sí mismo con todo la irrevocable fuerza de la convicción y la capacidad para comprender la memoria de nuestro espíritu como un lenguaje primitivo, espúreo, carente de cualquier sofisticación. Ese pensamiento primigenio, ajeno a toda cualidad de la razón, que brota libremente en cada forma que toman nuestras ideas, perspectivas, objetivos, conceptos. Una transformación incesante, que acaece cada día, cada hora, cada minuto en que tomamos la decisión de vivir, de comprender la energía creadora como una forma de convicción personal.
La energía, el sentimiento, la intimidad, la soledad, el deseo, el tedio, todo sube y baja en ciclos relativamente seguidos. El deseo de intimidad y de separación crece y disminuye. La naturaleza de la vida / muerte / vida no sólo me enseñó a bailar al ritmo de todas esas cosas, sino que además, es la respuesta a la confusión, a esa sensación de desconcierto que en ocasiones nos abruma y amenaza con dejarnos a solas en el terreno yermo del dolor: la voz del renacimiento en cada una de nosotros. El aburrimiento se desploma ante una nueva actividad, la intimidad se alza en medio de la soledad aparente, dándole sentido de nuevo a la mera emoción. La danza de la memoria, la danza del tiempo que vive y muere en mí.
Abro los ojos. Las velas casi se han consumido. Con una sonrisa, aguardo un poco más, sumergiéndome lentamente en la oscuridad, nacida de la luz, la dualidad absoluta, el tiempo nuevo, la fuerza de la razón.
Así sea.
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