jueves, 22 de junio de 2017
Lo autorreferencial y la vivencia como parte de la obra literaria: Unas reflexiones sobre “Matadero Cinco” de Kurt Vonnegut.
Se suele decir que la correspondencia privada de cualquier escritor es el mejor reflejo de su obra. O al menos, una visión pormenorizada e íntima de su forma de concebir el mundo. Un recorrido intenso y extrañamente sentido por sus pequeñas vicisitudes pero también, su punto de vista más doméstico y personal. Un reflejo fidedigno de su identidad.
La primera carta del volumen que se publicó hace una década sobre la correspondencia del escritor Kurt Vonnegut, es para su padre. Una misiva corta, durísima y de una extraña belleza inquietante. La carta data de 1945 y lo más seguro, es que fuera escrita durante los meses siguientes a la liberación del escritor del escritor del campo de concentración en que estuvo recluido luego de ser capturados por los nazis. “En Nochebuena, la R.A.F (la fuerza aérea británica) bombardeó y ametralló nuestro tren, que no estaba identificado (según un estatuto de la Convención de Ginebra, cualquier vehículo que transportara prisioneros de guerra debían tener una identificación visible y reconocible). Mataron a unos 150 de nosotros”, escribe con una frialdad y concisión que ahora mismo resulta espeluznante. “Los alemanes nos condujeron a través de duchas de agua muy caliente. Muchos hombres murieron por el shock después de 10 días de hambre, sed y frío. Pero no yo”. Poco tiempo después, el jovencísimo Vonnegut se enfrentó a los bombarderos aliados. “Sus labores combinadas mataron a 250.000 personas en 24 horas y destruyeron todo Dresde, posiblemente la ciudad más hermosa del mundo. Pero no a mí”. Vonnegut tenía 22 años, llevaba más de tres enfrentándose a la guerra y había visto morir a la mitad de su regimiento en el campo de batalla y después, entre las penurias de los campos de concentración. El futuro escritor miraba el mundo sin alegría, pero tampoco con un excesivo pesimismo. Una combinación singular y fronteriza que más adelante, sería lo más reconocible en su estilo.
De hecho, las veinte líneas de la carta anterior, resumen de manera pormenorizada la historia de su obra más conocida “Matadero Cinco” que escribió durante los veintitrés años siguientes y que le llevó un duro esfuerzo completar, a pesar de ser un escritor que se describió a sí mismo más de una vez como “prolífico e impulsivo”. No obstante, “Matadero Cinco” fue algo más que una narración al uso: se trató de una visión catártica convertida en una compleja y rara visión sobre la guerra. “Es muy difícil recordar lo que no tiene sentido”, adujo Vonnegut para explicar el largo período de escritura, pero había algo mucho más amargo e inquietante en la revisión de su experiencia bélica y el resultado — una obra fundacional, desconcertante y de abrumadora dureza — lo deja muy claro. Se trata de una obra de Ciencia Ficción que refleja la realidad como todas las obras del género, pero también se trata de un meditado recorrido por los lugares más oscuros y dolorosos de la obra de Vonnegut. El símbolo de un tipo de sufrimiento descarnado, anónimo y total que devastó al escritor y sobre todo, le dejó heridas emocionales y psíquicas que ni siquiera la publicación y rotundo éxito del libro pudo sanar. La fama instantánea llevó a Vonnegut a la depresión y más tarde, a una desesperación singular y abrumadora que le atormentaría el resto de su vida.
El escritor Kurt Vonnegut siempre se consideró así mismo un extranjero. Quizás se trató de una herencia inevitable al haber nacido en una familia de inmigrantes o del hecho, que a sus palabras, siempre fue un sujeto “inusual”. Cual sea la explicación a su manera de su singular manera de concebir el mundo, el escritor tuvo desde muy niño una noción extraordinaria y sumamente personal sobre el mundo que le rodeaba. Sobre todo, pareció desde muy temprana edad obsesionado con comprenderse a través de la palabra. Y es que Vonnegut se asumió escritor desde la adolescencia, cuando abandonó Universidad Butler de Indianápolis, cuando uno de sus profesores le insistió que sus relatos no eran lo bastante buenos. Porque Vonnegut no se trataba de únicamente de escribir, sino de comprenderse a través de su identidad creativa, de su capacidad para construir y destruir el mundo a través de la palabra. Más allá de eso, el escritor ya desde muy joven, comprendió la necesidad de la reconstrucción, de la comprensión de la metáfora y la realidad a través de una particularísima visión personal. Una especie de asimilación de la cultura y sus ideas sobre ella a mitad de camino entre la crítica aguda y la necesidad de expresión.
La experiencia como soldado durante la Segunda Guerra Mundial fue especialmente dura para el escritor. No sólo luchó como soldado — y según cuenta en varias entrevistas posteriores, se aterrorizó por la idea de la muerte cercana hasta el punto de la extenuación — sino que además, fue prisionero de guerra durante casi dos años. La visión de la Guerra como un acto humano de considerables implicaciones, desde la crueldad de la matanza hasta la futilidad de la lucha cuerpo a cuerpo, destrozaron mentalmente al escritor. Más de una vez, admitió que buena parte de su obra había nacido en medio de la desesperación, de esa necesidad de reconstruir el mundo para asumir el poder de la imaginación sobre la devastación total. Como prisionero nazi fue un testigo privilegiado de una de las batallas más cruentas que se recuerde en territorio alemán: El asedio a Dresde, ocurrido entre 13 y el 15 de febrero de 1945. “Una destrucción completa,” recordaría años después, al rememorar el episodio e intentar rememorarlo de alguna manera concluyente. “Una matanza inconcebible.” Por semanas enteras Vonnegut fue obligado a trabajar apilando cuerpos para enterrarlos en fosas, una labor que le llevó al borde de la locura. El escritor cuenta que “había demasiados cuerpos que enterrar, así que los nazis prefirieron enviar a unos tipos con lanzallamas. Todos esos restos de víctimas civiles fueron reducidos a cenizas”.
Mucho años después, Vonnegut continuaría intentando comprender el conflicto, asumirlo como parte de su propia historia. Quizás por ese motivo, gran parte de sus obras parecen un obsesivo análisis sobre la guerra, la muerte y la desolación. Más aún, Vonnegut parece convencido de la necesidad de reconstruir lo vivido no sólo a través de la palabra sino la construcción de una nueva realidad a través de la literatura. Es entonces cuando su capacidad como escritor asume el poder de elaborar una nueva expresión sobre sus experiencias y mucho más, sobre su profunda angustia existencial. Y es que para Vonnegut, el poder de la creación literaria parece no sólo residir en su capacidad para contar sino para transformar lo que se cuenta en algo mucho más sustancioso, alegórico y sin duda poderoso. Con frecuencia, el autor además solía insistir que sólo la Ciencia Ficción era capaz de “mirar de manera optimista, incluso en sus momentos más bajos, el futuro”. No extraña por tanto, que una de sus novelas más conocidas sea una mezcla asombrosamente precisa entre el temor y el humor, la ciencia Ficción y lo semi biográfico. Una recreación nueva y poderosa sobre la realidad y sus consecuencias.
Porque sin duda la novela “Matadero Cinco” es quizás una de las reconstrucciones y análisis más duros sobre la Guerra que ningún escritor de Ciencia Ficción haya llevado a cabo. No sólo de una visión personalísima sobre la destrucción y abrumadora angustia que todo conflicto bélico supone, sino una crítica directa, mordaz e inteligente con respecto a la sociedad contemporánea, lo que la sostiene, la manera como se comprende así misma. Y es que Vonnegut se da el lujo no sólo de asumir la guerra y recrearla a través de una serie de metáforas y alegorías profundamente poderosas, sino de utilizar un tipo de humor sardónico que convierte la historia en algo mucho más doloroso y desconcertante de lo que puede parecer a simple vista. Más aún, Vonnegut decide recrear el conflicto no sólo a través de una visión imaginativa y asombrosa, sino dotarlo de giros humorísticos que asombran por su contundencia. Todo un prodigio de imaginación y buen hacer literario, una vuelta de tuerca insólita para una reflexión crudisima sobre el futuro y la forma como la humanidad se comprende así misma.
Años después de la publicación de la novela, Vonnegut aseguraría que pasó mucho tiempo escribiendo y reescribiendo sus experiencias sobre el bombardeo que sufrió la ciudad Alemana de Dresde sin intenciones de incluirlo en novela alguna. Después decidió que lo haría, pero de una forma por completo nueva: una mirada hacia el tiempo que transcurre y sus consecuencias, de la idea de la muerte y la guerra como elementos que crean una complejidad absurda que poco a poco intenta desentrañar a través del humor. Incluso, Vonnegut se atreve a parodiarse así mismo: su personaje principal, un jovencísimo y torpe soldado que recorre una Alemania devastada y sumida en el caos, que observa con cierto tono burlón una realidad cada vez más claustrofóbica y violenta. Probablemente, ese sea el gran acierto de Vonnegut: su novela mira con descarnada precisión el presente y el futuro, la guerra, la muerte, la esencia de los conflictos, sin tomar partido por ninguna idea, sin asumir que la idea sea algo más que otra elucubración falsa, como otras tantas en la narración. Un juego de espejos cada vez más complicado, enrevesado y finalmente brillante que dota a la novela de su inusual personalidad.
Otro de los grandes méritos de la novela es su sencillez: escrita con una prosa precisa y aparentemente simple, la novela avanza con pulso firme en medio de situaciones cada vez más duras. Conmovedora, emotiva y en ocasiones inquietante, “Matadero Cinco” tiene la capacidad de asumir su propia visión sobre su historia como absurda, una burla gigantesca y personal hacia el temor y la desesperación. La aparición del elemento fantástico incluso parece someterse a esa necesidad de Vonnegut de asumir el riesgo de usar el humor como idea insistente, como base y cimiento de interpretaciones más profundas de la realidad.
Muy probablemente por todo lo anterior, sea tan complicado definir el tono y el ritmo de “Matadero cinco”. ¿Se trata de una obra biográfica? ¿Una mordaz burla a la guerra y a la violencia? ¿Una obra de Ciencia Ficción pura que intenta como todas las obras del género analizar al hombre y su circunstancia desde una perspectiva por completo nueva? Quizás, “Matadero cinco” sea no solo una mezcla de todo lo anterior sino también, una poderosa mirada hacia la fragilidad humana, sus limitaciones y esa comprensión esencial de su propia vulnerabilidad.
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