Hace cinco o seis décadas atrás, la vida no era muy complicada. La gente se levantaba temprano para ir a trabajar, se alimentaba principalmente con comida casera, muchas veces prefería caminar antes de ir en automóvil a cualquier lugar, disfrutaba del sol y el aire libre siempre que podían. A la distancia, la imagen es idílica, una concepción del mundo casi inocente. El mundo era sencillo, o así aparentaba serlo al menos. O al menos lo era, en comparación con el mundo actual, tecnificado y abrumador al que nos enfrentamos a diario. Y tal vez de esa inocencia, nace esa especie de saber popular que todos hemos escuchado y atesorado, esos consejos que no sabemos muy bien de donde provienen y que todos aplicamos alguna vez.
Mi abuela siempre me insistió llevara medias durante los días lluviosos para evitar un resfrío. A mi amiga G., en cambio, la suya le insistía exactamente en lo contrario: llevar los pies descalzos bajo la ventisca la haría mucho más sana. Otro de mis amigos siempre me comentó que su abuela le aconsejo y más de una vez, que las noches de verano, era mejor colgar en las esquinas de la habitación bolsas con agua y unas gotas de vinagre para repeler a los zancudos y otros insectos. ¡Lo más sorprendente es que funcionaba! Y es que parece ser que los consejos de la abuela, esa especie de visión tan sencilla y práctica de la vida, tienen esa extraña particular de siempre resultar efectivos, aunque no sepamos exactamente el motivo. Conocimiento mundano, le llamaría mi abuela. Sentido común, le llamaría yo. Cual sea el caso, esos consejos domésticos que todos escuchamos antes o después en nuestra infancia, forman parte de esa sabiduría que asimilamos aunque no sepamos donde, esa visión del mundo que es crea y sustenta nuestra mitología personal.
Sin embargo, más allá de la anécdota, los consejos de las abuelas tienen su propia importancia: más de una vez he comprobado — no sin sorpresa — que a pesar de su cualidad casi inocente, resultan ser realmente efectivos y más allá, fuente de un tipo de conocimiento discreto de enorme utilidad. Así que durante toda una semana, me dediqué a preguntar a varios nietos y otras tantas abuelas, cuales eran los mejores consejos que habían recibido — y brindado — como parte de ese conocimiento popular tan conocido. Y las respuestas no solo me sorprendieron sino que me dejaron bastante claro, que el consejo de la abuela, esa idea tan general como tan preciada sobre el saber al alcance de la mano, es bastante más efectivo — y útil — de lo que podía suponer.
¿Y cuales son esos consejos que forman parte de esa colección de saber familiar que pocas veces damos importancia pero que ha resultado ser tan útil como elemental? Los siguientes:
Tómate la sopa que te hará crecer sano:
Creo que ningún adulto podrá decir que no recibió ese consejo bien intencionado alguna vez. En mi caso, además, significaba toda una pequeña batalla doméstica: desde que recuerdo, la tradicional sopa — de cualquier sabor y condimento — es uno de esos alimentos que apenas tolero. Desde las sopas de Apio hasta el suculento arroz blanco que toda abuela parece saber preparar de manera magistral, los consejos alimenticios de la abuela tienen ese lustre de pequeño sermón que todos recordamos con una sonrisa. Por supuesto, que cuando eres niño, la insistencia en la verdura resulta poco menos que fastidiosa y casi ninguno de nosotros le presta demasiada atención. No obstante, cuando le pregunté a un nutricionista que tan válido era el consejo de la abuela sobre nuestra alimentación, me sorprendió su respuesta.
- La tradicional sopa de la abuela, con apio y cebolla, es quizás uno de los alimentos más útiles en una dieta balanceada — me explicó el doctor I., quien ha batallado con mis malos hábitos de salud desde hace un par de años — el apio, es un diurético muy efectivo y la cebolla, es además de antiescorbútica, lo cual la hace una combinación ideal para cual plan dietético que se precie.
- ¿Pero el arroz blanco no está prohibido en cualquier dieta? — pregunté. Luego de haber seguido unas cuantos regímenes alimenticios, tengo bastante claro que el arroz es uno de esos alimentos considerados bajo sospecha de ocasionar desastres en la intención de bajar de peso. Pero el doctor I., veterano en las lides, es un poco más flexible que mi conciencia.
- Toda dieta debe incluir la mayor cantidad de alimentos posibles, y el arroz tiene todas las propiedades para ocupar un lugar de honor — me explicó — Lo recomiendo en casos de hipertensión y en algunos casos de uremias, donde permite la desintoxicación. En general, una cucharada de arroz blanco durante el almuerzo tiene más beneficios que contraindicaciones.
Por supuesto, la clásica Zanahoria, que la mayoría de las veces también forma parte de ese grupo de alimentos tan detestados en la infancia que las abuelas parecen preferir, tiene toda una historia a su favor para incluirse en la dieta del adulto promedio: Según recientes investigaciones, fomenta el aumento de los glóbulos rojos, además de favorecer el desempeño del hígado. Pero las ventajas alimenticias y nutricionales de la zanahoria no solo parecen ser mucho más profundas que el viejo consejo de las abuelas que insistía que brindaría “unos hermosos ojos y volvía rosados los muslos” es también perfectamente justificado, el caroteno, como ha sido probado científicamente, tiene un efecto beneficioso para la vista.
Vete a dormir temprano para que te aproveche el día:
Como insomne veterana, este fue uno de los consejos que más se repitió durante mi infancia. Y es que para las personas de varias generaciones anteriores, el desvelo de la era internauta es poco menos que incomprensible. Y sin embargo, la insistencia de las abuelas en enviarte a dormir temprano, parece tener, además de buenas intenciones, una fundada base científica. Según un estudio realizado por el doctor Alexandros N. Vgontzas profesor de Psiquiatría en el la Facultad de Medicina de Pensilvania, el insomnio recurrente puede causarte todo tipo de problemas de salud, desde los más sencillos como pérdida de capacidad de atención y reflejos, hasta deficiencias coronarias. Según especificó el estudio, dormir menos de cinco horas afecta no solo el natural ritmo cardíaco sino además, influir en la debilidad coronaria, la presión arterial, el colesterol y otros indicadores que parecen directamente relacionados con la cantidad de horas de sueños de las que disfrutamos cada noche.
- El cuerpo necesita una cantidad de horas de descanso promedio para sobrellevar el desgaste diario — me explicó al doctor A., médico especializado en trastornos del sueño — no se trata de una imposición social, sino el hecho cierto que la actividad diaria requiere de un esfuerzo motor y cognoscitivo preciso. Dormir no solo te permite recuperar fuerzas sino brinda la oportunidad óptima a tu mente y tu organismo para estabilizar cualquier trastorno menor que pueda padecer.
Lo escucho preocupada. Desde niña, he sufrido de un pertinaz insomnio, lo que según los expertos, me hace más vulnerable a recurrentes problemas de salud como resfrío, dolores musculares e incluso, problemas estomacales. Cuando se lo comento al doctor A, toma uno de los libros de su biblioteca. Me lo entrega abierto en la imagen anatómica de una mujer adulta.
- La mujer que sufre de problemas de sueño, tienen muchos más problemas con la presión arterial, inflamaciones y retención de líquidos que las que no lo sufren — me explica — Los cambios hormonales de una mujer con cambios drásticos del ciclo circadiano también producir cambios hormonales, modificaciones en la distribución de la grasa corporal y como has indicado, toda una serie de problemas del sistema inmunológico.
Me inquieta la idea. Y es que pertenezco a una generación de insomnes, por problemas de salud o por simple hábito. Tal pareciera que el mundo actual ofrece tantas opciones para permanecer despierto que muy poca gente considera realmente necesario el descanso nocturno.
- El cuerpo humano no está preparado biológicamente para no descansar — me explica el doctor A. cuando le comento lo anterior — durante siglos, la biología estuvo directamente relacionada con el ciclo natural noche y día. Heredamos el ciclo circadiano de una proceso evolutivo muy concreto. Toda esta nueva capacidad del hombre de mantenerse despierto, de poder retrasar el sueño, de hacerlo por mero gusto o simplemente porque hay mucho más alicientes para continuar en vigilia que para dormir, ocasionan daños irreparables en el organismo.
Lo escucho con cierta culpabilidad. Mi abuela, en algún lugar de mi mente, sonríe.
Párate derecho o te saldrá joroba:
Cuando era niña, leía encorvada sobre las almohadas y de alguna forma terminé acostumbrándome a la postura, desgarbada y un poco tensa, estando de pie. Más de una vez, mi abuela me palmeó la espalda con la mano abierta, para obligarme a mantenerme erguida. Siempre me impacientó esa costumbre, hasta que crecí y descubrí que ese hábito mío de inclinar los hombros caídos, con el pecho rigido y la espalda en tensión me producía toda una serie de trastorno físicos de los que apenas tenía conocimientos.
- La mala postura produce fatiga, dolores de cabeza crónicos y hasta desfigura el cuerpo — comenta el quiropráctico que atendió a mi abuela durante años y quien le mostró las delicias que una correcta postura puede brindar — la tensión en hombros, cuello y espalda es el principal motivo de cansancio y además, dolores crónicos de espalda y cabeza. Muy pocas personas saben lo dañino que puede resultar la tensión constante sobre los músculos de espalda y brazos. Los afectados, de manera inconsciente y en un intento por evitar el dolor de espalda, compensan las molestias de la mala postura con tensión. Esto empeora aún más el cuadro, debido a que produce mínimos desgarros de tensión y dolor. Así comienza un círculo vicioso clásico que puede dar lugar a una hernia de disco.
Caminamos por el bonito jardín de la clínica donde trabaja. A unos cuantos de donde nos encontramos, una mujer joven, de pie, sostiene una conversación telefónica entre susurros, con la cabeza inclinada, los hombros rígidos y la cabeza medio inclinada. El doctor la mira con gesto reprobatorio.
- Nos acostumbramos que la postura incorrecta es aceptable, mientras no produzca problemas realmente graves. Pero los causa, incluso las que parecen más inofensivas — se detiene para mirar a la mujer, que ahora ríe, con el cuello encogido y la espalda encorvada — pero cualquier descuido en la postura puede causar daños permanentes.
En su consultorio, el doctor tiene una gigantografía de un hombre sonriente. Muy erguido y atlético, tiene lo que el profesional llama “la postura perfecta” Barbilla ligeramente elevada y el cuello erguido. Hombros ligeramente echados hacia atrás y no encogidos, sin rigidez. Brazos relajados. Me indica compruebe que tanto se parece mi postura a la de la figura y sonrío avergonzada cuando compruebo la manera como me inclino hacia adelante, con la cabeza hundida, de manera natural. Con un gesto lento, el doctor me obliga a levantar la cabeza. Un incómodo tirón me recorre los hombros y los brazos.
- La postura correcta es la que no adoptamos de manera natural — me explica — y es justamente, esa postura que asumimos por descuido, la que provoca toda una serie de problemas físicos de mayor o menor alcance. Desde problemas con el ligamento longitudinal de la columna vertebral — apoya su dedo en la mitad de mi espalda — hasta hernias a lo largo de las vértebras, que son el eje del cuerpo.
Me explicó además, que la mala postura corporal es fuente directa de una serie de trastornos que muchas veces pasan desapercibidos pero que pueden ser lo suficientemente peligrosos para comprometer la salud de cualquiera. Desde un simple dolor de espalda que puede ser el síntoma de una posible hernia de disco hasta alteraciones en la circulación, inflamación crónica, inflamación del nervio y la segregación de determinadas proteínas que desempeñan un papel de “mensajero” en la creación del dolor de espalda.
- En otras palabras — sentenció — la mala postura es la manera más sencilla de asegurarse una vejez muy intranquila y dolorosa.
Sonreí, casi con cansancio. Esa frase la había escuchado incontables veces durante mi infancia. Y ahora sabía de dónde provenía.
Una lista corta pero que puede resumir, todos esos consejos tan habituales que de niños recibimos tantas veces y a los que actualmente, la ciencia parece dar la razón. Y tu que me lees ¿Cuáles son esos consejos que siempre te dio tu abuela de niño y que ahora llevas a cabo? ¿Quieres compartirlos? ¡Nos leemos en los comentarios!
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